domingo, 17 de junio de 2012
Lanata es malo-malo, y es el jefe de la oposición
Arianna Huffington: "Esta es una era dorada del periodismo"
domingo, 18 de diciembre de 2011
La alarmante devaluación de la democracia
Hay vencedores y vencidos. El texto del proyecto que dispone la eventual confiscación de Papel Prensa y la algarabía de los diputados oficialistas en la noche de la votación tuvieron los trazos de una victoria de barrabravas. El problema de la democracia argentina es que los vencidos no son sólo LA NACION y Clarín, como coreó el kirchnerismo, sino también, fundamentalmente, la libertad de prensa. Un gobierno que controlará la producción nacional de papel para diarios y también las cuotas de importación, según el texto aprobado, se quedará con el dominio absoluto del insumo imprescindible de toda la prensa gráfica y, por lo tanto, de su libertad. No hay otra conclusión más clara y más certera que ésa.
La devaluación democrática ha tenido en los últimos días otros síntomas alarmantes. El diálogo fue abolido por los representantes del Gobierno. Quienes iban a ser condenados a la guillotina, los diarios, no pudieron ejercer su derecho a la defensa. La propia oposición se vio seriamente condicionada en su posibilidad de expresarse.Otros temas, como el presupuesto (la principal ley para el funcionamiento del Estado), los límites a la propiedad extranjera de la tierra o la brutal modificación de la ley que reglamenta el trabajo de los peones rurales, fueron despachados mediante un arrogante trámite exprés.
Una de las principales obligaciones que impone la democracia es el respeto a las minorías. Pero ese dogma es de imposible comprensión por un gobierno que se ha refugiado entre los duros. El ministro de Economía real, en los hechos, es Guillermo Moreno. Un hombre, Juan Manuel Abal Medina, dispuesto a seguir la moderación o la intolerancia con igual convicción, se ha hecho cargo de la Jefatura de Gabinete. Carlos Kunkel, Carlos "Cuto" Moreno, Diana Conti o Marcelo Fuentes son las personas que manejan en realidad el Congreso.
Un dejo de resentimiento, un reflejo siempre vengativo y mucho rencor acumulado guían los pasos de esos legisladores. Cristina Kirchner ha depositado gran parte del poder fáctico del Estado en manos del ala más fanática del kirchnerismo. La Presidenta se encontrará algún día con un conflicto: la historia registra que el fanatismo y los ultras han sido siempre minoritarios en las sociedades democráticas. Han sido, más bien, la causa infalible del fracaso de la política y de las naciones.
Un amplio y riguroso reglamento dictado por dos poderes del Estado para una sola empresa, cuyo producto, el papel para diarios, no falta en el mercado. ¿Qué es eso si no una persecución? El Estado (o el Gobierno, más precisamente) metido en la producción y comercialización de la producción nacional de papel y con amplias facultades para decidir sobre su importación, actualmente sin restricciones y sin aranceles. ¿Qué es esa obsesión sino el presagio de un control sobre lo que se escribirá más que sobre el mercado del papel?
Una increíble condena a un plan de inversión para pagar, según dice el proyecto, falsas acusaciones de delitos de lesa humanidad, que ningún juez probó nunca. ¿Qué es ese barroquismo sino el uso de la noble causa de los derechos humanos para saldar pobres pleitos actuales? Un Congreso que ignora que un artículo explícito y diáfano de la Constitución, el 32, le prohíbe dictar medidas contra la libertad de prensa. ¿Qué es eso sino la victoria de una decisión autoritaria sobre la letra y el espíritu de las instituciones?
Una nube de versiones falsas está tapando el centro de la cuestión. Diarios del interior apoyaban el proyecto oficial, decían los oficialistas. La asociación que agrupa a esos diarios, ADIRA, se pronunció rotundamente en contra del manotazo a un bien imprescindible de la prensa libre. No podía ser de otro modo. Sólo los diarios militantemente oficialistas apoyan el proyecto oficialista.
La Presidenta dijo el viernes que "el Estado generó la primera fábrica de papel para diarios". El Estado promovió, pero no generó nada. Los diarios que tienen actualmente la propiedad mayoritaria de la empresa debieron invertir 200 millones de dólares de la época (casi 700 millones de dólares actuales) para poner en funcionamiento la fábrica de Papel Prensa.
INESPERADOS ALIADOS
El primer fondo para la construcción de esa planta, antes de que se hicieran cargo sus actuales dueños, fue aportado por todos los diarios del país, no sólo por LA NACION y Clarín. El Estado nunca invirtió nada en Papel Prensa. Estamos hablando de los años 70. Cristina Kirchner le reconoció a la dictadura méritos que nunca tuvo. El rencor puede encontrar inesperados aliados.
Sectores de la oposición aprovecharon también el momento para liquidar antiguos resentimientos con la prensa. La política y el periodismo estarán siempre, y forzosamente, encerrados en un clima de tensión. El discurso de Ricardo Alfonsín provocó más nostalgias de su padre, que sabía distinguir con claridad entre la anécdota y las condiciones sustanciales de la democracia. Felipe Solá traspapeló sus recientes discursos republicanos. Mauricio Macri y Hermes Binner (a quienes la mitología política considera los únicos que quedaron con vida después del 23 de octubre) aportaron el silencio, que es el peor aporte cuando los valores más esenciales están irremediablemente heridos. La vida pública exige responsabilidades que van más allá de las comodidades personales o políticas.
La venganza kirchnerista con el periodismo fue ya explícita cuando una comisión del Senado aprobó el proyecto la misma noche que éste había sido sancionado por Diputados. No había ningún apuro más que el de ofrecerle a la Presidenta el regalo de la extrema disciplina. ¿Fue malo? No. La evidencia irrefutable es mejor que el disimulo. ¿De qué serviría el maquillaje de la amabilidad y la cortesía si, en última instancia, el proyecto se aprobará tal como lo quiso la jefa del kirchnerismo? Ya que el agravio a la libertad es un desastre, que lo sea hasta el fondo.
MOYANO, EL ÚNICO LÍMITE
Hugo Moyano es víctima también del diálogo proscripto. El jefe cegetista se ha convertido, con todo, en el único límite real y práctico con el que tropezó Cristina Kirchner desde su victoria. El propio Moyano no sabe por qué lo desterraron después de que el kirchnerismo lo tuviera como el aliado más importante durante ocho años. Moyano fue un engranaje fundamental en la construcción de poder del kirchnerismo.
Sin embargo, en ese caso también la Presidenta tropezará con un enorme conflicto: el peronismo tradicional, joven o viejo, se quedará con Moyano si le dan a elegir entre el jefe de los camioneros o La Cámpora. La corriente camporista está asumiendo formas violentas (incluso contra el inexplicable Daniel Scioli) que sólo son posibles bajo la protección del poder.
La decisión de Moyano de desafiar al cristinismo, de enfrentar a La Cámpora y de renunciar al Partido Justicialista por considerarlo una estructura vacía, ha conmocionado al peronismo. El peronismo siente que desde la CGT están tocando su melodía. Es el mismo combate ideológico de siempre entre la ortodoxia y la izquierda, que el peronismo no superó nunca, aunque esta vez sea sólo una caricatura. Néstor Kirchner solía juntar en un mismo acto a La Cámpora y a la juventud sindical que responde a Moyano. Cristina Kirchner no hará eso; ella cree que tiene por delante la culminación de una revolución inconclusa. ¿Revolución de quién? Parece que la iniciada por su esposo, aunque su marido fue una mezcla de reformador y de pragmático, muy alejado de las revoluciones.
Es probable que el Gobierno esté muy preocupado por el nivel de los aumentos salariales del próximo año, después del tarifazo, de los impuestazos de Scioli y de Macri y del consecuente reacomodamiento de los precios. La solución, en tal caso, consistía en dialogar con Moyano, que comprendió esos problemas muchas veces en los últimos años. Pero ¿cómo llegar a esa instancia cuando se ha impuesto el mesianismo sobre la reflexión o cuando se prefiere mandar antes que convencer?
Hace pocos días se conocieron fotografías de presos políticos torturados y asesinados por la dictadura. Eran crímenes que se sabían por la letra escrita, pero que cobran una dimensión sobrecogedora en las imágenes de esas fotos. Al mismo tiempo, en Tucumán se hallaron los restos de Guillermo Vargas Aignasse, un senador joven y talentoso, que practicó la política y no la violencia, asesinado cruelmente en los primeros días de la última dictadura.
Esos recuerdos amargos del pasado deberían revalorar los casi 30 años de democracia argentina. La política ha preferido, en cambio, llevar la calidad de la democracia a su peor nivel desde 1983. La decadencia democrática acusa a la dirigencia política y social, pero también interpela a una sociedad peligrosamente distraída.
domingo, 23 de octubre de 2011
Pronósticos de graves riesgos para el periodismo
Como imaginar el triunfalismo posterior de un gobierno que podría ganar hoy con más del 50 por ciento de los votos y con una diferencia abismal con respecto del segundo candidato más votado? ¿Cómo, cuando ya las primeras certezas del triunfo endurecieron las formas y el contenido de la administración de Cristina Kirchner? El círculo supuestamente informado de la política cree que el kirchnerismo saldrá de caza por las comarcas del periodismo. No hay un solo interlocutor de la vida pública argentina que no tema (o espere) una dura ofensiva contra la prensa independiente en las próximas semanas o meses. Políticos, intelectuales, empresarios y hasta sindicalistas pronostican tiempos de innecesarios combates: La guerra con el periodismo continuará , anuncian.
Continuará. La palabra es exacta. Nada comenzará; sólo podría ahondarse lo que ya existe. De hecho, la reciente asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que se realizó en Lima, hizo una dura descripción de la situación que vive la prensa argentina. El gobierno argentino pasó a integrar el lote de gobiernos muy duramente criticados por el resto del periodismo americano; está junto con los de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. La actitud de la administración argentina en el trato a la prensa es lo único que la identifica, sin matices, con las administraciones más autoritarias de la región.
