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lunes, 19 de enero de 2009

Compartir tiempo con una mascota mejora el humor y reduce el estres y la depresión.

Según parece, un animal doméstico es capaz de proporcionarnos una experiencia emocional similar a la del contacto con los niños. Dos nuevos estudios demuestran que luego de jugar con sus mascotas los dueños sufren en su interior un "estallido" de una hormona asociada con el instinto maternal, el enamoramiento y el placer.

Se trata de la oxitocina, conocida también como la "droga del amor", que disminuye el estrés, combate la depresión e influye en la construcción de la confianza entre las personas. Varios estudios sobre ratas y ratones probaron también la influencia de la oxitocina en la formación de los vínculos interpersonales y en la construcción de la memoria social.

Entonces, los biólogos Miho Nagasawa y Takefumi Kikusui, de la Universidad de Azuba, en Japón, se preguntaron si el contacto social entre miembros de dos especies distintas también elevaría los niveles de oxitocina. "A los dos nos gustan mucho los perros y ambos sentimos que algo cambia en nuestros cuerpos cuando nos miran", dijo Kikusui.

Los biólogos convocaron a 55 personas con sus mascotas para participar en una sesión de juegos en el laboratorio. Antes y después del ensayo, que consistió en dejarlos jugar libremente con sus perros, les midieron los niveles de oxitocina mediante un análisis de orina.

Luego, los investigadores le pidieron a otro grupo de participantes que se sentara en una habitación y tratara de evitar en todo momento el contacto visual con sus animales.

Los biólogos grabaron las sesiones de ambos estudios, midieron cuánto tiempo los perros habían mantenido la mirada en sus dueños y, según los resultados, dividieron al grupo que había podido jugar con sus mascotas en dos subgrupos: mirada de larga duración (aproximadamente 2,5 minutos) y mirada de corta duración (menos de 45 segundos).

Nagasawa y Kikusui descubrieron que el nivel de oxitocina en los participantes que habían pasado mayor tiempo haciendo contacto visual con sus mascotas era 20% más alto. En cambio, los niveles de la hormona en quienes no habían podido mirar a sus mascotas fueron levemente más bajos que al inicio del estudio.
Bienestar / Según dos estudios en JapónPor qué jugar con nuestras mascotas produce felicidad

Expertos lo atribuyen a un aumento de la "hormona del amor"

lanacion.com | Ciencia/Salud | Lunes 19 de enero de 2009

domingo, 23 de noviembre de 2008

" Las mascotas piensan en imágenes; nosotros lo hacemos en imágenes e ideas. Esa es la gran diferencia".

¿Alguna vez se le cruzó por la cabeza que su mascota es tan inteligente que sólo le faltaría hablar? ¿Y que su compañía puede hacer mucho por su salud física y mental?

Basta con ir a una plaza temprano por la mañana para ver cómo los dueños les hablan a sus perros, un jubilado es bienvenido por una bandada de palomas, o una vecina "mascotera" recibe muestras de afecto de los más de diez gatos.

En los últimos 15 años, científicos de todo el mundo establecieron que los animales tienen un valor terapéutico. En Cambridge, Inglaterra, descubrieron que un mes después de "adoptar" un gato o un perro el dueño siente una "significativa" reducción en padecimientos menores.

El Instituto de Investigaciones Baker, de Melbourne, Australia, mostró que los beneficios para la salud son todavía más importantes. Un estudio en 6000 pacientes reveló que los que teñían mascotas tenían menor presión sanguínea, menores niveles de colesterol y menor riesgo de ataque cardíaco.

Hace una década, las emociones y capacidades cognitivas que solemos atribuirles a nuestras mascotas habrían causado risa entre los estudiosos del comportamiento animal. Pero este año, los etólogos más reconocidos del mundo se reunieron en Hungría para reivindicar, de alguna manera, esa percepción popular.

¡Guau! ¡Miau!
"Antes, los científicos se referían a los animales como máquinas de reflejos que sólo reaccionaban a los estímulos de su entorno. Hoy sabemos que su cerebro es muy parecido al nuestro en cuanto a sus estructuras internas, pero en la mayoría de los casos es mucho más pequeño. Por eso, las emociones y los sentimientos son frecuentes en el reino animal, aunque existe una gran diferencia entre nosotros y ellos", explicó a LA NACION el doctor Vilmos Csanyi, miembro de la Academia Húngara de Ciencias, que participó especialmente invitado en ese primer Foro de Ciencia Canina.

Por vía electrónica desde Budapest, el autor de 24 libros sobre comportamiento animal y más de 200 trabajos publicados explicó: "Cuando un animal le tiene miedo a algo, tiene una sensación real. Si un ser humano siente lo mismo, elabora esa sensación y la transforma en una estructura grande y compleja (como la idea del mal) que le produce ansiedad. Los animales tienen una imaginación muy limitada, pero tienen sentimientos. Las mascotas piensan en imágenes; nosotros lo hacemos en imágenes e ideas. Esa es la gran diferencia".

