viernes, 14 de octubre de 2011

Cómo detener el tiempo

Por Eduardo Chaktoura |
El tiempo parece ser "el mal de estos tiempos". Nada nos alcanza, ni siquiera las horas para cumplir con todas las exigencias y demandas (propias y de los otros). Así, adictos a la maratón del reloj, cocinamos a fuego lento nuestros deseos, metas, posibilidades e insatisfacciones. Comencemos con una pregunta concreta: ¿en qué empleamos a diario nuestro tiempo?

Para ayudarnos en este dilema de reorganizar los momentos y dosificar la energía, podemos partir de la idea del psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, pionero de la llamada "psicología de la vida cotidiana", quien propone pensarnos en torno a tres ejes temporales: el trabajo, el mantenimiento y el ocio.

El tiempo del "trabajo" entendido como las horas que dedicamos a generar dinero para la supervivencia y la comodidad. El del "mantenimiento" en función del tiempo destinado a conservar el cuerpo (comer, asearse, vestirse, etc.), a movilizarnos (conducir, usar transportes públicos, etc.) y a realizar las tareas domésticas (cocinar, comprar, limpiar, etc.). Y el del "ocio", reservado a lo que los griegos llamaban "dedicar el tiempo al desarrollo de uno mismo: el aprendizaje, las artes y a la actividad política". ¿En qué se derivaron hoy aquellas costumbres griegas?

Antes de seguir respondiendo, tal vez convenga tomar lápiz y papel y dividir la hoja en tres para, a conciencia plena, alistar la siguiente consigna: ¿cuántas horas del día destinamos al trabajo, al mantenimiento y al ocio?

Más allá de la realidad de cada quien, seguramente coincidamos en que la mayor cantidad de horas de nuestro día están reservadas a trabajar o resolver cuestiones relaciones con nuestras labores rentadas. El "trabajo" nos pide cada día más tiempo, ya sea porque hay más trabajo concentrado que antes, porque creemos demostrar más dedicación para ser "reconocidos" o porque precisamos de otros trabajos o "changas" para ganar lo que resulte necesario o creamos conveniente. ¿Cuánto y qué necesitamos? ¿Cuánto tiempo y energía hipotecamos a cambio de qué?...

Todo lo que implica el "mantenimiento", seguramente, ocupe, para la misma gran mayoría, el segundo orden de dedicación e importancia en la rutina diaria. De hecho, tal como sugiere Csikszentmihalyi en su libro Aprender a fluir, se imponen otras reflexiones derivadas: ¿cuán duro trabajamos sólo para conservar el cuerpo y sus posesiones?...

Podríamos sumar otras preguntas que nos ayuden a resignificar el tiempo y redistribuir las horas del día en función de lo que creamos urgente, importante y/o necesario.

¿A qué cuestiones destinamos nuestros ingresos? ¿Cuánto reservamos al consumo que cubre las "faltas"? ¿Cuánto del tiempo del trabajo y del mantenimiento tienen relación con habilitarnos o acceder a espacios de "ocio"? ¿Qué solemos hacer en las horas o minutos libres? ¿Sabemos descansar o disfrutar sin culpas? En muchos casos, persiste, ante todo, el mandato de la "hiperactividad" y la "cultura del sacrificio" que hemos heredado, sobre todo, los que tenemos más de treinta y pico.

Stop. Antes de seguir, sería conveniente identificar la propuesta de estos minutos de lectura. Contactar con un tiempo para la reflexión en post de un objetivo saludable.

Lo que sigue es la posibilidad de palear el esfuerzo y ganar bienestar físico (y emocional); incluso cuando creamos estar sobrecargados de responsabilidades. El mismísimo profesor Csikszentmihalyi es quien ofrece pensar en el flor ("el arte de fluir") como la posibilidad de detener el tiempo.

¿Qué es el flow? Todos tenemos la capacidad de no desdoblar la conciencia, de evitar las rumiaciones, evaluaciones y juicios. El flow es la posibilidad de entregarnos exclusivamente a aquello que nos da verdadero placer, es la llave maestra que nos permitirá sincronizar los relojes.

En ese momento de auténtico placer, es tal el nivel de entrega que, incluso, podemos llegar a perder registro de nuestras necesidades fisiológicas más básicas. ¿Se acuerdan cuando chicos podíamos llegar a hacernos encima con tal de no suspender el juego o el arte mágico de "jugar por jugar"?

Csikszentmihalyi sostiene que es importante planear nuestro tiempo libre con tanto cuidado como nuestras horas de trabajo. Más allá de las urgencias y de la aparente falta de tiempo, hoy podemos hacer foco en aquello que puede abstraernos de tanto agobio o estrés: leer, jugar al fútbol, tocar la guitarra, cantar, pintar, echar manos en la tierra, escribir, cocinar.

¿Qué cosas nos permiten fluir, al punto tal de que todo parezca detener su marcha?

Después de identificar aquellas actividades o experiencias (siempre hay, al menos, una; se trata de contactar con nuestras emociones), habrá que permitirse ponerlo en práctica con cierta periodicidad o rutina (siempre hay tiempo para lo que uno quiere hacer; sólo hay que habilitarse, poco a poco). La cena de los jueves, el picadito de los miércoles a las 19, las clases de yoga de martes y jueves a las 10.

Si podemos ir más allá, el tiempo puede optimizarse aún más si continuamos agregando otros registros del "aquí y ahora" y dejar de pensarlo todo en relación a un futuro inmediato. Quien se anime comience a preguntarse mientras lo lleva a cabo: ¿Cómo nos sentimos cuando comemos, cuando vemos la televisión, cuando tenemos relaciones sexuales, cuando trabajamos, cuando conducimos el coche o charlamos con nuestros amigos?...

Adueñarse del tiempo, habilitar nuestros tiempos, darse tiempo. difícil, pero no imposible.

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