Según el testimonio de periodistas ecuatorianos y venezolanos registrados en Lima, sus gobiernos han creado un conjunto de medios oficialistas, que se dedican, sobre todo, a transportar las calumnias y las difamaciones que surgen del poder y que están dirigidas al periodismo no oficialista. La publicidad del Estado es distribuida arbitrariamente y beneficia sólo a los medios amigos. Un clima de persecución y de intimidación se abate en esos países sobre el periodismo crítico del poder, que es, vale la pena repetirlo, la única forma de hacer periodismo y de que éste tenga una razón de existir. Cualquier semejanza con el caso argentino no es, desdichadamente, sólo una casualidad.
La Argentina se diferencia, sí, en un solo y crucial aspecto. Todavía cuenta con sectores de la Justicia que son independientes, sobre todo en la Corte Suprema de Justicia. En Ecuador, los jueces han condenado a periodistas por el delito de opinar. En Venezuela, la Justicia aprovecha cualquier infracción de un periodista, real o artificial, para terminar condenando también su opinión. Si los periodistas argentinos perdieran la protección de la Justicia, el actual clima parecido con los gobiernos opresores de América latina se convertiría en idéntico.
La Presidenta ha dicho en su cierre de campaña que no guarda rencores, pero lo cierto es que la maquinaria estatal ha logrado crear una lamentable división entre los periodistas, como nunca ocurrió en casi 30 años de democracia argentina. Los periodistas son "gorilas", "destituyentes" o "golpistas" por el solo hecho de contradecir la narración oficial. Los periodistas son "viejos", cuando en algunos casos son mucho más jóvenes que algunos oficialistas, sólo porque cumplen con su misión de indagar y de criticar. Las descalificaciones vienen a veces de periodistas militantes. Algo extraño sucede cuando numerosos periodistas creen que el Estado tiene la razón y que sus colegas merecen ser víctimas de una cacería.
Dos periodistas de larga trayectoria acaban de escenificar esa cruel ruptura entre unos y otros. Magdalena Ruiz Guiñazú y Víctor Hugo Morales disintieron públicamente sobre la misión y la mirada del periodismo. También expresaron los dos modelos de periodismo que están en boga. Magdalena apeló al manual del periodismo clásico (y eterno), según el cual los periodistas deben estar lejos de cualquier poder y aferrarse sólo a su independencia. Víctor Hugo levantó la bandera del periodismo militante, para el que la verdad pasajera de un gobierno a cargo del Estado es más importante que el viejo oficio.
Magdalena y Víctor Hugo iban a chocar irremediablemente, como ya lo habían hecho en privado. La periodista contó con el micrófono abierto una anécdota conocida por muchos colegas. Hace pocos meses, Víctor Hugo trató de la peor forma a los periodistas no oficialistas en un diálogo privado con Magdalena. Los dos habían convivido pacíficamente, y habían coincidido, hasta no hace mucho tiempo. Fue Víctor Hugo el que cambió en los últimos dos años. El periodismo a secas estuvo del lado de Magdalena, que convalidó sus títulos como ejemplo profesional de principios y de valentía.
En ese contexto de fisuras y de contrastes, una de las versiones más recurrentes se refiere a la probable intervención de Papel Prensa. El propio Víctor Hugo se refirió también, en su discusión con Magdalena, a la "mafia" de Papel Prensa. ¿Dónde está la mafia? ¿Por qué esa descalificación, como bien se lo señaló Ricardo Alfonsín? Víctor Hugo tiene el derecho de expresar su opinión, aun cuando signifique un agravio gratuito. Pero ¿es ésa la opinión del Gobierno que el periodista defiende?
Un proyecto está en la Cámara de Diputados esperando, quizás, el exitismo que despuntará a partir de hoy. Dispone la declaración de interés público del papel para diarios y prohíbe que los propietarios de fábricas de papel sean dueños de diarios. La Nacion y Clarín serían despojados rápidamente de sus acciones mayoritarias en Papel Prensa. El proyecto lleva la firma de la diputada Cecilia Merchán, que ingresó en el Congreso por Proyecto Sur y luego se fue al bloque kirchnerista. Nunca fue, como se dijo erróneamente, socialista ni aliada de Hermes Binner.
El proyecto es un glosario de inexactitudes. Llega al colmo de asegurar, en sus fundamentos, que la empresa es manejada, entre otros, por Peralta Ramos en representación del diario La Razón. Hace 20 años que La Razón y Peralta Ramos no son accionistas de Papel Prensa. El mundo está lleno de casos de diarios que tienen su fábrica de papel. Ese es el proyecto que fue avalado por el oficialismo y que podría dejar a los dos principales diarios argentinos en la mira del Gobierno. La comercialización del papel para diarios podría quedar en manos exclusivas de funcionarios kirchneristas.
Actualmente, no existen aranceles de ninguna naturaleza para la importación de papel para diarios. El papel es una materia prima que ahora abunda en el mundo más que nunca, porque la presencia de Internet desplazó a muchos lectores hacia las plataformas digitales. El papel importado es un 15 por ciento más barato que el que fabrica Papel Prensa. En el mercado argentino operan importadores de papel de Chile, los Estados Unidos, Rusia, Canadá, Italia y España. Los principales importadores de papel para diarios en la Argentina son La Nacion y Clarín, que, al fin y al cabo, terminan subsidiando a Papel Prensa.
Así las cosas, ¿qué sucedería si fuera el Gobierno el que controlara Papel Prensa y, al mismo tiempo, cambiara las actuales reglas de importación, como ya lo ha hecho Guillermo Moreno con innumerables productos del exterior? ¿Qué pasaría si el Gobierno les negara papel de producción nacional a los grandes diarios argentinos y, a la vez, cerrara la importación de papel o la condicionara al pago de exorbitantes aranceles? En esas preguntas y en sus respuestas se encierra el futuro del periodismo argentino, más allá de las repetidas falsedades y de la retórica de un discurso aparentemente romántico.
La batalla cultural del kirchnerismo consiste sólo en ahogar las voces diferentes del oficialismo. Todo lo demás es únicamente cotillón político. El periodismo a secas no debe participar de esa batalla, pero tampoco debe permitir que apaguen su mirada curiosa y crítica. ¿Qué sentido tendría su existencia si se redujera sólo a participar en la vasta línea del coro?
martes, 18 de octubre de 2011
La SIP criticó a los gobernantes que limitan la libertad de prensa
La SIP, una organización que agrupa a 1300 editores de diarios de todo el continente, celebró ayer la última jornada de la 67a Asamblea General en Lima, y su presidente, titular del diario Siglo 21 de Guatemala, hizo una preocupante evaluación de la situación de la libertad de prensa en varios países de la región.
Afirmó que "el crimen organizado y los gobiernos intolerantes y autoritarios son los dos grandes enemigos de la libertad de expresión, porque buscan controlar la información". El guatemalteco explicó que 2011 fue declarado Año por la Libertad de Expresión, porque tenían "suficientes argumentos" para comprender que se está "en medio de una guerra entre el autoritarismo y la libertad".
"Hay gobernantes, como Hugo Chávez, Cristina Fernández de Kirchner, Daniel Ortega y Rafael Correa, que traicionan reiteradamente los principios de toda democracia auténtica, entre ellos la libertad, la justicia y el respeto", afirmó Marroquín.
En la misma jornada, el presidente de Perú, Ollanta Humala, reafirmó su compromiso con la libertad de expresión: "Nadie está por encima del pueblo, todos merecemos escuchar la verdad, y no la verdad de un grupo", opinó Humala, lo cual arrancó fuertes aplausos entre los asistentes. Durante la jornada también se concedió al escritor peruano Mario Vargas Llosa el Gran Premio Chapultepec, que fue recibido por su hijo Alvaro.
ALERTAR A LA SOCIEDAD
"Los casos de RCTV, Globovisión y Sexto Poder, en Venezuela; El Universo, en Ecuador, y La Nacion y Clarín, en la Argentina, no son casos aislados. Estamos ante gobernantes que no quieren que el poder de la información esté en manos de los pueblos", sostuvo el presidente de la SIP.
Ante los propietarios y editores de periódicos de muy distinta línea editorial, Marroquín recordó que "cuando un pueblo no tiene libertad para expresarse, no es un pueblo que viva en democracia".
Por eso, el director del periódico guatemalteco hizo un enfático llamamiento a las sociedades de todo el continente para "que no se dejen engañar".
En contraste con los valores que inspiraron la recuperación de las democracias del continente, sostuvo que apareció una nueva clase política que "comenzó a mostrar, en algunos casos, su peor faceta: la del autoritarismo y la intolerancia".
"Mientras el crimen organizado amenaza y asesina, como sucede en México con los carteles de la droga -desde comienzos de año fueron asesinados, en América latina, 21 periodistas-, los gobernantes autoritarios recurren a métodos más sofisticados, que en Ecuador, la Argentina, Bolivia y Venezuela ya los sufren en carne propia."
Entre estos mecanismos, Marroquín reseñó "la aprobación de leyes restrictivas en materia de libertad de prensa, la persecución judicial a periodistas y medios, la manipulación de la publicidad oficial como premio o castigo, los ataques y las campañas de desprestigio para minar el valor más importante que tiene la prensa, su credibilidad".
También expresó que "hay un común denominador de los discursos de los gobernantes autoritarios cuando atacan a la prensa independiente: para explicar sus reacciones, dicen todos, sin excepción, que quienes los critican están en contra de la democracia, pero, por supuesto, no explican que se refieren a su democracia, que en realidad es un sistema político que se acerca, cada vez más, al totalitarismo a ultranza".
"Cuando un periodista es silenciado o asesinado o acallado, el daño no es solamente para la prensa, sino para todas las personas que ven reducido así su derecho a la información, por lo cual "esta guerra requiere la participación de todos los ciudadanos que requieren para ellos y sus hijos sociedades libres", advirtió el presidente de la SIP.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
"Verbitsky es un perro faldero", dice Leuco
A continuación reproducimos la columna radial que leyó hoy el periodista Alfredo Leuco en el programa Bravo Continental.
