domingo, 29 de abril de 2012
El acoso, forma de violencia escolar
jueves, 15 de septiembre de 2011
La violencia escolar afecta la salud de los docentes
La afirmación surge de una encuesta realizada sobre un universo de 2000 docentes de 17 provincias y de la ciudad de Buenos Aires y dice, además, que el 70 por ciento de los docentes está "preocupado" por los hechos de violencia física y verbal cada vez más frecuentes en las aulas.
La compulsa entre los maestrosfue realizada entre mayo y junio de este año y LA NACION dio cuenta de los primeros resultados en forma exclusiva en julio último.
Sin embargo, y a raíz de estas quejas y opiniones, la agrupación gremial docente presentó ayer un proyecto de ley en la Cámara de Diputados, denominado "Creación del equipo coordinador interdisciplinario centralizado para la erradicación de la violencia en el ámbito escolar", por el cual se impulsa la integración de un núcleo integrado por representantes de los sindicatos docentes, psicopedagogos, psicólogos, asistentes sociales, médicos y abogados para abordar la problemática.
Sergio Romero, secretario general del gremio, denunció ante LA NACION: "No se está educando en un ámbito de paz en la escuela. Los problemas de violencia no son sólo agresiones físicas y verbales".
El dirigente docente afirmó que "hay jóvenes que van con navajas o drogados (a la escuela), a lo que hay que sumar la sobrecarga de alumnos en las aulas y la falta de infraestructura".
Y sostuvo: "El docente promedio se jubila a los 60 años, pero llega a los 50 años con un grave deterioro físico, por eso afirmamos que tres de cada cinco docentes están con licencia psicológica, porque han debido enfrentar algunos de estos hechos violentos".
Otra de las preguntas de la encuesta fue cómo se sentía el docente frente a situaciones de violencia física o verbal dentro del establecimiento escolar, y el 48% contestó "desprotegido"; el 42%, "algo protegido", y sólo el 10% dijo "protegido".
Miedo en el aula
Es decir que si juntamos las dos primeras contestaciones, tenemos que el 90% de los maestros tiene miedo frente a lo que pueda suceder mientras está dando clases.
En este sentido, Romero expresó el temor de los maestros frente a los golpes que suelen propinarles los padres en plena escuela.
La siguiente pregunta del relevamiento nacional fue: "Al acudir a realizar su labor al establecimiento escolar usted siente temor por su integridad física". El 36% respondió que sí; el 28%, no, y el 38% dijo que "a veces".
En cuanto a la posible solución a la creciente violencia en las aulas, ocho de cada 10 docentes especificaron que una nueva legislación nacional podría prevenir estos casos, mientras que sólo el 20 por ciento restante opinó que alcanza con la normativa vigente.
En diálogo con LA NACION luego de la presentación del proyecto de ley, Romero brindó varios ejemplos de la violencia escolar cotidiana. "Ayer (por el martes), a las 17.30, en la escuela N° 61, Juan Lavalle, en la calle Juan Manuel de Rosas 4059 de Rosario, un chico de 11 años salió de la escuela y fue baleado en una pierna aparentemente por un compañero. También en Rosario, en la escuela técnica 470 del barrio Flores, una chica del secundario se desmayó durante el acto del Día del Maestro y cuando fue llevada al hospital se vio que había tomado cocaína minutos antes. Y con todo esto tiene que lidiar el docente".
Por Alejandra Rey | LA NACION
Romero dice que el Observatorio de Violencia no funciona y que es un recurso burocrático que no se expide nunca: "Para nosotros la principal responsabilidad la tiene el Estado, que ahora está ausente. Lo que queremos remarcar es que se pretende detectar estos actos de violencia antes de que sea demasiado tarde. Porque cuando el docente se capacita, estudia, no figura en su preparación académica analizar los temas sobre la violencia".
Al respecto, tanto Romero como otras fuentes consultadas dijeron a LA NACION que, ante una situación de violencia, el docente tiene que hacer la denuncia a la autoridad pertinente y a la policía de su distrito.
Es frecuente, dijeron las fuentes consultadas, que los maestros tsufran cuadros de ataques de pánico, pesadillas y ansiedad antes de ingresar en el establecimiento donde trabajan.
martes, 22 de marzo de 2011
Cuando los chicos usan internet
Aun cuando las cifras europeas de acceso a Internet son diferentes a las argentinas, los comportamientos adolescentes en todo el mundo son similares y por eso vale la pena mirar los resultados de esta encuesta, que podrían ser también los nuestros.
La mitad de los chicos europeos navega por la Web en su propia habitación y el 35% lo hace en su celular. Esto supone un uso más privado y en soledad de la tecnología. Esta utilización personal, alejada de una presencia adulta, disminuye la posibilidad de que los chicos hablen con sus familias sobre lo que hacen cuando navegan, especialmente en relación con los riesgos o situaciones difíciles que puedan encontrar.
El 60% de los chicos tiene un perfil en alguna red social. Ello incluye el 25% de los que tienen nueve y diez años; el 50% de los de 11 y 12, y el 75% de quienes tienen 13 y 14. Vale la pena recordar que la reglamentación de las redes sociales exige que sólo puedan tener perfil los mayores de 14 años.
Es interesante comprobar que entre todos los que están en una red social (incluido el 85% de los que tienen 15 y 16 años), uno de cada tres tiene un perfil público, es decir que no sólo pueden leerlo sus amigos sino que está abierto a cualquier persona que navegue por Internet.
Un 40% de los chicos europeos entre nueve y 16 años encontró alguna situación de riesgo en la Web. La situación de riesgo más frecuente en Internet (30% de los casos) es haberse comunicado con personas que no conocen. De ellos, el 10% se encontró personalmente con alguien que conocía sólo por la Web.
Un 15% vio sexo (gente desnuda o parejas teniendo sexo). La exposición al sexo, sin embargo, no se limita a Internet. Cuando se les preguntó por estas imágenes en cualquier medio de comunicación, el porcentaje de chicos que vio sexo se duplica. Más de la mitad de los chicos (55%) que encontraron este tipo de imágenes lo conversó con alguien, pero la mayoría lo hizo con amigos. Sólo un 25% eligió a sus padres.
Finalmente, uno de cada tres chicos encuestados reconoció haber vivido situaciones provocadas por un excesivo uso de Internet. Entre otras, no salir con amigos, dormir menos o no hacer la tarea para la escuela, por quedarse frente a la pantalla demasiado tiempo.
Una de las mayores preocupaciones que deja esta encuesta es el rol de los adultos en relación con el uso de Internet por parte de los menores.
En primer lugar, y según el testimonio de los propios chicos, casi un 20% de los padres no habla nunca de Internet con sus hijos. Y aun quienes dialogan con ellos no están al tanto de los usos que hacen de la Web ni de las situaciones de riesgo que pueden encontrar.
Así, un 40% de los padres cuyos hijos vieron imágenes sexuales en Internet lo desconoce. Un 55% de los padres de chicos que dicen haber recibido mensajes hirientes por la Web lo ignoran y un 60% de los padres cuyos hijos se comunican con desconocidos no están al tanto de ello.
Esta realidad que, como dijimos, podría compartir la Argentina, ya que las conductas adolescentes se asemejan, confirma la importancia del tema. Los chicos -parece claro- se sienten autoinmunes y los padres -según lo que surge del estudio- se sienten seguros y confiados.
Sólo una mejor conciencia entre los adolescentes y una mayor implicación por parte de los adultos logrará promover un uso más responsable de las pantallas, soportes fundamentales de la vida social y escolar de las nuevas generaciones.
© La Nacion
lunes, 28 de febrero de 2011
La ayuda por hijo no bajó el empleo infantil
LA NACION
La asignación por hijo que paga el Estado (mal llamada universal porque, en rigor, no llega a todos) no logró, por lo menos en su primer año de vigencia, un efecto significativo en cuanto a aliviar la problemática del trabajo infantil, más allá del aporte que esa política social hace a la economía de las familias. Según los resultados de una encuesta reciente, son alrededor de 980.000 los niños y adolescentes de entre 5 y 17 años que, en los centros urbanos de la Argentina, trabajan fuera de sus hogares, mientras que otros 420.000 hacen tareas domésticas en forma intensiva, como cuidar a sus hermanos o encargarse de las compras.
Son, en total, el 15,5% de la población de esa edad -unos 1,4 millones de chicos- según datos de un relevamiento del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia que elabora la Universidad Católica Argentina (UCA). Según la encuesta, el 9,6% de los menores trabaja en tareas no domésticas; el 4,6% cumple funciones en el hogar, que son propias de adultos, y el 1,3%, que representa a unos 115.000 menores, está afectado por ambas situaciones.
Los resultados del trabajo de campo hecho entre agosto y diciembre de 2010 -que fueron anticipados a La Nacion- no presentan variaciones significativas respecto de los registrados en años previos. Según afirmó Ianina Tuñón, coordinadora del trabajo, las diferencias son estadísticamente irrelevantes. Los datos promedio obtenidos entre 2007 y 2009 indican que trabajaba fuera del hogar el 8,7% de los niños y adolescentes, en tanto que el 6,9% desarrollaba tareas domésticas, y el 1,4% hacía las dos cosas.
