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lunes, 19 de septiembre de 2011

El grito silencioso de los explotados

Por Mariano De Vedia | LA NACION
Entre 45.000 y 60.000 mujeres víctimas de explotación sexual. Cerca de 2000 viviendas particulares en las que se ejerce la prostitución de manera clandestina. Unos 3000 talleres truchos, con trabajo forzado y esclavo, en plena Capital y otros 15.000 en el primer cordón del conurbano (San Martín, La Matanza, Lomas de Zamora). Los números se acumulan en informes judiciales y estadísticas de varias ONG y dan cuenta de una realidad tan creciente y preocupante que llevó a la Iglesia a ubicar esta problemática entre sus prioridades pastorales. Con el lema "Por una sociedad sin esclavos ni excluidos", el viernes próximo, a las 17, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, presidirá en la plaza Constitución una misa por las víctimas de trata y tráfico de personas.

Estas nuevas y modernas formas de esclavitud, que cada año cobran tres millones de víctimas en el mundo, vienen creciendo en la Argentina y así lo reconocen organismos internacionales. En mayo último, la relatora especial de las Naciones Unidas sobre Tráfico y Trata de Personas, Joy Ezeilo, denunció que la Argentina se consolida como país de origen, tránsito y destino de las víctimas de trata y tráfico de personas, con fines de explotación laboral y sexual, favorecida seguramente por la fragilidad de controles en zonas como la Triple Frontera. Se cita allí el trabajo de la Fundación Alameda, que identificó 600 talleres textiles clandestinos en la Capital y en el conurbano, que trabajan para 103 marcas.

La citada fundación estima que en el país hay 500.000 víctimas de trata con explotación agravada. De esa alarmante cifra, 200.000 padecen el trabajo esclavo y forzoso en la industria textil, denunció Gustavo Vera, titular de La Alameda, que junto con otras asociaciones civiles acompañarán a las parroquias de La Boca, Barracas y Constitución y a los sacerdotes de villas de emergencia en la misa del viernes. Otras 200.000 constituirían mano de obra intensiva y barata, de sol a sol, en explotaciones agrícolas, y unas 100.000 estarían afectadas al mundo de la construcción, alejadas de los centros urbanos, y otras industrias, como la del calzado, según la fundación. En materia de explotación sexual, la relatora de la ONU fue terminante. Alertó: "A pesar de la legislación y de los convenios internacionales a los que adhirió la Argentina, las normas referidas a la prohibición de prostíbulos no están siendo acatadas".

En ese contexto lacerante, que crece en forma geométrica, Bergoglio sumará su voz, por cuarto año consecutivo, al grito silencioso de una comunidad de víctimas que no tienen quién defienda sus derechos ni reciben resarcimiento alguno.

El eclipse de Dios

Por Jesús María Silveyra | Para LA NACION
El papa Benedicto XVI, en su reciente visita a España para la Jornada Mundial de la Juventud, mientras hablaba frente a un grupo de religiosas, dijo que Europa vive una "especie de eclipse de Dios, cierta amnesia; más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza".

La figura utilizada por este gran pensador en los comienzos del siglo XXI es muy acertada. Al hablar de "eclipse de Dios", nos está llevando de la mano a pensar que algo se ha interpuesto en el camino entre Dios y el hombre. ¿Qué es? No se trata de un astro, claro que no. Sin embargo, la luz procedente de Dios ha sido bloqueada por un "cuerpo eclipsante" que pareciera haber producido la "desaparición" (en griego, ekleipsis ) de Dios.

Pero ¿puede Dios desaparecer, o es el hombre quien no lo ve, cegado como está por la oscuridad del cuerpo eclipsante? Si creemos en la existencia de un creador absoluto, éste no puede desaparecer, porque es preexistente a la misma creación y a toda relatividad. Por lo tanto, sigue allí, desde la eternidad, iluminando. Ocurre que algo se ha interpuesto entre Él y el hombre.

El Papa, durante el mismo viaje, habló de que la sociedad estaba expuesta a los "fuegos fatuos del relativismo y la mediocridad". Me quedo con este concepto para fundamentar lo que sigue. Es decir, que la oscuridad del cuerpo eclipsante proviene de estos fuegos fatuos que parecen iluminar, pero lo que hacen es confundir al hombre. Ya no basta con hablar de que se trata del mal o del pecado, sino de algo mucho más sutil, difuso y abarcador que toca las raíces de la civilización judeo-cristiana, impregnándolo todo de relativismo. Es un fuego difuso ligado al "misterio de la iniquidad" del que tanto nos habló Juan Pablo II, parecido al fuego que brota en la noche de los restos óseos abandonados sobre la tierra, producto de la inflamación y hasta la exacerbación de la materia.

El hombre, preso del "misterio de la iniquidad", no puede ver a Dios por distintos motivos, pero, fundamentalmente, porque ha caído en las redes del relativismo más atroz que quizás haya conocido. Ese relativismo atroz lo sumerge en los mares de la mediocridad, donde ésta se vuelve casi un principio físico que todo lo confunde y destrona a Dios del centro de la vida. Dios deja de ser centro y fundamento del universo para convertirse en un ser ordinario sin mayor peso y utilidad, salvo para aquellos que todavía pensamos que el Absoluto y su misterio son la excepcionalidad de la existencia. Dios pasa a ser una palabra vacía de contenido, casi descartable, que, por ejemplo, ni vale la pena agregar en el preámbulo de la Constitución europea. ¿Para qué y por qué, se preguntaron los constituyentes?

De allí que el Papa diga, refiriéndose al Viejo Continente, que "se corre el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza", porque si el ser humano no tiene en cuenta a Dios en su vida, evidentemente se ha perdido a sí mismo al renegar del "sentido" que milenariamente le dio a su existencia.

El sinsentido de la vida lleva al hombre posmoderno, principalmente al urbanoide de los grandes conglomerados del mundo, a considerarse a sí mismo el único sentido, a decir "yo soy", como si fuera el mismo Yavé, el "yo soy" que Moisés escuchó responder a Dios, cuando le preguntó por su nombre. Pero, lamentablemente, este hombre del "yo soy" con minúsculas, vacío de sentido trascendente, se encuentra perdido en su propio laberinto: si él "es" completamente, nada le debería faltar (pero sabe que algo le falta) y si no "es", ¿qué remedio tiene cuestionarse? (Porque no quiere aceptar que es imagen de un Ser Superior.) Por lo tanto, deja la cuestión de la existencia y del "ser" de lado, para preocuparse más bien por el "tener". Se dice: "Si tengo, soy; si no tengo, no soy".

Es justamente el misterio de la iniquidad el que se ha encargado de sumergirlo en este dilema del "tener y no tener", del que alguna vez habló Hemingway. Así, por ejemplo, el urbanoide se dice a sí mismo: "Si tengo mi celular, mi plasma, mi laptop, mi tecnología, mi conexión permanente con lo que ocurre hasta en el más remoto rincón del mundo, entonces, yo soy". La necesidad de consumir y de sentir en lo inmediato, en el "ya", está implícita en ese "tener".

Hay una confusión de valores y deseos desordenados que alimentan esa fatuidad del fuego que despide el "cuerpo eclipsante". Fatuidad que expresa en algunos casos la vanidad del hombre y, en otras, su propia necedad ante la irremediable finitud de la vida, que lo pondrá cara a cara con la muerte y con el sinsentido de una existencia vivida sin proyectar lo que le espera cruzando el umbral del tiempo, cuando tome conciencia de que el tener no le ha servido de preparación de su eternidad, cuando vuelva a la presencia del misterio de su origen y se enfrente cara a cara con el "Yo Soy", con mayúsculas.

¿Cómo salir de este eclipse de Dios? Hay muchas respuestas y cada quien debe encontrar la suya, pero lo primero es saberse inmerso en esta situación, tomar conciencia, tocar el propio cuerpo, aceptar las limitaciones, pensar en la finitud, detener la prisa y el flujo de información abrumador que nos excede, guardar silencio y en el silencio, contemplar la Creación. Quizá en ese silencio contemplativo renazca la luz plena de un nuevo amanecer y el hombre vuelva a preguntarse sobre el sentido de la vida, y se reencuentre con la luz poderosa del Dios hecho hombre. © La Nacion

El autor es escritor. Su último libro ?es Dios está sanando (Lumen)

miércoles, 16 de marzo de 2011

Por qué no hay saqueos en Japón

Por Mariana Trigo Viera
De la Redacción de lanacion.com
mtrigroviera@lanacion.com.ar
En Twitter: @MarianTV


"Ahora seguro suben los precios de los productos de primera necesidad", me dijo un amigo refiriéndose al desastre que hoy sigue viviendo Japón. "No creo, no los imagino haciendo eso", le contesté. Es que no se manejan de esa manera, frente a una catástrofe de esta magnitud. A ningún japonés se le ocurriría hacer negocio con la tragedia.

Para algunos será difícil de entender y a otros les generará hasta un poco de envidia, pero la realidad es que en Japón no hubo saqueos ni grandes disturbios tras los terremotos y posteriores tsunamis. De hecho, la policía sólo salió a las calles a rescatar ancianos, niños y ayudar a los más damnificados. No fue necesario que marcaran los límites porque cada uno de los ciudadanos tiene bien en claro cuáles son.

La sociedad nipona tiene un pensamiento de tipo grupal y eso es una gran virtud en momentos como este. No hay espacio para el individualismo. La prioridad siempre es el otro y eso lo viví en vivo y en directo muchísimas veces, cuando se desvivían por ayudarme al verme cara de extranjera. Esa manera de pensar es la que los ayuda hoy más que nunca, es la que les permite darse cuenta que si hacen algo que perjudique al otro, se están perjudicando a ellos mismos.

Se me ocurre una pregunta: ¿Sabrán qué quiere decir la palabra "saqueo"? Digo, porque nosotros no necesitamos de un terremoto para experimentarlo. No sé si sabrán qué quiere decir, pero lo que sí saben seguro, es lo que significa vivir una catástrofe. De hecho varias generaciones de japoneses ya las han experimentado.

Pero. ¿dónde aprendieron a ser tan calmos, tan correctos? Me acuerdo que durante mi estadía, esa actitud muchas veces me llegó a poner hasta nerviosa, pero hoy los admiro, y me animaría a decir que no en cualquier otra parte del mundo sucede esto. "Y qué querés, son del primer mundo", me contestarían muchos de ustedes. Creo que esta reacción no tiene que ver exclusivamente con el nivel de confort en el que viven, aunque reconozco que el no pasar hambre influye bastante. El respeto hacia el prójimo en absolutamente todas sus facetas y frente a cualquier escenario es parte de la idiosincrasia japonesa; es como si lo llevaran en su ADN.

Sin embargo, a pesar de haber vivido allá y de creer que los conozco bastante, me sigo sorprendiendo de sus conductas. Hoy Japón tiene problemas muy graves: las continúas réplicas, los tsunamis, la amenaza nuclear, el dolor, el miedo y otras tantas cosas; pero hay algo que tiene a favor y siempre lo tendrán, se tienen a ellos mismos. Mientras cada japonés se comporte en pos del grupo y del bien común, Japón seguirá caminando... y casi sin darse cuenta, nos están dando una lección a muchos de nosotros.

viernes, 12 de junio de 2009

En qué creen los ateos

Es bueno establecer que el ateísmo no es cosa nueva en la humanidad. La historia registra como el primer ateo perseguido por su increencia en los dioses griegos, a Diágoras de Melos, el cual manifestaba su militancia a viva voz y por ello fue perseguido y hasta se llegó a pagar mucho dinero por su cabeza, allá unos 500 años antes de nuestra era. También dentro de los griegos vemos a los filósofos: Protágoras, Leucipo, Demócrito y Epicurio, entre otros. Pero para mayor paradoja de la historia, el primer grupo llamado ateo como tal fue el de los cristianos de antes del siglo IV, pues creer en un solo Dios invisible para el politeísmo romano significaba no creer en ningún Dios.