Horacio Verbitsky es noticia. Es el autor intelectual del plan sistemático para atacar al periodismo independiente desde la maquinaria estatal. Alguna vez lo definí como el jefe informal de los servicios de inteligencia kirchnerista. Y ahora lo certifico. Es el titiritero que mueve los hilos detrás del poder de varios ministerios.
Es un caso digno de estudio porque se dio vuelta en el aire y traicionó hasta sus propias definiciones de lo que debe ser el ejercicio del periodismo. Ya no investiga al poder político ni a los empresarios ni destapa casos de corrupción como lo hacía durante el menemismo. Ya no lidera una agrupación como la llamada “Periodistas” que utilizó como escudo para protegerse. Ahora hace todo lo contrario. Con la camiseta kirchnerista puesta se dedica a fustigar a los colegas que hacen bien su trabajo y levanta su dedito tanto para acusarlos falsamente como para dictar cátedra.
¿Se imaginan ustedes los libros y las notas que hubiera escrito Verbitsky si Carlos Menem, Eduardo Duhalde o Fernando de la Rúa hubieran comprado tierras fiscales en Calafate a precio vil para luego revenderlas en millones? ¿O cuantas rigurosas investigaciones hubiera realizado si un presidente que no tuviera el apellido Kirchner cobrara alquileres e intereses por plazos fijos desmedidos, inexplicables y totalmente fuera del mercado? ¿Nadie robó para la corona en este gobierno? ¿Se terminó la corrupción?
A Verbitsky ya no le interesa investigar como los Kirchner se hicieron millonarios. Ni como se enriqueció Ricardo Jaime y con quien compartía sus valijas. O la brutal vergüenza de un delincuente perverso apadrinado por el poder político como Sergio Schoklender. Para Verbitsky nada de esto merece ser revisado por el periodismo. Todo lo contrario. Su objeto de investigación, ahora, son los periodistas.
No dijo una palabra cuando Magdalena Ruiz Guiñazú fue sometida a un juicio en la plaza pública. Se pudo del lado de la empresa Electroingeniería y avaló la censura a Nelson Castro en radio del Plata. Miró para otro lado cuando en esos programas paraoficiales que pagamos todos los argentinos para que les chupen las medias al gobierno realizaron un operativo demolición de la figura de Jorge Lanata y asociaron su imagen a la de un genocida como Jorge Rafael Videla. Se dio vuelta. Pasó a ser vocero de los intereses oficialistas. Como muchos otros propagandistas obsecuentes que encima fomentan el odio hacia los periodistas que mantienen la dignidad y la critica hacia el gobierno más poderoso desde el retorno de la democracia.
En los 90, Verbitsky era un perro de presa para husmear en las relaciones de corrupción entre los grandes empresarios y el poder ejecutivo. Hoy muchas empresas apoyan al gobierno y eso los convierte en intocables. Ni que hablar de los sindicalistas, intendentes y gobernadores francamente derechistas y súbitamente millonarios como Jose Luis Lingieri, Raul Otacehé y Gildo Insfran, entre muchos otros.
Hoy Verbitsky es un perro faldero. Se deja acariciar por el poder al que debería mirar críticamente. Se subordina y salta por un bizcocho. Hizo cosas insólitas. Mintió para vincular a un dirigente del Partido Obrero con hechos vandálicos en Constitución. En el 2004 censuró al querido colega ya fallecido Julio Nudler quien ya en ese entonces lo llamó “comisario político”. Como si fuera Braga Menéndez o Pepe Albistur difundió un video de los Kirchner para tratar de demostar una actitud combativa frente a la dictadura que nunca tuvieron. Y encima, ahora puso en la mira a periodistas como Mariano Obarrio y actuó como jefe de prensa de Florencio Randazzo.
Intentó ensuciar a Jorge Lanata porque representa todo lo que Verbitsky dejó de ser. A uno le puede gustar o no el estilo de Lanata. Pero nadie puede dudar de su independencia absoluta, de su honestidad, de su provocación intelectual y creativa permanente, de la jerarquización que hizo de nuestro trabajo como un francotirador incluso al límite de poner en riesgo la continuidad de los propios medios que fundó. De hecho una encuesta flamante de FOPEA a 1.000 periodistas muestra a Lanata como el mas votado a la hora de elegir a su referente profesional.
Verbitsky, en una de sus columnas, trepado a la soberbia de los que se creen que tomaron el palacio de invierno, amenazó con esa frase que podría haber quedado en la historia como la advertencia de un poderoso gobernante autoritario. Pero increíblemnente fue escrita por alguien que se considera periodista: "Si vienen por más, es posible que lo encuentren. Sigan asi."
Desde el periodismo nunca nadie se atrevió a tanto. Si todavía le queda algún recuerdo de este noble y maravilloso oficio, Verbtisky recordará que mientras más poder y más respaldo tiene un gobierno, mas distante y crítica debe ser la mirada de los periodistas. Fiscal del poder, abogado del hombre común. Haciendo el máximo esfuerzo para ser un contrapoder. Con rigurosidad y ética. Resistiendo los ataques para no tirarle nuestra honra a los perros.
jueves, 1 de septiembre de 2011
Abuso de poder
Abuso de poder. Uso del micrófono en situación de ostensible ventaja frente al interlocutor. Palabras altisonantes y ofensivas que la mayoría de los medios, incluidos los injuriados, tienen la obligación de publicar. Utilización del atril sin riesgo y con protección garantizada, porque los programas y periodistas adictos transformaron su ataque pendenciero en una apología a favor y lo disfrazaron de crítica a la prensa "destituyente". En fin: un acto de ostensible abuso político. Eso es lo que hizo el martes el ministro del Interior, Florencio Randazzo, con la bendición expresa de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, al divulgar las cifras definitivas del escrutinio de las elecciones primarias del pasado 14 de agosto y acusar a Clarín y La Nacion de atentar contra la democracia sólo por informar irregularidades en el proceso electoral.
El ataque de Randazzo prenuncia una agresión todavía mayor, porque se trata de uno de los ministros más moderados y uno de los que suelen mantener un contacto relativamente fluido con periodistas de todos los medios. El método fue vergonzoso, pero archiconocido. Lo inauguró Néstor Kirchner contra Joaquín Morales Solá durante los primeros años de su gobierno. Lo repitió el mismo ex presidente contra periodistas, movileros y cronistas a quienes no les dio la oportunidad de defenderse, mientras él los atacaba sólo por el hecho de ser empleados de empresas a las que aborrecía, en medio de los aplausos de los chupamedias de turno. Recuerdo un episodio de aquéllos cuando, en plena pelea del Gobierno contra el campo, un relator ahora converso consideró a Kirchner un cobarde por haber atacado en condiciones desiguales a un trabajador de prensa de la emisora donde todavía trabaja.
¿Por qué lo hizo Randazzo? ¿Fue un pedido explícito de la Presidenta o un gesto de obediencia del ministro, una suerte de prueba de lealtad para obtener el premio mayor que representaría la Jefatura de Gabinete? ¿Por qué lo hizo precisamente él, un dirigente que construyó su imagen sobre la base de las buenas relaciones que mantuvo con los periodistas que nos ocupamos de los asuntos políticos? El problema con este gobierno envalentonado por el ostensible respaldo que recibió en las urnas hace tres semanas es que la mayoría de sus operadores cree, en efecto, que Cristina Fernández también les ganó a los medios críticos y a los periodistas, y que eso les da derecho a decir y hacer casi cualquier cosa. El otro problema grave, por cierto, es que la "carrera política" dentro del Frente para la Victoria y La Cámpora se alimenta sobre la base del ataque espurio contra Clarín, La Nacion y los medios y los periodistas que no son adictos. Es decir: los militantes ya no tienen que mostrar capacidad de trabajo ni formación política para conseguir un buen lugar en la lista de diputados o en una secretaría de Estado. Les basta con insultar a un periodista que hace su trabajo o incluir en su discurso los maniqueos y falsos conceptos de "monopolio", "medios hegemónicos" o "corporación mediática".
Pero quizá lo más preocupante sea el nivel de autismo político y radicalización que se puede observar en las segundas líneas de la administración. Tan embriagados están con la apabullante victoria que se sienten con derecho de proclamar qué deben hacer y qué no deben hacer los profesionales de la comunicación. Qué debería ser incluido y qué debería ser soslayado de la tapa de los diarios. Cómo deberían ser escritos los títulos de las notas que a ellos les interesan. Qué informaciones deberían ser tomadas en cuenta y cuáles no. Con qué dirigentes opositores sería legítimo hablar y con cuáles no vale la pena hacerlo. Eso es algo que también inauguró Kirchner y perfeccionó la jefa del Estado. Para que se entienda bien: no sólo se sienten con autoridad para criticar a los medios; los quieren colonizar hasta transformarlos en un instrumento más de su inmenso poder.
La persecución por parte de la AFIP, el uso de la millonaria pauta de publicidad oficial para premiar a los amigos y castigar a los enemigos, la distribución de información privilegiada para unos y el rechazo personal hacia los profesionales que no "son del palo" completan el peor contexto para el ejercicio libre del periodismo desde 1983 hasta ahora, a pesar de que esa conducta no haya sido castigada en las urnas.
De cualquier manera, creo que el que viene será un momento inmejorable para hacer buen periodismo de verdad. Porque la embriaguez que produce la falsa sensación de que el poder será eterno constituye, ahora mismo, la mayor debilidad de quienes gobiernan. Y al mismo tiempo, la amenaza constante a los medios se transformará en un incentivo extra para cualquier periodista serio que ame esta profesión.
La clave es no caer en la trampa de transformarse en un adversario político, porque eso es lo que le conviene a un gobierno con muchos votos y una evidente vocación autoritaria.