La encuesta abarcó a hogares en los que viven unos 6000 chicos y están ubicados en el área metropolitana (Capital Federal y conurbano), Gran Córdoba, Gran Rosario, Gran Mendoza, Gran Salta, Gran Resistencia, Neuquén y Plottier y Bahía Blanca.
"Un fenómeno estructural como es el trabajo infantil, que está vinculado a aspectos socioculturales y a estrategias familiares que no sólo se relacionan con la pobreza económica, lamentablemente parece no haberse modificado a partir de la asignación universal por hijo", evaluó Tuñón, que también recordó que la inflación va deteriorando el valor real del monto otorgado por niño, primero de $ 180 y luego elevado a $ 220.
Para la abogada Liliana Litterio, autora de trabajos de investigación sobre el tema, la asignación es una contribución importante para las familias pobres, pero "de ninguna manera resuelve la pobreza de carácter estructural, que es la principal causa del trabajo infantil". Señaló, además, que existen situaciones, como la de niños indocumentados, que impiden el acceso al beneficio. Y desde el punto de vista del sistema educativo, advirtió que hay escuelas que no están preparadas para recibir una mayor cantidad de niños "y mucho menos para retenerlos" en las aulas.
La instrumentación de la asignación por hijo previó la presentación por parte de los padres o tutores de certificados de escolaridad como condición para cobrar la prestación completa.
Déficit educativo personal
Si bien aún no hay datos desagregados de la encuesta de la UCA en su versión más reciente, los resultados de 2009 muestran la alta incidencia del trabajo infantil en el déficit educativo, entendiendo por tal tanto el abandono del ciclo escolar como el retraso en la cursada: entre los niños de 5 a 13 años, la tasa de deserción o repitencia de quienes trabajan duplica a la de quienes no lo hacen.
Así, si bien existe empleo de menores en los diferentes estratos sociales, la pobreza es un factor de peso que lleva a los chicos a desarrollar roles de adultos. El informe de la UCA muestra que en el estrato socioeconómico más bajo trabaja el 5,3% de los chicos de hasta 13 años. En el sector de clase media alta, esa tasa es del 2,9%. Y entre los adolescentes del sector más desprotegido trabajan 27 de cada 100, mientras que la tasa baja al 16,6% en el grupo de mejor situación socioeconómica.
Las cifras indican también que entre los varones de 5 a 17 años el 3,8% hace tareas hogareñas, mientras que entre las nenas la tasa sube al 10,2%. La tendencia se invierte en el trabajo no doméstico, que afecta al 11,8% de los varones y al 5,4% de las chicas.
Entre quienes hacen trabajos no domésticos y tienen entre 5 y 13 años, un 16,2% muestra déficit educativo (el índice trepa al 32,7% en el estrato más bajo), y el 6,3% no va a la escuela. Entre sus pares que no trabajan, el 7,8% tiene una situación irregular en la educación. Entre los adolescentes que trabajan, un 51,9% no está al día con la escolaridad (68% entre los más pobres) y la proporción baja al 31,3% entre quienes no trabajan.
Un informe de la UCA valora las acciones de la OIT, la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti), Unicef, y empresas y entidades civiles. Esas organizaciones, se recuerda, "postulan que el trabajo infantil perpetúa el círculo vicioso de la pobreza". Sin embargo, se advierte que la deuda "sigue siendo relevante".
A la vez que es en gran medida efecto del trabajo infantil, el rezago escolar provoca que, de adultos, las personas afectadas por tal problema tengan muchas más probabilidades de estar en trabajos informales y precarios, que de insertarse en un puesto en el que se respeten sus derechos. Y eso crea condiciones para que la historia tienda a repetirse entre generaciones.
UNA LEY QUE ESTA LEJOS DE SER ACATADA
Desde el 25 de mayo pasado rige en la Argentina una ley que elevó a 16 años la edad mínima para celebrar contratos laborales (el límite anterior era de 14 años). Sin embargo, con alrededor de tres de cada diez habitantes bajo la línea de pobreza en todo el país -según los relevamientos hechos por las consultoras privadas-, la situación social hace que, en la práctica, las cosas sean muy diferentes respecto de lo que marca la norma.
sábado, 24 de abril de 2010
En nuestro país hay 9 millones de niños con déficit alimentario o malnutrición.
Al mismo tiempo que estremecen y debieran escandalizarnos, estas cifras dicen mucho sobre nuestra sociedad y sobre el fracaso de la dirigencia en un campo tan sensible como este.
Son cifras que, obviamente, obligan a actuar ahora para resolver este drama que tiene dos facetas. Por un lado, como dijimos, la inadmisible cantidad de chicos que fallecen por falta de alimento. Por el otro, las serias y múltiples consecuencias que acarrea una alimentación insuficiente, como el aumento de la morbilidad y la disminución del rendimiento escolar. Cuando el hambre no mata, condiciona seriamente el futuro de esos niños condenándolos a intentar sobrevivir en la sociedad o en sus márgenes en inferioridad de condiciones pues su desarrollo neuronal se ve interrumpido si a edad temprana no reciben los alimentos necesarios. Es decir, condenándolos a la postergación.
Si la muerte diaria de niños por hambre es intolerable en cualquier país, lo es aún más, si cabe, en la Argentina, que con sólo el 0,65 por ciento de la población mundial produce materia prima suficiente para abastecer a varias Argentinas.
Podrá discutirse cómo se llegó a este extremo que, además de avergonzarnos, nos duele. Podrán discutirse las razones de la persistencia de este drama a partir de la crisis de 2001-2002, pese a que desde entonces han mejorado otros parámetros de nuestra economía.
Lo que no puede discutirse es la necesidad de actuar ahora. Y en este sentido, toda la dirigencia está en deuda. En 2007, durante la presidencia de Néstor Kirchner, su gobierno asumió el compromiso ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de cumplir los denominados "Objetivos de Desarrollo del Milenio" establecidos por la ONU, por los cuales nuestro país debería "erradicar la indigencia y el hambre" y "reducir la pobreza de la población a menos del 20 por ciento y la indigencia al 0 por ciento" antes de 2015.
La negativa de sectores empresariales y sindicales a firmar junto con la Iglesia un documento sobre la pobreza y el miedo a hablar en público de este drama que vive el país es una muestra de que pocos van a invertir en un país en el cual un gobierno usa los resortes del poder para infundir miedo y falsear la realidad. Lo que ha hecho hasta ahora el Gobierno ha sido alterar perversa y maliciosamente los índices de inflación y los de pobreza e indigencia para ocultar esos tristes fenómenos.
Pero el hambre no se detiene ante los índices adulterados del Indec mediante una estafa que se vuelve cómplice y criminal al mismo tiempo, pues procura esconder una realidad intolerable y, al hacerlo, se exime el propio Gobierno de la obligación de mejorar esa realidad inocultable del hambre y la pobreza.
Para Juan Carr, los comedores que pertenecen a entidades no oficiales -sólo la mitad de ellos reciben subsidios estatales- no son la herramienta decisiva en la lucha contra el hambre. En la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA, Carr coordina el Centro de Lucha contra el Hambre, cuya labor principal consiste en crear huertas y granjas en las zonas con alto nivel de desnutrición infantil. Ya existen 550 mil huertas en la Argentina dentro del programa Pro Huerta del INTA y en muchas interactúan Cáritas y Tzedaká.
Carr considera que podrían hacerse 900 mil huertas más y llegar a su objetivo principal: reducir a la mitad el número de hambrientos en 2016 y llegar al hambre cero en 2020.
Son dos formas de encarar esta triste realidad. La que la combate con la verdad, y la que la oculta sabiendo, en definitiva, que su existencia es una afrenta para todos los argentinos sin excepción.
Mientras el Gobierno adultera las cifras de pobreza e indigencia, todos los días fallecen niños por desnutrición
jueves, 24 de septiembre de 2009
El 65% de nuestros niños y niñas menores de 18 años viven en hogares pobres o indigentes
La humanidad del tercer milenio debe enfrentar desafíos de complejidad creciente, de magnitud infinitamente mayor que en otras épocas y de consecuencias por cierto impredecibles. Mientras tanto, la mitad de nuestra población se encuentra todavía sufriendo necesidades primarias insatisfechas.
Las últimas cifras brindadas por diferentes organizaciones sociales denuncian que el 65% de nuestros niños y niñas menores de 18 años viven en hogares pobres o indigentes y están limitados en el ejercicio de sus derechos a la alimentación, a la salud y a la educación.
En los hogares con mayor cantidad de miembros ancianos o menores, la incidencia de la pobreza es obviamente mayor.
Las deficiencias en alimentación, salud y educación tienen un impacto significativo en el desarrollo integral de las personas y condicionan futuras posibilidades de inserción en la sociedad como ciudadanos democráticos, capaces de vivir con dignidad.
Numerosos estudios de las últimas décadas muestran la relación existente entre la estimulación sensorial temprana, la nutrición y el entorno afectivo y social sobre el desarrollo cerebral de los niños. De su nivel dependen sus capacidades lingüísticas, cognitivas, y de control de emociones y comportamientos
Por otro lado, múltiples investigaciones aseguran que el desarrollo cerebral está condicionado por la etapa prenatal y las experiencias de los primeros seis años de vida, porque es entonces cuando se expresan los genes, se diferencian las funciones de las neuronas, se estimulan los canales sensoriales y se establecen las conexiones sinápticas entre las células nerviosas.
