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martes, 3 de julio de 2012
¿Podrá China salvar al mundo?
Por Jorge Oviedo | LA NACION
Europa parece no lograr salir de un escenario mayoritariamente recesivo y los Estados Unidos crecen poco. ¿De dónde saldrá el crecimiento que se necesita para que el mundo no vuelva a la Gran Recesión de 2008 y 2009? Una solución posible es que China aumente su consumo interno y así mantenga sus altos niveles de demanda de materias primas, lo que beneficiaría mucho a los países productores, como la Argentina.
¿Es posible? Sí, en teoría. Pero hay opiniones diversas acerca de una maniobra así. En primer lugar, porque ya la usaron en 2008 y 2009. Los chinos lograron mantener el crecimiento, pero hay quienes creen que se acumularon muchos desequilibrios e inconsistencias. ¿Como en la Argentina?
Los más pesimistas creen que los malos créditos dados para sostener la actividad pueden llevar a una crisis financiera. Los más moderados dicen que eso se evitará, pero que China necesita crecer fuertemente para evitar esa crisis de malos créditos y también la acumulación de tensiones sociales. El riesgo es disparar la inflación. ¿Otra similitud con la Argentina?
El problema es que China quiere, por supuesto, salvar su crecimiento económico y su estabilidad social, y al resto del planeta le vendría bien, de paso, que también lo rescatara.
¿Podrá? Tiene una economía grande y un mercado interno potencial enorme, pero ¿alcanza con eso?
Uno de los problemas es que los chinos no son propensos al gasto. Más bien, son increíblemente ahorrativos. El prestigioso economista argentino Guillermo Calvo, director del Instituto de Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia, tiene algunas precisiones.
"Los chinos ahorran el 50% del producto bruto, es una barbaridad; la gente ahorra tanto porque tiene terror a hacerse viejo, ya que la población cuenta con muy poco apoyo a pesar de que es un país comunista. Ahorran un montón por el terror a qué les va a pasar cuando ya no puedan trabajar."
Desde noviembre, China ha bajado dos veces los requerimientos de reservas a su sistema bancario, lo cual le deja más dinero disponible para prestar. El Banco Mundial calcula que las exportaciones del gigante de Asia pueden tener este año las menores tasas de crecimiento desde 2008, el año de la Gran Recesión.
Si los privados chinos no consumen e invierten más, puede hacerlo el Estado y así estimular la actividad. Pero vuelven a surgir las dudas, porque ya se hizo en 2008, y los resultados no fueron del todo buenos. Los más alarmistas dicen que se agravó el riesgo de una crisis financiera.
John Chambers, director ejecutivo y Chairman del Comité de Calificación de Riesgos Soberanos de Standard & Poor's, reconoce: "Los chinos, durante la recesión global, implementaron un gran estímulo fiscal a través de los gobiernos locales y sus plataformas de inversión. Esto fue financiado por bancos locales, entre otras cosas, lo que incrementó el crédito doméstico en un 30% del PBI, lo que es enorme".
Calvo asegura: "Les dieron crédito a las diferentes provincias y lo gastaron haciendo a veces ciudades que no se ocupan, proyectos que no sirven para nada, pero no pueden mejorar la salud. Cuando ellos redirigen la demanda hacia dentro, la oferta es muy inelástica, directamente le ponen presión a la poca oferta que hay, y eso les produce inflación". Y precisa: "La inflación para ellos es una mala palabra porque la han vivido: en los años 40 han tenido una inflación muy alta. Al pobre tipo que ahorró en los bancos a tasas de interés miserables, un poco de inflación le come todo. Ahí revienta el país, políticamente. A eso le tienen miedo. Además que ya vieron la película con la perestroika. Le tienen terror a la inflación; apenas la ven subir un poco, la paran, entonces no tienen mucho lugar para manejarse con la demanda interna".
Chambers cree que "dado el estado de desarrollo de China, hay todavía mucha obra pública que otorga una tasa positiva de ganancia; no todos son elefantes blancos. Si continúan creciendo a altas tasas de un dígito en términos reales, se puede costear el tener algunos malos préstamos. Creemos que el sistema financiero será capaz de absorber las futuras pérdidas".
En eso Calvo y Chambers coinciden. China necesita seguir creciendo bastante. Para evitar toda clase de problemas, desde los sociales hasta los financieros.
"El problema es que tienen una red de comercialización interna pésima. Yo lo pienso como una manzana podrida que tiene una cáscara muy sana. Ahí en la cáscara es donde han estado produciendo. Adentro no tienen nada, es una economía totalmente primitiva. Ellos consideran que tasas de crecimiento de menos del 6% les traen serios problemas políticos internos. Han bajado un poco, pero todavía están arriba. Ese es el signo de pregunta serio. Si China no mantiene el sistema, entramos en una vuelta donde nosotros, en el Sur, vamos a sufrir. No es seguro por el momento, pero está medio en la cuerda floja", dice Calvo.
Chambers concede que "una segunda recesión global sería muy difícil de sobrellevar", aunque aclara: "Creo, sin embargo, que tienen margen para maniobrar ciertamente en el sector externo, así también como en el fiscal".
Calvo explica: "Mirando de acá para adelante, las chances de seguir creciendo, para ellos depende mucho de la comercialización con nosotros y, obviamente, para nosotros también, entonces por ahí se arma la cadena. La cuestión es si esta recesión en el norte y noroeste del mundo no va a bajar la tasa de crecimiento a niveles que les cree ya problemas serios".
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domingo, 1 de julio de 2012
El remedio K es romper el termómetro
Por Aldo Abram | Para LA NACION
Algunos funcionarios minimizaron el alza del tipo de cambio "paralelo" por su poca operatoria relativa. Es como si uno mirara el termómetro con el que acaba de medir la temperatura del paciente y, como marca 40 grados, lo rompe; porque ¿a quién le importa un pequeño termómetro?
No es la primera vez que el kirchnerismo decide que el mejor remedio es romper el termómetro. A partir de 2007, lo hizo con el Indec y, desde entonces, la inflación es de un dígito; la pobreza y la indigencia están en los niveles de los países desarrollados y, en 2011, crecimos a "tasas chinas". Sería mejor que el gobierno comprendiera que el problema no es el termómetro, que señala la elevada temperatura que tiene el paciente. Al ignorar ese indicador, corremos serios riesgos de que el enfermo se agrave por no recetarle los "remedios" adecuados.
Es un error diagnosticar una "fiebre del dólar" y recomendar la "desdolarización" como solución. En realidad, no es que los argentinos se hayan vuelto locos por tener "billetitos verdes", porque es el color de moda. Lo que sucede es que residentes y extranjeros están huyendo de los pesos y de todo lo que tenga riesgo argentino, para lo cual demandan activos externos.
Entonces, el remedio es recuperar la confianza en el peso y en el futuro del país. Sin embargo, todas las restricciones y controles a la compra de divisas, todas las medidas tendientes a obligar a los argentinos a demandar moneda local, lo único que generan son más incertidumbre y temor. Se interpreta que el Gobierno no está dispuesto a hacer nada para que los atesoremos voluntariamente.
Hasta el tercer trimestre de 2011, nadie hubiera dudado de la capacidad del Banco Central (BCRA) de ejercer cierto manejo del mercado cambiario. Pero el corralito cambiario dejó claro que esa facultad se perdió. No es casualidad. Si bien el Gobierno ya financiaba su gasto con recursos del Central, durante 2010 y 2011, hizo abuso de esa posibilidad, quitándole solvencia y, por ende, capacidad de moderar la suba del valor local del dólar. Para recuperarla, solamente había que acotar el despilfarro motivado por los comicios y bajar la presión para emitir pesos.
Sin embargo, la respuesta fue reformar la Carta Orgánica del BCRA para eliminar o flexibilizar las restricciones vigentes para financiar al Gobierno. Queda claro, entonces, que el objetivo será hacer mayor uso, aún, del impuesto inflacionario para permitir que el gasto público siga creciendo en exceso. Para lograrlo es necesario forzar al máximo a los argentinos a atesorar pesos, que es la base imponible de dicho tributo. Conclusión: hay que olvidarse de que los controles cambiarios se vayan a revertir mientras esta estrategia persista.
Así es como el BCRA excluyó del mercado oficial a la mayor parte de los compradores particulares y empresas para comprar reservas a un precio más barato, con emisión. Estas divisas se transfieren al Gobierno, lo mismo que una gran cantidad en moneda nacional. Como la gente no demanda tantos pesos y, mucho menos, sabiendo que no pueden cambiarse libremente por otras divisas, el resultado es una caída en su valor. En una palabra, no es que el "dólar libre" sube, es que el peso baja y seguirá siempre que la medida que la actual política continúe. Sin embargo, como el BCRA querrá acotar lo que paga por las reservas, el resultado será una brecha creciente con la cotización oficial, además de una creciente inflación.
HISTORIA REPETIDA
En los últimos 60 años, la Argentina implementó controles cambiarios más de una decena de veces y todas terminaron mal. No es raro que los argentinos dejemos de consumir y de invertir. Para colmo, los exportadores perdieron competitividad como consecuencia de las trabas a las importaciones que los obligan a mantener mayores stocks de los necesarios y/o comprar insumos locales de peor calidad y mayor precio.
Además, por el control de cambios, cobran por las divisas que traen un menor valor del que justifica la depreciación del peso; lo que se transforma en una retención sobre sus ingresos. No es que el "mundo se nos cae encima", sino que las erradas políticas oficiales aplastan la producción al bajar la demanda interna y las posibilidades de vender al exterior; lo que se nota en los "termómetros" económicos.
Si comprendemos el origen del problema podemos evitar repetir las recurrentes crisis argentinas. Lo antes posible, hay que establecer una estrategia para volver a un mercado único y libre de cambio, disminuyendo el crecimiento de las erogaciones del Estado, para permitir que baje el ritmo de emisión para financiarlo. Además, el BCRA debe contraer la oferta monetaria excedente usando, razonablemente, los instrumentos con los que cuenta.