El instrumento más efectivo para limitar el abuso de poder es hacer más periodismo. Empezar por el principio. Responder a las preguntas clásicas: ¿Qué? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Cómo? Investigar. Escribir. Denunciar. Publicar donde se pueda. En cualquier medio que no haya sido colonizado por el bolsillo de payaso de la pauta oficial. Resistir. Contestar a los insultos con información pura. Seguir haciendo lo que muchos empezamos a hacer durante los años 90 cuando el presidente Carlos Menem se creía el rey del mundo y gritaba a los cuatro vientos que les había ganado también a los medios y que ya no tenía adversarios de su estatura.
Por lo pronto, ya parece cada vez más claro dónde está el verdadero poder y quiénes hacen uso y abuso de él. Y cada día les resultará más difícil colocarse en el lugar de víctimas y convencer a sus seguidores de la idea de que están defendiendo una causa justa, o de que corrupción hubo siempre en todos los gobiernos. O que los periodistas no militantes son gente mala y perversa, cuyo único propósito es impedir el bienestar general que les proporciona el gobierno nacional y popular.
jueves, 28 de abril de 2011
Un periodista tras la perfección
LA NACION
Años antes de que Gabriel García Márquez nos dijera que el periodismo era el mejor oficio del mundo, Germán Sopeña ya había decidido vivirlo con la esperanza de que realmente lo fuera. Su vínculo con la profesión, hasta el día de su muerte trágica y temprana, un 28 de abril como hoy, fue, desde el primer momento, una historia de amor correspondido. El deslumbramiento y el alivio de haber encontrado un destino que no se abandonará jamás.
Germán fue un colega que exploró los límites del periodismo con tanto entusiasmo, originalidad, audacia y diversidad de temas que logró contagiarnos la convicción de que, a fin de cuentas, García Márquez tenía razón.
Cuando uno vuelve la mirada sobre los cientos de textos memorables que escribió, sus libros, disertaciones, ensayos, entrevistas con los grandes referentes del siglo XX y expediciones a las geografías más extremas, pero sobre todo cuando uno comprueba que en la Redacción de La Nacion el recuerdo de Germán es siempre parte del presente, entiende mejor por qué, a pesar del tiempo transcurrido, su ausencia sigue teniendo cierta sensación de irrealidad y de vacío.
Su legado -así merece que lo llamemos- es el de un periodista notable que lo fue no sólo por sus cualidades intelectuales, carácter, impecable formación profesional, y por la educada pasión con la que conducía la compleja, delicada y por momentos caótica tarea de editar un diario, sino, fundamentalmente, porque se propuso serlo.
Era un hombre que detestaba el gris. Convencido como estaba de que en el periodismo, como en cualquier otra actividad humana, Dios está en los detalles.
La precisión y la claridad del texto tenían, para él, un propósito superior al del cumplimiento de la norma: eran una cortesía con el lector. Como a Stendhal, le agradaba que cada dato en una crónica fuese exacto porque entendía que una fecha, un nombre equivocado, cualquier inconsistencia contamina de sospecha toda la página de un diario.
No es de extrañar, entonces, que en la plenitud de su carrera, cuando ya ejercía la secretaría general de Redacción de La Nacion, había sido admitido como miembro de la Academia Nacional de Periodismo, obtenido el premio Konex en la disciplina Análisis Económico y sido honrado por el gobierno de Francia con la orden de Caballero de la Legión de Honor, Germán admitiera en charlas de colegas: "Yo soy, sobre todo, un redactor".
Esa era su esencia: un periodista que pensaba como un hombre de acción y actuaba como un hombre de pensamiento. Capaz de planificar una excursión hasta lugares remotos y nada recomendables para documentar y darle sentido a una noticia que, una vez a su alcance, terminaba impresa en las páginas de La Nacion como una lección de geopolítica, historia o economía.
Observar, narrar y poner la información en su verdadero contexto. Anticipar una tendencia. Ayudar a que el lector entienda el periódico como instrumento de reflexión. Ese era Germán.
Su instinto por documentar o desmitificar historias lo llevó a la guerra entre Irak e Irán, con su millón de muertos. Asistido por un guía de montaña, exploró los Hielos Continentales, un territorio inhóspito, ignorado, por el cual dos países hermanos amenazaron con empuñar las armas. Entrevistó a Julio Cortázar como a él más le gustaba, a bordo de un tren. Viajó de Moscú a Pekín en el Transiberiano, cautivado por la infinita estepa siberiana, tenuemente iluminada por un sol que nunca se oculta. Soportó el vértigo y el rugido de motores y multitudes a bordo de una Ferrari llevada al límite por el tortuoso circuito de la Mille Miglia. Ese también era Germán.
Estaba convencido de que en el periodismo no hay historias pequeñas. En todo caso, hay colegas que tal vez no están a la altura de la noticia que les asignaron.
Cierta vez, como quien echa mano a un ejemplo para explicarse mejor, recordó al pasar el caso del redactor que envió a mediados del año 2000 a cubrir una disputa de pago chico. Ocurría en Puerto Lobos, un paraje ubicado a un costado de la ruta 3, en el impreciso límite entre Chubut y Río Negro. La nota consistía en averiguar a qué provincia pertenecía el pueblo. El redactor consultó a pobladores de uno y otro lado del límite, habló con las autoridades, buscó referencias históricas y mandó una crónica divertida, con mucho color y testimonios balanceados. Cuando Germán preguntó a quién pertenecía Puerto Lobos, le respondió con naturalidad: "Ah, bueno, eso nadie lo sabe". Un mes después Germán viajó hasta el lugar, se paró en el centro del pueblo con un GPS en la mano, tomó nota de la ubicación geográfica exacta del lugar, consultó con los mapas y contactó a los dos gobernadores. Al día siguiente, La Nacion publicó, con su firma, un artículo titulado: "Puerto Lobos está en Chubut, por más que haya reclamos". Fin del entredicho.
Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad del Salvador y con títulos de posgrado en el Instituto de Estudios Políticos de París y en la Universidad de la Sorbona, se sintió atraído por los temas políticos y económicos desde joven, cuando se ayudaba a pagar los estudios como redactor de Corsa , una revista de automovilismo. No había ambivalencias en la atracción simultánea que sentía por la política, los autos, la economía o los ferrocarriles. Para alguien que dominaba seis idiomas, se movía con la misma familiaridad en París, Nueva York, Londres o Florencia, tomaba clases de jazz con Oscar Alemán, escalaba montañas con José Luis Fonrouge, frecuentaba a ministros y empresarios y levantaba el teléfono para consultar a Raymond Aron, Simone Weil, David Rockefeller o Karl Popper, el universo parecía siempre al alcance de la mano.
Cuando le preguntaban cuál era el libro que más había influido en su vida, la respuesta invariable era 1984 , de George Orwell.
Al disertar ante un grupo de empresarios, ante una pregunta, Germán describió en pocas palabras en qué consistía su trabajo. "Aun si no estoy a salvo de la caricatura del periodista tipo -advirtió-, capaz de escribir bien de todo sin saber de nada, esgrimo en defensa propia lo siguiente. Se trata, simplemente, de comprender cómo y por qué suceden las cosas, y de transmitirlas de la manera más simple posible a los demás. Esa tarea exige esfuerzos: escribir sin preconceptos y resistir la tentación del lugar común para cualquier explicación, sea política, económica, deportes o ecología. Los temas suelen ser siempre más complejos de lo que uno cree."
Su compromiso con el mundo de las ideas, otro de sus rasgos notables, convivió con el interés que siempre demostró por la cosa pública. Como buen optimista, no se limitaba, como tantos, a repetir la pregunta de por qué la Argentina no pudo transformarse en Australia o Canadá. Su actitud cartesiana fue buscar y proponer respuestas desde el periodismo.
Escribió decenas de artículos de una enorme solidez y claridad conceptual para advertir acerca de la necesidad de reconstruir el abandonado sistema ferroviario y enumerar las enormes consecuencias económicas, demográficas y sociales que tuvo la desaparición del tren. Fue el único periodista que durante el conflicto limítrofe entre la Argentina y Chile se internó en la región en disputa para explicar a la opinión pública que lo que estaba en juego era la soberanía sobre la mayor reserva de agua dulce del mundo. Desde esa ubicación privilegiada preguntó a los lectores: "¿Cómo se ve el tan debatido litigio fronterizo cuando uno se encuentra precisamente parado sobre los glaciares en cuestión?"
La pavimentación de la ruta 40, columna vertebral de un extremo al otro del país, fue otra de sus batallas. Mapa en mano, entrevistó a cuatro presidentes y a una docena de ministros para hacerles comprender el impulso económico y social que implica una carretera confiable todo el año en la región cordillerana. Fue el impulsor, además, junto con Parques Nacionales y Vida Silvestre, de la creación de áreas protegidas, entre ellas, Monte León, una de las reservas más nuevas del país.
La figura del perito Francisco P. Moreno, uno de sus héroes, al que dedicó una extensa investigación por la extraordinaria tarea que cumplió en defensa de la soberanía argentina en el Sur, quedó, por una de esas curiosas simetrías que teje el destino, íntimamente asociada al nombre de Germán Sopeña.
A mediados de 1899, Moreno fue invitado por la Royal Geographical Society, de Londres, para disertar sobre sus descubrimientos y exhibir sus fotografías de la Patagonia. Un siglo más tarde, el 4 de abril de 2001, el invitado fue Germán, quien dio una clase magistral de geografía comparada al exhibir sus propias fotos, tomadas en los mismos lugares y desde las mismas perspectivas que había elegido Moreno. Setecientos invitados colmaban el salón, incluyendo a Camilla Darwin, tataranieta de Charles Darwin, el hombre encargado de presentar a Moreno. Germán ocupó el mismo sillón en el que se habían sentado Moreno, Darwin y los más renombrados exploradores de los últimos dos siglos.
Tres semanas más tarde, de madrugada, abordó un avión que se dirigía a la Patagonia, pero que nunca llegó a destino. © La Nacion
domingo, 23 de mayo de 2010
Propaganda K
Muchos autoritarismos consiguieron controlar a la prensa, pero ninguno llegó a controlar las conciencias
jueves, 29 de abril de 2010
Para un gobierno autoritario, no hay libertad de prensa: hay medios opositores, que lideran una embestida de la oposición contra el Gobierno.