Las desventajas en la temprana edad son casi irrecuperables en el resto de la vida y son un agravio ilevantable a la tantas veces declamada igualdad de oportunidades.
La igualdad es un valor en sí mismo que no exige otra fundamentación en nuestra cultura, pero nunca esta de más subrayar que la desigualdad y la consecuente exclusión son fuente de comportamientos violentos, de la incapacidad para discernir y en definitiva de convertirse en ciudadanos democráticos.
Sabemos que en este milenio la complejidad de las relaciones sociales pondrá a prueba la gobernabilidad democrática y que el desarrollo tecnológico ha puesto en pocas manos una inédita capacidad de destrucción de dimensión planetaria.
La educación es la gran promotora de la igualdad de oportunidades, pero está visto que con la escuela sola no alcanza. Fracasaremos si no logramos que los niños lleguen y transiten por los procesos educativos en condiciones que permitan garantizar el aprendizaje, independientemente de las condiciones socioeconómicas de los hogares de los que provienen. Estas acciones exceden largamente las competencias de un ministerio de Educación tradicional.
En la ciudad de Buenos Aires, los datos nos muestran una realidad preocupante en materia de exclusión educativa, a pesar de ser la jurisdicción más rica y donde el porcentaje de alumnos que culmina los distintos niveles formativos es mayor que en el resto del país.
Para María Teresa Sirvent, profesora e investigadora de la Universidad de Buenos Aires, la población de 15 y más años, que "entró alguna vez a la escuela y ya no está más y tiene como máximo nivel educativo el secundario incompleto constituye una población en situación educativa de riesgo por tener una mayor posibilidad estadística de quedar marginada de la vida social, política o económica".
Para esta investigadora, en la ciudad de Buenos Aires el 41% de esa población está en situación de riesgo educativo; 36,9% corresponde a la zona norte y 52,2% a la zona sur.
La misma investigación demuestra que una enorme proporción de alumnos en situación de riesgo proviene de hogares pobres.
El desafío de la inclusión educativa no se satisface solamente con mayor escolaridad, ni siquiera asegurando condiciones de educabilidad al alumno, de lo que estamos bien lejos. Debe comprender también los resultados. En otras palabras, los sistemas de aprendizaje deben garantizar calidad educativa, porque sin calidad la ampliación de la escolaridad puede convertirse en la máscara que oculte la exclusión.
Habrá verdadera inclusión si se transfiere a los alumnos capacidades para realizarse como personas y ganarse la vida en el mundo cada vez más competitivo que les tocará vivir. Por eso hablamos de inclusión educativa plena, es decir, con escolaridad, condiciones de educabilidad y calidad garantizada para todos.
El proyecto de ley de inclusión educativa plena que hemos presentado y está en debate en la Legislatura porteña parte de los siguientes principios: a) actuación integrada de las diferentes áreas del Poder Ejecutivo, sobre la base de un programa conjunto centrado en las zonas o instituciones con población con mayor vulnerabilidad económica y social; b) concentración de inversiones en infraestructura y equipamiento en esas zonas o instituciones, que deben superar en un 50% la inversión promedio por alumno que se realice en cada período escolar; c) formación especializada y estímulos económicos adicionales a los docentes que se desempeñan en ámbitos con esas características; d) concentración de acciones sobre los niños en los primeros seis años de su vida, comenzando por la atención puesta sobre la salud de la madre durante el embarazo; e) evaluaciones precisas sobre los resultados, con metodologías internacionalmente aceptadas, para poder realizar comparaciones internacionales sobre bases homogéneas, y f) un observatorio con amplia participación social, que pueda actuar con idoneidad e independencia para el seguimiento de los programas y la propuesta de innovaciones.
Una buena manera de celebrar el Bicentenario sería poner en marcha una educación a la altura del siglo XXI, capaz de formar ciudadanos moral e intelectualmente preparados para un mundo que debe lidiar con la marginación social, con los desajustes del desarrollo tecnológico y los nuevos paradigmas de la sociedad global.
Enrique Olivera
Educarse representa una responsabilidad hacia uno mismo porque cada uno tiene capacidad para algo, cada uno tiene algo para ofrecer.
Esta situación no es más que el reflejo de un fenómeno generalizado: la indiferencia por el saber que muestra la sociedad que esos jóvenes integran, puesto que hoy se privilegia la utilidad por sobre la verdad. Señala Argullol: "Tras los ojos ausentes -más somnolientos que soñadores de sus jóvenes pupilos- los veteranos ilustrados advierten la abulia general de la sociedad frente a las antiguas promesas de la sabiduría. ¿Para qué preferir el conocimiento, que es un camino largo y complejo, al utilitarismo de la posesión inmediata?". Hemos conseguido contagiar a los jóvenes el clima antiilustrado que caracteriza a nuestra época en la que no se valoran "ni bien ni verdad ni belleza, las antiguallas ilustradas, sino únicamente uso: la vida es uso de lo que uno tiene a su alrededor".
Esa reflexión, que refleja la realidad que se observa en la sociedad occidental actual, justifica en gran medida la crisis de significado que atraviesa la educación. Nos encontramos ante la paradoja de una sociedad que declama la importancia del conocimiento, es más, que se considera a sí misma "sociedad del conocimiento", pero que no valora ese conocimiento e, incluso, no pocas veces lo combate activamente en los hechos concretos.
Muchos jóvenes son el espejo de ese clima que prevalece en la sociedad y, más aún, convierten su desinterés en ignorancia militante, configurando un grupo en expansión que exhibe ese desprecio sin ocultar un cierto orgullo. Se muestran heroicamente resistentes a toda influencia que consideren inútil para la sociedad de uso, hacen gala del hedonismo que ven en sus mayores y, como ellos, desconfían de todo lo que tenga cierto sabor a antiguo. No alcanzan a advertir que la tecnología, a cuyo consumo desenfrenado se los impulsa, reconoce su origen, precisamente, en los fundamentos teóricos que se desarrollaron, con gran esfuerzo, en respuesta al desafío que plantearon a las generaciones anteriores aquellos ideales del conocimiento.
Hace poco, el presidente Barack Obama, de los Estados Unidos, decidió hablar directamente con los escolares al comenzar el ciclo lectivo de este año. Desde una escuela media en Arlington, Virginia, se dirigió por televisión a los alumnos reunidos en todas las escuelas de su país, actitud que generó un interesante debate en la opinión pública, ya que algunos grupos creían ver en ella el propósito de adoctrinar a los jóvenes. En un discurso admirable -que deberían leer las dirigencias de todo el mundo-, les comentó que se había referido en numerosas ocasiones a la educación. Que había hablado de la responsabilidad que tienen los maestros en inspirar a sus estudiantes, alentándolos así a aprender. Que había hecho referencia a la necesidad de que los padres siguieran de cerca el desempeño de sus hijos, controlando que realizaran sus tareas y vigilando que no pasaran todas las horas del día frente a la televisión o a los videojuegos. Que había señalado la responsabilidad que le cabe al gobierno de establecer estándares elevados y de apoyar a los maestros y directivos de las escuelas, mejorando la situación de aquellas que no funcionan adecuadamente y en las que los estudiantes no logran buenos niveles de aprendizaje. "Pero -dijo- en última instancia, aunque contemos con los maestros más dedicados, con los padres más dispuestos a apoyar la labor educativa, con las mejores escuelas del mundo, nada de eso importará a menos que todos ustedes cumplan con sus responsabilidades, a menos que asistan a esas escuelas, a menos que presten atención a esos maestros, a menos que escuchen a sus padres, a sus abuelos, a los demás adultos y, sobre todo, a menos que estén dispuestos a realizar el duro trabajo que se requiere para alcanzar el éxito. Cada uno de ustedes es el responsable último de su propia educación."
Educarse representa una responsabilidad hacia uno mismo porque cada uno tiene capacidad para algo, cada uno tiene algo para ofrecer. "Y ustedes -señaló Obama- tienen la responsabilidad para con ustedes mismos de descubrir cuál es esa capacidad con la que cuentan. Esa es la oportunidad que les proporciona la educación." Enumeró diversas situaciones: "Pueden ser grandes escritores, pero no lo sabrán hasta que escriban ese trabajo que les exigen para la clase de lengua; innovadores o inventores, pero lo descubrirán recién cuando elaboren su proyecto para la clase de ciencias; dirigentes políticos, pero para eso deberán estudiar el gobierno e incorporarse a los grupos de debate. Para cualquier tarea que quieran emprender necesitarán una buena educación? Nadie deja la escuela y simplemente aterriza en un buen trabajo. Para eso necesitarán entrenarse, trabajar y aprender".