Habrá que acelerar la suba del tipo de cambio "oficial"; pero cabe tener en cuenta que el "salto" necesario para unificar los mercados será mayor cuanto más se demore en resolver este problema. Un tema que puede bajar muchísimo el "costo" de salida es mostrar voluntad de rever las políticas intervencionistas y estatistas que han diluido la seguridad jurídica en el país. Esto podría incrementar la demanda de activos locales, moderando la presión sobre el mercado cambiario.
domingo, 10 de junio de 2012
Quiénes suenan detrás de las cacerolas
El ruido de las cacerolas me producía rabia e insomnio. Un banco se había quedado con mis ahorros, pero esa impotencia no alcanzaba para disipar mi bronca: no podía creer que nuestra veleidosa clase media saliera a la calle parar reclamar por el bolsillo cuando tantas veces había callado frente a la corrupción, los atropellos, la pobreza y tantas otras cosas graves que venían sucediendo desde hacía más diez años en la Argentina. Yo también releía en 2001 la vieja y ajada edición de El medio pelo de Arturo Jauretche, que había editado Peña Lillo. Hoy me avergüenza un poco haber incomprendido aquella protesta social contra el corralito. Los cacerolazos de estos días, cuando no caen en fascismos (como las agresiones perpetradas contra periodistas del canal oficial), son expresiones legítimas: los ciudadanos tienen derecho a patalear si el Estado les impide repentinamente buscar refugio frente a la galopante inflación que el mismo Estado generó. Me habría gustado, sin embargo, que estos mismos cacerolistas hubieran salido mucho antes a la calle para repudiar la manipulación de la justicia, la corrupción, la pobreza en un país que creció a tasas chinas, el avasallamiento de las instituciones y tantas otras cosas graves que vienen sucediendo desde hace nueve años en la Argentina. Los intelectuales del kirchnerismo, que ahora sienten repugnancia frente a las cacerolas, también guardaron silencio sobre estos pecados mortales de la política.
La reacción de muchos de esos pensadores mediáticos del Gobierno careció de sutilezas e incluso frecuentó el malentendido en estos días. Buscó demonizar a la clase media, como si el asunto del dólar fuera una mera tilinguería, y el cepo cambiario dañara a una porción muy chica de la comunidad: sólo a la más pudiente. Es obvio que la propia Cristina Kirchner no los acompañó en esa caracterización. La magnitud del problema quedó oficializada esta semana cuando la mismísima Presidenta ordenó a los ministros que pesificaran, a su imagen y semejanza, sus ahorros en dólares. Nadie hace eso por un capricho de minorías.
El cepo generó enorme desconfianza en la economía, paralizó la compraventa de casas y departamentos, puso nerviosos a miles de empleados inmobiliarios y, lo más importante, frenó en seco muchísimos proyectos de edificación y urbanización en la Capital y el Gran Buenos Aires, donde es tradición que esa actividad se encuentre dolarizada. Al no haber financiamiento, los constructores no construyen. En pocos meses, miles y miles de albañiles podrían no tener trabajo. Y a esto, por supuesto, habría que agregar el efecto de la desaceleración: en muchas provincias apenas pueden pagar los sueldos estatales y los medios aguinaldos; las obras públicas dejaron de ser prioridad. Las cajas están exhaustas y no pueden ser usadas en los momentos en que más se las necesita. No se puede hacer keynesianismo después de un despilfarro. El asunto trae malos presagios: más albañiles sin empleo.
Es también la clase media la que impulsa el consumo, pilar fundamental del modelo. Cuando los pequeños burgueses advierten que no vendrán buenos tiempos, se retraen en sus compras. Amarrocan lo que pueden. Los miembros de las clases menos privilegiadas viven de los grandes y medianos consumidores. Y son blanco directo de la inflación, que no se ha detenido a pesar del enfriamiento económico. El consumo ya cayó un 2,4% en la canasta básica. Se entiende muy bien la preocupación que existe en el gabinete nacional por la situación de las villas de emergencia: allí el 90% es gente honrada y la mayoría de los hombres trabaja en el gremio de la construcción. Son los proletarios, los marginados, los descamisados quienes más sufren esta coyuntura. Aunque las cacerolas, ni siquiera tan populosas, suenen en la lejanía.
Desempolvar a Jauretche para burlarse de esa clase social puede llevar a un equívoco que aún rebota en nuestra memoria: el "impuestazo" de la Alianza. "No vamos a tocar a los que menos tienen", fue la consigna. Tocaron entonces a los que podían ahorrar y consumir. El resultado no tardó en sentirse, y con rigor. Los afectados dejaron de comprar, los comercios suspendieron a empleados, las fábricas bajaron la producción y echaron a los operarios, y la espiral de la recesión fue acentuándose. La teoría del derrame es imperfecta en las ganancias, pero es inexorable y letal en las pérdidas.
Hay en todas esas elucubraciones ilustradas un sesgo paradójicamente pequeño burgués. Una mirada distorsionada y prejuiciosa sobre la propia clase media y también sobre los segmentos más humildes. Eso se ve dramáticamente en el caso de la inseguridad, principal preocupación de la sociedad argentina. El orden, escriben algunos intelectuales progresistas, es una preocupación de la derecha. Por lo tanto, un gobierno progresista puede desatender ese flanco. Ningún sector es más duramente golpeado por la delincuencia que la clase trabajadora, y los gobiernos marxistas han sido implacables en su búsqueda de una sociedad segura.
Consumo, construcción, empleo, seguridad. Esas palabras no son de izquierda ni de derecha. Son palabras dictadas por la realidad más pura. Salvo en la política de seguridad, donde fracasó estrepitosamente, el kirchnerismo fue exitoso por ser realista y por no ignorar esos vocablos. Tengo fe en que esta vez no será la excepción. De lo contrario, pronto diremos, tristemente: "Qué bien estábamos cuando creíamos que estábamos mal".
sábado, 9 de junio de 2012
El final de la ilusión
Por Jorge Oviedo | LA NACION
Hasta 2011, el Gobierno logró evitar que gran parte de la población lograra escapar de la inflación, ya que sus ingresos subían más que el promedio de los precios. Era una estrategia insostenible y que, para colmo, no alcanza a cubrir a los más vulnerables, pero, en términos electorales y de construcción de expectativas, le dio enormes resultados.
Pero las mayorías esperaban que el proceso continuara y que resultaran alcanzados aquellos a quienes no les llegaban todas las ventajas. Algo económicamente imposible.
En un escenario recesivo, en el que el Gobierno tiene cada vez menos dinero, la actividad privada tampoco ayuda. Y, para colmo de males, la inflación continúa. El deterioro es cada vez más serio.
Quienes no recibían nada y pasaron a cobrar la Asignación Universal por Hijo, por ejemplo, tuvieron un enorme alivio. Y esa sensación puede haber persistido aunque por la suba de los precios cada vez rindiera menos. Pero la situación era mejor respecto de cuando no se tenía nada. Y estaba la esperanza de recibir una actualización.
Pero, ahora, los montos han sido casi completamente licuados y no hay en el horizonte mayores partidas y, con la economía planchada, cualquier otra fuente de ingreso familiar también se resiente.
El ajuste general de la economía siempre funciona más o menos igual. En un país o en una familia. Caen muy fuerte las inversiones, las compras de equipos, las obras, los gastos suntuarios. Y cae mucho menos el consumo de cosas indispensables, como alimentos. Es por eso que muchos dicen que no ven recesión porque los supermercados siguen llenos de clientes. La alimentación es lo último que se resigna. Y, de hecho, los sectores con más recursos pueden dejar de comer en restaurantes y cocinar en casa para bajar gastos. E incluso hasta pueden dejar de ahorrar o hasta consumir ahorros para pasar malos momentos sin sacrificar lo que jamás debería sacrificarse.
Pero para las personas de menores ingresos, el ajuste es feroz e inmediato. Los menos favorecidos dedican el ciento por ciento de su gasto a cosas indispensables. Los más pobres, a alimentos, y los jubilados menos pudientes agregan medicamentos a la lista. ¿Dónde está lo que se puede recortar sin gran sufrimiento? Es entre todos ellos que, por ejemplo, se genera terror cuando se habla de aumentar las tarifas del transporte público, como lo mostraron en el verano las larguísimas colas para conseguir la SUBE. Y entonces la desaceleración económica era mucho menos intensa que la actual. La recesión sólo acelera y profundiza un proceso que ya ocurría. Para colmo, el Gobierno no logra que ni siquiera con un escenario recesivo se detenga el aumento del costo de vida.
Las cifras son alarmantes y muestran que no existe ninguna política social exitosa si campea la alta inflación. El grave problema es que es el Gobierno el que no lo entiende y no sólo no encara la solución, sino que hasta agrava el cuadro.
En 2011 hubo campañas crueles llevadas a cabo por punteros políticos que advertían a los pobres que si no votaban por el Gobierno perderían sus subsidios, jubilaciones y asignaciones. Votaron por Cristina Kirchner y ahora la inflación los está dejando sin aquello que, con legítimo derecho, quisieron defender.
jueves, 31 de mayo de 2012
Qué hay detrás del "corralito verde"
Por Luis Majul | LA NACION
Por qué el Gobierno pone cada vez más restricciones a la compra de dólares y a las operaciones que habitualmente se hacen con la moneda norteamericana? Responde un economista heterodoxo, no kirchnerista, que hasta marzo era muy optimista con el futuro de la economía argentina en general, y que ahora sostiene que esto es un "desbarajuste" del que va a ser muy difícil salir sin costo. "Más allá de que yo considero que se trata de una decisión errada, la Presidenta lo hace porque Guillermo Moreno se lo vendió como un instrumento apto para tratar de frenar el precio del dólar y así morigerar el aumento del costo de vida y la inflación en dólares", dice. ¿Y por qué cree usted que es una medida inadecuada? "Porque ya demostró su ineficacia largamente. El Gobierno lo viene intentando desde 2007. Decidió mantener el tipo de cambio bajo pero no le sirvió para desacelerar el proceso inflacionario. La manipulación del índice de precios oficial es la evidencia más clara de que esa política fracasó."
¿Y qué supone que puede pasar, entonces, a partir de ahora? "Hay tres escenarios posibles: uno es la continuidad de las restricciones y, para mí, sería desastroso. Nos llevaría a la tablita cambiaria de [José Alfredo] Martínez de Hoz y terminaríamos como terminó el país en la época de [Lorenzo] Sigaut, con el ministro gritando: «El que apuesta al dólar pierde», en el medio de una profunda recesión y una altísima inflación. Otro sería la salida ortodoxa, muy parecida a la de 2002, cuando el dólar llegó a 4 pesos pero terminó, a fin de año, cerca de 2,80 pesos, una vez que el mercado comprendió que la política económica sería expansiva y que el Banco Central no dejaría que la moneda norteamericana se disparara más allá de tres pesos. Esto significaría aflojar las restricciones y dejar subir el dólar hasta una cifra controlable, por encima de 5, pero lejos de 6 pesos."
¿Y el tercer escenario? "Es uno intermedio, con un tipo de cambio desdoblado. Uno para el campo, con un precio muy cercano al dólar oficial, de más o menos 4,50 pesos, y otro dólar «industrial», que hoy podríamos ubicar en 5,50 pesos. Eso le permitiría al Central absorber muchos millones de dólares, por la diferencia que podría hacer entre la compra y la venta. Sería como una 125, pero a través del desdoblamiento cambiario." ¿Y qué supone usted que hará el Gobierno? "Si me dejo llevar por los antecedentes inmediatos, creo que profundizará las restricciones y provocará todavía más desaceleración económica."