Para el gobernante autócrata, no hay mayorías y minorías que deban ser igualmente respetadas: sólo hay un gobierno, frente a disidentes que deben ser acallados, un eufemismo de su supresión.
Enseñaba el politólogo Norberto Bobbio que la verdadera prueba de fuego de una democracia es qué hace con el disidente, si lo tolera o lo reprime. Probablemente, en el oficialismo no hayan leído demasiado a Bobbio, porque han demostrado poco interés por la lectura: tal vez por eso, la Feria del Libro se convirtió en la arena de un coliseo donde el debate intelectual es reemplazado por un griterío para censurar a quien piensa distinto.
Para el gobierno de una persona tampoco no hay contradicciones posibles. Por eso, el titular del ex Comfer Gustavo Mariotto puede defender afiches anónimos y su jefe, Néstor Kirchner, puede sostener que no se escuda en el anonimato, poniendo nombre y apellido a sus supuestos enemigos. El Gobierno es todo; la contradicción, inexistente.
Para el gobierno unipersonal, no puede haber justicia independiente. Por eso, prefiere juzgar a sus ciudadanos, especialmente a los periodistas, en tribunales populares en la plaza pública, en una parodia de juicio por jurados donde no hay jueces independientes y donde no está garantizado que el supuesto reproche ético contenga dosis de justicia.
Sólo semejante cariz autocrático del poder puede explicar los ataques que está sufriendo la libertad de expresión en estos días.
Por Adrián Ventura
viernes, 23 de abril de 2010
Un periodismo acrítico, esterilizado y descolorido no tiene ninguna razón para existir.
El problema no pasaría de ser un duelo inconcluso entre extenuados y resistentes si la solución que se ofrece no fuera extremadamente peligrosa. Lo que agota, dicen, es la opinión.
El periodismo debería limitarse a ser un transportador de informaciones asépticas y un comunicador de posiciones antagónicas con preponderancia de las oficiales, porque el Gobierno tiene la responsabilidad de conducir la nación política. Eso es lo que proponen. En castellano simple y directo: lo que buscan es un periodismo pasteurizado, integrado por mecanógrafos o relatores que deberían limitarse a contar una realidad compleja, impetuosa y cambiante. Imposible de digerir fácilmente, por lo tanto, para el ciudadano preocupado por las cosas rutinarias de su vida.
La primera contradicción surge cuando ninguno de aquellos fatigados alude a las opiniones que florecen en los huertos del kirchnerismo. Ministros, legisladores, periodistas amigos y hasta la Presidenta suelen opinar (¡y cómo!) sobre todo lo que les es adverso. Es, entonces, la opinión del periodismo independiente (sí, independiente) lo que cansa y estaría de más.
Resulta, sin embargo, que no hay una fórmula verdadera para el periodismo que no incluya su función crítica del poder. Un periodismo acrítico, esterilizado y descolorido no tiene ninguna razón para existir. Su posición crítica debe incluir, desde ya, a la oposición, en tanto ésta forma parte del poder actual o del poder futuro. Pero su función crítica (desde la opinión o desde la investigación) debe abarcar sobre todo al poder que gobierna la contingencia. La publicidad de los actos de gobierno corre por cuenta de los funcionarios y de los enormes recursos estatales para promocionarlos, distribuidos arbitrariamente en el caso que nos ocupa.
Un medio periodístico debe incluir también en sus páginas o en sus espacios la opinión (con la condición de que sea seria y responsable) de los que no coinciden con el punto de vista de ese medio de comunicación. La Nacion lo ha hecho hasta cuando se dio el debate por la nueva ley de medios: convocó a sus páginas a políticos e intelectuales que no coincidían con la posición editorial del diario. Es la obligación del periodismo. Pero el medio periodístico y los periodistas cuentan con el derecho ?y el deber? de tener una opinión determinada sobre los sucesos de la vida pública del país. ¿Acaso no dejaría de merecer el necesario respeto (y hasta carecería de la conveniente previsibilidad) un medio al que le diera lo mismo el derecho o el revés de las cosas, las políticas de un color o de otro y las buenas o las malas formas?
La opinión es libre, como dijo hace poco Cristina Kirchner, en una de sus pocas oraciones de aceptación de la libertad del otro. Con todo, el periodismo tiene algunos deberes junto con aquellos derechos. La información que sustenta su opinión debe ser veraz. El chequeo de las versiones es una práctica que jamás debe olvidarse y nunca debe prestarse a las detestables operaciones de prensa que el kirchnerismo frecuenta con más constancia que ningún otro grupo político. Honestidad personal y honestidad intelectual son los atributos que deben marcar el límite moral del periodismo. Es necesario también el cultivo de la coherencia: no hay nada más desconcertante para un lector desprevenido que un medio o un periodista que cambian sus opiniones en todas las esquinas de la vida.
En medio de ese debate, es perceptible la existencia de periodistas jóvenes que se preguntan si es conveniente coincidir con las opiniones de "la empresa" periodística en la que trabajan. Esto es nuevo y es viejo, al mismo tiempo. El kirchnerismo tiene una habilidad enorme para resucitar viejos fantasmas del pasado. Ese enredo muy antiguo entre la libertad de prensa y la "libertad de empresa" había dejado de existir hace más de treinta años.
Hagamos un ejercicio. ¿Por qué no cambiamos las preguntas? ¿Qué tiene de raro, por ejemplo, que un periodista concuerde con el medio en el que trabaja? ¿Acaso las empresas periodísticas no existen también gracias a la composición del buen periodismo? ¿Por qué esas empresas deberían tener, en los casos más notables al menos, intereses contradictorios con las mejores prácticas de la profesión? ¿No es preferible para este oficio de libertarios estar de acuerdo con un diario, donde pasamos parte de nuestras vidas, antes que con un gobierno de políticos pasteleros y fugaces?
La Argentina, en efecto, habita en el pasado. Ningún debate de los últimos meses ha llegado siquiera a la década del 80. ¿Qué hacía tal o cual periodista en 1976, 1977 o 1978? No hacíamos nada. Vivíamos bajo una dictadura y cada uno vivía de lo que podía y como podía. Sólo los que vivieron bajo el peso aplastante y gris de una dictadura saben que no había muchas más cosas para defender que pequeñas cuotas de dignidad. Hagamos de nuevo preguntas desde otro lugar: ¿acaso los únicos periodistas dignos fueron los exiliados o los que se comprometieron firmemente con organizaciones insurgentes de la década del 70? Esa sería, si fuera así, una conclusión injusta, discriminatoria e inaceptable. Otra cosa tan inaceptable como aquélla es la decisión política del Gobierno de cambiar la historia de cada uno de los que considera adversarios.
Joaquín Morales Solá
miércoles, 24 de marzo de 2010
Hay buenos y malos periodistas, y buenos y malos medios.
La prensa argentina padece desde hace bastante tiempo los estragos del rumor con mucha más fuerza que la bala perdida del agravio. ¿Los periodistas somos meros mercenarios a sueldo, dispuestos a describir el improbable sol de la noche sólo por un salario? ¿Las empresas periodísticas son demonios sueltos entre gente incauta, que defienden nada más que intereses corrompidos? El kirchnerismo ha tenido la astucia (sumada a los recursos y a las complicidades) de amplificar ese debate más de lo que se cree.
El tema es recurrente en tertulias de bares, en mesas familiares y en reuniones de amigos. Tal vez el éxito más importante del kirchnerismo haya sido esa capacidad inédita en los últimos 26 años de democracia de descalificar a sus adversarios reales o imaginarios. Esa situación cumple con el protocolo de un gobierno que llevó las naturales disputas por el poder a las entrañas de la sociedad, hasta fragmentarla entre amigos y enemigos.
La reciente reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa se refirió a la Argentina en términos muy críticos, pero aludió sólo a los asuntos comprobados. Es lo que le corresponde hacer. Sin embargo, aquel debate instalado sobre los periodistas y los medios es tan erosionante para la profesión como los despectivos discursos en los atriles del matrimonio Kirchner, que cuestionó la SIP.
Entremos al conflicto de la dependencia. Es oportuno responder aquellas dos preguntas iniciales que se han incrustado en la discusión social. Cualquiera con experiencia en este oficio sabe que hay muy pocos periodistas que trabajan en un medio contra la opinión del mismo medio. Por lo general, cada periodista llega, tarde o temprano, al medio que más le gusta y en donde se siente más cómodo. Cada diario tiene su línea editorial, su historia y su manera de ver la política, las cosas y la propia vida. Los periodistas también. Esto es así desde que existe el periodismo. Lo que se produce, en última instancia, es una convergencia natural entre la línea editorial del diario y las posiciones personales del periodista. Hay veces que módicas diferencias en ese camino común son fácilmente perceptibles para el lector atento.
Las empresas periodísticas, a su vez, sólo necesitan independencia económica. No hay peor dependencia que la dependencia económica. Dependencia que puede venir del gobierno, viejo proveedor de publicidad, o de un avisador privado único. Cuanto más rentable sea una empresa periodística (y más diversificados sean sus anunciantes), más independientes serán sus medios. Y también sus periodistas. No hay, en general, otros intereses que no sean los que buscan la independencia ahora cuestionada. El Gobierno aspiró siempre, y felizmente no lo logró, a que los medios terminaran agolpados a sus puertas, reclamando una cuota de publicidad y de vida.
¿Eso es lo único que ha hecho la gestión kirchnerista contra la prensa independiente? Ha hecho mucho más. Existen varios programas de TV extremadamente oficialistas. ¿Está mal? No. Pero hay una condición: que se dediquen a ejercer el legítimo derecho de defender a un gobierno, aun cuando el verdadero periodismo pierde su razón de existir si no es crítico. Esa defensa sería legítima, aunque discutible desde la deontología del periodismo. El problema es que tales programas no se ofrecen para esas imposibles defensas, sino para calumniar, ofender y descalificar al periodismo independiente o crítico. En una sospechosa cadena de similitudes, tales insultos se reproducen también en medios escritos que germinaron, sin historia ni explicación, en los años del kirchnerismo.