Destacó como idea central el hecho de que, además de esa responsabilidad personal, lo que hagan los jóvenes con su educación decidirá el destino de la sociedad en la que viven. "El futuro de los Estados Unidos depende de cada uno de ustedes -señaló el presidente-, porque lo que aprendan hoy en la escuela determinará si nosotros, como nación, podremos hacer frente a los grandes desafíos del futuro? Necesitamos que cada uno de ustedes desarrolle sus talentos, sus habilidades y su intelecto de modo que puedan ayudarnos a los mayores a resolver nuestros problemas más complejos. Si no lo hacen, no sólo se abandonarán a ustedes mismos, sino que estarán abandonando a su país."
"La posición en la que ahora se encuentren -dijo- no tiene por qué determinar qué lugar ocuparán en la sociedad. Nadie ha escrito el destino por ustedes, porque aquí ustedes escriben su propio destino. Ustedes construyen su propio futuro." Y apoyó esta afirmación con un emocionado relato de las dificultades que enfrentó en su propia vida, mencionando los apoyos con los que contó para concretar su sueño y así asistir a las mejores escuelas de su país. En fin, instó a los jóvenes a asumir la responsabilidad por sus propias vidas, a fijarse objetivos para su educación, a comprometerse y trabajar en serio para alcanzarlos, recurriendo a quienes pueden prestarles ayuda.
La preocupación que expresa Obama es la misma que, de otra manera y en una sociedad diferente, planteaba Argullol: la imperiosa necesidad de poner de manifiesto el interés por educarse, de asumir las responsabilidades personales. En los niños y jóvenes en edad escolar ésta se manifiesta en la demostración del interés por aprender. Si quienes se acercan a las instituciones educativas lo hacen carentes de ese interés, todo lo demás será inútil.
Por eso, la tarea que hoy enfrentamos es titánica, pues consiste nada menos que en recrear en los jóvenes ese interés por el trabajo de educarse, en transmitirles la dimensión de su responsabilidad para con ellos mismos y para con la sociedad que integran.
Padres y maestros deberían renovar su alianza para emprender la reconstrucción del interés de sus hijos y sus alumnos por el conocimiento y así emprender la tarea de hacerse humanos. Si esto no se logra, si a las escuelas no asisten alumnos sino clientes o espectadores en busca de entretenimiento, los planes de estudio, las aulas, las computadoras, los libros, carecerán de toda significación.
Guillermo Jaim Etcheverry
lunes, 7 de septiembre de 2009
Exclavitud contemporanea.
Según un informe de fuentes reservadas de la Policía Federal, son utilizados unos 5000 menores de entre 8 y 17 años, varones y mujeres, con fines de explotación sexual. Se trata del tercer negocio ilícito más lucrativo del planeta, y un problema que afecta gravemente a los niños y niñas de América latina, inocentes víctimas de traficantes y explotadores, con el turismo sexual como una amenaza creciente en la región.
Aunque no existen cifras que indiquen cuántos menores son víctimas de explotación sexual en la región, la Organización Mundial de la Salud estima que, en el mundo, cerca de 150 millones de niñas y 73 millones de niños han padecido alguna forma de violencia sexual. Este delito, que también se relaciona con el turismo, comienza a preocupar a las autoridades nacionales. Y razones no faltan. Según datos de la Organización Internacional para la Migraciones, la Argentina se ha convertido en país de origen, tránsito y destino de esta actividad delictiva, y habría más de 600 mujeres y niñas desaparecidas y secuestradas por las redes de trata para la prostitución. Según el informe, en Buenos Aires, así como en el resto del país, las edades de las chicas, y en menor medida de los chicos traficados, oscilan entre los 12 y 17 años.
Para consumar este aberrante delito existe una prolija red criminal organizada en la que hay buscadores y captadores que eligen a sus víctimas, hacen contacto con ellas, tratan de ganar su confianza y la de su familia, ponen avisos, frecuentan zonas donde hay muchas jovencitas, prometen buenos trabajos, buenos sueldos, estudios, salir de la miseria a toda la familia y en poco tiempo. De ese modo, captan a las víctimas a las que prometen cuidados, amparo y una vida mejor.
La Asociación Civil Casa Encuentro alertó sobre el crecimiento del turismo sexual en la Capital y en la provincia de Buenos Aires en un informe donde señala que la trata de personas en el mundo recauda aproximadamente 32.000 millones de dólares anuales, lo cual la ubica en los primeros lugares del ranking de negocios ilegales, detrás del narcotráfico y el tráfico de armas.
Además, esa institución señaló que las principales provincias de reclutamiento serían Misiones, Jujuy, Salta, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero y Tucumán, además de las mujeres que son ingresadas desde Bolivia, Paraguay y República Dominicana. Por otra parte, un estudio de la ONG Save the Children detalla que en la triple frontera de la Argentina, Brasil y Paraguay, 3500 niños son explotados con fines comerciales en burdeles y clubes.
La explotación sexual y comercial de estos menores es lisa y llanamente una violación a sus derechos fundamentales y constituye una de las formas de esclavitud contemporánea. Y si bien no es fácil actuar contra quienes cometen estos delitos, muchas veces porque los niños no se atreven a denunciarlos y otras porque existe corrupción en algunos estamentos de las autoridades locales, se deben seguir haciendo los mayores esfuerzos a fin de crear conciencia en la población para prevenir y denunciar estos hechos. Sólo así se impedirá que haya impunidad para sus autores y para sus cómplices que facilitan información y logística para que estos depravados sexuales puedan llevar a cabo sus inconfesables fantasías.
La Argentina no escapa a un delito especialmente aberrante que, además, recurre al secuestro y explotación de menores
jueves, 27 de agosto de 2009
La escuela está herida por la indisciplina.
El informe es el producto de una encuesta que alcanzó a 4527 niños y adolescentes radicados en áreas urbanas que cuentan con más de 200.000 habitantes. Entre las localidades consideradas figuran algunas del Gran Buenos Aires y las ciudades de Rosario, Córdoba, Mendoza, Salta, Resistencia, Paraná, Neuquén y Bahía Blanca. Entre los resultados más preocupantes que se presentan puede citarse el hecho de que la mitad de los chicos menores de 5 años son miembros de hogares con dificultades para resolver necesidades elementales en cuanto a alimentación, salud, vestimenta y servicios básicos.
Es otro modo de confirmar la extensión del mal de la pobreza que padece nuestra sociedad. El abandono de las aulas es un mal muy severo que, como señala Agustín Salvia, jefe de la investigación realizada, juega un papel decisivo en los procesos de marginación social que habrán de presentarse en el futuro para los menores que desertan, con lógica repercusión para el desarrollo del país.
Ese camino de exclusión lo empieza a recorrer el 6,2 por ciento de los chicos en edad escolar, sea por deserción o por ser repetidores. En la escuela secundaria, el grupo de los que abandonan llega al 41 por ciento en los cursos finales. También se ha estimado que en la franja de las edades comprendidas entre 18 y 25 años el 35 por ciento carece de título secundario.
Por los datos reunidos se comprueba una vez más que las dificultades para avanzar en los estudios crecen en la medida en que las familias pertenecen a estratos socioeconómicos de menores recursos, a la inversa de lo que ocurre con los alumnos cuyos hogares están en posición media o superior. Esta desigualdad demanda ser mitigada en una escuela que sostenga el principio de la igualdad de oportunidades. Uno de los medios para lograrlo es el régimen de doble escolaridad. Sin embargo, esa posibilidad sólo se ofrece para el 2 por ciento de los chicos pobres.
Otra de las cuestiones de importancia con miras al porvenir de los estudiantes es el aprendizaje de computación y de una lengua extranjera. Con respecto a la primera, el 54 por ciento de los alumnos primarios no toma contacto con los ordenadores y el 46 no tiene oportunidad de iniciarse en otro idioma, de acuerdo con la oferta de las escuelas, que luego mejora, pero no de modo suficiente, en la escuela media. Tampoco se han verificado resultados satisfactorios en el propósito de crear hábitos de lectura, ya que el 45 por ciento de los adolescentes no manifestó interés por leer. Otros datos para analizar se refieren a que el 62,3 por ciento de los adolescentes no realiza actividad física ni deportiva, y que son notorias las limitaciones en el aprendizaje de las artes plásticas y de la música.
Los resultados de un reciente informe dejan en claro las carencias de nuestra escolaridad ante las cuales es preciso reaccionar
sábado, 22 de agosto de 2009
Con creatividad se puede hacer mucho.
"La mía es una escuela técnica. Por la mañana, estudio y, por la tarde, trabajo en el taller fabricando rompecabezas, loterías y juegos de memoria. El impacto más grande lo viví cuando salí por primera vez de la cárcel el año pasado y fui a un jardín de infantes para entregar los juguetes", contó a LA NACION.
"Los pibes estaban felices. Esas caritas no me las olvido más. Ahí dije basta. Tengo que dejar mi otra vida atrás. El sentirme útil para otros me dio fuerzas para seguir para adelante. Y la escuela me cambió la vida. Antes era un ignorante. Robaba porque la junta me llevaba. Ahora, sé que voy a laburar y ganarme la vida", comentó, sentado en las escalinatas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Allí, se desarrolló esta semana el 12° Congreso de Aprendizaje y Servicio Solidario. Unos minutos después, Gustavo se subió nervioso al estrado para contar la experiencia. Su proyecto fue uno de los cuatro -de entre 3800- que ganaron este año el primer puesto del Premio Presidencial Escuelas Solidarias.