El economista, responsable de uno de los bancos más importantes de la Argentina y hombre de consulta tanto de Mauricio Macri como de colegas que reportan a la presidenta Cristina Fernández, dio una cifra sobre uno de los aspectos de la economía que le preocupan más. "Nuestros números indican que la inversión directa, desde mayo del año pasado al mismo mes de este año, registró una baja del 16 por ciento. Eso prenuncia una señal de alarma en la economía, en general."
¿Y qué opina del estado policial que se está generando con las restricciones a la compra de moneda extranjera para viajes al exterior, operaciones inmobiliarias y las transacciones con el dólar, en general? "No me preocupa tanto eso como la incertidumbre que tiene la mayoría de la sociedad, desde los grandes empresarios hasta el pequeño ahorrista, sobre qué hacer con el dinero que tenían o tienen apartado para atesorar o para no perder el valor de la moneda", me explicó.
¿Qué haría usted si fuera un pequeño ahorrista?, le pregunté. "No tengo la menor idea. Colocar los pesos a plazo fijo no sería un buen negocio, porque la inflación los está desvalorizando cada vez más rápido. Comprar dólares no se puede. El excedente de los pequeños ahorristas ya no alcanza para cambiar otra vez el auto y comprarse un nuevo plasma, porque los salarios ya no están acompañando el costo de vida. Si yo fuera un pequeño ahorrista estaría gastando mis ingresos en alimentos y en el pago de los impuestos y los servicios."
El economista no quiso opinar sobre las declaraciones del senador nacional Aníbal Fernández, quien recomendó a los argentinos que empiecen a pensar en pesos y se olviden de hacerlo en dólares. Sólo se limitó a repetir que en nuestro país mucha gente ahorra en dólares no porque ame el sistema de vida norteamericano, sino porque no confía en la moneda argentina como un instrumento adecuado para conservar el valor de sus bienes. De cualquier manera, es interesante analizar por qué un gobierno que defiende con tanta convicción la libertad para elegir el sexo, la identidad de género y otros derechos civiles, funciona al mismo tiempo como un gendarme de frontera cuando un individuo trata de decidir qué hacer con el dinero que se ganó de manera lícita. Durante los últimos años, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, el vicepresidente Amado Boudou y el responsable de la Administración Federal de Ingresos Públicos, Ricardo Echegaray, eligieron, entre otras opciones, la divisa estadounidense para no desvalorizar su patrimonio y nadie puso el grito en el cielo por eso. Por otra parte, es evidente que las restricciones sobre la compra de dólares operan, de manera directa, sobre un mercado muy pequeño, y eso le daría la razón al Gobierno cuando sostiene que no se trata, todavía, de un problema enorme, sino de un hecho que está siendo potenciado por quienes pretenden que "al país le vaya mal". Pero esto no impide reconocer, al mismo tiempo, que las sospechas sobre la existencia de problemas más serios en la economía estén alcanzando no sólo a los inversores más sofisticados, sino también al ama de casa, los encargados de los edificios y los choferes de taxis, que se informan no sólo por los medios de comunicación, sino también a través "de la calle".
Periodistas especializados en economía que simpatizan con este gobierno no se atreven, todavía, a cuestionar el paquete de medidas a las que el controvertido ex ministro de Economía Domingo Cavallo llamó "corralito verde". Por ahora sólo destacan los evidentes problemas de comunicación, que incluyen idas y venidas, conferencias de prensa que no son tales y resoluciones imposibles de comprender aun para los sectores directamente afectados. Esta semana le volvieron a sugerir a la Presidenta que no siga hablando del dólar, porque no sólo iba a potenciar la preocupación de los argentinos, sino que iba a afectar su propia credibilidad. El relato oficial podrá insistir en que la inflación anual de los últimos cinco años no superó los dos dígitos, pero ahí están las paritarias del año pasado para poner las cosas en su lugar. Los funcionarios podrán argumentar que la moneda nacional mantiene su valor, pero la existencia de billetes viejos y en muy malas condiciones que inundan el mercado lo desmiente día tras día. También lo desmiente la creciente cantidad de billetes que se necesitan para llenar la góndola del supermercado o el almacén, que, como se sabe, no es una operación de los medios ni una decisión "gorila" o propia de "cipayos".
© La Nacion
miércoles, 30 de mayo de 2012
El acceso a la vivienda, para pocos
Un tercio de las familias argentinas habitan en viviendas precarias, ya sea por los materiales con las que están construidas o por la falta de servicios básicos, como agua potable, cloacas o electricidad. Se trata de datos oficiales de la Argentina que ha recabado el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en un nuevo estudio sobre la vivienda en la región.
El índice de casas inadecuadas del país (32 por ciento) es levemente inferior al latinoamericano (36 por ciento) y a los de México (34 por ciento) y Brasil (33 por ciento). Mejores resultados se hallan en Costa Rica (18 por ciento), Chile (23 por ciento), Uruguay (26 por ciento) y Venezuela (29 por ciento).
El coordinador del documento, César Bouillon, opina que la solución al problema regional requiere que "el mercado de vivienda funcione bien y ofrezca soluciones adecuadas y accesibles, con título de propiedad y acceso a servicios básicos, para que la gente no tenga que vivir en zonas marginales o en otros tipos de vivienda informal".
Casi dos millones de las tres millones de familias que se forman cada año en ciudades latinoamericanas se ven obligadas a instalarse en casas precarias, como en asentamientos, por la oferta insuficiente de unidades adecuadas y económicas.
El 67 por ciento de las familias de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires carecen de los recursos como para acceder a una casa propia. A partir de los datos de las más recientes encuestas de hogares en la región, el estudio mide la capacidad de las familias en 41 ciudades para comprar directamente o cumplir los requisitos para postularse a un crédito hipotecario para una vivienda construida según los códigos de construcción en terrenos legalmente parcelados y urbanizados.
"Un número importante de familias está marginado del mercado de la vivienda formal por causas como bajos ingresos, insuficiente oferta de terrenos adecuados, ausencia de crédito o escasa inversión en viviendas accesibles", comenta Bouillon. "Hay una tremenda demanda de viviendas formales para familias en la base de la pirámide, un sector mal atendido por el mercado de la vivienda y los programas de gobierno", añade Bouillon, cuyo informe advierte que en promedio los planes oficiales de vivienda en América latina deberían septuplicar su presupuesto para que ninguna persona viva en casas precarias.
Por eso aboga por diversas soluciones, entre las que se incluye el fomento del crédito hipotecario y del alquiler (en la Argentina alquila sólo el 16,8 por ciento de la población, frente al 28 por ciento en la eurozona), el incentivo al uso de materiales de construcción más baratos (casas prefabricadas, en lugar de cemento y ladrillo) y los cambios en la regulación del suelo, que en casos como el Gran Buenos Aires favorecen más la radicación de barrios suburbanos de clases altas y medias y dejan a un lado las necesidades de los que menos tienen.
El área metropolitana es una de las ciudades donde menos familias pueden llegar a la casa propia. Sólo en pocos casos, como Caracas o La Paz, la situación es peor, y entre el 70 y el 80 por ciento no disponen de los fondos necesarios. En Mendoza y Rosario, este indicador cae al 48 por ciento; en Tucumán, al 47 por ciento, y en Córdoba, al 46 por ciento.
Sucede que la Capital y el Gran Buenos Aires constituyen la segunda ciudad latinoamericana (dentro de las evaluadas, que son las más importantes) donde más cara cuesta una vivienda barata promedio en el mercado: unos 44.228 dólares, frente a 54.054 de Caracas. Para conseguir esa plata, una persona promedio debe trabajar durante 45 meses.
En cambio, en San Pablo la más económica vale 38.946 dólares y se necesitan 23 salarios para adquirirla, y en México, 19.697 dólares y 16 meses de trabajo. La ciudad más barata para el mercado inmobiliario es La Paz, con 10.983 dólares, y donde menos meses de trabajo se requieren para conseguir una casa es en Bogotá (diez).
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lunes, 28 de mayo de 2012
"El gobierno nacional es el mayor beneficiado"
Por Darío Palavecino | LA NACION
TANDIL.- El posible "decretazo" del gobernador Daniel Scioli para aplicar el revalúo inmobiliario rural ya sacude a los productores de la provincia. El rechazo se cristalizó en asambleas y hay expectativas de medidas de mayor alcance.
"El impacto será tremendo, porque no somos un sector formador de precios y no podemos trasladar los mayores costos al producto. Sólo nos queda absorberlos con las correspondientes consecuencias", advirtieron Angel Redolatti y Marcelo Mac Lean, productores rurales de Tandil que han trabajado sobre planillas y modelos para demostrar a sus pares la nueva valuación fiscal de sus tierras.
Propietarios y arrendatarios de campos tienen en claro que el proyecto trabado en la Cámara de Diputados no tiene como principal beneficiario a las arcas del Estado provincial, sino principalmente la caja del gobierno nacional. Calculan que la administración bonaerense recaudará de $ 400 millones a 450 millones por el impuesto inmobiliario, pero la Nación recaudará más por cargas impositivas vinculadas al patrimonio, como bienes personales y ganancia mínima presunta.
"En las localidades más pequeñas, el productor reducirá su consumo, y el comercio y los servicios recaudarán menos, lo que se traducirá en menor recaudación para municipios y la provincia", dijo Redolatti. "Es un sistema perverso", agregó.
Mac Lean, que arrienda tierras en Tandil y Pila, explicó que el gran problema para el productor es la imprevisibilidad. "De la noche a la mañana nos cambian todo", afirmó. Planteó, además, que los campos son bienes de uso y que "lo lógico sería que se tribute sobre la producción".
Al analizar eventuales aumentos en campos de 50 y de 245 hectáreas en Tandil, explicaron que, en el primer caso, un arrendatario que pagaba $ 2874, afrontará un costo de $ 5451. Si fuera propietario, abonaría $ 7895. Para el segundo ejemplo, quien arrienda paga $ 13.036 y sus costos por el impuesto inmobiliario subirían a más de $ 48.000. Si fuera dueño, el impuesto llegaría a $ 71.774.
Mac Lean afirmó que el Estado viene aplicando aumentos desde 2006 y que el último, en marzo, fue del 36 por ciento. "Si esto se aplica tal como pide el gobierno, habrá un efecto cascada muy negativo sobre los pueblos del interior", dijo Redolatti.
Productor en Balcarce, Javier Mackrey contó a LA NACION que allí hay previstas subas de impuesto inmobiliario que llegan al 980 por ciento. Y destacó que los arrendatarios también sentirán el impacto. "El dueño del campo no querrá afrontar solo semejante costo y buscará trasladarlos a su cliente", arriesgó.