Redadas televisivas
Un periodista lúcido calificó esas tareas como redadas televisivas y gráficas, igual que en otros tiempos y en otras geografías se perseguía a las personas por lo que eran o por lo que pensaban. Sabemos que esos programas, diarios y revistas no podrían existir sin la subvención del Estado. Cumplen con su misión: actúan como fusileros mediáticos contra los adversarios y periodistas señalados por Kirchner.
Uno de los conflictos que destacó la última y dura crítica de la SIP fue también la persistente ofensiva oficial sobre Papel Prensa. Muchos periodistas buenos están desorientados frente a ese caso. ¿No será un problema particular de sus dueños?, parecen dudar. El Gobierno divulgó que se trata de una perversa empresa y que ella nada tiene que ver con la libertad del periodismo. Es falso.
Papel Prensa no fue una dádiva de la dictadura a los diarios; fue una operación privada que los ex dueños de la empresa (la perseguida familia Graiver) nunca denunciaron ni desconocieron cuando recuperaron sus derechos. Como suele hacerlo con frecuencia, el kirchnerismo metió a Papel Prensa en tal embrollo judicial que ya es indescifrable hasta para los que están en el directorio de la fábrica. Conviene detenerse sólo en los trazos gruesos del problema. Saquemos del medio el folklorismo gansteril de Guillermo Moreno y observemos sus líneas maestras.
En septiembre pasado, Moreno instruyó a los directores estatales de Papel Prensa para que hicieran lo posible y lo imposible para devaluar la empresa hasta que el Estado pudiera comprarla a precio de oferta o para crear las condiciones de una intervención. Es eso lo que ha hecho durante seis meses. Papel Prensa sería inviable si LA NACION y Clarín decidieran no comprarle papel para diarios. Podrían consumir papel importado. Pero ¿qué sucedería si Moreno, dueño y señor de la Aduana, decidiera cerrar la importación de papel? Esa es la pregunta que los periodistas debemos hacernos. En tal caso, los diarios deberían caer de rodillas ante Moreno para acceder a míseras cuotas de papel. ¿Nos gustaría escribir en diarios tan dependientes de la arbitrariedad del mejor soldado de Kirchner? ¿Es una empresa o es la libertad lo que está en juego? Es la libertad. No lo dudemos.
Joaquín Morales Solá
sábado, 15 de agosto de 2009
Muy tocados por la caída de las ventas y de la publicidad, los diarios no acaban de conseguir en Internet los ingresos que pierden en el papel.
-No. Los periódicos pueden y deben hacer periodismo de calidad, bien sea en papel, en Internet o en otros soportes. Hasta hace poco, los consumidores pagaban un precio razonable por el acceso a noticias y a información de otra índole que consideraban valiosa. Sin embargo, con el desarrollo de Internet, las empresas periodísticas de muchos países optaron por ofrecer sus contenidos en la Red de manera gratuita, con el único apoyo de los ingresos por publicidad.
-Pero esos ingresos parecen, por ahora, insuficientes.
-Ha quedado claro que los ingresos por publicidad en Internet no son suficientes para sostener redacciones independientes y fuertes, tanto en los periódicos tradicionales como en los medios nuevos que operan exclusivamente en Internet. Las empresas periodísticas se están viendo obligadas a recortar sus plantillas y los espacios que dedican a las noticias y, por ese motivo, la cantidad de periodismo de calidad está disminuyendo. Quienes invierten en la creación de contenidos deberían ser capaces de tener un modelo de negocio sostenible.
-¿En qué consiste ese modelo?
-El propósito de Journalism Online es ayudar a las empresas informativas a generar nuevos ingresos procedentes de sus lectores y de los distribuidores de contenidos digitales, al conservar al mismo tiempo su capacidad para captar publicidad. Las empresas pueden restaurar esa combinación óptima de ingresos por difusión y por publicidad que es imprescindible para financiar un periodismo de calidad. Para los editores de periódicos, la decisión de cobrar por el acceso a los contenidos en Internet contribuirá a restablecer el valor de su medio de papel, pues desaparecerá la alternativa de acceder de forma gratuita a los contenidos en la Red.
-Pero los lectores se han acostumbrado a acceder gratis a las noticias en Internet. ¿Cómo espera que ahora paguen por ello?
-La gente está ya muy acostumbrada a pagar por el acceso a contenidos y servicios en Internet, ya sea música a través de iTunes, tonos para sus teléfonos móviles o información en distintos formatos. Nuestro consejo para los editores de periódicos es que intenten transformar un porcentaje pequeño de sus lectores más activos y comprometidos, un 10% en la mayoría de los casos, en suscriptores de pago. Este grupo de fieles valorará el acceso completo a los contenidos lo suficiente como para pagar una cantidad modesta por él. El 90% restante seguirá teniendo acceso gratuito a parte de los contenidos.
-¿Qué servicios presta Journalism Online?
-Mis socios y yo fundamos Journalism Online para ayudar a las empresas y a los lectores a hacer lo más fácil posible la transición hacia un modelo de pago por el acceso a las noticias.
-Intermediarios y motores de búsqueda, como Google News, se están beneficiando de los contenidos de los periódicos sin pagar nada. ¿Cómo pueden los diarios compartir esas ganancias?
-Las empresas periodísticas que tengan un modelo de pago estarán en posición de trabajar con los motores de búsqueda más como amigos que como enemigos. Los motores de búsqueda clasifican los contenidos tras los muros de pago y los proveedores podrán determinar qué contenido estará disponible para todo el mundo, qué contenido podrá ser visto sólo por los suscriptores y qué muestras u otras herramientas de marketing les ayudarán, a través de los motores de búsqueda, a maximizar sus ingresos por publicidad y por suscripciones. Un ejemplo: los medios podrán decidir que los usuarios lean sólo un máximo de cinco artículos al mes a través de un motor de búsqueda como Google y después invitarlos a convertirse en suscriptores de pago.
-¿Qué cambios exige la transición a Internet en la mente de los periodistas y directivos de las empresas informativas?
-El futuro será una combinación de modelos de pago y gratuitos. Los consumidores pagarán directamente y también habrá modelos en los que distribuidores de distinta naturaleza, como los libros digitales, pagarán royalties. Una vez restablecido el valor de las marcas y de los contenidos en Internet, las empresas periodísticas encontrarán muchas fuentes de ingresos nuevas. El modelo de negocio actual de acceso libre al contenido en Internet claramente no funciona.
El fundador de Journalism Online dice que los periódicos deberán combinar servicio pago y gratuidad
domingo, 22 de marzo de 2009
Google News es la página de inicio de cualquier periodista.
-A un editor ( publisher ) lo podemos ayudar en tres niveles. Primero, con Google News podemos llevar tráfico a su sitio y esto puede hacer que los usuarios estén más tiempo en su medio porque lo acaban de conocer a través del buscador; obviamente, así se genera más dinero para la compañía: la cantidad de visitantes tiene relación directa con la publicidad.
Además, Google ofrece diversas opciones para los editores; por ejemplo, Ad Sense -el sistema de publicidad relacionada con el texto de la nota que hemos desarrollado-, que ayuda a "monetizar" ese contenido.
La tercera alternativa para los medios es la posibilidad de incluir en sus notas herramientas como Google Maps, que contribuyen a que el editor mejore la gráfica de su artículo con sólo un par de clics en nuestro sistema. Pero todo esto gira en torno a que el sitio genere contenido de alta calidad. Ahí entra Google News para llevarle nuevos lectores.
-En este marco es factible ver a Google News como un competidor de los medios, ya que ofrece portadas diferenciadas por temas y noticias diversificadas. ¿Ustedes se consideran competidores de los sitios periodísticos?
-No, nosotros vemos a los editores como socios. No somos periodistas. No creamos contenido. No competimos con los medios. No somos competencia para los periodistas. Somos técnicos que queremos que el contenido llegue a la gente. Con el poder que tiene la plataforma al ser el responsable, en algunos casos, de un tercio o más de las visitas a los portales periodísticos gracias al buscador tradicional y al de noticias.
-¿Cómo elige Google News a qué medios acepta?
-La idea es incluir. La herramienta tiene sentido si tomamos información del diario más grande y el periódico más chico. Lo único que exigimos como límite claro es que el sitio tenga buenas actualizaciones. Tratamos de ser agnósticos en ese sentido; más allá de esa línea divisoria por la periodicidad de los contenidos, no tomamos decisiones drásticas: preferimos que elija la gente.
-¿Cuántos medios releva Google News?
-En la actualidad tenemos decenas de miles de generadores de contenidos. El número preciso cambia todo el tiempo; seguramente mientras estamos hablando se sumó algún sitio. Esto crece minuto a minuto.
-Al comienzo la gente no estaba acostumbrada a usar Google News porque entraba a los medios por la página principal de éstos. ¿Cómo hicieron para despertar en el público la cultura de ingresar en el buscador de noticias?
-En general, Google News no está muy lejos de lo que es Google. Lo que tratamos de hacer con Google, como habrá escuchado muchas veces, es organizar toda la información del mundo, y eso se aplica también a las noticias. La idea es que la gente encuentre el contenido y pueda acceder. Las noticias son sólo un buen ejemplo de eso porque, sobre todo en temas complejos, como la actual crisis financiera, el contenido es un mar de letras sin demasiado orden. Nosotros tratamos de organizar ese mar de confusión. La gente necesita imperiosamente encontrar una manera organizada de navegar en la Web y con nuestro buscador de noticias tratamos de ayudarla para lo logre más rápido y con mayor precisión.
-Google se maneja con el lema "No harás el mal" (Don?t be evil). Sin embargo, en China prohibieron el acceso a ciertas búsquedas para alinearse con el gobierno de ese país cuando podrían haberse quedado fuera de ese mercado y no cambiar su sistema. Esos cambios afectaron al buscador, ¿pero cómo se manejan en el caso de las noticias?