En la Edad Media la historia registra pocos ateos ilustres, sin embargo a partir del renacimiento el despertar intelectual de los ateos es relevante y también en el siglo de las luces (siglo XVIII) con la ilustración. En estas épocas encontramos a Voltaire, Denis Diderot (editor de la enciclopedia), John Milton, Jean de la Fontaine, Francisco Domaciano Alfonso, el Marquez de Sade, Thomas Hobbes, el Baron d´Holbach, entre otros. En el siglo XIX encontramos a Karl Marx, Ludwig Feuerbach, Arthur Schopenhauer y el genial Friedrich Nietzsche. En el siglo XX destacan Sigmund Freud, Albert Einstein, Bertran Russel, John Dewey, Mario Bunge, Carl Sagan, entre otros. Y en nuestro siglo XXI encontramos a Richard Dawkins, Christopher Hinchen, Daniel Dennet, Michel Onfray, Sam Harris, Piorgiorgio Odifredi, y el 93 % de todos los científicos en los Estados Unidos.

Para David Glesson, escritor del “American Chronicle”, todavía hoy en mero siglo XXI persisten algunos errores de percepción de los ateos y el ateismo en general de parte de los creyentes teístas. Estos errores alimentan la discriminación hacia los ateos de parte de la sociedad y de las familias. A continuación analizamos los cinco errores más comunes que detalla Glesson.

1. El ateísmo es la creencia en que ningún dios existe.
La palabra ateísmo proviene del prefijo griego “a”, que significa “sin”, y “teísmo”, que implica la creencia en una deidad sobrenatural que se revela a la humanidad. Ateísmo, por lo tanto, significa “sin creencia teísta”. El ateísmo no afirma positivamente nada; más bien manifiesta que la carga de la prueba está en las afirmaciones que hacen los teístas, y la fe no es prueba suficiente de la existencia de su deidad; sin embargo, el ateo también manifiesta con honestidad intelectual, que la falta de evidencia no es evidencia de inexistencia de la deidad. (de ninguno de los Dioses también).

2. El ateísmo requiere de tanta fe como el creer en Dios.
El ateísmo no es la declaración en positivo de la no existencia de Dios o los dioses, si así lo fuese sí estaríamos hablando de una Fe Atea. La fuente de las creencias de un ateo son las evidencias, no la fe. El ateísmo se presenta como la abstinencia de creer en una deidad.
Si un ateo dice, “no creo en el dios judeocristiano”, está diciendo simplemente que la evidencia para creer en él es insuficiente. No se necesita fe para tener una no-creencia, si fuera así, los cristianos, por ejemplo, al no creer en Alá, tendrían dos FE, una de creencia en el cristianismo y una Fe en la increencia Islámica, lo cual es absurdo.

3. Las vidas de los ateos es desdichada pues no tiene sentido y está desprovista de esperanza y de propósito.
Es muy común que los creyentes hagan esta proyección de los propios sentimientos sobre el ateo. Sus vidas no se sostienen con la remota posibilidad de una vida después de la muerte. La vida del ateo tiene sentido simplemente por el placer de vivirla y porque es significativa para aquellos que le aman. Su vida tiene propósito en el esfuerzo hacia una meta digna.
Sabe que su vida es preciosa y más significativa simplemente porque es corta y efímera. Al no esperar ninguna recompensa o castigo eterno después de la muerte, cada día es un regalo del gozo de su existencia. Si comparamos esta visión con un joven fundamentalista Islámico que con mucha Fe se inmola con una bomba para matar infieles, por la promesa de 72 vírgenes dispuestas en el paraíso para su libido en el más allá, surge la pregunta ¿la vida de quién tiene más sentido, esperanza y propósito?

4. Los ateos son inmorales.
Esto no tiene sentido, pues la ética y la moral son normas humanistas más que teológicas, pues Dios o los dioses no son sujeto de la moral, y tampoco son las deidades fuente de la moral, pues éstas son normas culturales que la humanidad establece y modifica en el tiempo, al contrario de las “fosilizadas morales” de deidades de la antigüedad (nadie ha hecho por ejemplo un anexo enmienda en la Biblia para declarar la esclavitud inmoral).

5. Los ateos sufren de problemas psicológicos tal vez por haber tenido una mala experiencia en la niñez y por ello desistieran de la religión y odian a Dios.
Algunos ateos pueden haber tenido tales experiencias como también las pueden haber tenido algunos creyentes, pero no se puedo asegurar que éste sea el caso en la mayor parte de ellos. Muchos de los ateos son grandes lectores e investigadores; por ello muchas veces el camino al ateísmo es gradual a medida que se va conociendo más a fondo la tradición religiosa heredada. Para ser ateo en la mayoría de las veces, se necesita recorrer un arduo “camino a Damasco Inverso”.

Otra percepción errónea que se le escapa a Gleenson es cuando ciertos teístas dicen que los ateos son dogmáticos. El dogmatismo es una característica humana independiente de cualquier creencia o increencia religiosa. La probabilidad de ser dogmático es mayor cuando se pertenece a una religión, que cuando se es ateo, pues éste último presenta por lo general una visión escéptica de la vida, muy amiga a la visión científica, por ende no dogmática sino progresista.

Los ateos ven a todas las religiones como supersticiones de los pueblos. Sin embargo, existe una coincidencia de los ateos con los creyentes de las religiones del Dios revelado. Cuando a un cristiano se le pregunta por ejemplo sobre por qué no cree en el Islam, aduce argumentación de falsedad de dicha religión con firmeza; muchas veces similar a la argumentación que el ateo hace sobre la misma religión del cristiano. Es por ello que existe la máxima que dice: “la superstición es la religión del otro”.

Muchos ateos coinciden con el escepticismo que caracteriza al pensamiento científico y el astrónomo fallecido, Carl Sagan no es la excepción cuando dijo “El primer pecado es la Fe, la primera virtud es la duda”. La duda es el motor de la ciencia.

Ricardo Antonio Cuadra García
rcardisa@ibw.com.ni

miércoles, 18 de marzo de 2009

En la naturaleza humana hay una tendencia a olvidar a Dios cuando hay muchas cosas materiales, abundantes.

-¿Por qué cree que en Europa caen las vocaciones, no hay suficientes sacerdotes y las iglesias están vacías, y, en cambio, en Africa se da lo contrario?

-Hay muchos elementos. En Europa, el cristianismo existe desde hace 2000 años, la sociedad está muy desarrollada, los jóvenes tienen muchas oportunidades y tienen, por lo general, mucho que comer, excepto los que no tienen trabajo. Y en la naturaleza humana hay una tendencia a olvidar a Dios cuando hay muchas cosas materiales, abundantes. Quizás esto explica por qué es más difícil para un rico ser religioso que para un pobre. También nuestro señor Jesús dijo en el Evengelio que es difícil que los ricos entren en el reino del Cielo. El bienestar es un bien en sí mismo, pero es un desafío para la religión: en medio del bienestar, hay que recordar que existe Dios. Al margen de esto, lo que ayudó al crecimiento del cristianismo es la religión tradicional africana, la que existía antes de la llegada del cristianismo.

-¿Se refiere al animismo?

-Algunos europeos la llaman así. Creen en un Dios, creen en espíritus buenos y malos y en antepasados. Hay un sentido muy fuerte de trascendencia: el hombre no lo es todo, sino que también hay otro mundo, que nosotros no vemos. Todo esto es una buena preparación para el cristianismo, porque el cristianismo valora estos elementos. En segundo lugar, la sociedad en Africa tiene una buena visión de la persona humana, de la familia, del matrimonio. Tener hijos es una bendición. Mi papá se llamaba Arinze, que no es un nombre cristiano. En mi lengua significa "gracias a Dios, esto sucedió". Hay sentido de Dios y también de comunidad: uno no está solo. Además, existe un sentido de lo sagrado, de la oración y de la celebración. Aunque los africanos son pobres, ellos cantan y danzan juntos.

-Usted estuvo varias veces en Africa con Juan Pablo II, que viajó 16 veces a ese continente. Con su carisma, él triunfaba entre la gente. ¿Cómo cree que será recibido Benedicto XVI, que es tímido y reservado?

-No creo que Benedicto XVI sea tímido, sino que es diferente a Juan Pablo II. Cada papa tiene su individualidad. Dios nos creó distintos. Los apóstoles eran distintos y también los papas son distintos. Cada papa tiene su forma de actuar, su estilo y esto también es bueno para la Iglesia: así no hay monotonía...

-Uno de los grandes problemas de Africa es el sida. Y aunque la Iglesia condena el uso del preservativo, algunos cardenales han tenido alguna apertura al respecto. ¿Usted qué opina?

-Todo el mundo sabe cuál es la posición de la Iglesia Católica respecto del preservativo, así que no tengo nada nuevo que decir al respecto. Lo importante es que el sida es un mal que ataca hoy el mundo. No es un problema sólo de Africa, aunque es verdad que allí es más grave porque muchos africanos no tienen dinero para comprar las medicinas que pueden retrasar el desarrollo de la enfermedad. Los países más ricos deberían ayudar a los más pobres. La Iglesia ayuda a las personas que sufren sida. No sólo con monjas, también con enfermeras y médicos, y esto ya es un gran servicio. La respuesta al sida no es el preservativo, sino el comportamiento moral. Si todo el mundo, hombres y mujeres, siguiera los diez mandamientos los contagios se reducirían. Pero si las personas no se controlan, si su comportamiento sexual va contra la ley de Dios, cada vez habrá más contagios.

-¿El Papa aprovechará el viaje a Africa para condenar las violaciones de los derechos humanos que tienen lugar en muchos países de ese continente y denunciar el comportamiento dictatorial de algunos jefes de gobierno?

-No creo que le corresponda denunciar o condenar. El es un padre. Y un padre no puede destacarse por sus condenas. Tiene que transmitir un mensaje positivo. Yo creo que lo más importante que puede hacer el Papa es alentar a los africanos para que se esfuercen por defender la justicia, la paz, la reconciliación y el respeto de los derechos humanos y para que asistan a las personas que sufren.

-¿Cree que el hecho de que el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sea descendiente de africanos puede ayudar a su continente?

-Sí, claro. Que una nación con la historia que tiene Estados Unidos, que no sólo tuvo esclavos sino también, y mucho más recientemente, distintas áreas para blancos y negros, haya elegido un presidente de origen africano debe hacernos reflexionar a todos, incluidos algunos jefes de Estado africanos...
Los intelectuales / Francis Arinze"Es más difícil ser religioso para un rico que para un pobre"

El cardenal nigeriano explica así el notable crecimiento del catolicismo en Africa

lanacion.com | Cultura | Mi?oles 18 de marzo de 2009

viernes, 23 de enero de 2009

Se desconocen sus virtudes, se exageran sus defectos.

Los terroristas están ganando la campaña que enciende el odio en vez de conducir a la moderación, el diálogo y la paz. Para ellos es mejor que muera un palestino a que muera un israelí, por eso los usan de escudos humanos. Cuando muere un israelí la prensa calla. Cuando muere un palestino brota lava ardiente. Mientras más palestinos sufran y mueran, más grande será la lástima. Pero esa lástima no aporta paz ni progreso.