Los otros tres establecimientos fueron: la escuela media N° 27, de Lomas de Zamora, por el proyecto de diseño y entrega de carteles de señalización de calles y campañas de prevención del dengue y el sida; la escuela provincial N° 25 de Villa Futalaufquen, Chubut, por la confección de un vivero de especies nativas para reforestar la flora local, muy perjudicada por incendios, y la escuela N° 4485 de Coronel Juan Solá, Salta, por una radio al servicio de las comunidades rurales aisladas.
No son experiencias únicas. Según datos del Ministerio de Educación, en el país, hay 21.536 proyectos educativos solidarios en marcha.
Cada uno de los cuatro colegios recibirán como premio 10.000 pesos, que deben invertir para fortalecer sus proyectos. Se seleccionaron, además, seis segundos premios, cada uno de los cuales recibirá 7000 pesos. Hubo también menciones de honor por 4000 y por 2000 pesos cada una. Los premios se entregarán formalmente en octubre.
Todos los proyectos tienen en común una característica: los estudiantes aplican los conocimientos adquiridos en las aulas al servicio de las necesidades concretas de su comunidad.
Como dijo Nieves Tapia, asesora del Programa Nacional de Educación Solidaria, todos ganan. Los alumnos aprenden más y se vuelven más solidarios, y los barrios y vecinos se enriquecen con el aporte. "Estos programas permiten a los jóvenes desarrollar competencias comunicacionales, de iniciativa personal, de participación ciudadana y de formación en valores. No es poca cosa", agregó Tapia.
En el país, hay más de 21.500 experiencias educativas solidarias
viernes, 15 de mayo de 2009
Los chicos deben mejorar su forma de alimentarse.
"En líneas generales, se comen en forma sistemática muchas más calorías de lo necesario. Pero el exceso cambia según la clase social: para los más pobres, son los fideos, el pan, los cereales refinados y los carbohidratos simples, y para los de nivel socioeconómico más elevado, las grasas y los azúcares simples. Hay una tendencia mayor al exceso que al déficit", afirma el licenciado Sergio Britos, especialista en nutrición infantil del Programa de Agronegocios y Alimentos de la Facultad de Agronomía de la UBA y del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni) que firma los trabajos junto con las nutricionistas Agustina Saraví y Noelia Bonfanti.
Las investigaciones se hicieron con la intención de sentar bases que permitan evaluar la calidad nutricional de los alimentos y generar un Observatorio de Buenas Prácticas Nutricionales, algo que permitiría a su vez identificar casos ejemplares, describirlos, estudiarlos, evaluar cuál es el efecto que tienen en la dieta y generar un cuerpo de "lecciones" que podrían difundirse en la industria alimentaria.
Partieron de la constatación de que la industria ya viene desarrollando acciones de mejoramiento y de que esas experiencias podrían sistematizarse.
"Con esto en mente, volvimos a analizar la Encuesta Nacional de Nutrición y encuestas realizadas por Cesni en más de 1500 escolares para identificar cuáles son las principales brechas alimentarias en las que se debería hacer foco; es decir, las principales categorías de alimentos que se consumen de más o de menos -detalla Britos-. Encontramos un lote de unos 20 o 25 productos que son los que llamamos prioritarios o «de interés» y pudimos determinar la estructura de ingesta de calorías y nutrientes. De esta manera, fue posible comparar lo real con lo sugerido y así establecer las principales inadecuaciones [exceso de calorías, grasas totales, grasas saturadas y sodio] y definirlas como prioritarias o de mayor interés en relación con la aplicación de buenas prácticas nutricionales."
Esta búsqueda de "buenas prácticas nutricionales" es una tendencia originada por la preocupación de la Organización Mundial de la Salud que fue explicitada en documentos de 2003 y 2004. Impulsan al sector agroalimentario a progresar hacia estilos de alimentación más saludables mejorando el perfil nutricional de sus productos. Según subraya Britos, esto es lo que actualmente moviliza las mayores inversiones en esa actividad.
Mejoras al plato
Algunas conclusiones de esta revaluación de estudios nutricionales indican que hay varios alimentos sobre los que la industria podría trabajar para hacerlos más saludables.
"Por ejemplo -dice el especialista-, tendemos a comer cortes de carne de un tenor graso mayor de lo conveniente. Los chicos generalmente consumen lácteos no descremados o parcialmente descremados, cuando después de los tres años no es necesario. El pan es otro alimento con el cual tendríamos que generar algunas prácticas positivas, porque aporta mucho sodio a la dieta (habría que disminuirlo). Las facturas y galletitas, los fiambres, los aderezos, son todos ejemplos en los cuales creemos que sería muy bueno aumentar la calidad nutricional."
Los déficits se centran fundamentalmente en el grupo de las frutas y verduras, de las que los menores comen menos de lo necesario.
"Esto, agravado por el hecho de que la canasta es muy monótona y en gran medida dominada por la papa -subraya Britos-. Prácticamente dos tercios de la cantidad de verduras que integran la dieta son papa, más algo de tomate, zanahoria y zapallo. Tendrían que consumir casi el doble de esa cantidad, pero además con un menú mucho más variado. El consumo de frutas también es muy bajo y monótono: esencialmente manzana, banana y un poquito de naranja."
Como parte del trabajo, los investigadores también generaron dos modelos de dieta saludable. Una para chicos de 2 a 5 años y otra para los que están en edad escolar.
Para la doctora Carmen Mazza, jefa del Servicio de Nutrición del hospital Garrahan, si bien es cierto que los chicos ingieren mucho sodio, que las galletitas y alimentos industriales tienen mucha grasa y que se come poca verdura y fruta, también es importante destacar que algunos de estos excesos y carencias dependen de la población analizada.
"Hay estudios en la provincia de Buenos Aires, en escuelas públicas de clase media baja y baja, que muestran que no todos toman mucha leche. Hay una población que no llega a cubrir los requerimientos de calcio", afirma Mazza, que no participó en el estudio.
Los trabajos de Britos y colegas muestran que, en el caso de la población menor de cinco años, dos tercios de las calorías y por lo menos el 75% de las grasas totales, saturadas y trans, y el sodio ingeridos por los chicos provienen de la carne vacuna (no magra), los lácteos enteros, el pan, los jugos y bebidas azucaradas, las facturas y panificados dulces y de alto tenor graso, los embutidos y fiambres.
En el segmento de los escolares, a las categorías anteriores les agregan la manteca, la mayonesa, las golosinas y los dulces.
Sobre estos alimentos, proponen, debería actuar la industria y enfocarse los programas de buenas prácticas alimentarias.
Están incluso en alimentos buenos como la carne, la leche y el pan
martes, 17 de marzo de 2009
¿Cuál es el límite de locura que puede llegar el ser humano ?
Es bastante frecuente, sobre todo en los hogares de ingresos medios o altos, que estos chicos sean medicados, por decisión de sus propios padres, para disminuir esa actividad, muchas veces sin la consulta con profesionales preparados para actuar en la forma adecuada. También es común que algunas farmacias vendan esos medicamentos sin las recetas que son obligatorias. El resultado final suele ser la aparición de criaturas sometidas a tratamientos que afectan su salud y cuya necesidad no siempre puede ser justificada.
Las investigaciones citadas fueron realizadas en el Observatorio Argentino de Drogas de la Sedronar y también por el Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires. Los especialistas señalan que en las escuelas donde se reclama a los niños altos rendimientos escolares son los docentes los primeros en mostrar los supuestos desórdenes y sugerir a los padres el empleo de la medicación. En los establecimientos públicos de barriadas humildes es corriente que dificultades parecidas sean entendidas como resultado de contextos de exclusión social y que los niños resulten tolerados como son.
Una de las especialistas afirma que se trata de "un diagnóstico sobredimensionado en niños muy exigidos". El uso de medicación en estas dudosas condiciones puede derivar en adicciones de variadas consecuencias. Se señala que el consumo de metilfenidato, la droga básica en la fabricación de estos psicofármacos, está creciendo en forma permanente en nuestro país y llega a sus valores máximos en los Estados Unidos, que absorbe el 80 por ciento del mercado mundial.
Al margen de lo que se pueda demostrar, en forma cabal y confiable, sobre la existencia de este trastorno en términos neurológicos o psicológicos, se debe decir que la escuela es responsable del cuidado de los niños y que los maestros deben actuar con conocimiento de la existencia de criaturas que, por distintos motivos, no siempre se acomodan bien a sus exigencias. Es típica, al respecto, la diferencia que existe entre los ámbitos educativos en los que el aula no puede evadir fácilmente la exigencia de adaptarse a sus alumnos, como sucede en los jardines de infantes, y los niveles primario y secundario, en los cuales el escolar es frecuentemente forzado a acomodarse a estructuras y métodos que son con frecuencia arcaicos y toman poco en cuenta sus reales capacidades e intereses.
El uso de ciertos medicamentos para tratar el trastorno de déficit de atención con hiperactividad puede ser negativo
domingo, 22 de febrero de 2009
El Gobierno tiene muy confundidos sus deberes constitucionales.