-Más allá de que podremos estar en desacuerdo en lo personal, Google respeta las reglas locales, y las leyes en China llevaron a que nuestro buscador sufriera modificaciones. Esto es como dice usted. En cuanto a las noticias, lo mismo pasa con Google News. Tenemos un sitio en chino que tiene muchas visitas pero que a veces, en realidad muchas veces, es bloqueado, y no tenemos margen para hacer otra cosa. Nuestra idea es poner frente al público la mayor cantidad de opciones. Hacemos lo posible, pero no vamos en contra de las reglas de un país.
-La innovación es clave, ¿cuáles son las nuevas funciones que esta herramienta puede llegar a ofrecer?
-Estamos muy contentos con una nueva función que consta en buscar citas textuales. Esta posibilidad, todavía a prueba en Estados Unidos, pero a futuro en todo el mundo, permitirá, por ejemplo, que al buscar "Barack Obama" aparezcan todas las citas de él que llegaron a los medios en el último mes. Entonces, esta funcionalidad brinda la posibilidad al público de comparar muy rápidamente lo que decían Obama y John McCain, cuando estaban en campaña, sobre un tema puntual como Irak o la crisis financiera, sólo con un par de clics.
-Se sabe que pretenden entrar en el mercado de búsquedas más allá de la Web, ¿en qué etapa se encuentra ese proyecto?
-Sí, así es. En la actualidad Google News incluye la información generada en los últimos treinta días, y tenemos una función denominada "archivo" que permite ver todo lo que hemos catalogado hasta ahora. El problema con esta función es que cubre sólo el mundo on-line y, en el mejor de los casos, el sitio de un diario nació a principios de la década de los noventa; entonces, la mayor parte de su historia, si consideramos que en América muchos medios ya superan el siglo de vida, está fuera de nuestro archivo. Por eso, desde hace unos meses estamos trabajando con algunos diarios puntuales con el escaneo y la digitalización de todo su material histórico. Lo que hacemos es relevar, ejemplar por ejemplar, el texto de cada noticia para que se pueda tener acceso desde la Web. Ese material, en el mejor de los casos, se encontraba disponible en microfilm y ahora va a ser visto por millones a través de Internet. Estamos muy contentos con esto. La tecnología permite ir más atrás de lo que ofrecen los sitios de esos mismos medios, y eso es increíble. La idea es llevarlo on-line para que el microfilm sea historia. Vamos a generar texto sin formato de cada nota, por lo que la experiencia va a ser totalmente diferente para el usuario. Esto se encuentra on-line en Estados Unidos, pero apuntamos a que llegue a todo el mundo.
-¿Tienen idea de archivar sólo unos años de historia o quieren llegar a cubrir a un medio desde su nacimiento?
-Apuntamos a archivar todo el contenido que se pueda. Queremos tener todo el archivo histórico de un diario en línea. Hay un periódico en Quebec que nació en el año 1700 y es uno de los más viejos del continente. Es un ejemplo de lo que se sumará al archivo. Pero esto es mucho más interesante en regiones como Europa, al lado de las cuales América tiene muy poca historia: allá podremos poner a disposición del público las noticias que leímos en libros de texto tal como fueron publicadas en su momento. Es increíble. En este esquema, los medios son socios nuestros: ellos nos dan el contenido y nosotros lo escaneamos con nuestra tecnología.
-El Nasdaq, mercado de valores en el que cotizan las empresas tecnológicas, se encuentra en caída libre desde hace meses. ¿Qué cree que va a suceder en este sentido?
-Mi trabajo no es predecir las finanzas; si no, no estaría acá, pero creo que todos en lo personal estamos tratando de entender qué pasa con el mercado. Lo que intentamos hacer es trabajar mucho, porque la mayoría de las variables están fuera de nuestro alcance. Entonces, no nos queda más que bajar la cabeza y trabajar para estar listos cuando el mercado se recupere.
-Google en particular pasó de su techo histórico a la mitad del valor por acción, y despidió empleados. ¿Cómo afecta este contexto a Google News?
-Por ahora no es grave. Pero, como dije antes, es algo que no podemos manejar, así que nos enfocamos en crear buenos productos para ayudar a mejorar eso. Nos enfocamos en nuestros usuarios.
-¿Cómo ve a los medios de América latina?
-Aprendiendo a moverse en este mercado tan dinámico. Están analizando cómo hacer para que la Web les juegue a favor. La clave es deshacerse de la idea de que el usuario va a llegar a las noticias a través del portal principal. La gente navega por Internet de manera desordenada. Google News es una de las opciones que existen para buscarla donde esté, sin esperar que el usuario se acuerde de que el medio existe.
Google News no es sólo el buscador más consultado de la Red: también ha emprendido la tarea de digitalizar los contenidos de los diarios más antiguos del mundo, para que estén disponibles on-line. Josh Cohen, director de Producto, le explica a LNR cómo se hace y hacia dónde va
miércoles, 18 de marzo de 2009
El periodismo, reducido casi a un oficio marginal por el matrimonio presidencial, es un pilar de la democracia.
Nadie cambia de la noche a la mañana ni, después de haber comparado a la prensa con una suerte de organización delictiva, puede mejorar su imagen frente a ella en un santiamén. En eso están empeñados ahora los asesores de comunicación de Cristina Kirchner. Se trata de una legión de burócratas cuyas únicas funciones desde el comienzo del gobierno de Néstor Kirchner han sido distribuir la publicidad oficial sin respetar pautas de equidad, y espantar a los periodistas ante la mera posibilidad de que, como ocurre en otros países, pudieran formularle preguntas con total libertad a la Presidenta o a su marido cuando aún estaba, por lo menos oficialmente, en funciones.
Esa presunta intención de mostrar más glamorosa a la Presidenta chocó con el maltrato a la prensa en el reciente Agasajo de la Vendimia, realizado en una bodega de Mendoza. Los periodistas acreditados tuvieron el acceso vedado al tradicional almuerzo, algo que no había sucedido en ocasiones anteriores. Cronistas, fotógrafos y camarógrafos se vieron obligados a compartir un deplorable "corralito" desde el cual no tuvieron más alternativa que seguir los discursos por medio de una pantalla gigante con innumerables problemas de audio. Esa limitación impidió que las coberturas tuvieran la calidad deseada.
Aquella intención también sucumbió ante la ira del ex presidente Kirchner, quien cuestionó a diferentes medios de prensa por el tratamiento informativo de un hecho irrefutable: la reciente derrota electoral del Frente para la Victoria en Catamarca.
En su primer año de gestión, Cristina Kirchner no logró una buena relación con la prensa. Durante el conflicto con el campo, según consigna el informe anual del Comité de Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), "la administración Kirchner afirmó que la prensa distorsionó la realidad y acusó a los medios de trabajar en conjunto para apoyar la huelga". Nada más alejado de la realidad, así como la atribución de un "mensaje cuasi mafioso" a una caricatura de Hermenegildo Sábat.
En agosto de 2008, la Presidenta convocó a una conferencia de prensa en la residencia de Olivos que prometía ser la primera de una nueva era en la relación con el periodismo. Nada de eso ocurrió. Siguió usando el atril, como antes su marido, mientras el gasto en publicidad oficial asignada con absoluta discrecionalidad seguía creciendo.
Es auspicioso, en medio de un panorama tan poco grato, que la Sala IV de la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal haya resuelto que no otorgar publicidad oficial a varias publicaciones de la Editorial Perfil por ser críticas del Gobierno constituye una violación de la libertad de prensa.
En un año electoral como el actual, la idea de quienes trabajan en el área de comunicación de la Casa Rosada parece ser modificar la percepción generalizada sobre el encono de la Presidenta con la prensa. En el recuento del año pasado, sin embargo, el saldo ha sido negativo para alguien que, como sucedió con la maleta repleta de dinero que arribó de la mano de Guido Antonini Wilson desde Caracas, se enoja con mucha facilidad con la prensa crítica, pero no permite preguntas de periodistas no identificados con la línea oficial ni acepta entrevistas con medios que no sean afines.
El periodismo, reducido casi a un oficio marginal por el matrimonio presidencial, es un pilar de la democracia. Sólo en 2008, según las estadísticas del director de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Ricardo Trotti, han sido asesinados 13 periodistas en la región. Tanto los crímenes como la impunidad de los agresores coartan severamente la libertad de expresión y el derecho del público a ser informado.
No es necesario que se llegue a ese doloroso extremo para destacar la importancia del respeto y el decoro hacia quienes ejercen el oficio cuando la más alta autoridad de la república se refiere a ellos. En el periodismo, como en cualquier otro quehacer, hay buenos y malos profesionales. A nadie se le ocurriría decir que todos son iguales, sobre todo si rige el principio democrático de aceptación de la observación y la opinión ajenas como el resultado del ejercicio de la libertad.
La hostilidad del kirchnerismo hacia el periodismo muestra que sigue sin entender el papel de la libertad de información
sábado, 21 de febrero de 2009
La gente joven raramente compra diarios y lee cada vez menos.
El fenómeno es absolutamente novedoso. Nunca antes tuvo tanta gente la posibilidad de hacerse escuchar públicamente y sin ningún tipo de tamiz. Pero el producto de estos foros pertenece más al mundo del debate de café (y, en ocasiones, al de la psicopatología) que al de la información. Las especulaciones se combinan libremente con las verdades a medias; la desinformación es tan rampante como los errores ortográficos.
Al mismo tiempo, la industria de la prensa escrita enfrenta una de las crisis más graves de su historia. A la progresiva pérdida de lectores y anunciantes por la competencia de los medios electrónicos, se suma ahora la severa recesión internacional.
En estos días es difícil encontrar un periodista que no esté preocupado por la posibilidad de quedarse sin trabajo. Razones no faltan. Según un análisis de Barclays Capital, las empresas editoras de diarios en Estados Unidos registrarán este año una caída del 40% en sus utilidades publicitarias. Los diarios reducen sus redacciones con la tenacidad de los jíbaros.