Mackrey, también contador público, considera ilógico focalizar la búsqueda de recaudación con un impuesto a la tierra desde lo inmobiliario. Recordó que el productor no se dedica a la compra y venta de campos, sino a agricultura o ganadería. "Lo correcto es que se grave y se pague por lo que se produce", aclaró.
Fermín Echeverría, titular de la Sociedad Rural de Balcarce, destacó que son periódicas las asambleas de productores. "Empiezan a tomar dimensión apenas trabajamos sobre casos concretos", dijo.
Entre los productores, ya hay voces que reclaman protestas y medidas de fuerza si el impuesto se cristaliza. Muchos aún no se comprometen y fueron invitados a sumarse a las reuniones para aportar ideas y buscar un proyecto alternativo. "Les pedimos que se preocupen ahora y no cuando el impuesto tenga ya nuevos valores, porque entonces será demasiado tarde", advirtió Echeverría.
domingo, 27 de mayo de 2012
El reto de Europa es ser más productiva para crecer
Por Kemal Dervis | Para LA NACION
La crisis de la eurozona se desarrolló principalmente como una crisis de deuda soberana que, en su mayor parte, afectó a países de la periferia meridional de Europa. Estos países se encontraron con que para emitir bonos soberanos debían pagar tasas de interés que por momentos llegaron al 6 o 7%, en el caso de Italia y España, o a valores todavía más altos para otros países. Como los bancos de la eurozona tienen una parte importante de sus carteras de activos constituidas por bonos de países de la eurozona, la crisis de deuda soberana se convirtió en una crisis bancaria en potencia, agravada por el hecho de que los bancos ya habían sufrido otras pérdidas originadas, por ejemplo, en el derrumbe de los precios inmobiliarios en España. De modo que uno de los desafíos más importantes que es preciso encarar para resolver la crisis de la eurozona es reducir la carga de la deuda para los países del sur de Europa.
La variación del peso de la deuda de un país refleja la relación entre el volumen del saldo fiscal primario (el saldo una vez deducido el pago de intereses) y el PBI, así como la diferencia entre el costo de tomar prestado y la tasa de crecimiento del PBI. Cuando la diferencia entre el costo de financiación y el crecimiento se torna demasiado grande, el superávit fiscal primario que se necesita para evitar que la deuda siga creciendo se hace inalcanzable. En la práctica, se prevé que el crecimiento de los países del sur de Europa será próximo a cero o incluso negativo durante los dos próximos años, y aún después de eso, no se espera que supere un 2 o 3 por ciento.
Los titulares de prensa no siempre dejan entreverlo, pero una causa subyacente de la crisis de la eurozona (y que ahora también es un obstáculo para el crecimiento del Sur) ha sido la divergencia que se creó entre los costos de producción de los países periféricos, notablemente los del "Sur" (en concreto, Grecia, España, Italia y Portugal), y los del "Norte" (para simplificar, Alemania); divergencia que se desarrolló durante la primera década que siguió a la introducción del euro. Entre 2000 y 2010, el costo laboral unitario en los países del Sur aumentó un 36%, 28%, 30% y 25%, respectivamente, mientras que en Alemania ese aumento fue inferior al 5%. Esto produjo para fines de 2010 una divergencia acumulada de más del 30% en relación con Grecia y más del 20% para Portugal, Italia y España.
El costo laboral unitario se relaciona con el nivel salarial y con la productividad, de modo que un aumento de la productividad puede compensar un aumento de los salarios. Entre 2000 y 2010, no hubo grandes diferencias de productividad entre los países del norte y los del sur de Europa: de hecho, la tasa anual media de crecimiento de la productividad fue mayor en Grecia (1%) que en Alemania (0,7%). Pero en el Sur, el costo laboral creció a un ritmo mucho más veloz; esto produjo un aumento del diferencial de costos, que mientras la unión monetaria siga existiendo, no se podrá resolver con una devaluación.
En tanto y en cuanto esta divergencia interna se mantenga, no habrá una solución completa de la crisis del euro, porque el déficit de cuenta corriente, la falta de crecimiento o ambas cosas a la vez seguirán acosando a los países del sur de Europa, lo que perpetuará los temores relacionados con la deuda pública y la situación de la banca comercial.
En este contexto, el aumento de la productividad (sea por medio de avances técnicos, mejor asignación de los recursos o mayor inversión productiva) es para las economías del sur de Europa una variable tan importante como lo es la contención salarial. De hecho, es previsible que una deflación salarial excesiva tenga efectos negativos sobre la productividad, ya que probablemente acelerará la emigración de mano de obra calificada; y la combinación de austeridad extrema, deflación de precios y altos niveles de desempleo (con el consiguiente riesgo de tensión social) no es precisamente la mejor manera de fomentar las inversiones, la innovación o la movilidad de la fuerza laboral.
Si bien la reducción del nivel de empleo es un modo de impulsar la productividad, implica altos costos macroeconómicos en términos de pérdida de ingresos y aumento del gasto social. Sin olvidar lo más importante: ninguna política económica debería destruir la confianza de las sociedades en sí mismas, porque eso que los economistas llaman "espíritus animales" [las motivaciones y expectativas emocionales] debe ser tal que permita a la gente abrigar esperanzas respecto de su futuro.
Por todo lo dicho, tanto el exceso de austeridad como la deflación podrían ser contraproducentes y hacer que las "reformas" necesarias para aumentar la competitividad de los países del sur de Europa sean imposibles de implementar. La solución correcta habrá de combinar un grado razonable de contención salarial y tasas de inflación bajas (pero no negativas), junto con políticas microeconómicas que alienten el aumento de la productividad.
Una gran posibilidad que tiene implícito un gran desafío
Por Carlos Pagni | LA NACION
Los estudiosos de la economía internacional señalan, en la senda de la Agencia Internacional de Energía (AIE), que la humanidad ha entrado en la "edad de oro del gas". Se refieren a que la oferta de ese combustible se ha ampliado en 186 billones de metros cúbicos, gracias al desarrollo de una nueva tecnología: la fractura de grandes formaciones de roca madre mediante la utilización de gigantescas masas de agua. Con ese procedimiento se obtiene un nuevo producto, el gas de esquisto ( shale gas ).
Para el columnista del Financial Times Martin Wolf la aparición de estas nuevas cuencas de gas impactará sobre la economía mundial más que la disolución de la eurozona. "La nuestra es una civilización basada en los suministros baratos de energía comercial", recuerda.
La Argentina tiene una ventaja inestimable para incorporarse a esta nueva escena. La AIE determinó que posee el tercer reservorio mundial de gas de esquisto, después de China y los Estados Unidos. El 11,7% de los recursos del planeta está encerrado en subsuelo argentino, sobre todo en los grandes yacimientos de Vaca Muerta y Los Molles, en Neuquén.
A esta provincia se le abre un horizonte extraordinario. Si se explotaran esos yacimientos con una intensidad de 1500 pozos por año -lo que significa invertir U$S 15.000 millones, el equivalente a una YPF, cada 365 días-, cuadruplicaría su PBI y duplicaría su población en una década.
Sería, sin embargo, un error pensar que este patrimonio gasífero garantiza un salto en el desarrollo del país. Los recursos naturales no constituyen la clave de la riqueza.
La nueva fuente de energía requiere para ponerse en valor de ciertas condiciones políticas. La más importante es un marco regulatorio estable para la inversión.
La explotación del gas no convencional demanda muchísimo más capital que la de los hidrocarburos clásicos. La Argentina está lejísimos de poseerlo. Y no es cierto que las empresas petroleras son indiferentes a la calidad del entorno político con tal de extraer su producto. Esa premisa rige para países en los que la existencia de ese producto está asegurada. No para aquellos que, como la Argentina, requieren de mucho dinero destinado a la exploración, con el riesgo que eso entraña.
El otro desafío consiste en producir esta nueva riqueza con el menor costo ambiental posible. La fractura de la roca madre demanda grandísimas cantidades de agua que se contamina con lubricantes. La explotación de los nuevos hidrocarburos desatará un debate sobre el equilibrio ecológico más intenso que el que hoy rodea a la minería. No es una controversia trivial para un país agropecuario, que depende muchísimo de las virtudes de su suelo.
El nuevo negocio energético plantea también un reto tecnológico y científico que obligará a las empresas argentinas a mejorar su diálogo con la industria de los Estados Unidos, que es donde más se ha avanzado en la explotación del gas de esquisto.
Liberia es un país riquísimo en recursos naturales. Pero el 90% de los liberianos en condiciones de trabajar está desempleado. A Suiza la pobreza de su suelo no le impidió un desarrollo envidiable. Su activo son las instituciones. Ninguna sociedad está condenada al éxito ni al fracaso. La revolución del gas abre para los argentinos una enorme posibilidad. Pero el gas de esquisto y los demás hidrocarburos no convencionales no conducen, por sí mismos, al progreso. Son sólo una esperanza. Conviene recordarlo en un país en el que, como lamentaba Julio Irazusta, el gran historiador nacionalista, "la riqueza conspira contra la grandeza"
Ante un punto de inflexión
Por Carlos Melconian | Para LA NACION
Cumplidos nueve años de gobierno, y a sólo seis meses de comenzado el tercer período, se tomaron un conjunto de decisiones de política y organización económica que marcan un antes y un después donde "nada volverá a ser como antes". Se cruzaron límites que son verdaderos puntos de inflexión.
El control de cambios, al que recurrió el Gobierno para frenar en octubre 52 meses de salida de capitales, llegó para quedarse y profundizarse. La reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, que legalizó el financiamiento al Tesoro con reservas y emisión y formalizó el impuesto inflacionario, es un camino de ida que inhibe y desmotiva políticamente cualquier tipo de disciplina presupuestaria. El control de la importación altera las bases de la organización productiva en pos de un hipotético y no menos traumático fomento de la producción local, a la que también le está generando problemas. La expropiación de YPF sienta un precendente negativo para hundir inversiones en el país.
Bajo esta lógica, estas medidas a nueve años de gobierno no son circunstanciales o anticíclicas para sortear una coyuntura adversa. Ni siquiera una respuesta extraordinaria para enfrentar turbulencias internacionales. Por el contrario, es la decisión oficial de prolongar la vida útil de un programa económico que ya dio todo lo que podía dar. Se trata de puntos de inflexión que alejan a la Argentina del "sentido común" no sólo internacional, sino también regional. La acercan cada vez más a lógicas setentistas y ochentistas.
En este contexto, la brecha cambiaria pasa a ser un dato estructural. Irá y vendrá, se agrandará y se achicará. No será de comportamiento lineal, pero la tendencia es de aumento. En un punto, hasta será independiente de más o menos divisas en el mercado de cambios entre un mes y el otro, y hasta de los pagos de la deuda pública en dólares que haga el Gobierno. Mercados y precios alternativos para la moneda tienen en estos modelos "vida propia". Los da la política macroeconómica y sus desvíos (fiscales, monetarios y de controles cambiarios).