No hay exageración alguna. Quien haya leído la crónica del niño que mendigaba arrodillado en el subterráneo de Buenos Aires -un relato que haría palidecer a Dickens-, o recuerde el reciente editorial sobre los niños de 8 a 13 años, que se prostituirían en el Mercado Central por cajones de verdura o fruta, o se detenga a mirar a los que aspiran pegamento, los de entre 7 y 9 años que asaltan en la plaza Roma o delinquen por el "paco", tendrá idea de la impactante realidad a la que nos estamos refiriendo. Tan visible y evidente, como groseramente ignorada.
¡Qué decir de la declinante escolaridad infantil! La adquisición de conocimientos como herramienta de formación, y preparación para el trabajo y la vida, ha sido sistemáticamente destruida por políticas de subsidio prebendario y clientelista, ocultas tras supuesta sensibilidad social. Los niños no tienen ejemplos por seguir, sus padres prefieren un "plan" a un trabajo, y si el "plan" se completa con la paga por asistir a un piquete o acto público, mejor aún. Se menciona una reciente encuesta, según la cual los padres prefieren un plan a un trabajo efectivo con el compromiso firme de mandar los chicos al colegio. Los niños se convierten así en mendicantes profesionales, precoces delincuentes, o chicos prostituidos, en un modelo diametralmente alejado del ideal sarmientino.
La autoridad moral ha desaparecido, y ni los padres ni los maestros ni la policía ni cualquiera de los referentes sociales de antaño son hoy guía o parámetro de orientación para estos niños argentinos.
Ni que decir del abandono real en que se encuentran los formalmente "institucionalizados", sobre los cuales nos hemos explayado reiteradamente desde estas columnas. Sólo les queda la ley de la calle, la violencia, la rabia, la patota y la droga. Tremendo panorama, que ya los hace concurrir armados a la escuela, y es notorio el aumento de las lesiones con armas blancas y de fuego entre niños y adolescentes, de las que también son víctimas a veces los maestros.
La enumeración podría continuar, pero, como ejemplo final, pensemos en la cobarde utilización de la minoridad para lograr impunidad delictiva. ¿Es que el único remedio es bajar la edad de la imputabilidad? ¿Por qué no triplicar la pena del instigador o reducidor de los objetos robados para empezar? En lugar de educar al hombre del mañana, destruimos al niño de hoy, al abusar de su minoridad.
La gran pregunta sería: ¿dónde están los derechos de estos niños?, ¿dónde el Estado que los debe garantizar? ¿Cuál es la verdadera función de los organismos de Bienestar Social y protección a la minoridad? ¿Existe una política de Estado en la materia? Es verdad que algunos padres, la Iglesia y muchas ONG hacen sus esfuerzos, pero son insuficientes.
La alarmante realidad de muchos niños argentinos desprotegidos exige que la sociedad reclame al Estado por ese abandono
lunes, 29 de diciembre de 2008
"La misión de la escuela ya no es enseñar cosas. Eso lo hace mejor la TV o Internet."
-La escuela debe hacerse cargo de las bases culturales de los chicos. Antes de ponerse a enseñar contenidos, debería pensarse a sí misma como un lugar que ofrezca una propuesta rica: un espacio placentero donde se escuche música en los recreos, que esté inundado de arte; donde se les lean a los chicos durante quince minutos libros cultos para que tomen contacto con la emoción de la lectura. Los niños no son sacos vacíos que hay que "llenar" porque no saben nada. Los maestros deben valorar el conocimiento, la historia familiar que cada pequeño de seis años trae consigo.
-¿Cómo se deberían transmitir los conocimientos?
-En realidad, los conocimientos ya están en medio de nosotros: en los documentales, en Internet, en los libros. El colegio debe enseñar utilizando un método científico. No creo en la postura dogmática de la maestra que tiene el saber y que lo transmite desde una tarima o un pizarrón mientras los alumnos (los que no saben nada), anotan y escuchan mudos y aburridos. El niño aprende a callarse y se calla toda la vida. Pierde curiosidad y actitud crítica.
-¿Qué recomienda?
-Me imagino aulas sin pupitres, con mesas alrededor de las cuales se sientan todos: alumnos y docentes. Y donde todos juntos apoyan, en el centro, sus conocimientos, que son contradictorios, se hacen preguntas y avanzan en la búsqueda de la verdad. Que no es única ni inamovible.
-¿Cuál es rol del maestro?
-El de un facilitador, un adulto que escuche y proponga métodos y experiencias interesantes de aprendizaje. Generalmente los pequeños no están acostumbrados a compartir sus opiniones, a decir lo que no les gusta. Los docentes deberían tener una actitud de curiosidad frente a lo que los alumnos saben y quieren. Les pediría a los maestros que invitaran a los niños a llevar su mundo dentro del colegio, que les permitieran traer sus canicas, sus animalitos, todo lo que hace a su vida infantil. Y que juntos salieran a explorar el afuera.
-Varias veces usted ha dicho que la escuela no se relaciona con la vida. ¿Por qué?
-Porque propone conocimientos inútiles que nada tienen que ver con el mundo que rodea al niño. Y con razón éstos se aburren. Hoy no es necesario estudiar historia de los antepasados, sino la actual. Hay que pedirles a los alumnos que se conecten con su microhistoria familiar, la historia de su barrio. Que traigan el periódico al aula y se estudie sobre la base de cuestiones que tienen que ver con el aquí y ahora. Esto los ayudará a interesarse luego por culturas más lejanas y entrar en contacto con ellas.
-¿Cómo se puede motivar a los alumnos frente a los atractivos avances de la tecnología: el chat, el teléfono celular, los juegos de la computadora, el iPod, la play station?
-El colegio no debe competir con instrumentos mucho más ricos y capaces. No debe pensar que su papel es enseñar cosas. Esto lo hace mejor la TV o Internet. La escuela debe ser el lugar donde se aprenda a manejar y utilizar bien esta tecnología, donde se trasmita un método de trabajo e investigación científica, se fomente el conocimiento crítico y se aprenda a cooperar y trabajar en equipo.
-¿Es positiva la doble escolaridad?
- En Italia llamamos a este fenómeno "escuelas de tiempo pleno". La pregunta que me surge es: ¿pleno de qué? Esta es la cuestión. La escuela está asumiendo un papel demasiado absorbente en la vida de los niños. No debe invadir todo su tiempo. La tarea escolar, por ejemplo, no tiene ningún valor pedagógico. No sirve ni para profundizar ni para recuperar conocimientos. Hay que darles tiempo a los niños. La Convención de los Derechos del Niño les reconoce a ellos dos derechos: a instruirse y a jugar. Deberíamos defender el derecho al juego hasta considerarlo un deber.
"Internet lo hace mejor", dice Francesco Tonucci
sábado, 29 de noviembre de 2008
¿Quienes son responsables por los contenidos de la televisión ?
La mencionada organización civil tiene entre sus integrantes a representantes de los cuatro credos mayoritarios de la Argentina -católico, evangélico, judío y musulmán-, que se han sentado a una misma mesa desde 2005, unidos por la común preocupación que genera la incidencia de los contenidos de los medios en niños y jóvenes, y la erosión que ejercen en los esfuerzos educativos que realizan la familia y la escuela.
Los miembros de la Mesa Nacional de Televisión y Valores anunciaron la presentación al Poder Ejecutivo Nacional de un proyecto de reforma del régimen de horario de protección al menor, que oportunamente elevaron a las autoridades del Comfer. Se trata de una adecuación del régimen existente -al que con razón califican de "falaz"-, que permita contar con un instrumento de contralor efectivo de lo que se emite por TV.
En su declaración, apelan además a todos los protagonistas de la escena televisiva y convocan a la sociedad entera a reclamar que las declamaciones se transformen en acciones concretas, efectivas y permanentes por parte de todos aquellos -emisores, productores, anunciantes y el Estado- que de manera directa o indirecta tienen en sus manos la difusión de contenidos a través de los medios de comunicación y el contralor de su calidad.
Casi simultáneamente, se conoció otro pronunciamiento similar de un vasto y representativo sector de la sociedad. En torno a distintas academias, como las de Educación, Letras, Medicina, y Artes y Ciencias de la Comunicación, entre otras, se aglutinaron más de cuarenta entidades, entre las que se encuentran universidades e instituciones educativas, cámaras empresariales, fundaciones y organizaciones de la sociedad civil, que propusieron a los medios, a los anunciantes y al propio Estado un compromiso mayor y efectivo con la educación de los menores, ante el deterioro que ésta sufre en razón de los contenidos de la televisión.
Una vez más la sociedad argentina tiene la oportunidad de reflexionar y de actuar. De nuevo, estamos ante la ocasión de pasar de las declaraciones oportunistas y efectistas a verdaderas medidas políticas de diseño; de probar con hechos que el declamado interés por el bien común es algo más que una expresión ambigua, vacía de contenido real o una expresión que oculta intenciones electoralistas.
El bien común en este caso tiene la cara concreta de niños y jóvenes. Caras concretas con nombre y apellido, que, día tras día, pierden oportunidades de acceder a mejores conocimientos, mejores entretenimientos y juegos, mejor información; en suma, mejor educación.