Israel, judío entre las naciones, imperfecto como toda construcción humana, deberá seguir tolerando la doble vara con que se miden sus acciones. Es ineluctable. Pese a ello, sólo le queda reforzar lo que fortifica una buena relación con los sectores pacifistas y racionales del mundo árabe. Ya ha realizado mucho y bueno en varios campos, aunque de eso no se habla. Tiene que hacer más. Allí reside su condena o su gloria.

Israel, judío entre las naciones

Marcos Aguinis

lanacion.com | Opinión | Viernes 23 de enero de 2009

sábado, 3 de enero de 2009

"La gran deuda de los argentinos es la deuda social"

LA Iglesia Católica ha lanzado en estos días enérgicos llamados a que se privilegien los valores de la solidaridad y de la defensa del bien común en el grave contexto actual de crisis económica que está viviendo el mundo.

El papa Benedicto XVI, en su reciente mensaje de Navidad, advirtió que si los egoísmos personales o de grupo siguen prevaleciendo sobre los sentimientos de fraternidad y de generoso reconocimiento de los derechos que protegen la dignidad y el bienestar de la persona humana, la comunidad mundial "se encaminará inevitablemente hacia la ruina" y el futuro de la humanidad será cada vez más oscuro y más incierto.

Por su parte, la Conferencia Episcopal Argentina, en un severo documento de 12 carillas difundido días atrás, se refirió a la necesidad de que los argentinos formulemos un "proyecto de país" que nos permita llegar a la celebración del Bicentenario de nuestra patria "con una Argentina sin excluidos". El mensaje de los obispos exhortó a combatir la pobreza y la exclusión social, y afirmó que el país entero, tras las sucesivas crisis que hemos vivido en los últimos años, tiene hoy una clara conciencia de que no habrá democracia estable en nuestra tierra "sin una sana economía y una justa distribución de los bienes".

"La gran deuda de los argentinos es la deuda social", dijeron los obispos en el mencionado documento. Y afirmaron que no se trata de un problema económico o estadístico, sino de "un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más esencial y requiere que nos decidamos a un mayor compromiso ciudadano".

El texto de los obispos señala que nuestra República debe dar pasos firmes y decisivos hacia su desarrollo integral, ya que cuando priman intereses particulares sobre el bien común o cuando el afán de dominio se impone por encima del diálogo y la justicia "se menoscaba la dignidad de las personas e indefectiblemente crece la pobreza".

Advirtieron los prelados argentinos, con razón, que no es realista formular un proyecto de país definitivamente estable, que no requiera ulteriores modificaciones, ya que las necesidades cambiantes de la realidad exigirán siempre, en todos los casos, las debidas adaptaciones. Para ello es imprescindible procurar consensos fundamentales que se conviertan en referencias constantes para la vida de la Nación y puedan subsistir más allá de los sucesivos cambios de gobierno.

Las políticas necesarias para impulsar el crecimiento de la comunidad requieren -dicen los obispos- la participación de todos los ciudadanos, pues atañen a decisiones que no deben ser impuestas por un grupo, sino asumidas por el conjunto de la sociedad mediante el el diálogo sincero, respetuoso y abierto. Nadie puede pensar que el engrandecimiento del país pueda ser fruto del crecimiento de un solo sector, aislado del resto.

En otra parte del documento los obispos advierten que para posibilitar en la comunidad argentina un diálogo sincero y constructivo se requiere una genuina reconciliación interna entre los diferentes sectores ciudadanos, sociales y políticos, que no excluya la aplicación estricta de la ley en defensa de la verdad y la justicia. Las heridas abiertas en nuestra historia -se señala- podrán cicatrizarse si se evitan las parcialidades.

Los obispos han creído que es imprescindible establecer en la Argentina un liderazgo político con capacidad de promover el desarrollo integral de la persona y de la sociedad. "El verdadero liderazgo -expresaron- supera la omnipotencia del poder y no se confirma con la mera gestión de las urgencias." La frase encubre un diagnóstico certero y veraz de la realidad política que vive actualmente nuestra Nación.

Las voces de los representantes de la Iglesia en el orden mundial y en el ámbito local deben ser escuchadas con atención, como deben ser oídas las propuestas y opiniones de todos los sectores de la sociedad civil, cualquiera que sea su extracción ideológica, política o religiosa. En un país pluralista y libre, el diálogo interno debe estar abierto en todas las direcciones. La Iglesia, de más está decirlo, es un bastión de la espiritualidad argentina, que sumada a las otras expresiones de nuestra tradición cultural y religiosa constituye una fuerza movilizadora de inocultable importancia.
Editorial IOportuno llamado de la Iglesia

En un país pluralista y libre, el diálogo interno debe estar abierto en todas las direcciones para vencer la exclusión social

lanacion.com | Opinión | S?do 3 de enero de 2009

domingo, 16 de noviembre de 2008

Pretender buscar mi felicidad y mi seguridad como si yo fuera una isla es una estupidez.

Tengo 58 años. Nací y vivo en California. Estoy casado y tengo una hijastra. Estoy licenciado en Física, soy doctor en Filosofía de la Ciencia y Estudios Religiosos y fui ordenado monje por el Dalai Lama. La física cuántica y el budismo dicen lo mismo. Soy liberal y budista

A los 20 años me dediqué a viajar por Europa lleno de preguntas existenciales. Tropecé con El libro tibetano de la gran liberación, que trata sobre la naturaleza de la mente, y quedé asombrado.

¿Hasta qué punto?

Estudié el idioma tibetano para poder estudiar budismo, me compré un billete de ida a India y acabé siendo ordenado monje por su santidad el Dalai Lama.

¿Entonces lo de la física vino después?

Tras 14 años viviendo con los tibetanos, estudiando budismo y meditando, decidí integrar esos estudios en la física. El budismo se ocupa del conocimiento de la realidad, no está apegado a creencias religiosas; y para ahondar en la realidad se necesita la física.

Entonces, ¿la física ha completado su visión budista del mundo?

Sí. La fortaleza de la ciencia, con la tecnología y la matemática, no la encuentras en el budismo; pero el budismo tiene un método muy sofisticado para investigar y observar directamente la mente; en eso la ciencia occidental es muy débil.

Leyes de la física cuántica ya fueron expuestas hace 2.000 años por el budismo.

En 1997 traduje una conversación entre el Dalai Lama y un eminente físico experimental austriaco, Anton Zeilinger, que le explicaba al Dalai Lama que cuando en la física cuántica investigas la naturaleza de una partícula elemental, como un electrón, no la encuentras, está vacía. Es decir, que el electrón sólo existe en relación con el sistema de medición y el observador, no es posible observar un sistema sin perturbarlo.

¿Y qué dijo el Dalai Lama?

"¡Sorprendente!, ¡¿cómo puedes haber llegado a este descubrimiento sin conocer el camino de en medio o su escuela filosófica, el madyamika?!". Zeilinger se quedó atónito y preguntó: "¿Qué es el madyamika?".

...

Entonces el Dalai Lama explicó que para el budismo el yo, como tal, no existe, ya que aquello que denominamos compulsivamente mi yo está permanentemente cambiando; pero Arya Nagarjuna fue todavía más allá.

¿El fundador de la filosofía madyamika?

Sí, una línea particularmente avanzada dentro del budismo, fundada alrededor del año 200 de la era cristiana, y que sirvió de fundamento filosófico para la principal rama del budismo actual, el mahayana.

¿Cuál fue ese paso más allá?

Pura cuántica: negó la existencia independiente no sólo del yo, el observador, sino también del objeto, el observado; e incluso de la observación misma. El término madyamika deriva directamente del que empleó Nagarjuna para referirse al camino de en medio, aludiendo al espacio entre el nihilismo y el materialismo.

¿Y qué dijo Anton Zeilinger?

"¡Esto es sorprendente!, ¡¿cómo puedes saberlo sin conocer nada de física cuántica?!", e invitó al Dalai lama a su laboratorio en Austria. Allí observé algo muy interesante...

Cuente, cuente...

La tecnología que tenía Anton, los budistas no la tienen; los experimentos que ellos llevan a cabo, los budistas no los hacen. Pero los budistas practican samadi, que es una alta concentración en un solo punto, un método contemplativo para investigar la mente y los fenómenos objetivos.

¿Y así llegan a la misma visión que los físicos cuánticos?

Exacto, pero los budistas hacen una aplicación práctica: al darte cuenta de que nada existe independientemente, ni los átomos, ni las personas, ni las culturas..., brota naturalmente la compasión.

¿Usted cree?

Mi bienestar está relacionado con tu bienestar; mi sufrimiento, con tu sufrimiento. Pretender buscar mi felicidad y mi seguridad como si yo fuera una isla es una estupidez. De esta sabiduría viene el altruismo, y ahí es donde budismo y ciencia se separan, porque el altruismo no es común en la ciencia.

¿Qué se estudia en su instituto?

La conciencia desde la óptica de la ciencia, el budismo, y la psicología conductual; el conocimiento de la mente, el origen del pensamiento, la naturaleza de la conciencia. Investigamos en temas muy prácticos, por ejemplo, cómo calmar las emociones destructivas: desórdenes hiperactivos y déficit de atención.

Muy comunes.

Junto con un equipo científico de la Universidad de California hicimos un estudio que ha durado siete años sobre cómo cultivar el dominio emocional. Entrenamos con meditaciones budistas esenciales durante 45 horas a maestras de escuela aquejadas de estrés, ansiedad, depresión e insomnio. Los síntomas desaparecieron y cinco meses después seguían sin reaparecer. Otro experimento significativo ha sido el proyecto Shamaka.

¿Eso es un tipo de meditación?

Sí, para obtener mayor concentración. Organizamos un retiro de tres meses con 70 personas neófitas en la materia que meditaron ocho horas diarias y conseguimos un nivel de concentración altísimo, lo que se deriva en efectividad, autoestima y alegría en las tareas: creo que pronto veremos revolucionado el mundo del trabajo.

¿Alguna conclusión?

Ciencia y espiritualidad están dándose la mano, no para convertirse ni para conquistarse, sino para aprender una de otra, y eso no tiene precedentes.

La fuerza de la unión

Su mente racional occidental fue en busca de respuestas existenciales y topó con el budismo y el Dalai Lama, que nos dice: "Aunque los científicos estudien principalmente la materia, no pueden pasar por alto la conciencia; aunque los especialistas del espíritu se centren en el desarrollo de la mente, no pueden pasar completamente por alto las necesidades físicas". Así, este hombre se convirtió en un físico budista que ha creado el Instituto de Estudios de la Conciencia, donde se profundiza en la mente humana y sus posibilidades aunando esfuerzos y metodologías de la ciencia y del budismo. Ha participado en el seminario Budismo y ciencia para la paz, organizado por la Fundació Casa del Tibet.

Fuente: Entrevista de Inma Sanchís a Alan Wallace hoy en La Contra de La Vanguardia

sábado, 15 de noviembre de 2008

Los obispos reclaman poner "como prioridad nacional la erradicación de la pobreza".

El documento responde a un pedido de la asamblea plenaria de la CEA realizada en abril último. Desde ese momento se pusieron a trabajar en el borrador Casaretto, Rodríguez Melgarejo, Eguía Seguí y monseñor Sergio Fenoy, obispo de San Miguel y secretario saliente de la CEA.