Habrá que ver el grado de profundización respecto del camino actual con un control más duro aún, que genera simultáneamente atrasos adicionales del tipo de cambio oficial vs. los precios. Aceleramientos en el deslizamiento del dólar oficial sólo de modo circunstancial pueden acercar las brechas: de ningún modo esta eventual aceleración sustituye a una política económica integral. Llegado a esta instancia, se corre detrás de los hechos, viendo qué pasa y sin una hoja de ruta predefinida.
Así son estos escenarios para acostumbrarse a convivir con lo que hay. En esta coyuntura argentina en particular, para los mayores de 40 años es reentrenarse. Para los menores, aprender. Estos controles al atesoramiento, al pago de importaciones, a la remisión de utilidades, generan inevitablemente mercados alternativos y precios superiores. Es éste un modelo de brecha cambiaria que tardó algunos meses para instalarse, pero llegó para quedarse.
Sin perspectivas de cambio, la adaptación habrá que hacerla también a los efectos colaterales que se generan. Que no son gratuitos. Con el tiempo le ponen un piso más alto a la suba de precios y uno más bajo a la monetización de la economía en moneda local, son un escolllo insalvable para la inversión y se traba el consumo. La tasa de ahorro natural de la economía queda a la deriva, busca hacia dónde ir. Sin reaccionar, aun sin colapsos, el deterioro es continuo e irreversible.
Nueva Zelanda: una estrategia de agregado de valor
¿De hacer todo lo contrario de lo que estoy haciendo, cómo me iría? ¿A quién no se le presentó alguna vez en la vida esta pregunta que encierra toda una duda existencial? Como se sabe, el ejercicio no pasa de ser una especulación porque su respuesta es imposible de comprobar. Sin embargo, el juego de buscar los resultados en los contrapuntos funciona cuando lo que se quiere analizar son las conductas de los países. En materia de políticas económicas y comerciales para la producción de alimentos, la Argentina tiene en Nueva Zelanda su más exacta contrapartida. Una economía que se abre contra una economía que se cierra, estímulos a la exportación de alimentos con cada vez mayor valor agregado contra retenciones y restricciones, apertura a las importaciones contra limitaciones discrecionales y cierres, una inflación de dos dígitos contra casi cero de inflación, pérdida de competitividad contra aumento de competitividad, una ola de reclamos en la OMC contra firma de acuerdos comerciales, etc., etc.
Si todo lo que se hace en la Argentina se hiciera al revés, muy probablemente se tendría una política muy parecida a la que desde hace treinta años se aplica en Nueva Zelanda.
Gavin Sheath, Alistair Polson y Craig Bell, que participaron de una delegación neozelandesa que visitó nuestro país, no vinieron a predicar una ideología ni a vender una receta. Como productores y empresarios que comulgan sólo con un rabioso pragmatismo se limitaron a compartir su testimonio de treinta años de una política agresivamente exportadora y competitiva. En este sentido, hay mucho que convendría aprender antes de desechar toda su experiencia con el argumento de que ellos, con una población de cuatro millones de habitantes, no tienen un mercado interno para proteger.
La primera y gran diferencia que salta a poco de hablar con los neozelandeses es que para ellos el primer paso de todo proceso productivo es siempre la comercialización y nunca la producción como acostumbramos a pensar los argentinos. Por caso, obsérvese el lugar absolutamente secundario que ocupa toda la problemática de la comercialización en el Plan Estratégico Nacional (PEA). Y como para los neozelandeses la comercialización es la base de todo negocio, es lógico que piensen que sin una macroeconomía estable y predecible es imposible tener un proyecto de desarrollo y crecimiento. "La confianza en que no se van a cambiar las reglas de juego es fundamental. A diferencia de comercializar commodities, si se quiere vender alimentos con valor agregado se necesitan tiempo, esfuerzo e inversiones para abrir mercados. Una relación comercial no puede estar jaqueada por una alta volatilidad con bruscas apreciaciones o devaluaciones de las monedas. Exportar no debería ser una actividad riesgosa. Hay que saber distinguir: no es lo mismo la lechería que la soja. Los productos primarios no tienen diferenciación, mientras que la manufactura necesita por lo menos dos años para ganarse un lugar entre los nuevos consumidores", afirma Alistair Polson, ganadero de larga trayectoria dirigencial.
Mientras los neozelandeses logran mejoras productivas y el agregado de valor en sus productos, no descuidan ni la estabilidad y competitividad del tipo de cambio, ni los costos impositivos, financieros y de infraestructura, ni la acción del Estado en materia de apertura de mercados. "Somos una economía biológica. Nuestra actividad fundamental es la fotosíntesis, la digestión ruminal y la fijación de nitrógeno. Pero no nos quedamos satisfechos sólo con los logros de haber tenido un aumento anual en la productividad de las actividades ganaderas del 3,2% desde 1985. Hemos desarrollado el conocimiento comercial y las alianzas de negocios para llegar a las góndolas del mundo. Vale recordar que somos líderes en la trazabilidad de alimentos", destaca Gavin Sheath.
Sobre la gran productividad que obtienen de sus pasturas, los neozelandeses desarrollaron una extensa cadena de valor agregado que incluye su agresiva industria láctea, sus empresas de insumos agropecuarios y los servicios que exportan al mundo. Hoy Nueva Zelanda no es sólo un sinónimo de leche, aunque encabece el ranking de exportadores con una participación del 33% del comercio mundial. Se ha diversificado en una larga lista de actividades manteniendo su vigencia en las tradicionales, como la carne ovina, de la que es líder y exporta el 42% del cordero mundial, son segundos en lana. También están pisando fuerte en frutas y hortalizas: en 1980 apenas exportaban 70 millones de dólares, mientras que hoy superan los 3900 millones de dólares. Pero quizás el desarrollado vitivinícola de los últimos cuarenta años sea lo más sorprendente. A tal punto que en la categoría de vinos premium de más alta gama los vinos neozelandeses ya ocupan el tercer lugar en el ranking de los exportadores, detrás de Francia e Italia. El año pasado exportaron por 900 millones de dólares.
Este éxito en la diversificación de alimentos no se debe tanto a que lo pueden producir en forma competitiva, sino a la habilidad comercial para acceder a nuevos mercados. "Lo nuestro es el conocimiento y el oficio para pasar del pasto a la góndola. En lograr este cometido están todos involucrados: el gobierno, las empresas y los productores", agrega Craig Bell que actualmente dirige un establecimiento lácteo en el norte brasileño
Una de las características más notables del pueblo neozelandés es su mentalidad práctica y el sentido común que siempre está presente. Por lo que reemplazar tradiciones o cuestiones que no funcionan por mejores ideas no les significa un gran esfuerzo. Así es como en la década del ochenta comenzaron un plan radical de reformas que arrancaron de cuajo un sistema económico que agonizaba basado en una industria fuertemente subsidiada, de altos costos, con inflación y sustitución de importaciones.
"Básicamente nos deshicimos de las malas señales y entramos en una economía de mercado. Controlamos la inflación, pasamos del 20 al 2% anual, se cortaron todos los subsidios y nos abrimos al mundo. Los productores respondieron a la señal del mercado: sofisticaron sus productos, se acostumbraron a producir con baja inflación, pero también con bajos costos y atrajeron inversiones", agrega Alistair Polson.
El montañista neozelandés Edmund Hillary, el primero en escalar el Everest, encontró la siguiente explicación para su hazaña. "Pienso que personifico al neozelandés promedio. Cuento con modestas capacidades, las combino con una buena carga de determinación y me gusta lograr lo que me propongo."
A la estrategia exportadora neozelandesa le cabe la misma explicación. En una isla remota, con suelos poco productivos, con una pequeña población y recursos escasos, hicieron pie en lo que mejor sabían hacer para después iniciar un camino que parece infinito en el agregado de valor. Encontraron una receta contraria a la que aplicamos aquí, para pasar del pasto al producto en la góndola.
17.000
millones de dólares
Valor total de las exportaciones de alimentos durante 2011.
8
Acuerdos de libre comercio
Con Australia, China, Tailandia, Singapur, Brunei, Chile, Malasia y Hong Kong.
33%
Comercio mundial de lácteos
Esa participación la obtienen a partir de 11.000 predios lecheros.
DIXIT
"Tenemos el oficio para pasar del pasto a la góndola. Para lograrlo están todos los sectores involucrados".
Craig Bell
Director de leitíssimo
"A diferencia de las commodities para vender alimentos, se necesitan tiempo e inversiones para abrir mercados".
Alistair Polson
Ganadero y dirigente rural
"Hemos desarrollado el conocimiento comercial y las alianzas de negocios para llegar a las góndolas del mundo".
Gavin Sheath
Consultor de empresas
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Moreno se impone entre los consejeros de la Presidenta
Por Mariano Obarrio | LA NACION
El problema del gobierno de Cristina Kirchner por la falta de dólares en medio de la fuerte tensión cambiaria de estos días llevaría a la Presidenta a profundizar más aún los controles sobre las divisas. Por eso analiza una próxima medida: la pesificación y la bancarización de las operaciones inmobiliarias con el pretexto de combatir la informalidad en esas compras y ventas.
Se haría mediante un decreto, pero falta la decisión final. El máximo impulsor es el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Pero la idea generó una fuerte pelea con el ministro de Economía, Hernán Lorenzino. Cada uno tiene sus propios aliados. "La Presidenta hoy sólo parece escuchar a Moreno", dijo a LA NACION una alta fuente oficial.
Esa misma disputa se produjo la semana que pasó cuando se anunció que todos los ciudadanos deberán informar y registrar ante la AFIP el monto y la forma de pago de los paquetes turísticos que compren. Moreno la promovió. Economía se opuso, sin suerte.
Los aliados de Moreno son el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, y el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini. "Se hablan por teléfono o se juntan en la casa de Zannini, que se considera el estratego", relató a LA NACION una fuente del círculo presidencial.
Lorenzino, en cambio, es apadrinado por el vicepresidente Amado Boudou. Y tiene ahora el apoyo del viceministro de Economía, Axel Kicillof, enfrascado en una sorda disputa con Moreno y con Echegaray.
La presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, también discrepa de lo que muchos ministros llaman el "control cambiario militarista". Era partidaria de flexibilizar las compras de dólares en el mercado formal.
Pero se alineó cerca de ella con Moreno, un aliado táctico por estar enfrentado con un adversario común: Boudou. El vicepresidente y Lorenzino quieren liberar el mercado de cambios.
Tienen como aliado al ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, que teme que las políticas de Moreno lleven a una crisis cambiaria mayor. El "ala racional" espera el fracaso de Moreno para poder imponer recetas menos drásticas.