Los Angeles Times tiene hoy menos de la mitad de los periodistas que siete años atrás y su compañía madre, Tribune Co., propietaria del Chicago Tribune , está en convocatoria de acreedores. La corporación McClatchy, que publica unos 30 diarios, como el Miami Herald , despidió a una cuarta parte de su personal en 2008 y se dispone a anunciar una nueva reducción.
USA Today , el de mayor circulación en el país, impuso una semana de trabajo no pago a sus empleados; Wall Street Journal , recientemente adquirido por Rupert Murdoch, congeló salarios. Hasta el venerable New York Times vio sus acciones depreciadas a la categoría de junk y debió ser rescatado por el multimillonario mexicano Carlos Slim.
Como muchas otras industrias en la presente economía, el único camino previsible es hacia abajo. A menos que los diarios se renueven y reconsideren su estrategia, su supervivencia se torna seriamente cuestionable.
¿A quién le importa? La gente joven raramente compra diarios y lee cada vez menos. Un estudio del Fondo Nacional de las Artes en 2004 determinó que los hábitos de lectura de los norteamericanos de entre 18 y 34 años declinaron un 55% más que el resto de la población. Ese sector no lamentará la desaparición de los diarios.
Los políticos seguramente celebrarán haberse quitado ese tábano del cuello y la oportunidad de publicar sus panfletos sin competencia. Y los medios electrónicos se convertirán en los beneficiarios del volumen publicitario. De modo que después de 400 años, los diarios podrían pasar al olvido sin que nadie lo lamente realmente, excepto que su ausencia serviría, tal vez, para que la gente tomara conciencia de su extraordinaria importancia. Porque la perspectiva de vivir en una sociedad donde la información está en manos de bloggers , foristas y operadores políticos equivale a renunciar al derecho a saber.
Los diarios, tanto como los periodistas, son productos imperfectos, muchas veces tendenciosos; otras veces, instrumentos de intereses no explícitos. Pero en la mayoría de los casos, desarrollaron mecanismos de verificación y control que aseguran que la información llegue al lector con la mayor veracidad posible. Podrán representar y exponer puntos de vista diferentes, pero su multiplicidad garantiza la pluralidad de ideas y el equilibrio.
Por Mario Diament
domingo, 1 de febrero de 2009
En la Argentina está en riesgo la posibilidad de contar con medios que aseguren la libertad de expresión.
-Se deteriora la república, aunque la democracia esté consolidada. Porque la calidad del periodismo también hace a la república. Creo que hace falta una ley de radiodifusión que sea restrictiva respecto de quiénes acceden a la propiedad de los medios. No puede ser que haya empresas que sólo favorezcan al poderoso de turno o a sus propios intereses. Nosotros tenemos constancias de la disconformidad del entorno presidencial por las opiniones vertidas en Puntos de vista . Y eso le confiere a la decisión de la radio otra relevancia.
-¿Cómo se presenta el futuro?
-Obviamente es una situación difícil, pero va más allá de mí. Aquí hay una empresa, Electroingeniería, a la que se le adjudican obras públicas, sin experiencia en los medios y que dice que seguirá comprando medios. Esto es lesivo para la libertad de prensa y genera una enorme preocupación. Si esto se extiende a los demás medios, va a ser imposible informar sobre hechos de indiscutido interés público.
-Usted tiene 34 años en el aire, ¿vivió antes algo similar?
-No, es la primera vez.
-¿La forma en que se ha tejido la relación del Gobierno con los medios es la más tensa en los 25 años de democracia?
-Sí. Pero me recuerda mucho a lo que pasó durante el menemismo. No me sorprende, pero hoy las cosas se hacen de manera más brutal.
-¿Esto afecta la calidad del periodismo?
-Obviamente. Cuando hay empresas que no tienen relación con el mundo de los medios y se sostienen en la publicidad oficial, uno sospecha y ve la mano del Gobierno detrás. Eso constituye un verdadero problema en la Argentina. Y nuestra democracia no sabe cómo solucionarlo. Esta metodología no es exclusiva de los Kirchner. Pasa en muchas provincias. En la Argentina está en riesgo la posibilidad de contar con medios que aseguren la libertad de expresión. Hay un concepto autoritario del poder y es un verdadero problema de la democracia.
-¿No acaba siendo exitosa la maniobra oficial de comprar medios o subvencionarlos, si las voces críticas salen del aire?
-Por supuesto, y tendría que ser motivo de debate en la sociedad. A medida que esto avance, será imposible en la Argentina el ejercicio del periodismo libre y con apego a la honestidad, esencia de esta profesión. El Gobierno utiliza al seudoperiodismo para hacer operaciones de prensa, lo que es muy peligroso para la república.
-Cuando Electroingeniería compró la radio ¿se comprometió a mantener Puntos de vista ?
-En diciembre, cuando se produjo el cambio de propiedad de la radio, ofrecimos irnos. Los nuevos dueños pidieron que nos quedáramos. Además, Marcelo Tinelli [anterior dueño de Del Plata) me aseguró que continuaría con la radio. Tinelli se fue cuando las radios ya habían cerrado la nueva temporada.
El periodista, desvinculado de Radio Del Plata, alertó sobre un futuro difícil para el periodismo
sábado, 29 de noviembre de 2008
Periodismo crítico
El martes a la noche, Moyano y doscientos camioneros trataron de impedir la distribución de los diarios del miércoles y lograron que no salieran las revistas de Editorial Perfil y Publiexpress bloqueando nuestro centro de distribución, donde golpearon al gerente, Luis Ferreira. A la mayoría de los editores les cuesta comprender que el Gobierno aún no haya deslindado responsabilidades de esa intimidación contra la libertad de prensa. A mí, no me sorprende.
Esa noche, yo estaba llegando de San Pablo, donde, a la tarde, me había tocado exponer en la Asociación de Editores de Brasil junto al director de la revista Veja, la cuarta newsmagazine del mundo (más de un millón de ejemplares por edición), cuya línea editorial crítica de todos los gobiernos es similar a la de nuestra revista Noticias. El director de Veja, Eurípides Alcántara, dijo: “Aun si todos los gobiernos se volvieran completamente honestos y los datos que emitieran sus departamentos de información pública no fueran manipulados, y todas las empresas también se hicieran transparentes y sus gacetillas de prensa fueran sinceras, de cualquier manera esas informaciones no serían periodismo”. El periodismo requiere una mirada crítica que no podrían aportar los propios actores de las noticias, quienes, aun con la mayor franqueza, nunca dejarían de reflejar la visión subjetiva de los protagonistas, precisamente los que menos posibilidad tienen de tomar distancia de sí mismos.
Al día siguiente de mi regreso, la Asociación Argentina de Editores le entregó a la revista Noticias el premio a la Libertad de Expresión porque “nunca dejó de editorializar con sus tapas sin temor a enfrentarse con los poderes de turno”. Veja y Noticias reciben en sus países los mismos reconocimientos, pero también la misma incomprensión de quienes son criticados: “¿Por qué están en contra de todos los gobiernos?”, “¿no hay nada bueno que merezca elogio?”, “¿cómo puede ser que todos los gobiernos sean malos?”. Claro que todos los gobiernos tienen aciertos y aspectos elogiables, pero el papel del periodismo no es el de ser juez, sino el de ser fiscal. La opinión pública es quien juzga y la que, con su elección de determinados periodistas o medios, asigna a algunos la misión de ser el “perro guardián”: en Estados Unidos, se llama watch-dog journalism al periodismo independiente.
¿Qué utilidad tiene, para la sociedad, un grupo de personas que siempre realice contratesis? Parte de lo que expuse en Brasil sirve para responder a esa pregunta. Cité al psicólogo Irving Janis, quien hace varias décadas explicó detalladamente que el “pensamiento de grupo” hace que cada miembro de una agrupación adecue su opinión a la que él cree que es el consenso de ésta. La psicología cognitiva definió como “teorías de conformidad” a la tendencia a sentirse desanimado de actuar en contra de la inclinación del resto del grupo. La retroalimentación producida por una línea de pensamiento que nadie se atreva a desafiar lleva a la exageración de su empleo y, aun partiendo de premisas correctas, termina degradada por sobreactuación.
Los paradigmas son una forma de disciplinamiento del pensamiento grupal. El paradigma es una cosmovisión, un conjunto de experiencias, creencias y valores que afectan la forma en que un individuo percibe la realidad, y la forma en que responde a esa percepción. Los paradigmas dominantes son compartidos por el trasfondo cultural de la comunidad y por el contexto histórico del momento; por eso, en los 90 los economistas parecían todos monetaristas de la escuela de Chicago y hoy parecen todos keynesianos, sin ser nunca verdaderamente ninguna de las dos cosas.
Un paradigma es también un arquetipo, concepto que usó el discípulo de Freud, Jung, para definir el subconsciente colectivo. Y podría decirse que paradigma es lo que se piensa sobre algo antes de pensarlo; en parte, un preconcepto.
Los gobiernos siempre representan el paradigma dominante; por eso son gobiernos: los votó la mayoría, a la que pudieron convencer de que su forma de ver la realidad es la mejor. El filósofo de la ciencia más importante del siglo XX, Thomas Kuhn, definió al paradigma como “una constelación de creencias, valores y técnicas compartidos por los miembros de una determinada comunidad”, lo que condiciona qué tipo de ideas eran concebibles en un momento específico y de qué tipo de estrategias y opciones intelectuales disponían las personas durante cierto período.
El paradigma es un modelo. Una vez impuesto, los individuos se acostumbran a esa perspectiva, y todo el que se aleje de ella tiende a ser rechazado. Por eso, el paradigma prevalente es el mayor enemigo del nuevo paradigma y se sustituyen disruptivamente unos a otros: las privatizaciones son la panacea; luego, la estatización es la salvación. O: viva la jubilación privada, mueran las AFJP.
Es allí donde el periodismo cumple su papel contracíclico y balanceador. Aun con errores y equivocaciones, su aporte es terapéutico para la sociedad, porque la ayuda a escapar del pensamiento único.
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