Casaretto negó que en ese texto se den juicios sobre el gobierno de Cristina Kirchner. "Sería una contradicción con lo que decimos en el documento si se interpretara que hacemos juicios sobre sectores o personas. No nos interesa tanto juzgar lo que pasa o no pasa, sino invitar a una nueva etapa. Creemos que el Bicentenario es una gran ocasión para reconciliarnos entre los argentinos y superar etapas".

Si bien los obispos advierten que no quieren ser "profetas de desventuras", no dejan de denunciar que "cuando priman los intereses particulares sobre el bien común, o cuando el afán de dominio se impone por encima del diálogo y la justicia, se menoscaba la dignidad de las personas, e indefectiblemente crece la pobreza", a la que califican como una forma de "esclavitud moderna". Más concretamente, afirman que "el verdadero liderazgo supera la omnipotencia del poder y no se conforma con la mera gestión de las urgencias".

Al ser interrogado sobre cómo podría recibir el Gobierno las sugerencias de la Iglesia, en un contexto de tensión entre la Presidenta y el cardenal Jorge Bergoglio -titular del Episcopado reelecto esta semana-, Casaretto criticó "una mirada caudillesca de las cosas". Dijo que "se está pendiente de lo que dirá la Presidenta" y, sin embargo, el diálogo entre ella y Bergoglio "no es el único posible".

El obispo insistió en que las afirmaciones del documento no representan un "programa de la Iglesia", sino que son "pautas que esperamos que sirvan como un despertador, como un instrumento de trabajo para todos los argentinos". Para eso, dicen los obispos, se necesita elaborar un proyecto de país inexistente hoy.

"No tenemos un horizonte claro y no tenemos políticas públicas que estén más allá de los gobiernos que pasan. Tener un proyecto de país significa eso: tener políticas estables que superen la transitoriedad de los gobiernos", dijo Casaretto.

Temas urgentes

La emergencia educativa

La pobreza y la exclusión

Las instituciones débiles

El endeudamiento del Estado

El clientelismo político

El federalismo desigual

Los jóvenes sin trabajo

La falta de un proyecto de país

martes, 11 de noviembre de 2008

Buda (Deepak Chopra)


La admiración por Buda ha llevado a Deepak Chopra a escribir esta novela, para tratar de acercar al lector occidental la apasionante vida y el profundo pensamiento de Buda.

Buda es una figura sin igual en el mundo. Con él, no solamente se inicia una nueva religión, sino que sus enseñanzas no hacen más que expandirse por todo el planeta sin pausa. En este libro, Deepak Chopra nos narra la vida de una persona absolutamente fuera de lo común, que empezó siendo heredero de un gran reino y que, aun acostumbrado a vivir entre lujos y caprichos, decide abandonar el hogar muy joven para explorar el mundo. Después de consagrarse al rezo y a la meditación y de ayudar a los pobres y enfermos, descubre un día que su cuerpo y su mente se han liberado de las pasiones terrenales y se ha convertido en Buda, el Iluminado. Ha alcanzado el Nirvana, un estado superior de la mente que le permite estar en paz consigo mismo y con el mundo exterior. A partir de este momento Buda dedicará su vida a difundir su doctrina, fundando una orden monástica cuyo fin es enseñar el budismo, religión que no deja de sumar adeptos en todo el mundo.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Las creencias religiosas se debilitan por el avance científico.

Steven Weinberg, físico estadounidense ganador del Premio Nobel de física en 1979 por combinar el electromagnetismo y la fuerza nuclear débil en el Modelo electrodébil, escribe en un reciente artículo publicado por The New York Review of Books acerca del conflicto derivado de la expansión de la ciencia y el debilitamiento paralelo de las creencias religiosas.

Según Weinberg, la idea del conflicto entre ciencia y religión es antigua. Edward Gibbon, historiador británico del siglo XVIII, ya señaló que “el estudio de la naturaleza es el síntoma más seguro de una mente incrédula”.

Weinberg, por su parte, afirma que aunque la ciencia y la religión no sean del todo incompatibles –tal y como lo señalan científicos muy creyentes como Charles Townes o Francis Collins-, la confluencia de ambas ha ido debilitando gradualmente las creencias religiosas, especialmente en Occidente, donde la ciencia está más avanzada.

Cuatro fuentes de tensión

¿Cuáles son las causas de esta tensión? Para Weinberg, el hecho de que existan contradicciones entre los descubrimientos científicos y las doctrinas religiosas específicas no sería una de las causas. Estas contradicciones se han dado muchas veces a lo largo de las historia, y generalmente el conocimiento científico ha terminado siendo adoptado por las personas con mayor visión entre los grupos religiosos.

Pero si el conflicto entre conocimiento científico y creencias religiosas no ha sido tan importante en sí mismo, al menos hay cuatro fuentes de tensión entre ciencia y religión que sí que han sido relevantes.

La primera de ellas es el hecho de que la religión haya tomado gran parte de su fuerza de la observación de fenómenos misteriosos como los terremotos, las enfermedades, los truenos, etc, que parecerían requerir para su existencia de la intervención de algún ser divino.

A medida que el tiempo ha ido pasando, esos misterios se han ido explicando desde una perspectiva cada vez más naturalista. Evidentemente, la ciencia no ha podido explicar todo ni podrá hacerlo nunca pero, lo más importante es que, según Weinberg, no ha constatado nunca nada que requiera de una intervención sobrenatural para su explicación.


Transformación del auto-concepto humano

Una segunda fuente de tensión entre religión y ciencia se deriva del hecho de que las explicaciones científicas hayan aumentado las dudas del rol especial del ser humano en el mundo.

El ser humano ha pasado de considerarse un actor creado por Dios para desempeñar su papel en un gran drama cósmico de pecado y salvación a tener que aceptar que nuestro hogar, la Tierra, es tan sólo otro planeta más que gira alrededor del sol; que nuestro sol es tan sólo una estrella entre cientos de miles de millones de estrellas de una galaxia que, además, está entre miles de millones de galaxias visibles.

Otro descubrimiento importante, y que también cambiaría el concepto que teníamos de nosotros mismos, fue el realizado por Charles Darwin, que señaló que el ser humano es un producto de la evolución a partir de animales que nos precedieron. Es decir, que no existe un plan divino que explique la existencia de la humanidad.

Una tercera fuente de tensión entre ciencia y religión ha sido más revelante para la cultura islámica que para la cristiandad. Alrededor de 1100, el filósofo sufí Abu Hamid al-Ghazzali argumentó en contra de la idea de las leyes de la naturaleza. Siendo como fue el filósofo islámico más influyente, sus ideas ayudaron a que el Islam rechazara la ciencia. Un reflejo de este rechazo fue la quema de todos los textos médicos y científicos llevada a cabo en Córdoba en 1194.

Hoy día, señala Weinberg, hay ya científicos importantes procedentes de los países islamistas, como el físico pakistaní Abdus Mohammed Salam, que en 1979 ganó el Premio Nobel. Pero, en los últimos 40 años, el caso de Salam ha sido una excepción.

En ciencia no hay profetas infalibles

La cuarta fuente de tensión entre ciencia y religión es la siguiente: las religiones tradicionales se basan en la autoridad, representada por un líder infalible (un profeta, un Papa, un Imán) o por un texto sagrado, como la Biblia o el Corán.

Los científicos se apoyan también en autoridades, pero de otra índole. Si quiero comprender la teoría de la relatividad, buscaré información escrita por un experto. Pero siempre sé que dicho experto podría estar equivocado. Para los científicos, ni siquiera los héroes de la ciencia, como Einstein, son considerados como profetas infalibles.

Weinberg señala que su propósito no es argumentar que el declive de las creencias religiosas sea algo bueno (aunque el físico piensa que sí lo es), sino más bien explicar las razones que han llevado a la pérdida de la fe en los últimos tiempos. Señala asimismo que hay que tener mucho cuidado con los sustitutos de la fe: regímenes que rechazaban la religión cometieron grandes atrocidades con la población, como la Alemania nazi o la Rusia de Stalin.

Finalmente, Weinberg apunta que no diría que es fácil vivir sin Dios y que la ciencia es lo único que se necesita. Porque, por más que se avance en el estudio de la naturaleza, los científicos son conscientes de que nunca podrán alcanzar el fondo final de las cosas. Para ayudar a aceptar este hecho, el físico propone la ayuda del humor, de los placeres sencillos de la vida y del placer del arte.

Según Weinberg, “podríamos estar tristes porque no se escriba más poesía religiosa en el futuro… pero, por supuesto, se podrá también escribir buena poesía en adelante sin la religión”. En definitiva, señala el físico, no debemos preocuparnos con que la superación de la religión conduzca a una decadencia moral porque muchas personas no religiosas han vivido vidas moralmente ejemplares.

Vía Tendencias de las religiones.

martes, 30 de septiembre de 2008

Dudar es aceptar que todo puede pasar. Incluso que estemos equivocados.

No sé cuándo empecé a imaginarme que era una mujer prehistórica. Sé que no me ocurría en la adolescencia ni durante mis años de universidad, pero estoy segura de que ya hace más de quince años que vengo repitiendo esta especie de juego de verme a mí misma cubierta de pieles en una caverna con la hoguera encendida. O casi desnuda en medio de la sabana, de noche, bajo un cielo con miles de estrellas. O escondiéndome tras matorrales para huir de los rugidos de un gran felino que se acerca.

No lo hago todos los días, sino sólo de vez en cuando. Tampoco es que yo decida hacerlo: simplemente es algo que me ocurre en determinadas circunstancias. Con el tiempo, me he dado cuenta de que este juego de la imaginación me asalta cuando hay algo que me asombra sobremanera y que, además, escapa a mi comprensión. Un cielo lleno de estrellas resulta un catalizador inevitable. O una lluvia torrencial, de esas que parece que van a acabar con el mundo. Pero también hay fenómenos humanos que me inducen a pensarme en la Edad de Piedra. La violencia. La locura. Las sinfonías de Beethoven y los cuartetos de Schubert.

Dije que imaginaba que era una cavernícola, pero no es exactamente así ni sólo eso. El juego consiste, más específicamente, en ponerme en el lugar de uno de mis antepasados de la Edad de Piedra . Pienso: si este cielo colmado de estrellas me asombra en el siglo XXI, ¿cuánto debió asombrar a aquellos humanos? Si esta persona a la que quiero se enfurece de esta manera por algo que en el fondo no es tan grave, si alza la voz y jura venganza y agita los brazos como un molino enloquecido, ¿cómo debieron enojarse y violentarse mis tatarabuelos de hace doscientos mil años? Si hoy, con gobiernos, leyes, derechos humanos y educación, resulta tan difícil conducir una sociedad de manera armónica, ¿de qué manera habrán intentado mantener la paz en los albores de la humanidad?

Cada vez que juego a esto, me ocurre lo mismo: termino reconociendo que la única salida para volver a sentirme cómoda y tranquila, para calmar la interminable lista de preguntas que me asaltan, es buscar una explicación para aquello que me deja muda y boquiabierta. Y entonces me doy cuenta de que, además de un código genético, lo que me emparienta con esos hombres y mujeres de las cavernas es este asombro inagotable unido a mi imperiosa necesidad de respuestas.