Si prospera la idea de Moreno, las operaciones de compraventa de inmuebles deberán hacerse en pesos, y no en dólares, y a través de los bancos con fuerte control de la AFIP. Con ello secarían más la plaza de dólares.
El dólar paralelo escaló en la semana a más de 6 pesos y luego bajó. Pero el temor en el Gobierno subsiste, aunque se lo niegue.
Lorenzino y Boudou criticaron dentro del Gobierno el control a los que viajen al exterior, así como la pesificación y bancarización de compra de inmuebles. "Se puede terminar de paralizar el mercado inmobiliario y, con eso, la construcción", dicen cerca de Lorenzino, según supo LA NACION.
Pero Lorenzino no es casi tenido en cuenta en Olivos. Tampoco Boudou habla ya de economía con la Presidenta. Y Kicillof está pasando por un momento de menos diálogo con Cristina Kirchner.
La principal lugarteniente del combativo Moreno, Beatriz Paglieri, secretaria de Comercio Exterior, clarificó sus argumentos.
"Cuando faltan dólares -dramatizó en una reunión pública- hay corrida, y cuando hay corrida no hay gobierno." La Casa Rosada sospecha de una conspiración de sectores económicos.
Luego remató Paglieri: "Vamos a hacer todo para sostener este modelo". Y les ordenó a los empresarios y periodistas "no hablar del dólar" ni "de las trabas a las importaciones" porque "eso le hace mal al país".
EL PAPEL DE KICILLOF
La fulgurante figura de Kicillof ahora está en capilla. Promovía un desdoblamiento cambiario formal: un dólar bajo para importar bienes de capital y para que no se disparen los precios de la canasta básica, y otro dólar alto para favorecer a la industria y las exportaciones.
El proyecto trascendió por los diarios. Fue abortado.
El "ala racional" del Gobierno teme una nueva escalada en el precio del dólar y que ello influya en los precios. A ellos les hablaba la Presidenta cuando anteayer recordó en medio de los fastos de la fecha patria que en 2002 un amigo de ella compró dólares por creer que subiría a 10 pesos.
Era un mensaje hacia el público, pero también a su propia tropa. Moreno está convencido de que quienes lo quieren desbancar deberán esperar.
sábado, 26 de mayo de 2012
Todo lo que necesitas es algo de macro
Por Luis Secco
Las debilidades macroeconómicas de Argentina no son nuevas, la principal y la raíz de muchos problemas, la inflación a dos dígitos, lleva seis largos años. La combinación de alta inflación con precios claves de la economía congelados o cuasi congelados produjo dos problemas que se hicieron notar, sobre todo a partir del año pasado. La energía barata y un dólar barato se tradujeron en un faltante de energía (gas y combustibles líquidos) que debe ser cubierto mediante importaciones (el saldo de la balanza comercial energética de Argentina se revirtió en US$ 7 mil millones en unos cuatro años) y en un faltante de dólares (el saldo favorable de la balanza comercial no alcanza para generar todos los dólares que sus diversos usos demandan) que, en ausencia de financiamiento externo o ingreso de capitales, debe ser cubierto usando reservas internacionales del BCRA.
El Gobierno ha estado tan activo desde el punto de vista regulatorio y de los controles cambiarios y transaccionales que transmitió un nivel de preocupación tan alto que ahora una gran cantidad de argentinos se preguntan qué es lo que pasa con el dólar y qué tan preocupante es la situación, mientras se apuran a comprar dólares y no pueden (o pagan un precio que desde el punto de vista fundamental resulta elevado). A todas luces, hubiera resultado preferible vender unos cuantos miles de millones de dólares de las reservas internacionales del BCRA para abastecer de dólares al mercado (eso sí, a un precio más alto). Sobre todo cuando dicho stock sigue siendo abultado (aunque no infinito).
Pero esto no significa que estemos transitando ya el tiempo de descuento y que en 2012 asistiremos inexorablemente a nueva crisis. Recordemos que las crisis necesitan no sólo de la presencia de debilidades e inconsistencias macro (que hoy hay, por cierto, y que no van a desaparecer por arte de magia o por acción del tiempo, sino todo lo contrario, ya que tienden a crecer en la medida en que no se corrigen), necesitan también de otros dos ingredientes: un elemento que coordine expectativas y un gatillo, un shock que puede ser externo o climático o que puede incluso ser la consecuencia de errores técnicos o de mal manejo de expectativas.
Y un tercer ingrediente: la debilidad política o las dudas acerca de la gobernabilidad o del poder (o la capacidad para ejercerlo) de la presidencia. En la Argentina, las crisis siempre tuvieron como protagonista a un gobierno débil. Y la actual administración sólo tiene como principal amenaza la economía y, sobre todo, su capacidad para hacerse daño cuando decide ignorar problemas o los “resuelve” generando nuevos. Claro que el estancamiento de la actividad económica y la incertidumbre cambiaria y financiera (que en los últimos días ha cobrado de nuevo como víctima los depósitos en dólares del sistema financiero, que vuelven a caer) irán erosionando la aprobación y popularidad del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, pero todavía cuenta con un fuerte apoyo de la opinión pública, con mayorías territoriales y parlamentarias y con una gran cantidad de medios de comunicación afines.
Asimismo, existe un elemento adicional que actúa como bálsamo sobre la opinión pública, la situación social y la dinámica política argentina, que no puede ser soslayado. La administración de Néstor Kirchner primero y de Cristina Fernández después se encargaron de construir una formidable red de contención social que, entre otras cosas, aísla a una porción muy significativa de la población de los vaivenes del sector privado de la economía.
Para una proporción nada despreciable de los ciudadanos argentinos, lo que sucede en el sector privado es prácticamente irrelevante. Su ingreso depende exclusivamente del sector público, ya sea a través de sueldos y salarios, jubilaciones y pensiones y/o subsidios directos (planes sociales diversos). En efecto, el Estado nacional, provincial y municipal emitía hacia fines del año pasado alrededor de 13 millones de órdenes de pago mensuales por tales conceptos. Esa cifra era de alrededor de 5 millones durante la gestiones de los ex presidentes Carlos Menem y Fernando de la Rúa, y fue de unos 8 millones hacia el fin de la gestión de Néstor Kirchner. Durante la gestión de la presidenta Fernández de Kirchner la cantidad de beneficiarios de algún ingreso público (nacional, provincial o municipal) creció más del 50%: ¡nada menos que 5 millones de nuevos beneficios en 4 años! Un período en el que vale la pena recordar que la economía creció a un ritmo del 8% anual (salvo durante la recesión de 2009).
Este notable incremento del rol del Estado como proveedor de ingresos puede verse de diferentes ángulos: el del clientelismo político; el de un Estado que ha casi duplicado su tamaño en diez años (del 22% del PBI a casi el 40% de hoy); y el de la irrelevancia del sector privado y de lo que sucede con él para una proporción nada despreciable de la sociedad argentina. Pero es, al mismo tiempo, un elemento de riesgo muy alto para la ya comprometida estabilidad macro de la Argentina, por cuanto el Gobierno puede intentar utilizar este vehículo (que se conecta directamente con el consumo y el gasto de amplios sectores de la población) para que la actividad continúe creciendo, lo que podría traducirse en un aumento aun mayor de la inflación, dado que el único financiamiento de un gasto más alto del Tesoro nacional y de los tesoros provinciales disponible es, en última instancia, el que provee el Banco Central.
El Gobierno debería utilizar el margen político que aún posee y el beneficio del tiempo adicional que le da la red de contención social creada en los últimos años para corregir el rumbo en el cual se encuentra la economía argentina. En la medida en que las correcciones macro se demoren, ellas se producirán por la fuerza de los acontecimientos, serán descoordinadas y, probablemente, traumáticas. Los costos de una corrección tal serían altos y, sobre todo, serían más altos que los que deberían afrontarse si dicha corrección se hiciera proactivamente.
Sin embargo, la estrategia del Gobierno parece ser la misma de siempre: apostar a que el contexto internacional siga ocultando las inconsistencias internas. Pero ése no es el camino. Lo que quedó en evidencia en estos días, cuando las variables sobre las que descansa la suerte del modelo mostraron una tendencia distinta de la necesaria. Puede la soja volver a los US$ 550 o incluso ir hasta los US$ 600 la tonelada, o puede el real brasileño volver a apreciarse; claro que pueden. Pero si no se corrige la macro, no hay precio alto de la soja o fortaleza del real o debilidad del dólar en el mundo o crecimiento del mundo emergente y de los vecinos que puedan suplir la ausencia de una buena y oportuna política económica.
Está difícil
Por Jorge Fontevecchia
Está difícil. Cada vez más difícil. O se volvió a poner difícil para quienes pensaban que el primer trimestre de 2012 fue el peor y en el segundo semestre mejoraría la economía. Presunción que se apoyaba en el mejoramiento del precio de la soja, en que parecía que Europa no entraría en recesión y en que las trabas a las importaciones que frenaron la actividad industrial durarían hasta julio, cuando el Gobierno tuviera los dólares que precisa para el pago de su deuda, que vence en agosto.
Pero no. Comenzando porque Europa empeora con nuevo impulso. No sólo la mayor cantidad de pronósticos se orienta hoy hacia la salida de Grecia del euro, sino que ya se augura que tras la salida de Grecia podrían seguir ese camino España o Italia y desquebrajarse la unión monetaria de Europa.
El dólar no aumenta únicamente frente al peso. El dólar aumenta frente al euro por los temores sobre el futuro que genera la moneda europea. Y también aumentó sobre el real, que se devaluó 30% en las últimas semanas.
Y cada vez que Brasil devaluó, presagió infaliblemente la llegada de alguna tormenta a la Argentina. En 2009 también el dólar pasó a costar más de 2 reales en Brasil (al año siguiente fue recuperando su valor, hasta volver a costar 1,60 por dólar y mantenerse así hasta hace pocos meses), y ese 2009 Argentina soportó la única recesión kirchnerista, con una caía del producto bruto del 3%, controlada dentro de todo porque el Gobierno tenía todavía más caja que hoy para aplicar medidas contracíclicas. Y si nos vamos más atrás, encontraremos que la megadevaluación brasileña de fines de los 90 fue la sentencia de muerte de nuestra convertibilidad.
Si Brasil devalúa su moneda el 30%, y si el euro también se devalúa frente al dólar el 15% respecto de su techo de hace unos años, el aumento del dólar en Argentina no sólo deberá reparar el efecto de la inflación interna para restablecer el equilibrio comercial y la competitividad.
Muy simplemente: el 30% de devaluación acumulada en Brasil en los últimos tiempos hace que muchos productores argentinos no puedan competir más dentro del Mercosur, nuestro principal mercado, si Argentina no acompaña el mismo ritmo devaluatorio, que incluye el 30% que se devaluó el real más el porcentaje de mayor inflación en Argentina que en Brasil.