Durante la reunión en Budapest, más de 200 etólogos concluyeron que los perros, por ejemplo, tienen cierto sentido del bien y el mal que les permite "negociar" en el entorno social humano. El hecho de que un perro no "confunda" el juego con la lucha, por ejemplo, es un signo de que los animales de compañía cumplen reglas y espera lo mismo de los demás, como lo demostró el biólogo Marc Beckoff, de la Universidad de Colorado, en los EE.UU.

La doctora Akiko Takaoka, de la Universidad de Kyoto, en Japón, fue más allá al afirmar que las mascotas no sólo se pueden comunicar con nosotros a través del lenguaje corporal y gestual, sino que también pueden distinguir características propias del habla, como el tono, y hasta si la voz pertenece a un hombre o a una mujer.

"Las habilidades cognitivas de los animales se corresponden con su entorno y los problemas que deben resolver. Nuestro entorno social e interacciones con otros seres humanos son más complejos, y por eso tenemos habilidades cognitivas más sofisticadas", precisó Csanyi, profesor emérito y fundador del Departamento de Etología de la Universidad Eötvös Loránd.

A diferencia del ser humano, dijo, la mayoría de los animales poseen capacidades especiales para enfrentar problemas específicos y no pueden hacer generalizaciones. A la vez, entre los animales, hay matices que los diferencian: "La comprensión social de los perros es altamente sofisticada porque su entorno es el del ser humano -señaló el autor de Si los perros pudieran hablar -. Sienten empatía hacia nosotros; comprenden y aceptan reglas simples; nos pueden imitar y hasta pueden cooperar con nosotros".
Comportamiento animal / Qué sabe la cienciaLas mascotas, inteligentes y terapéuticas

Antes se creía que reaccionaban por reflejos; hoy se sabe que sienten emociones y que tienen efectos benéficos sobre sus dueños

lanacion.com | Ciencia/Salud | Domingo 23 de noviembre de 2008

sábado, 29 de septiembre de 2007

El mejor amigo del hombre

"Señal que cabalgamos"
Según muchos estudios norteamericanos, con estricto seguimiento etiológico, del mundo animal puede venir un simple pero efectivo remedio para el "mal de la vejez". Se trata de "una nueva, económica y eficaz medicina", como gusta repetir en su entusiasmo la investigadora Judith M. Siegel, de Los Ángeles, California.
Frente a los hechos, la hipótesis suena innegable y sugestiva. En los EE.UU. desde hace tiempo proliferan las experiencias en materia de comunicación entre ancianos y animales domésticos, investigaciones que financian y promocionan organizaciones de indiscutible prestigio, como la californiana Lathan Foundation of Alameda, o la Delta Society of Renton, un centro experimental de Washington que, en la actualidad, coordina cerca de 2500 grupos de trabajo en cárceles, escuelas, hospitales y geriátricos para medir la actuación de programas recuperatorios, alternativos, basados en las propiedades psicológicamente regenerativas de las relaciones hombre-animal.
Idéntica hipótesis es sostenida también en otros países. En Italia, sobre todo en los pueblos, millares de ancianos buscan aliviar la tristeza de sus años póstumos con un compañero de cuatro patas, tolerante, afectuoso, pleno de ternura y, fundamentalmente, solícito y fiel.
El ladrido de un perro, parafraseando la cervantina quijoteada, es segura señal de existencia y condición significante.
La responsabilidad, revés de la isla
Debería hacerse una gran campaña titulada: "Un animal a cada anciano para evitar el hospital", escribe el geriatra italiano Francesco Antonioni. Este médico especialista es uno de los testimoniadores de la terapia, al advertir que la presencia de un animal impone al anciano la recuperación del intercambio afectivo, recurrente, entablado en el dar y no sólo recibir. Relación ésta, que a edades avanzadas suele faltar de manera que acelera los procesos destructivos seniles.
Se descuenta que al tener responsabilidad por alguien y para otro, el anciano va a tornarse más activo y, nuevamente necesario, preocuparle y recuperar su cuerpo. Decide así, más o menos consciente, impedir las conductas abandónicas, enfermarse -en procura de atención y afecto-, dejarse morir… Necesario, imprescindible, su jornada adquiere ritmo, motivándose de conformidad a los tiempos y requerimientos del animal pendiente.
Pero, lo más importante, el poder tranquilizador de la caricia y el goce ante la sola presencia del perro o el gato suyo, lleva a inferir que la extraordinaria capacidad de sentir, de compartir, de amar y conocer… no se pierde nunca.
En suma que, a pesar de los años, el valor individual reside en aquello propio; pero el orgullo, en lo que llevamos dentro pugna por un generoso desborde.