La búsqueda de respuestas es uno de los rasgos que nos separan del resto del mundo animal. El hombre prehistórico quiso entender el Sol y la Luna, el rugir del trueno, el nacimiento y la muerte, y creó dioses que fueron un buen intento para explicar el fantástico mundo que lo rodeaba. Hoy las explicaciones se han sofisticado: ya no creemos que sean seres mitológicos quienes tejan el entramado de nuestras vidas, sino átomos, reacciones electroquímicas, leyes económicas o pujas por el poder. Sin embargo, aunque una diferencia enorme separa a aquellos dioses de nuestras fórmulas científicas, en muchísimos casos las explicaciones que nos brindaron unos y otras, con el tiempo, demostraron ser insuficientes o incluso equivocadas. A pesar de esto, en el siglo XXI, muchas veces creemos en nuestras teorías con el mismo fervor y la misma pasión con que nuestros tatarabuelos creyeron en Zeus, Poseidón, Acolnahuacatl, Nekhbet u Osiris.

En 1912, el alemán Alfred Wegener formuló la teoría de la deriva continental, la que sostiene que hace millones de años los continentes formaban una sola masa de tierra, que luego se separó en varias partes que fueron alejándose unas de otras, flotando por los mares del planeta. El trabajo de Wegener fue criticado duramente por la comunidad científica. Lo tildaron de loco. El rechazo fue tanto, que en 1924 la Asociación Norteamericana de Geólogos Petroleros organizó un simposio específicamente para refutar su hipótesis. Fue sólo en la década del 60 cuando la ciencia retomó las hipótesis de Wegener. Hoy la teoría de la tectónica de placas es considerada, junto con la de la relatividad, una de las principales revoluciones científicas del siglo XX.

Sobran ejemplos como éste. Casos en los que la comunidad de expertos se aferra a una teoría aun cuando pareciera haber evidencia en su contra. También la hipótesis de Einstein acerca de la desviación de la luz por la fuerza de la gravedad fue rechazada por los científicos de su tiempo. Se trata de una conducta profundamente humana: nuestra necesidad de certezas es tan grande que una vez que encontramos una explicación -sean dioses o ecuaciones- que nos libre de la incomodidad provocada por la ignorancia y el asombro, nos sentimos invencibles. Olvidamos que hasta ahora la mayoría de las respuestas que hemos dado han acabado siendo inadecuadas o, a lo sumo, incompletas.

La religión, la filosofía y la ciencia tienen ese origen común: el intento de poner orden en el caos que nos rodea y de entender el mundo en el que vivimos. Garabateamos teorías sobre el universo porque no nos gusta vivir inmersos en la incertidumbre.

La ignorancia y el desorden son incómodos. Dan miedo. De ahí nuestro afán de certezas inquebrantables. Afán contra el que deberíamos luchar con todas nuestras fuerzas, no sólo porque aferrarse a teorías erróneas retrasa el avance del conocimiento, sino, sobre todo, porque cuando un hombre cree tener la verdad entre sus manos, cuando una sociedad piensa que no hay razón para dudar, el fanatismo espera agazapado detrás de la puerta. No es el odio la causa de los genocidios, sino la intolerancia y el fundamentalismo.

Bertrand Russell, ferviente defensor del escepticismo, decía que cuando los expertos no coinciden acerca de un tema, ninguna opinión debe ser considerada verdadera por los aficionados. Me pregunto: ¿coinciden hoy los economistas, los sociólogos, los historiadores, los políticos, los psicólogos? La respuesta es obvia. ¿Son racionales, entonces, la pasión y los extremos a los que llegamos defendiendo algunos de nuestros puntos de vista?

No digo que no haya una verdad, sino que la verdad es siempre esquiva y que quizá lo mejor que podemos hacer es irnos aproximando a ella. Lo peor: creer que la tenemos atrapada por los pelos. La deificación de cualquier teoría, sea religiosa, científica, económica o política, es igualmente perjudicial. Tras la crisis económica de 1929, el laissez-faire fue criticado por los economistas, que se volcaron a defender la intervención estatal. Décadas después, con una nueva crisis en ciernes y con Reagan y Thatcher en el poder, la intervención del Estado fue demonizada... sólo para ser, en estos días, defendida nuevamente nada más y nada menos que por quien, hasta hace semanas, esgrimía a rajatabla las bondades del libre mercado. Conclusión: nunca deberíamos estar absolutamente seguros de nada y siempre deberíamos estar dispuestos a escuchar opiniones distintas a las nuestras con buena fe y ánimo de entender.

Dudar es incómodo. Es estar parado sobre terreno incierto y movedizo. Y aun a pesar de esa incomodidad, las grandes conquistas artísticas y científicas de la humanidad se deben a la duda. Cervantes cuestionó las novelas de caballerías e inauguró así el camino para la novela moderna. Copérnico, Newton, Darwin y Einstein también dudaron: pusieron en tela de juicio el sistema de creencias predominante en sus épocas. Más aún: el sistema democrático se basa en la idea de que nadie es dueño de la verdad absoluta, de que lo mejor que nos puede pasar es vivir en medio de la duda y la contradicción, porque los crímenes más horribles se cometieron a raíz de visiones fanáticas y totalitarias del mundo. La tolerancia es uno de los rostros de la duda. El respeto es otro.

Ya no somos cavernícolas. Vivimos en la era cibernética. Sin embargo, si pensamos en todo lo que aún nos falta por descubrir, en todo lo que no conocemos, nos daremos cuenta de que estamos más cerca de esas cavernas que del punto en el que ya no quede misterio sin revelar. Quizás esa idea podría hacernos más humildes. Lo que nos emparienta con nuestros antepasados de la Edad de Piedra es nuestra ignorancia: la enormidad de todo aquello que no sabemos. Nadie entiende todavía cómo pudo originarse la vida a partir de moléculas inorgánicas. ¿Cómo, de no haber nada, apareció en algún momento el universo? ¿Cuál es el origen del tiempo? La vida misma es un milagro. Dudar es aceptar que todo puede pasar.
Elogio de la duda

Por Mori Ponsowy
Para LA NACION

lanacion.com | Opinión | Martes 30 de setiembre de 2008

domingo, 21 de septiembre de 2008

Las sociedades que dialogan y que asumen sus diferencias internas crean herramientas espirituales de insustituible valor para el futuro.

No hay en el mundo muchos ejemplos de convivencia y de integración cultural comparables al que han brindado en nuestro país, en los últimos años, el sacerdote católico Guillermo Marcó, el rabino Daniel Goldman y el dirigente islámico Omar Abboud. Los tres se conocieron en la década del 90 y se dedicaron a interiorizarse sobre sus respectivas experiencias en el campo pastoral y social. Con ese fin constituyeron el Instituto del Diálogo Interreligioso, a través del cual cumplieron una valiosísima tarea de intercambio y aproximación entre las tres grandes ramas del tronco monoteísta universal: el cristianismo, el judaísmo y el islamismo.

En estos días, se les ha otorgado el premio Konex, en la categoría "dirigentes comunitarios", distinción altamente merecida, sin duda, pues la labor de diálogo que Marcó, Goldman y Abboud han sabido llevar adelante constituye un exponente admirable de sabiduría y de aptitud para conocer y comprender las oposiciones y los prejuicios que separaron, a lo largo de los siglos, a los hijos de estas entrañables religiones de proyección universal. Todo ello en el contexto de una firme voluntad por contribuir a la dignificación y a la elevación de la sociedad universal.

Lo que merece destacarse de estos tres hombres de fe particularmente lúcidos es que nunca exacerbaron las diferencias ni las barreras que la tradición histórica les imponía, sino que concentraron todo el esfuerzo en analizar lo que tenían en común, y las coincidencias de pensamiento y de lenguaje que iban descubriendo a medida que profundizaban el diálogo y el mutuo conocimiento. Sabían, sin duda, que la primera señal de aproximación entre sus disímiles concepciones religiosas tenía que provenir del profundo respeto que cada uno de ellos fuera capaz de observar frente a la tradición de los otros dos, frente a la sabiduría o la belleza de sus símbolos, y frente a su particular manera de formular el misterio que está en la base de su mensaje religioso.

Las visiones y las experiencias que se obtuvieron como resultado de ese trabajo de interrelación están contenidas en un libro, titulado Todos bajo un mismo cielo , en el cual los tres dirigentes dialogan sobre algunas de las cuestiones esenciales de la fe y del mundo de hoy. Es un libro apasionante, que explora los caminos coincidentes que católicos, judíos y musulmanes transitan día tras día, más allá de sus naturales diferencias, en su búsqueda de la verdad y en su esfuerzo por interpretar y transmitir la palabra de Dios, en el contexto de un común esfuerzo por aportar los más altos valores a la civilización universal.

No se puede ignorar que la Argentina, debido a lo que significó históricamente el fenómeno inmigratorio, cuenta con una larga tradición de tolerancia y de pacífica convivencia entre las diferentes comunidades étnicas y religiosas. El diálogo que Marcó, Goldman y Abboud han impulsado reviste especial importancia porque pone de manifiesto un valor que poseemos los argentinos y que, por el contrario, en otras latitudes suele ser motivo de enemistades y de asperezas, cuando no de violencias difíciles de superar.

Una de las iniciativas que realiza el Instituto del Diálogo Interreligioso, junto con la Asociación Cristiana de Jóvenes, es la que corresponde al proyecto "Promesas con futuro", en el cual alumnos de cuarto grado de colegios católicos, judíos, evangélicos y musulmanes, y de escuelas laicas del Estado juran la bandera nacional en ceremonias conjuntas. Previamente se desarrollan actividades en las que conviven los dirigentes educativos, los docentes y los propios chicos. Esas tareas en común permiten reconocer aquellas diferencias que a todos nos enriquecen y aquellos rasgos que compartimos y que determinan que nos sintamos iguales.

El actual proceso de globalización tiende a homogeneizar los modelos humanos y a desconocer la riqueza que proviene de las culturas diferentes. En ese marco, merece un especial reconocimiento cuanto contribuya a la conservación y a la valoración de la diversidad cultural o religiosa.
Editorial IUn ejemplo por seguir
lanacion.com | Opinión | Domingo 21 de setiembre de 2008

martes, 16 de septiembre de 2008

El celibato enferma la mente de los sacerdotes.

El celibato es una libre opción de vida que, bajo el impulso de la gracia, abre un camino de especial consagración a la causa del Reino de Dios y pertenece a la auténtica herencia espiritual del cristianismo. El sacerdocio, por su parte, al que también se accede en virtud de un llamado divino y de una personal y madura determinación, es -más que una eminente dignidad- un servicio importantísimo instituido por nuestro Redentor con miras al bien sobrenatural de los hombres.

No nos consta que Jesús y los apóstoles hayan exigido el celibato como condición para el sacerdocio, aunque desde los primeros tiempos algunos ministros del altar lo hayan incorporado por propia decisión a su sistema de vida.

De hecho, por diversas razones, la Iglesia Romana ha establecido hace siglos la obligación del celibato para los sacerdotes del rito latino. Ante las nuevas circunstancias sociales, muchos consideran la posibilidad de que se limite o modifique esa norma legal, para admitir también oportunamente al sacerdocio a hombres casados que acrediten su vocación para tan trascendente ministerio. Y esos católicos fundamentan su postura en la convicción de que "el matrimonio según el Señor y el celibato por el Señor son dos formas diferentes de espiritualidad, pero [indiscutiblemente] válidas por igual para vivir plenamente el contenido de la fe" y la vocación sacerdotal.

La Iglesia, no obstante su origen y componentes divinos, es una institución integrada por hombres, propensos como tales al error y al pecado. Eso explica que, a lo largo de su marcha secular -junto con el inmenso desfile de almas excepcionales y de obras benéficas que, sin cesar, brinda a la humanidad-, aparezcan también en su seno algunas flaquezas que, aunque comprensibles, resultan bastante lamentables.