Y ése no es el mayor problema: en esta misma columna el sábado pasado se enumeraron las ventajas que tendría para el Gobierno argentino acelerar los aumentos del dólar oficial y sus controlables consecuencias inflacionarias si termina de cerrar las paritarias con incrementos salariales en porcentajes iguales o menores a la inflación del año anterior.
Otro problema es el recrudecimiento de la crisis europea, que –aunque no sea el principal mercado para las exportaciones argentinas– afecta el nivel de crecimiento de la economía mundial, donde las nuevas previsiones empeoraron los pronósticos anteriores de una leve salida de la crisis.
La caída de la actividad industrial en Argentina no fue una excepción. EE.UU., China, Brasil, India y obviamente Europa están registrando reducciones preocupantes. En España, sede de las casas matrices de varias de las principales empresas extranjeras en Argentina, la situación es calamitosa: se pronostican dos años completos más de recesión, con caídas del producto bruto en 2012 y 2013.
Otros indicadores del enfriamiento global de la economía son que en los últimos cuarenta días el valor promedio de todas las empresas que operan en las Bolsas del mundo cayó 10%. Y que ni las commodities energéticas se salvan, porque el precio del petróleo bajó 15% el último mes (esto puede ser bueno para la situación actual de Argentina, que importa energía).
Cuando a fines del año pasado los pronósticos económicos mundiales eran iguales o peores que los actuales y la soja amenazaba con costar menos de 400 dólares, el Gobierno anunció la eliminación progresiva de los subsidios. Luego, con la soja a 500 dólares, desactivó el fin de los subsidios. No habría que descartar que las nuevas luces amarillas de la economía mundial refloten la ortodoxia y una reducción del gasto público por el camino de la reducción de subsidios.
El Gobierno es mucho más pragmático de lo que parece; también retrocede, aunque lo disimule muy bien con la teatralidad de personajes como Moreno.
Otra dificultad creciente es el déficit de las provincias. El Gobierno nacional le avaló a Córdoba una emisión de deuda por 200 millones de dólares. Córdoba, como prácticamente todas las provincias, viene emitiendo deuda en pesos a plazos exiguos de pocos meses, lo que requiere continua renovación, como si las provincias fueran pymes que no califican para un crédito de largo plazo. La provincia de Buenos Aires sólo pudo emitir 50 millones de dólares de deuda de los aproximadamente 2 mil millones que precisaría, y el resto sale a buscarlo también como una pyme en default, con renovaciones continuas a plazos brevísimos y tasas caras.
Así como las devaluaciones de Brasil preanuncian crisis en Argentina, cada vez que la provincia de Buenos Aires entra en insolvencia la Nación sufre las consecuencias.
Todos miran a La Plata.
Conflictos comerciales con el mundo
La política comercial internacional del país viene dando lugar a reclamos de un grupo de 40 naciones miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC), a las que se suman las contundentes represalias comerciales concretadas por Brasil como respuesta a disposiciones impuestas bajo presión por el secretario de Comercio Interior, que recayeron sobre alimentos, medicamentos, autopartes y, más recientemente, a miles de otros bienes sujetos a la Declaración Jurada de Anticipación de Importaciones.
Las represalias de Brasil -felizmente, abandonadas- de paralizar el ingreso a esa nación de productos argentinos, entre ellos, papas elaboradas, pasas de uvas, frutas y bebidas disuadieron de la inconveniencia de continuar con la restricción de la importación de carnes porcinas brasileñas.
Estas manifestaciones deberían resultar suficientes para alertar al gobierno nacional sobre la inconveniencia de continuar con estos nefastos procedimientos restrictivos del comercio. Sin embargo, la realidad ha mostrado la variedad de instrumentos proteccionistas de sustitución de importaciones, crecientemente aplicados, tales como la mora en la tramitación de las licencias no automáticas de importación, la valoración aduanera, el comercio compensado y últimamente la sanción del citado régimen de declaración anticipada de importaciones, que implica en muchos casos una prohibición de importar, medida de gravísimas consecuencias.
Esta sustitución tuvo su apoyo en el mundo y en particular en América latina, pero luego se abandonó por la evidencia del fracaso en los países que la mantuvieron. La Presidenta, al incorporarse al G20, firmó esa renuncia al proteccionismo que ahora, para asombro de muchos, florece en su administración.
La citada presentación ante la OMC sería un primer hecho de lo que parece ser una escalada, cuyo segundo y tercer paso fueron las presentaciones en el Comité de Licencias no Automáticas de Importaciones y en el de Inversiones Relacionadas con el Comercio, en cuyo seno las naciones se someten a debates y consultas sobre el tema en cuestión, generalizándose hacia otras restricciones, que también afectan al comercio.
El paso siguiente podría ser una presentación formal de uno o muchos países en el Organo de Solución de Controversias de la misma OMC, cuyo comienzo consiste en una etapa de consultas para intentar acordar una solución. De no ocurrir, los demandantes tienen abierto el camino para pedir la formación de un grupo especial que dictamine, y luego, demandante y demandado pueden apelar.
Las naciones del Mercosur acaban de verificar que desde la principal medida restrictiva de las importaciones del 1º de febrero, las exportaciones desde Brasil y Uruguay a nuestro país disminuyeron en abril, un 23% y un 19,6, respectivamente. Remover los efectos resultantes de tantos desatinos llevará muchos sacrificios durante muchos años.
viernes, 25 de mayo de 2012
Una magnate australiana, la mujer más rica
SYDNEY.- La magnate de la minería australiana Gina Rinehart no sólo se convirtió anteayer en la mujer más rica del mundo, sino que también, por su capacidad para triplicar su fortuna en el último año, gracias al creciente precio de las commodities, podría volverse en poco tiempo la persona más rica del mundo.
La revista Business Review Weekly (BRW), que se edita en Australia, publicó anteayer una lista de los 200 más ricos del mundo ("Rich 200") y ubicó a Rinehart, dueña de la minera Hancock Prospecting, como la mujer más rica del mundo, con una fortuna que asciende a los 28.464 millones de dólares.
De esta manera, la magnate minera superó a la estadounidense Christy Walton, heredera de los supermercados Wal-Mart, que cuenta con un poco más de 25.000 millones de dólares.
Lo que más sorprende es que Rinehart, de 58 años, logró el título de mujer más rica del mundo sólo un año después de haberse transformado en la mujer más acaudalada de Australia.
"Lo más impresionante es que, hace un año, Rinehart se ubicó como la persona más rica de Australia, con una fortuna de más de 10.052 millones de dólares, lo que supuso que la riqueza de un australiano superaba los 10.000 millones de dólares por primera vez", publicó la revista BRW, editada por el grupo Fairfax, del que Rinehart es accionista.
Sin embargo, según la revista Forbes, Walton -viuda de uno de los hijos del fundador de Wal-Mart- es la mujer más acaudalada ya que, de acuerdo con sus estimaciones, Rinehart tiene "sólo" 18.000 millones de dólares en sus cuentas bancarias.
Pero algunos especulan que, gracias a la capacidad de Rinehart para aumentar en tan poco tiempo su fortuna, es muy probable que la australiana consiga escalar en todos los rankings, incluso hasta desplazar del podio de los más ricos del mundo al mexicano Carlos Slim y al estadounidense Bill Gates, cuyas riquezas suman 69.000 y 61.000 millones de dólares, respectivamente.
Pero no es todo color de rosa en la vida de Rinehart. La millonaria sostiene actualmente varios juicios con familiares por el control del imperio que forjó su padre, Lang Hancock, quien se casó en terceras nupcias con una mucama filipina que trabajaba en la casa, Rose Porteous, 39 años más joven que él.
Además, tres de los cuatro hijos que tuvo en sus dos matrimonios quieren que su madre deje de administrar un fideicomiso creado por Lang Hancock, que representa casi el 25% de la empresa minera, y que tiene un valor de 6829 millones de dólares, según la revista que elaboró el ranking.
Ahí no se acaban los escándalos para Rinehart. La magnate es también una figura controvertida en Australia por encabezar una vigorosa campaña, fuertemente criticada por el gobierno laborista, contra la introducción de impuestos a la actividad minera.
Su empresa, heredada hace 20 años de su padre casi en quiebra, se ha beneficiado de los precios internacionales récord del hierro y del carbón. Si la valorización de las materias primas continúa, "no es imposible que Rinehart pueda llegar a tener una fortuna de unos 100.000 millones de dólares", apuntó la revista. El año pasado, Citigroup había estimado que Rinehart superará a Slim y a Gates gracias a tres grandes proyectos para la extracción de carbón y minerales de hierro que su compañía tiene en previsión.
Cae más la cosecha de soja y se perderían US$ 6000 millones
Cuando faltan poco más de quince días para que concluya la cosecha de soja, el principal cultivo del país está cerrando una campaña para el olvido. Ayer, en su habitual informe semanal, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires volvió a recortar su estimación de producción de la oleaginosa y la dejó en 39,9 millones de toneladas. Se trata, según la entidad, de una caída del 19 por ciento respecto de la última campaña.
Con ese volumen, la soja tiene su peor performance desde el ciclo 2008/2009, cuando, afectada por una intensa sequía, logró apenas 30,9 millones de toneladas, en ese momento una pérdida de 16 millones de toneladas versus el ciclo que la había precedido.
Como en aquella oportunidad, la sequía que afectó al campo en diciembre y enero pasados tuvo un rol preponderante. Sin embargo, no fue el único factor. En marzo hubo frentes fríos que afectaron el llenado de grano del cultivo y, peor aún, en las últimas semanas las lluvias sobre varias regiones, que causaron excesos hídricos, deprimieron aún más el rinde. "Los recortes debido a la caída progresiva del rinde medio nacional se encuentran ahora potenciados por excesos hídricos e inundaciones sobre un amplio sector de importancia en la región bonaerense", señaló en su informe la Bolsa de Cereales porteña.
Hasta el momento se cosechó un 89,3% de la superficie sembrada, con lo cual falta recolectar poco más del 10%. Sin embargo, hay serios retrasos en el centro oeste bonaerense por culpa de las inundaciones. Se estima que allí hay unas 500.000 hectáreas aún pendientes de cosechar y que por los excesos de lluvias se perdió más del 30 por ciento.
MENOS INGRESOS
Al inicio de la campaña, las proyecciones eran que la cosecha argentina de soja se iba a ubicar en torno de los 52 millones de toneladas. Si se observa lo que prevé la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, están faltando 12 millones de toneladas. A los precios actuales de la soja, el país está resignando divisas por unos US$ 6000 millones.
"Acá había un potencial de producción de 51 a 52 millones de toneladas. Con una merma de 12 millones de toneladas, son unos US$ 6000 millones menos", expresó Ricardo Baccarin, analista del mercado de granos. "Fue una campaña floja", subrayó.