La niñez y la juventud argentina están desde hace tiempo seriamente amenazadas por toda clase de peligros y aun, en vastos sectores, inmersas en situaciones más que preocupantes: el alcohol y las drogas, la delincuencia y la violencia, la marginalidad, la pobreza y el hambre. Los adultos tenemos con ellos una deuda importante e impostergable. Ellos son el objetivo -y no uno menor o desdeñable, sino el principal- de nuestros esfuerzos por procurar el bien común en la sociedad. Ocuparnos de lo que les estamos transmitiendo es parte de este esfuerzo.
Pero para cobrar clara conciencia de cuán solitaria ha de ser la tarea que tienen por delante la familia y la escuela, son oportunos los pedidos de las academias y de la Mesa a los responsables primarios de esta situación.
La erosión de los esfuerzos educativos de la familia y la escuela por ciertos contenidos televisivos debe hacernos reflexionar
domingo, 16 de noviembre de 2008
Una escuela mejor compromete al Estado, a la familia y a la comunidad.
Para el tratamiento de este tema se partió de un documento preliminar, que presentó algunos de los puntos críticos de la escuela secundaria de hoy. Uno es la repitencia (cuya tasa general es del 10,7 por ciento anual), con una diferencia apreciable entre las escuelas estatales (13,7%) y las privadas (4,4%); el otro es el abandono escolar, una antesala de la deserción, cuyos porcentajes interanuales son 13,5 en 2º año, 19,7 en 3º, 13,5 en 4º y 26,5 en 5º año (también aquí se observan diferencias significativas a favor de la escuela privada). Estos datos llevan al planteo de una pregunta más amplia: ¿por qué la escuela pública, que ganó un justificado prestigio durante tantos años, ha declinado de este modo? Cuando se examinen las causas de ese descenso, será el momento de estimar la incidencia de las huelgas y el ausentismo docente como factores que han ido mermando la motivación de los alumnos y han decidido a muchos padres, aun con esfuerzo pecuniario, a inscribirlos en la escuela privada, donde la pérdida de clases es notoriamente menor.
Es positivo que se emprenda una vez más el camino de elevar la calidad educativa de la escuela media a través de propuestas nacidas del diálogo y la búsqueda del consenso. Hace pocos días, en el curso de una entrevista, el sociólogo francés Christian Baudelot afirmó categóricamente un concepto vigente en el mundo actual: "La educación es un factor de riqueza individual y colectiva? Cuantos más estudiantes hay, más rica es la sociedad".
En una aproximación a la deseada mejora del nivel secundario, se destacó en la reunión del Consejo la necesidad de rehacer la autoridad educativa, la promoción del trabajo en equipo de los docentes y la actualización continua de los contenidos curriculares. El informe preliminar ya señalaba la necesidad de construir mil escuelas que garantizasen 16.000 aulas nuevas para cubrir las demandas de 500.000 vacantes que contasen, además, con material bibliográfico suficiente, laboratorios, gabinetes y equipamiento tecnológico.
El ministro Tedesco subrayó, también, el valor de la orientación escolar y la necesidad de que la obligatoriedad del secundario que marca la ley de educación sea comprendida no sólo como esfuerzo del Estado, sino que se acompañe con la responsabilidad familiar y de los jóvenes estudiantes, a fin de tener un logro efectivo.
El debate acerca de la calidad de la enseñanza media es continuo aquí y en el mundo. Vale la pena recordar los aportes que sobre el tema dejó un educador de la talla de Luis J. Zanotti, cuyos planteos siguen siendo incitantes y juzgar que la declinación de nuestra escuela deriva de variables sociales, políticas y económicas que han conspirado de un modo u otro para quebrar la continuidad de las políticas educativas. La escuela implica un plexo de valores que debe reflejarse en los comportamientos que niños y adolescentes observan en la vida social. Cuando las leyes no se respetan y las instituciones se debilitan, cuando el principio de autoridad es minado en todos los ámbitos, desde los hogares hasta los medios de comunicación, cuando en el clima social del país se incita constantemente a la confrontación y las promesas no se cumplen, la escuela resulta una entidad devaluada porque pretende enseñar lo que no ocurre en la realidad.
El estado de la escuela media en la Argentina exige el compromiso de toda la comunidad educativa
martes, 28 de octubre de 2008
Educar es transmitir valores a través de la conducta, es mostrarles, como referencia, una vida con sentido, que va más allá de lo material.
Nuestra amiga Yanina advierte sobre el riesgo de jugar con los jóvenes, con sus sueños, llama a no usarlos como engranajes del circuito consumista. A no dejarlos, en fin, inermes ante la voracidad populista, proselitista o mercantilista de adultos que, desde diferentes roles y funciones, buscan valerse de ellos. Lo más grave ante ese panorama es la abdicación o deserción de los padres. Este es el fenómeno más riesgoso y hoy estamos ante él. Una inquietante mayoría de padres parecen haber olvidado que son ellos quienes educan a sus hijos (la escuela enseña, instruye, socializa). Educar es transmitir valores a través de la conducta, es mostrarles, como referencia, una vida con sentido, que va más allá de lo material y lo vegetativo. Es tener presencia emocional, escucha. Es ejercer una espiritualidad activa (no necesariamente religiosa). Demasiados padres ven eso como una carga, no quieren que los hijos les impidan tener una vida propia, como si la vida propia no incluyera la maternidad o la paternidad. Demasiados padres inmaduros le piden a la "mamá escuela", al "papá Estado", a los "tíos terapeutas", a las "niñeras TV, hamburguesería, computadora", al "padrino shopping" o a los abuelos que se hagan cargo de sus hijos para que ellos puedan seguir comportándose como niños. Pero son adultos y tienen una responsabilidad indelegable ante la vida que crearon. Pueden pedir colaboración, pero no ser sustituidos.
En su pequeño y bellísimo libro Carta a un adolescente, el médico y educador italiano, Vittorino Andreoli, recuerda que no todo engendrador es un padre, que la paternidad y maternidad se definen no por la biología sino por el vínculo real. "Qué lata oír que los adolescentes son un problema, un peligro, una losa que impide que el adulto, padre o madre, viva como quiera. Con ese clima no se educa."
El especialista español José Manuel Aguilar, autor de Tenemos que hablar, cómo evitar los daños del divorcio, habla de los padres de hoy como la generación obediente: "La que se educó en obedecer a sus padres y ahora obedece a sus hijos. Han considerado que dar lo mejor a sus hijos es dárselo todo, y eso no es educar, es malcriar". Hay, pues, un déficit educativo. Y empieza, a menudo, en el hogar.
Por Sergio Sinay
sábado, 16 de agosto de 2008
Es necesario que los adultos asumamos el papel que nos cabe respecto de los más pequeños y vulnerables.
Derecho a jugar, a estudiar, a alimentarse.
¿De qué niñez o de qué niños hablamos?
De todos. Porque la agresión a un niño es agresión a todos, en el presente y en el futuro. La marginación y exclusión de los niños de la pobreza es un mensaje negativo que la sociedad da a todos los niños.
La campaña Más por Menos, de ayuda económica a las regiones más necesitadas de la Argentina, nos mostraba a un niño diciendo: Vos, sí; vos, no; vos, sí; yo, no. Dura imagen de una realidad que los niños viven como arbitraria, agresiva e inexplicable. Y aquí queda bien clarito que no todos son iguales ante la ley.
Un niño es todo proyecto por delante. Es vida que quiere desplegarse y fortalecerse. Es vulnerabilidad con riesgo de desamparo. Y aunque el cielo es hermoso cuando miramos el sol, la luna y las estrellas, la sombra de tener como único cobijo la intemperie de ese cielo amenaza su crecimiento.
Hay situaciones intemperies bien concretas que nos duelen: pobreza, desnutrición, violencia intrafamiliar, abuso sexual. Los niños que trabajan, los que viven en la calle, limpian parabrisas o piden en las esquinas, los que están fuera del sistema escolar o permanecen adentro sólo por la comida.
Cuando estas realidades se prolongan durante la adolescencia, se va cercenando cada vez más la posibilidad de un futuro distinto. El atropello a la dignidad en la niñez y la adolescencia pone al borde del abismo las posibilidades de una vida digna en adelante, con riesgo de consumo de alcohol y drogas. Como asomados a otro abismo desintegrador, se irán desenvolviendo sus sentimientos y emociones.
Debemos cuidarnos mucho de la tentación de tomar como cosa natural la pobreza y exclusión. Eso lleva a acorazar el corazón y a opacar la inteligencia. El informe de Unicef 2006 en relación con el estado mundial de la infancia se titula Excluidos e invisibles, con lo que busca disponer al lector o investigador para que se acerque a un mundo oculto y abandonado.
El niño de 7 años, que sale a la noche con su papá o mamá a cartonear, no está en clase a la mañana siguiente, de la misma manera que su compañero que cenó en su casa y fue a la cama temprano. Es alarmante la vulnerabilidad de estos hermanitos nuestros. Es que en esa casa no sólo se acostaron tarde, sino que también se comió mal y no hubo suficiente cuidado de la salud. Una forma más de intemperie social.