Estas adquieren en nuestros días gran notoriedad por la acción omnipresente de los medios de comunicación que nos ponen en contacto casi directo e instantáneo con los hechos.

Los cristianos conscientes sólo debemos atinar a reconocer humildemente todo lo que contengan de verdadero dichas incriminaciones y a redoblar esfuerzos para que se eviten en lo posible conductas reñidas con el ideal que pretendemos profesar.

Nos urge la tarea de discernir con delicado equilibrio los caminos que conducen a la más acertada selección y formación de los futuros sacerdotes. Además, no debemos aferrarnos a esquemas petrificados sin admitir razonables aperturas, que otorguen mayor variedad y riqueza de valores al conjunto del clero.

Por fortuna, se amplía cada vez más el número de los católicos estudiosos y reflexivos, que plantean con preocupación una extensa serie de interrogantes, en la espera de soluciones y respuestas acordes a las exigencias de los tiempos, sin renegar de los contenidos del evangelio. Estos sinceros creyentes se sienten a menudo desconcertados ante decisiones y actitudes de la autoridad eclesial, que ellos consideran no sólo intransigentes, sino también de algún modo ambiguas.

Si Cristo no impuso el celibato a los que serían sacerdotes, ¿por qué -se preguntan- ese afán de la Iglesia por mantener a toda costa tal disciplina? ¿Cómo se entiende que el celibato sea una condición sine qua non para los aspirantes del sacerdocio en el rito latino y que, en cambio, no lo sea para el rito oriental? Uno y otro sector, ¿no son acaso integrantes de una sola y misma Iglesia Católica? ¿Por qué habría que impedir a un cristiano, de probadas cualidades, acceder al sacerdocio -que es de suyo un servicio público y comunitario, de suma importancia y urgente necesidad-, por la única razón de que, al no sentirse dotado del carisma del celibato, optó oportunamente por formar un hogar? ¿Será razonable retener la vocación sacerdotal rígidamente atada al celibato -que es una gracia muy especial, o sea, para pocos-, cuando nos consta la existencia de muchos casados, de vida ejemplar y con suficiente aptitud para desempañar dignamente el ministerio del altar, al lado de sus hermanos presbíteros que optaron por la vida célibe?
Sacerdocio, celibato y matrimonio

Por Rodolfo A. Canitano

lanacion.com | Opinión | Martes 16 de setiembre de 2008

miércoles, 27 de agosto de 2008

Uno no cree en Dios; de los nueve restantes, siete son católicos; uno, evangélico, y el último puede ser judío, islámico, espiritista o de otro credo.

En un grupo de diez argentinos, sólo uno no cree en Dios; de los nueve restantes, siete son católicos; uno, evangélico, y el último puede ser judío, islámico, espiritista o de otro credo. Eso, al menos, es lo que revela la primera encuesta sobre las creencias y actitudes religiosas en la Argentina, realizada por el Conicet y cuatro universidades nacionales entre 2403 personas mayores de 18 años de todo el país.

El sociólogo Fortunato Mallimaci, director del trabajo e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), presentó ayer los resultados preliminares, que confirman la condición de creyente de la gran mayoría de los argentinos. Además, muestra que el 23% de los residentes en el país va habitualmente a lugares de culto, que el 76% es católico y que los indiferentes ?agnósticos, ateos o sin religión? son el 11 por ciento.

Jesucristo encabeza el ranking de creencias y es seguido por el Espíritu Santo y la Virgen. El 92%de los entrevistados dijo creer en ese hombre que fue crucificado en Jerusalén hace 2000 años. En segundo término, el 85% cree en el Espíritu Santo y, luego, en la Virgen (80%). La lista sigue con los ángeles (78%), los santos (76%), la "energía" (64%) y los curanderos (39%). La encuesta se hizo con formularios domiciliarios según un método probabilístico que, en términos sociológicos, asegura un nivel de credibilidad del 95% y un margen de error del 2%. Fue realizada "con el mayor rigor científico y la mejor buena fe", dijo el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, en el acto de ayer.

La investigación fue fruto del trabajo conjunto del CEIL, del Conicet, y de las universidades nacionales de Buenos Aires, Rosario, Cuyo y la de Santiago del Estero. Financiada por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, se enmarca en un proyecto de investigación que se propone analizar las relaciones entre religión y estructura social en la Argentina del siglo XXI.

Después de casi cuatro décadas sin mediciones científicas de nivel nacional, el estudio del Conicet salda una vieja deuda argentina. "Desde el censo nacional de 1960 no se preguntaban la creencia y pertenencia religiosa. Somos el único país de América latina que no tiene este dato", afirmó Mallimaci, al presentar los resultados preliminares de la investigación, que terminará dentro de tres años.

Hasta ahora los únicos datos sobre creencias y actitudes religiosas de la sociedad argentina a nivel nacional eran los recogidos en el censo de 1960, donde el 90% se declaró católico.

La encuesta, realizada en todo el país, revela que el 91% de los argentinos cree en Dios. Ese porcentaje es mayor entre las personas sin estudios (95%), los mayores de 65 años (97%) y los habitantes de ciudades chicas (94%). Aun en niveles altos la creencia disminuye entre los que tienen título universitario (84%), los jóvenes entre 18 y 29 años (85%) y los residentes en grandes metrópolis (89%).
Encuesta nacional del ConicetNueve de cada diez argentinos creen en Dios

Presentaron datos novedosos sobre la religiosidad en el país

lanacion.com | Cultura | Mi?oles 27 de agosto de 2008

martes, 19 de agosto de 2008

¿Quién fue Buda?

La palabra Buda es un título o un epíteto y no un nombre. Significa "alguien que está despierto" en el sentido de haberse "despertado a la realidad". El título describe el logro de un hombre llamado Siddharta Gautama, quien vivió hace 2,500 años en el norte de la India. Cuando tenía 35 años, después de largos años de esfuerzo, logró la Iluminación estando en una profunda meditación. Durante los restantes 45 años de su vida viajó por gran parte del norte de la India, diseminando su enseñanza del sendero hacia la Iluminación. Su enseñanza se conoce en el Oriente como el Buddha-Dharma - "la Enseñanza del Iluminado".

Viajando de lugar a lugar, el Buda enseñó a numerosos discípulos, muchos de los cuales lograron también este estado de Iluminación. Ellos, a su vez, enseñaron a otros y de este modo una cadena ininterrumpida de enseñanza que continua hasta el día de hoy.

El Buda no era un Dios ni profeta de Dios, tampoco se declaró como un Ser divino. En el Budismo no existe el concepto de un Dios creador. El Buda fue un ser humano quien, a través de esfuerzos tremendos, se transformó y trascendió su limitación humana creándose en el un nuevo orden de Ser: Un ser Iluminado.

El estado de Iluminación que alcanzó tiene tres facetas. 1) Es un estado de "Sabiduría", de ver las cosas como realmente son. 2) Es una fuente de "Compasión" o Amor que se manifiesta en una actividad constante para el beneficio de todos los seres. 3) Y es la liberación total de las energías de la mente y cuerpo para que estén al servicio de la mente plenamente consciente.

El concepto budista de la Iluminación no se conoce en Occidente donde tenemos limitados entendimientos de la capacidad espiritual que la vida ofrece. Algunos estudiosos la interpreten en un sentido humanístico como llegar a ser un humano ético y con cualidades morales, careciendo de un orden espiritual. Otros entienden la meta en términos de un Dios más allá de todo y creador de las cosas, la meta en este caso seria comunión o unión con él. Todos estos conceptos son completamente ajenos al budismo.

¿Que pasó después de la muerte del Buda?

El Budismo desapareció de la India hace mil años (aunque recientemente está reviviendo). Así mismo la enseñanza se expandió hacia el sur a Sri Lanka y el Sudeste de Asia, donde la forma "Theravada" de Budismo aun sigue floreciendo. También se difundió al norte al Tíbet, China, Mongolia y Japón. Las formas "Mahayana" de Budismo se practican en estos países, aunque en el último siglo han sufrido mucho de los efectos del comunismo y consumismo. En el último siglo el Budismo ha aterrizado indudablemente en Occidente y muchas personas se han convertido en Budistas.

¿Si el Buda no es un díos por que los budistas hacen reverencias a su estatua?

En los países de Oriente es una costumbre universal hace una reverencia física a una persona para mostrar respeto. Antiguamente todo el mundo hacía reverencia a los reyes o emperadores. Hoy en día en muchos países sigue siendo la costumbre reverenciar los padres, los suegros, los profesores de escuela, los maestros de artes marciales o cualquier persona que uno estima. En el budismo Zen es normal inclinarse ante el cojín de meditación antes de usarlo como muestra de gratitud. Así que el acto de veneración al Buda no tiene nada que ver con divinidad: es simplemente una forma de expresar estimación y agradecimiento a otro ser humano que uno considera su maestro.

Se puede considerar las estatuas del Buda de dos maneras. En primer lugar las puedes comprender como un símbolo del Buda histórico y sus logros espirituales. En este caso reverenciar la estatua es una muestra de estima (como ya hemos comentado). La otra forma de ver una imagen del Buda es contemplarla como un símbolo de tu propia iluminación. Un día tu también puedes llegar al estado de ser un Buda. En este caso reverenciar la estatua es una forma de conectar emocionalmente con tu propio potencial espiritual ilimitado.

¿Qué es el Budismo?
El Budismo es un camino de enseñanzas prácticas. Las prácticas Budistas, tales como la meditación, son un medio para que uno mismo se transforme, desarrollando las cualidades de conciencia, bondad y sabiduría. La experiencia desarrollada dentro de la Tradición Budista durante miles de años creó un recurso incomparable para aquellos que desean seguir un sendero de desarrollo espiritual. El sendero Budista nos lleva a lo que se conoce como Iluminación o Budiedad.

¿Es una religión o una filosofía?
En occidente cuando pensamos en la religión solemos pensar en el monoteísmo dado que las religiones principales que han influido en la cultura occidental han sido monoteístas: el cristianismo, el islam y el judaísmo. Sin embargo, el budismo se considera "no-teísta" y niega explícitamente el concepto de un dios creador. Al mismo tiempo no es un sistema de pensamiento "materialista" como la ciencia, dado que considera que el mundo temporal-espacial que experimentamos a través de los sentidos no es suficiente para explicar la condición humana. Entonces es difícil catalogar el budismo como religión o filosofía usando estos términos de la forma que suelen usarse en occidente. A pesar de esto, contiene muchos elementos que pueden considerarse "religiosos" o "filosóficos".

¿Que enseña el Budismo?

El Budismo ve la vida como un proceso en constante cambio y sus prácticas tratan de tomar ventaja de este principio para utilizar los cambios inevitables a mejorar nuestra vida. El factor decisivo para transformarnos es la mente y el Budismo ha desarrollado muchos métodos para trabajar directamente con la mente. Uno de los principales es la meditación, la cual es una forma de desarrollar estados mentales más positivos caracterizados por calma, concentración, conciencia y emociones como la amistad, ecuanimidad y felicidad. Usando la mente clara y positiva que se desarrolla en la meditación, es posible tener una mayor comprensión de uno mismo, de los demás y de la vida misma. Además de la meditación, las enseñanzas abarcan los campos de la ética, el estudio filosófico, el trabajo social y el desarrollo del ser humano en todos sus aspectos: intelectuales, emocionales, espirituales y culturales.