Agustín Vitta, analista de FyO.com, coincidió en que ése será el impacto por la pérdida de producción. De todos modos, según Vitta, el mercado ya venía descontando que la producción rondaría ese volumen. "Los exportadores venían trabajando con ese escenario y lo habían convalidado en los precios", señaló.
Por la sequía en la Argentina y también en Brasil, la soja tuvo un fuerte repunte. En la Bolsa de Chicago llegó a superar los US$ 550 la tonelada hasta hace un mes. En las últimas semanas recortó su ganancia y ayer cerró en 505,6 dólares la tonelada. A todo esto, desde la consultora Agritrend, Gustavo López espera un poco más de soja que la proyección de la Bolsa porteña. Según López, la cosecha rondaría los 41 millones de toneladas. Entre grano, harina, aceite y biodiésel, el complejo de la soja tendría un valor de exportación de 19.535 millones de dólares.
Además de la soja, el maíz también sufrió el cimbronazo del clima. En este cultivo se esperan 19,3 millones de toneladas. Al comienzo de la campaña se proyectaban 28 millones de toneladas. Con 8,7 millones menos de lo previsto, son US$ 2000 millones menos en dividas.
Si se suman la soja y el maíz, la pérdida total para el país trepa a US$ 8000 millones.
Inflación, dólar y empresarios con miedo
Por Jorge Oviedo | LA NACION
La historia de las causas de la eliminación del índice de inflación de Mendoza es casi ridícula. Los taxistas mendocinos están indignados porque el gobierno provincial no les autoriza una mejora de la tarifa, dicen, desde hace un año y medio. Se cuentan, a su pesar, entre los más baratos del país. El gobernador cristinista Paco Pérez les dijo que no hay motivos para una actualización. Los taxistas le recordaron el aumento del índice de precios provincial. El gobernador anunció que se dejará de medir, para que la provincia se rija sólo por la escandalosa falsificación del Indec, arrasado por Guillermo Moreno y Beariz Paglieri, que ahora quiere combatir la corrida de dólares prohibiendo hasta a los más leales que siquiera la mencionen.
En los 30 días entre el 19 de abril y el 18 de mayo hubo sólo 20 hábiles. Los depósitos bancarios en moneda extranjera cayeron 629 millones de dólares, es decir, casi 31,5 millones por jornada laborable. Pero si entre el 19 y el 20 de abril se fueron sólo nueve millones, a finales de la semana última los retiros se multiplicaron por más de diez y superaban cómodamente los cien millones diarios.
El cepo cambiario causa terror. El Gobierno se niega a combatir el mayor problema de la economía y causa de varios otros: la inflación. Ahora intenta disuadir con controles impositivos a quienes quieran viajar al exterior a gastar en moneda extranjera. Cristina Kirchner entiende que ni el dinero ni las personas quieren estar donde no los dejarán salir.
El supersecretario Guillermo Moreno es previsible. Sus políticas comerciales y cambiarias cuentan con fracaso garantizado. Hasta las estadísticas del Indec revelaron que las exportaciones cayeron en abril pasado. Las importaciones que más retroceden son las de bienes de capital: 14% en el cuatrimestre y 37% en abril. Se podría pensar que es porque cae la inversión, y se
acertaría. El estudio de Orlando Ferreres comprobó una caída del 16,3% en abril. Mientras, las compras al exterior de combustibles y lubricantes crecieron 12% en el cuatrimestre y 46% en abril, dijo el Indec.
En tanto, nunca hubo tantos empresarios aterrorizados. No quieren que se sepa si ganan dinero, poco o mucho. Quieren estar escondidos. "Después de lo de YPF pueden venir por cualquiera", dicen temerosos, luego de ver caer a algunos que integraban hasta hace poco la claque de Cristina Kirchner. Pero incluso allí han comenzado a aparecer los aplaudidores aterrados.
La gran sábana corta de la Argentina
Por Nicolás Dujovne | Para LA NACION
La abrupta depreciación del peso en el mercado informal ocurrida esta semana no hace más que recordarnos que en economía a veces podemos controlar las cantidades, a veces los precios, pero difícilmente ambos. Y la virtual desaparición del dólar oficial de la mesa de opciones de inversión de los argentinos terminó por empujar el dólar paralelo a niveles cercanos a los 6 pesos. Esta caída en el valor del peso acelera la inflación a través del impacto sobre las expectativas sin una contrapartida de mejora en el nivel de actividad.
La sábana es corta y las semanas que pasaron han servido para comprobarlo. Es que si bien el Banco Central ha logrado comprar dólares en el mercado, al desplazar al sector privado, los depósitos en dólares en los bancos han caído, lo que provoca una disminución equivalente en las reservas del ente monetario.
Si el sector privado quiere dólares, dólares tendrá. Para ello reducirá sus depósitos o gastará menos hasta reducir las importaciones sustantivamente y regenerar así un flujo de oferta de divisas que alcance para todos. Aunque el nivel de actividad compatible con ese nuevo equilibrio sea dolorosamente más bajo que el anterior. ¿Por qué el Gobierno no deja flotar la moneda en el mercado oficial? Después de todo, el peso ya flota libremente en el mercado informal. Al dejar flotar el peso y liberar las restricciones cambiarias, el Banco Central podría intervenir para moderar la volatilidad y, a la vez, distribuiría en toda la economía las ventajas que otorgaría un peso más competitivo.
Y, entonces, la depreciación de la moneda no sólo generaría costos, sino también beneficios al colaborar con el nivel de empleo y de crecimiento. Pero habitualmente los gobiernos populistas no dejan flotar la moneda. Es que perciben que al hacerlo se verían sometidos a la disciplina del mercado, que, implacable, penalizaría el valor de la moneda ante excesos inflacionarios, desbalances monetarios u otras políticas inconsistentes.
Y luego de haber desterrado al temido riesgo país de los años 90 como termómetro de la economía al renegociar la deuda, licuar la deuda indexada por el CER falseando la inflación y estatizar las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP), el Gobierno no tenía ningún plan de quedar expuesto a los vaivenes del mercado.
Como el ADN no cambia, tampoco lo hará sustantivamente la política cambiaria. Se podrá eventualmente legalizar el dólar paralelo a través de cambios múltiples. Pero muy difícilmente liberarlo.
Algunas lecciones de la historia: los esquemas de este tipo disminuyen notablemente la productividad, la eficiencia y el crecimiento. Las reunificaciones de los cambios múltiples terminan ocurriendo luego de su fracaso. Y la reunificación siempre ha ocurrido al valor del paralelo. ¿Cómo protegerse? Intentando vincular los ingresos y activos al valor de bienes que ajusten por el paralelo y la inflación, y pasivos y egresos por el oficial. La tarea es muy difícil. Y consumirá de aquí en adelante gran parte de los esfuerzos de nuestros emprendedores, de las familias y de la sociedad en general. Es la nueva etapa en la que ingresamos. Como país, ya hemos estado allí.
La AFIP fija nuevos controles para quienes viajen al exterior
Según la resolución, que saldrá publicada el lunes en el Boletín Oficial, en la página web de la AFIP se habilitará un formulario bajo el nombre "Viajes al exterior", al que se accederá mediante la clave fiscal. Allí se les solicitará a los viajantes información de los paquetes turísticos que venden los operadores, debiéndose detallar en qué moneda se concertó el pago del paquete, en cuántas cuotas y el CUIT del operador turístico, entre otros datos. La herramienta deberá ser usada, además, por quienes pretendan adquirir divisas para atender gastos de salud en el exterior, hacer turismo o viajes por conferencias y congresos.
La AFIP reunirá así "información relevante" que será validada de manera simultánea por los controles online del organismo: CUIT del contribuyente, motivo del viaje (salud, congresos, negocios, turismo), actividad laboral o profesional, país de destino y escalas, fecha de salida y fecha de regreso, entre otra información.
En rigor, con este sistema informativo el organismo recaudador busca evitar que las agencias de turismo, que tienen acceso libre al mercado de cambios oficial, saquen ventaja del cepo cambiario, cobrando los paquetes a sus clientes en pesos al tipo de cambio blue o en dólares billete. También apunta a fiscalizar operaciones que hoy se cierran en efectivo, precisamente para evitar dejar rastros en los registros oficiales.
"Diría que es una buena noticia, ya que lo que pretende esta medida es que toda venta de servicios turísticos se canalice por vías regulares. Es decir, se busca transparentar el procedimiento de pagos, y no que algunas agencias que cobran en dólares hagan pingües beneficios a costa del cliente", opinó Sergio Durante, presidente de Biblos Travel. "La información todavía desorienta y genera cierta actitud de paranoia por el dólar. Pero este tipo de movimiento turístico representa un valor tan ínfimo que no va a inclinar la balanza para ningún lado", admitió el operador, que dijo haber recibido ayer muchas consultas de sus clientes.
Otros operadores, no obstante, advirtieron que la norma podría terminar afectando el consumo. "Me parece ridículo y creo que no tienen la capacidad de procesar lo que van relevando; es una traba para el consumo", opinó el presidente de una agencia líder con la condición de no ser identificado. "Hay gente que se va a asustar y no va a saber qué hacer. Nosotros vendemos con tarjeta, estamos todo en blanco y en pesos, pero hay mucha gente que no quiere quedar registrada."
Entre los especialistas legales, la avanzada de la AFIP sobre el mercado de cambios genera interpretaciones encontradas, aunque todos parecen coincidir que la legalidad o no de la nueva resolución para los contribuyentes que operen vía operadores turísticos dependerá en gran medida de lo que haga el organismo recaudador con la información que recabe.
"Hay que ver qué tan minuciosos son los datos que pide, porque a lo mejor hay datos que no tienen relación con la cuestión impositiva y uno puede cuestionar eso en concreto", explicó Carlos Laplacette, abogado constitucionalista y socio de Badeni & Laplacette Abogados. "Lo otro cuestionable es que se usan en el marco de una campaña de control de cambios y la AFIP no tiene facultades para intervenir en el mercado de cambios. Eso se llama desvío de poder. En el Estado es importante que cada organismo cumpla con las competencias que tiene delimitadas", aseveró el constitucionalista. De por sí la AFIP no tendría facultades para definir previamente quiénes pueden o no comprar dólares, como sucede desde octubre del año pasado. Para ello, asevera, debería existir una ley del Congreso.
Gastón Miani, abogado tributarista del Estudio Bazan, Cambre & Orts, considera que la medida está en línea con los requisitos informativos que se establecieron para otros sectores, pero sería aceptable siempre y cuando no se traduzca en otro tipo de prohibiciones. "Si esto apunta a recabar información para que después haya un régimen para pedir autorización para viajar es otra cosa", advirtió Miani. "El tema es hasta dónde se invaden o no la privacidad y la libertad".
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