Muy probablemente, a los 10 o 12 años ya no estén en el mismo grado; uno habrá repetido. A los 15, uno seguirá en la escuela; el otro tal vez haya abandonado, y puede que sea papá o mamá de otro niño, que quizá repita su propia historia.
Duele decirlo. Nunca tendrán las mismas oportunidades en el futuro: ni en el tipo de trabajo ni en la vivienda ni en la salud ni en las posibilidades para sus hijos. Pero más les dolerá a ellos.
La desigualdad de hoy construye un futuro con coordenadas psicosociales de terror mezclado con ciencia ficción.
Un flagelo infligido a la niñez desencadena, necesariamente, desamparo y violencia. Cada vez es más baja la edad de inicio del consumo de alcohol e inhalantes. Y la violencia repercute en todos.
Insisto: es alarmante la vulnerabilidad de estos hermanitos nuestros.
Sufren rupturas familiares; violencia en la casa y en la calle; explotación laboral y sexual.
Crecen recibiendo mensajes inquietantes. Si un gesto (o imagen) vale más que mil palabras, constantemente se les dice: ?No molestes?, ?Por tu culpa me casé?, ?La vida [la tuya] no es importante?, ?Acá [en esta ciudad, en esta sociedad] no hay lugar para vos?, ?Es lo que hay?.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) significó un gran paso en el reconocimiento de la dignidad humana. Los niños y niñas tienen esos mismos derechos y otros adicionales, por necesitar de protección particular para su desarrollo. Derechos que se expresaron en la Convención sobre los Derechos del Niño (1989). Ambas declaraciones, sumadas a otros pactos internacionales, tienen ?rango constitucional? en la Argentina.
Si nacés en alguna provincia del Norte o algún municipio del gran Buenos Aires, serás tan argentinito como todos, pero no tendrás los mismos derechos a la alimentación.
La Declaración de los Derechos del Niño es universal; su cumplimiento, no. Más bien parece que asistimos a una devaluación generalizada y agravada en algunas regiones de nuestra Argentina.
A algunos pequeños argentinos les podrá ir bien o mal en la escuela, en el trabajo, en la vida. A otros ni siquiera se les está dando esa opción.
La pobreza, la marginación, la exclusión social se ensañan diabólicamente con los más pequeños e indefensos.
Según el Diccionario de la Real Academia, entre otras consideraciones, un niño es quien tiene poca experiencia, pocos años, reflexiona poco... Pero todos sabemos que un niño no es poco: es todo el futuro en un envase chiquito, que mira el mundo a la altura de las rodillas de los adultos. Y a un mundo a la altura de las rodillas le falta, por lo menos, un tramo de perspectiva.
Por Jorge Eduardo Lozano
martes, 22 de julio de 2008
Un estudio de la Unesco muestra al sistema educativo de nuestro país por debajo del de Uruguay, Chile, Costa Rica, Cuba y México
Estos datos deben encender una luz de alarma, no sólo entre gobernantes, docentes y estudiantes, sino en la sociedad toda. Mientras hoy los argentinos nos distraemos alrededor de conflictos que, aunque relevantes, no dejan de ser coyunturales, subsisten problemas mucho más profundos que comprometen el futuro de la nación y que no están siendo atendidos con suficiente ahínco.
Si bien el tema de las retenciones y la protesta agropecuaria constituyen situaciones que deben ser resueltas, se trata de dificultades de alcance acotado. Por el contrario, el notable déficit educacional que arrastra la Argentina desde hace décadas pone en juego nada menos que las posibilidades reales del país para insertarse con éxito en el siglo XXI.
En efecto, la más grave crisis que sufre en la actualidad la República Argentina no es de índole económica o política, sino axiológica. Se trata en rigor de un acelerado deterioro de los valores esenciales que sostienen al Estado y al propio tejido social. De allí que resulte absolutamente indispensable recuperar los principios rectores de la patria como proyecto de vida en común: la cultura del esfuerzo, la solidaridad, la igualdad de oportunidades y el compromiso con lo público.
Por ello, la mejor receta para superar los problemas nacionales de largo aliento se encuentra en el terreno de la educación. Sólo una firme apuesta por el mejoramiento de la calidad de la enseñanza abrirá la puerta hacia la reconstrucción axiológica que tanto necesitamos. Y es justamente la escuela -junto con la familia- el más propicio espacio para recuperar los valores perdidos.
No obstante, la educación debe ser considerada mucho más que la mera transmisión de contenidos y datos. Al tradicional paradigma pedagógico-didáctico debe sumársele, entonces, una mirada formativa más amplia, que transforme a la educación en una pieza clave para la inclusión social. En especial, que contribuya realmente a sacar a los individuos de la pobreza -material e intelectual- y los convierta en ciudadanos capacitados y dispuestos a ser protagonistas de la restauración del país.
En consecuencia, es vital tomar conciencia de que los subsidios y demás políticas asistenciales destinadas a los sectores más postergados de la sociedad son un aliciente necesario en lo inmediato, pero no representan una solución definitiva al problema de la pobreza. En esta nueva época, más que nunca, la Argentina debe recurrir a la educación como plataforma de rescate de los que menos tienen. No hay justicia social sin inclusión, y no puede haber inclusión sin un sistema escolar que sea equitativo para todos.
De igual modo, el crecimiento sostenido de la macroeconomía debe ir acompañado de un genuino desarrollo humano, tanto en lo individual como en lo colectivo. Resulta esencial así que la educación vuelva a ser el instrumento dinamizador de la movilidad social ascendente que supo ser en tiempos de nuestros padres y abuelos.
Para ello, el sistema educativo argentino requiere de una reforma integral que opere por lo menos en tres niveles. Por un lado, que recomponga la lógica de incentivos (premios y castigos, les decían nuestros mayores) que caracteriza a toda sociedad avanzada. En segundo término, que incorpore una mirada formativa en valores que fomente el sacrificio personal y genere los líderes que tanto necesita el país. Y, finalmente, que brinde a los jóvenes herramientas concretas para afrontar con compromiso social los desafíos del tercer mileno.
Para LA NACION
lunes, 14 de julio de 2008
Es fundamental que se vuelva a instalar en todos los rincones del territorio nacional la idea de que la autoridad y la educación necesitan ir juntas.
De ahí la honda preocupación que suscitan los graves y reiterados episodios registrados últimamente en nuestro país, demostrativos de las dificultades que afronta hoy la educación en la Argentina como resultado de ese notorio quebrantamiento del principio de autoridad y del consiguiente estado de caos en que ha derivado, en muchos casos, la relación entre los docentes y los alumnos. Es imprescindible que como sociedad tomemos conciencia de las gravísimas consecuencias que puede llegar a tener para el país este aflojamiento de las estructuras disciplinarias básicas del sistema de enseñanza.
Uno de los hechos más notorios ha sido, en los últimos días, la ocupación del edificio del Colegio Nacional de Buenos Aires por un grupo de alumnos que reclama el derecho de los estudiantes a participar en el gobierno de ese tradicional establecimiento educativo. Más allá de las razones que pudieran alegarse en favor de algunas de las múltiples peticiones interpuestas por los alumnos, salta a la vista que esa clase de movilizaciones y tomas atentan contra el desenvolvimiento del ciclo educativo y lesionan las más elementales normas de disciplina que deben imperar en una institución de esa naturaleza. Las autoridades del colegio, con buen criterio, aceptaron dialogar con los alumnos y analizar los reclamos interpuestos, pero con la condición de que previamente se dejara sin efecto la toma del colegio.
Pero se registraron también en los últimos días otros episodios alarmantes, difundidos con lujo de detalles por diferentes medios. En una escuela de Neuquén, un alumno de séptimo grado le asestó una trompada a su maestra. Como consecuencia de la repudiable agresión, la docente sufrió una lesión traumática y debió ser atendida en un hospital.
En un colegio del barrio de Caballito, entretanto, dos alumnos agredieron a una profesora, no sólo con golpes físicos, sino también con ofensas y gestos denigratorios, mientras un tercer estudiante registraba la escena con una cámara filmadora. Los alumnos responsables recibieron las sanciones correspondientes; dos de ellos fueron expulsados.
Pero lo grave es que esos desórdenes no son excepcionales, sino que se producen, en muchos casos, dentro de un contexto generalizado de violencia y virtual anarquía. Según datos proporcionados por fuentes oficiales, en las escuelas bonaerenses y porteñas se registra diariamente un promedio de 156 agresiones físicas entre alumnos, consumadas dentro de los propios establecimientos educativos.
Por otro lado, y en un contexto diferente, trascendió que en la provincia de Mendoza se está estudiando la posibilidad de instrumentar una reforma reglamentaria para que los maestros no puedan calificar a los alumnos con notas inferiores a los cuatro puntos en el primer trimestre del ciclo lectivo. El objeto de la proyectada medida es evitar que los alumnos "se desmoralicen" o "bajen los brazos". La absurda reglamentación, objetable en sí misma, invita a pensar que el principio de autoridad en las escuelas está siendo erosionado por muy diferentes caminos. A la agresión física perpetrada en tantos casos, se suman propuestas como ésta que insta a otorgar a los alumnos calificaciones complacientes para evitar que "se desmoralicen". Es evidente que con este tipo de iniciativas se afecta también, gravemente, la autoridad de los docentes.