¿Quién puede practicar el budismo?
Los Budistas no buscan "evangelizar" o coercer a otras personas para que adopten su religión, pero sí ponen sus enseñanzas a la disposición de quienes estén interesados. La gente tiene la libertad de tomar lo poco o mucho para lo que se sientan listos. Muchas personas toman las prácticas de la meditación o la filosofía de vida del Budismo para mejorar sus vidas sin considerarse estrictamente Budistas.

libros sobre el budismo

miércoles, 16 de julio de 2008

"Para entender el mundo actual, hay que volver a la teología, aunque parezca una disciplina perimida".

"Si hay algo que necesitamos en la Argentina es una renovación, y si el camino para lograrla viene del lado de las iglesias y de las religiones, bienvenido sea. No hay que cerrar puertas, sino tender puentes. A mí no me parece mal que, sobre todo en América latina, los religiosos participen en política, porque la historia ha demostrado que muchas veces la religión sirve de base para impulsar movimientos de cambio. Se puede ser religioso y, al mismo tiempo, progresista", dice Iván Petrella, quien, con un posgrado en Teología y un doctorado en Harvard sobre Religión, es una de las figuras destacadas de la nueva camada de teólogos latinoamericanos.

Con varios libros publicados sobre la teología de la liberación (la corriente progresista del cristianismo, que es su especialidad), este académico argentino, que actualmente vive y enseña en los Estados Unidos, está en su año sabático. Esto significa que le pagan por pensar: el sueño perfecto de todo intelectual.

A los 39 años, este teólogo, que enseña filosofía y teología en la Universidad de Miami, ve como una "simplificación errónea" la visión que asocia lo progresista con lo secular. "Me parece un grave error que el progresismo político y los intelectuales desdeñen la religión, porque este mundo es cada vez más religioso. No comprender esto, es separarse de las bases que llevarán a cabo el proyecto que estos políticos e intelectuales buscan", afirma.

Petrella, que, paradójicamente, se define agnóstico, está embarcado en un proyecto tan ambicioso como original: organizar un equipo que actúe como tanque de ideas para el candidato presidencial demócrata. La sede estará, naturalmente, en Nueva York.
Los intelectuales y el país de hoy / Iván Petrella"Se puede ser religioso y progresista"

Según este teólogo argentino que enseña en EE.UU. y que se confiesa agnóstico, la historia muestra que la religión puede ser impulsora del cambio

lanacion.com | Cultura | Mi?oles 16 de julio de 2008

martes, 8 de julio de 2008

"Los argentinos necesitamos comprendernos a nosotros mismos, necesitamos maestros que nos conduzcan para no quedar entrampados en la coyuntura"

El cardenal Jorge Bergoglio y el rabino Sergio Bergman hicieron levantar la mirada anoche a católicos y judíos por igual. Literal y simbólicamente. La presentación del libro de Bergman, Argentina ciudadana, con textos bíblicos, en la sala circular del Planetario obligó a los más de 350 asistentes a mirar hacia la cúpula para ver las imágenes del rabino y del cardenal. Y, ambos, invitaron con sus palabras a atravesar el análisis de la coyuntura, para profundizar en los valores que sostienen a la nación argentina.

Además de compartir las cuatro primeras letras de sus apellidos, los dos hombres religiosos coincidieron en un intercambio de halagos. Del autor del libro, Bergoglio dijo que es un erudito y un maestro.

"Los argentinos necesitamos comprendernos a nosotros mismos, necesitamos maestros que nos conduzcan para no quedar entrampados en la coyuntura", explicó Bergoglio y señaló a Bergman como uno de esos maestros. "Explicar los acontecimientos históricos es la responsabilidad de un erudito; develar su significación es la tarea del maestro. Esta obra es fruto del trabajo no sólo de un erudito, sino de un maestro, de un rabí." Bergman, le respondió llamándolo "hermano y amigo".

El arzobispo de Buenos Aires y presidente del Episcopado escribió el prólogo del texto de Bergman, publicado por Ediciones B. Pero no fue ese texto, sino otro preparado especialmente, el que leyó ayer.

Lo escuchaba un heterogéneo auditorio. Además del ministro de Cultura del gobierno porteño, Hernán Lombardi, quien cedió las instalaciones del Planetario, había otros políticos como Federico Pinedo, Margarita Stolbizer y Adalberto Rodríguez Giavarini.
Coincidencias entre un cardenal y un rabino"Ver más allá de la coyuntura"

Lo dijo Bergoglio, al presentar un libro de Sergio Bergman

LANACION.com | Cultura | Martes 8 de julio de 2008

lunes, 30 de junio de 2008

¿Qué es un ateo?

Origen del Ateísmo.

La palabra "ateo" evoca una multitud de imágenes en las mentes de los estadounidenses, desde lo valiente hasta lo horrible. De hecho, este término es uno de los más malinterpretados de la lengua inglesa. La etimología de la palabra revela exactamente lo que significa para los ateos mismos, y son los ateos quienes deben saber mejor lo que esta palabra significa.

La palabra "ateo" se deriva del griego "teísmo", que es creencia en un dios o en varios, y "a", que significa "sin". Así, los ateos son personas que carecen de una creencia en un dios o en varios. Contrariamente a la creencia común y a algunos diccionarios antiguos, la gran mayoría de los ateos NO niega absolutamente la extremadamente pequeña posibilidad de Dios. Para negar a Dios categóricamente, un ateo tendría que saber todas las posibles definiciones de Dios, examinarlas todas, y encontrarlas a todas lógicamente auto contradictorias o falsas, y entonces rechazarlas todas. Hacer todo esto requeriría que el ateo fuera omnisciente. Además, los ateos se rehúsan a dar el "salto de fe" desde la evidencia hasta una conclusión que la evidencia no amerita. Los ateos dejan ese error lógico para los teístas. Como los ateos no pueden negar a dios lógicamente, no lo hacen. Cualquiera que diga que los ateos hacen una declaración global tan simplista sencillamente no está familiarizado con la literatura del ateísmo.

Círculos Cuadrados.

¿De dónde vino esta confusión? Primero, hasta hace poco las únicas personas que hablaban en público sobre el ateísmo eran clérigos. Mas allá de este poco afortunado hecho, existe la idea de que uno puede negar la existencia de un dios específicamente definido si la definición de tal dios lleva a una auto contradicción lógica. Por supuesto, lo único que significa tal auto contradicción es que un dios determinado no puede existir, tal como no puede existir un círculo cuadrado, porque las cosas lógicamente auto contradictorias por definición no pueden existir.

Bien, entonces los ateos son personas que carecen de una creencia en uno o varios dioses. ¿Qué significa esto? Bueno, significa que los ateos han adoptado tal postura porque se dan cuenta de que la carga de la prueba acerca de si algo es lógicamente cierto siempre descansa sobre los hombros de la persona que lo afirma como cierto. De modo que el teísta que afirma que Dios existe está obligado a demostrar esa postura. Esto se hace ofreciendo "pruebas" físicas o lógicas y tratando de llegar a una conclusión lógicamente convincente. Cuando el ateo le pide al teísta que presente su evidencia, la evidencia es insuficiente para concluir que existe un dios, sin importar cómo se defina "dios". Casi todos los filósofos admiten esta realidad.

Fe contra Experiencia.

El teísta, sin embargo, tiene una "salida". El teísta dice que aun cuando no haya pruebas lógicas (racionales) a favor de la existencia de un dios, no obstante uno debería aún aceptar la idea de un dios en base a la fe. La fe es básicamente creer algo sin evidencia adecuada ¡porque uno quiere creerla! Los ateos se rehúsan a dar este "salto de fe" o creer cualquier cosa por fe, pues entienden que hacerlo sería simplemente mentirse a uno mismo. Los ateos y la mayoría de las demás personas consideran que la mentira es inmoral. Adicionalmente, la religión es la única área que se basa en el concepto de fe. Es cierto que a menudo usamos descuidadamente la palabra "fe" cuando lo que en realidad queremos decir es "confianza basada en la experiencia". Por ejemplo, cuando llegamos a un semáforo con luz roja de alto, nos detenemos y esperamos a que se ponga en verde. No tenemos fe en que se pondrá en verde, sino que tenemos confianza en que ocurrirá, basada en nuestras experiencias pasadas con la luz roja del semáforo. Sabemos que 999 de cada 1000 veces, la luz roja se pasará al verde. Si nunca hemos visto antes una luz roja, no sabríamos qué hacer la primera vez que nos la encontráramos. Si nos detuviéramos y esperáramos que se pusiera en verde sin antes haber visto jamás un semáforo en rojo, entonces estaríamos actuando en base a la fe.

La fe también sufre de muchos problemas adicionales. El conocimiento se adquiere mediante la razón y nunca mediante la fe. El conocimiento requiere de hechos, verificación independiente de los hechos, y una amplia aceptación final de los mismos. La fe no proporciona un método para obtener hechos o verificarlos. En cambio, la fe es puro deseo fantasioso; deseamos que algo sea de tal manera, aunque no podamos probar su veracidad racionalmente, así que lo creemos de todos modos.

Falta de evidencia.

El ateo, por supuesto, permanece abierto a cualquier prueba adicional o evidencia que el teísta pueda ofrecer. Si alguno de sus argumentos resulta convincente, el ateo lo aceptará. Mientras tanto, el ateo vive su vida sin dios, o como si no hubiera dioses. Aunque el ateo no dice dogmáticamente que no es posible ningún dios, el ateo piensa que es sumamente improbable que exista alguno. Después de todo, los creyentes han estado ofreciendo supuestas "pruebas" a favor de la existencia de Dios durante más de mil años, y todas esas pruebas han fracasado ante el análisis lógico. Es bastante improbable (aunque ciertamente, remotamente posible) que alguien presente nuevas pruebas válidas en el futuro.

Una vez que el ateo ha barrido toda la "basura teológica", ¿qué queda? ¿Hay alguna razón para existir? ¡Por supuesto! Los ateos sabemos que la humanidad debe enfrentar muchos problemas difíciles. Sin un dios, los seres humanos somos la única fuente de las soluciones. Esta Tierra es nuestro hogar y es el único que tenemos. Las generaciones pasadas han dedicado sus vidas a mejorar las condiciones de vida aquí en la tierra. Los seres humanos actuales continuamos en esta empresa a favor de nosotros mismos y de las generaciones futuras. Por lo tanto, los ateos sentimos que el "propósito" de la vida es hacer feliz a la gente y dejar el mundo en mejores condiciones que cuando aparecimos en él. Algunas personas llaman "humanismo" a este modo de vida. Los ateos lo hacen alimentando a los hambrientos, vistiendo a los desnudos, mejorando la salud, etc. Cada persona puede ayudar hasta el límite de sus capacidades. Nos hacemos felices haciendo felices a otras personas.

Pues muy bien, digas tal vez; pero ¿cómo puedes saber que esto sirve como motivación para todos? ¿No hay personas que necesitan sentir que hay vida después de la muerte, o que hay un dios cuidándolos? Los ateos replican que si tú necesitas de la religión, y si esas creencias te hacen feliz, entonces puedes ser creyente. Los ateos están a favor de la total libertad religiosa. De todos los grupos, nosotros hemos estado entre los más perseguidos por nuestras posturas, así que nosotros, más que todos los demás grupos, comprendemos la importancia de la libertad de religión (¡y la de no religión!) para todos. Por supuesto, la auténtica libertad religiosa implica el derecho a no creer así como el de creer. Los ateos, claro, piensan que es mucho mejor creer sólo lo que es cierto., pero la gente tiene el derecho de creer en lo que sea, cierto o falso.

¿Qué quieren los ateos?

Bueno, no queremos más que nos dejen en paz y vernos libres de persecuciones y acoso. Queremos ser capaces de decir en público que somos ateos, sin temor a represalias económicas o sociales. Queremos ser libres de distribuir nuestra literatura del mismo modo que las religiones distribuyen la suya. Queremos la misma clase de respeto que da el gobierno a las religiones. Queremos el mismo acceso a los medios masivos de comunicación que tienen las religiones. No queremos ni más ni menos que aquello a lo que tiene derecho cualquier grupo, en una sociedad que se enorgullece de su libertad religiosa y su pluralismo.

Si estás de acuerdo en que lo que decimos tiene sentido, te damos la bienvenida a unirte a Atheists United (Ateos Unidos) en busca de compañerismo, educación y la interminable lucha a favor de la separación entre iglesias y estado.

Por: Dr. Gordon Stein
Via: sindioses.org

Desde que se tiene registro, los humanos han creado más de cien mil religiones, existentes en todas las sociedades...¿cuál es dueña de la verdad?

Vivimos tiempos extraños. Los viejos temas se vuelven nuevas obsesiones y antiguos debates cobran una fuerza inusitada; como si, de repente, todas las delicadas piezas que forman el rompecabezas de nuestra cultura hubieran explotado en pedazos pero sólo para caer en la posición inicial. El viejo tema, en este nuevo escenario, es Dios, ese signo de interrogación como lo llamó alguna vez el escritor inglés Robert Graves. Quien ha desempolvado la vieja discusión entre ateos, agnósticos y creyentes es el genetista Richard Dawkins en su último libro The God Delusion [El engaño de Dios], que salió al mercado el pasado 22 de octubre (de 2003) en su edición inglesa. En épocas de clonación es lo que esperaríamos de un genetista: tener la habilidad de combinar unos extraños ingredientes llamados genes y traer al occiso a una nueva vida.

Dawkins ostenta, al menos de oídas, un título envidiable para cualquier académico: "Profesor de la cátedra Charles Simonyi para la comprensión pública de la ciencia" en la Universidad de Oxford, y en efecto, le hace honor al pretencioso título al ser un maestro de la claridad y de la profundidad en la ciencia. Habiendo vivido una infancia entre los animales en Malawi, se educó en Inglaterra y obtuvo un doctorado en Oxford bajo la supervisión del afamado naturalista de la década de los sesenta, Niko Tinbergen. Desde entonces, se dedicó a escribir libros con títulos tan presumidos y cautivantes como El relojero ciego (Editorial Labor, 1989) y Destejiendo el arco iris (Tusquets, 2000).

La observación del ensayista norteamericano Emerson, según la cual la claridad es la condición indispensable de la profundidad, como en un lago muy profundo en el cual sólo se ve el fondo cuando el agua está cristalina, cobra especial vigencia en la obra de Dawkins. Así ha ocurrido desde que publicó El gen egoísta en 1976, una obra a la vez inspiradora e indignante que no tiene reparos en decirnos lo que no queremos escuchar. Sostiene, por ejemplo, que las unidades más importantes sobre las cuales trabaja la selección natural son los genes. A pesar de que los organismos individuales nacen y mueren, los genes pasan de generación en generación manifestándose en sus "huéspedes" de diferentes maneras; bien sea construyendo piernas largas, una mano con cinco dedos o la propensión a desarrollar comportamientos. Para seguir su camino, estas pequeñas unidades deben valerse de un cuerpo que las replique: un mono es una máquina de preservar genes en las copas de los árboles, un pez los preserva en el agua, un virus es una máquina ingeniosa que usa otros cuerpos. Nosotros no somos la excepción. Ahora bien, a nivel del gen "(...) el altruismo tiene que ser malo, y el egoísmo, bueno. Sobreviven los organismos con genes que los impulsan a buscar su propio beneficio por encima del de los demás". Hasta acá, pura genética. Aún nadie ofendido. Dawkins, sin embargo, puso el dedo en la llaga cuando en la misma obra aplicó esta teoría a lo que los humanos tenemos por los más altos valores. ¿Qué hay de los comportamientos puramente altruistas, como el amor maternal? Adecuadamente comprendidos, no son más que comportamientos egoístas. La madre cuida a sus crías porque cuida a los que tienen los mismos genes que ella; cuida su inversión genética. El mundo de las ciencias sociales de finales de los años setenta, aún amante de los ideales humanos de grandeza, hirvió de indignación ante la idea de que somos egoístas.

Aunque ahora el debate es sobre Dios, hay una preocupación común en toda su obra: la evolución como un proceso ciego que ha construido organismos inteligentes sin intervención sobrenatural. Su reciente libro sobre Dios y la religión está inspirado parcialmente en los ataques del 11 de septiembre de 2001, un hecho que impulsó a intelectuales en las más diversas áreas a pronunciarse con una vehemencia excepcional. "No es de extrañar que un grupo de jóvenes henchidos de adrenalina pero incapaces de tener una mujer en este mundo se hayan tragado la idea de tener setenta y dos vírgenes privadas en el siguiente mundo", declaró el 15 de septiembre de 2001 en una declaración denominada "Los misiles desviados de la religión", publicado por el periódico inglés The Guardian. El tono de The God Delusion es aún más altivo porque no constituye sólo un ataque al fanatismo religioso, sino a formas de religiosidad más moderadas; ellas crean el clima de aceptabilidad religiosa que permite el fanatismo, sostiene Dawkins. Y ¿por qué no llevar la reflexión hasta el núcleo mismo de la creencia religiosa; la existencia de Dios? Exceptuando unas pocas formas de creencia, casi todas las religiones tienen alguna forma de deidad personificada que está relacionada con la vida en el más allá.

Si bien es cierto, como lo argumentó el filósofo Bertrand Russell, en 1927, en "Por qué no soy cristiano", que no es posible demostrar concluyentemente la inexistencia de Dios -por el simple hecho lógico de que no es posible demostrar concluyentemente la inexistencia de cosa alguna-, sí es factible decir que esa existencia es muy poco probable. Al fin y al cabo, tampoco podemos demostrar la inexistencia del abominable hombre de las nieves, los ovnis o las energías misteriosas de los cristales, formas recurrentes de las mitologías del siglo XXI. Pero esto no quiere decir que una persona con cuatro dedos de frente tenga que creer en ellos. El ejemplo de Dawkins es contundente. Si yo le digo que me demuestre la inexistencia de una tetera llena de té orbitando en este momento alrededor del planeta Marte, usted no lo podrá hacer. Pero pregúntese, ¿realmente cree que haya una tetera llena de té en este momento orbitando Marte? Basta cambiar la palabra "tetera" por "Dios". Todos entendemos el alcance de esta analogía. En The God Delusion, Dawkins pasa de la duda e indemostrabilidad de la inexistencia de Dios, lo que desde épocas antiguas se llama agnosticismo, a sostener una posición más agresiva: el ateísmo. "Es hora de que el ateo salga del clóset", nos ha dicho.

The God Delusion no es un libro de corte científico como El gen egoísta, sino que busca, para ponerlo en palabras del propio autor, "elevar la conciencia". Sigue siendo, e incluso con mayor razón, un libro escrito para un público amplio. El primer capítulo examina las creencias religiosas de científicos de la talla de Einstein. Algunas afirmaciones sueltas de Einstein fueron desorientadoras para los creyentes, como cuando sostuvo que Dios no juega dados con el universo. La palabra Dios, según Dawkins, está usada acá en un sentido puramente metafórico y poético. La pregunta de Einstein se refiere en realidad a si el azar está en el corazón de todas las cosas. Es importante poder distinguir entre la creencia en ese Dios personal de la Biblia, por un lado, y el sentido de asombro y curiosidad frente al universo, por el otro. La primera es una actitud religiosa. La segunda es el motor mismo de la ciencia y es la que sostuvo Einstein.

Y en verdad que Dawkins se encuentra indignado con el Dios del Antiguo Testamento. Se resiste a creer en ese ser "...misógino, homofóbico, racista, infanticida, genocida, filicida, productor de pestilencias, megalomaniaco, sadomasoquista y caprichosamente malevolente". El pianista Arthur Rubinstein lo expresó con elegancia en una entrevista radial hace años. Cuando le preguntaron si creía en Dios, contestó toscamente, luego de una pausa tensa: "No. Aquello en lo que creo es algo mucho mayor". El ateo, en este sentido, es simplemente alguien que cree que no hay nada más allá del mundo natural y físico, ninguna inteligencia sobrenatural detrás del universo observable, ningún alma que sobrevive al cuerpo físico y que no hay milagros, excepto quizá en el sentido de fenómenos naturales que no entendemos aún pero que serán entendidos eventualmente. Es una cuestión de sentido común y de preocupación por la verdad, dos temas que se asoman constantemente entre las líneas de The God Delusion. Las posiciones conciliadoras entre ciencia y religión, como las que pudiera sostener un científico creyente son, por definición, inconsistentes alega Dawkins en el capítulo siete. Se cree en las verdades reveladas de la religión o en la ciencia, ya que en varios sentidos ambos cuerpos de creencias son incompatibles, como dos barras de hierro que no se pueden fundir empujando una contra la otra. Si se alega que las religiones en general y la Biblia en particular deben tomarse en un sentido simbólico, entonces la que entra en contradicción es la creencia religiosa misma: en efecto, toda se debe tomar en ese sentido y no suponer que algunos misterios y pasajes son simbólicos, como cuando Cristo camina sobre las aguas, mientras que otros son verídicos y factuales, como la crucifixión. No se pueden tener los huevos intactos y la torta, también se lee en The God Delusion.

¿Por qué, entonces, esta fuerte persistencia de la religión en las sociedades humanas? Desde que se tiene registro, los humanos han creado más de cien mil religiones, existentes en todas las sociedades, incluso allí donde un fin del Estado ha sido la eliminación de la religión. ¿Por qué? Una repuesta a esta pregunta ya la había planteado el filósofo naturalista de la Universidad de Tufts, Daniel Dennett, quien, como si el debate no estuviera ya caliente, también tiene un nuevo libro sobre religión: Breaking the Spell [Rompiendo el hechizo], que plantea que la religión es un fenómeno natural, publicado por la editorial Viking en febrero de este año (2006). De acuerdo con Dennett, una capacidad básica que los humanos primitivos desarrollaron para dominar su medio ambiente fue la de atribuir inteligencia a algunos seres que los rodeaban. No es difícil imaginar las ventajas de esta habilidad: saber si el tigre me atacará, poder predecir qué hará mi contendor en una pelea, leer los deseos de otros. Tal capacidad está escrita en nuestros genes y es un producto de la evolución.

Venimos a este mundo con un cierto dominio de ella -nadie nos tuvo que enseñar que otras inteligencias habitan este planeta- y es útil para tareas que van desde pelear hasta seducir. Sin embargo, como otras capacidades humanas, ésta es una que excedió el ámbito de su aplicación original. Es así como los humanos somos propensos a atribuir inteligencia incluso allí donde no la hay; al sol y al cielo, a los monstruos imaginados en el armario ante el más ligero sonido.

Algunos alegarán, como último recurso, que la religión subsiste como una fuente de felicidad, pero esta posibilidad pronto queda eliminada para Dawkins, por medio de un argumento que ya había esgrimido George Bernard Shaw: el hecho de que un creyente sea más feliz que un no creyente viene a ser lo mismo que decir que un borracho o un loco es más feliz que un hombre sobrio. Puede que sí, ¿Pero quién querría estar loco para poder contarse entre los dichosos?