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domingo, 23 de octubre de 2011

Ser feliz

Un hombre murió.. Al darse cuenta, vio que se acercaba Dios y q llevaba una maleta consigo; y le dijo: -Bien hijo, es hora de irnos! El hombre asombrado, le preguntó a Dios: -Ya?... Tan pronto? tenia, muchos planes... -Lo siento hijo.. pero es el momento de tu partida!.. -Que tienes en la maleta? Y Dios respondió: -Tus pertenencias!!!... -Mis pertenencias? Mis cosas,mis ropas, mi dinero?? -Eso nunca te perteneció, eran de la tierra.. -Tienes mis recuerdos?? -Nunca te pertenecieron, eran del Tiempo.. -Tienes mis talentos? -No te pertenecieron, eran de las circunstancias.. -Tienes a mis amigos, a mis familiares? -Lo siento hijo, ellos nunca te pertenecieron, eran del camino.. -Tienes a mi mujer y a mis hijos? -Ellos nunca te pertenecieron, eran de tu corazón... -Tienes mi cuerpo? -Nunca te perteneció, ese era de polvo.. -Entonces tienes mi alma? -No!. Esa era Mía.. Ahí el hombre lleno de miedo, arrebató a Dios la maleta y al abrirla... Se dio cuenta que estaba vacía!!... Con una lágrima de desamparo brotando de sus ojos, el hombre le dijo a Dios: -Nunca tuve nada??? -Si hijo mio,... cada uno de los momentos que viviste fueron sólo tuyos... La vida es sólo un momento.. !!Un momento sólo tuyo.!!! Disfrútalo en su totalidad.. Que nada de lo que crees que te pertenece, te detenga.... Vive el ahora! Vive tu vida..!!!. Y no te olvides de SER FELIZ. Valora a quienes te valoran, no pierdas tiempo con quien no lo tienen para ti, sólo has la voluntad de Dios, regala estas hermosas palabras: Dios Te Bendiga

miércoles, 23 de febrero de 2011

Números contra la apatía

En este planeta de inequidades e injusticias, ¿qué argumentos pueden conmovernos, evaporar la apatía y provocarnos un clic que nos mueva a la acción?

Probablemente, cada uno de nosotros tenga su particular "punto débil". La periodista británica Jessica Williams, productora de la BBC, reunió y explicó varios en su libro 50 Facts that Should Change the World ( 50 hechos que deberían cambiar el mundo , The Disinformation Company, 2007). Entre ellos, figuran los siguientes:


Una mujer japonesa tiene una expectativa de vida de 84 años. Otra que nace en Botswana, de 39.


Una de cada cinco personas del mundo vive con menos de un dólar por día.


Las minas de tierra matan o dejan lisiada a una persona por hora.


Más de 150 países utilizan la tortura.


Diariamente, una de cada cinco personas sufre hambre.


Las reservas de petróleo del planeta se agotarán en 2040.


Hay por lo menos 300.000 prisioneros de conciencia en el mundo, y el mismo número de niños soldados.


Un kiwi enviado por avión de Nueva Zelanda a Europa emite cinco veces su propio peso en gases de invernadero.


Los chicos que viven en hogares pobres tienen el triple de riesgo de padecer una enfermedad mental que los que viven en familias acomodadas.


El 82% de los fumadores vive en países en desarrollo.

Seguro que si miramos a nuestro alrededor podemos hacer más larga esta lista...

nbar@lanacion.com.ar

martes, 22 de febrero de 2011

Sarmiento naturalista

SOLO dos años separan los bicentenarios de los nacimientos de Charles Darwin (1809-1882) y Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888). Sobre Darwin, el historiador de la medicina William Bynum afirma: "Los trabajos de Galileo, Newton, Einstein, Planck y Mendel son leídos hoy sólo por historiadores y especialistas. Son figuras históricas; Darwin es nuestro contemporáneo. Su libro El origen de las especies fue escrito para un público general. Se agotó el mismo día de su lanzamiento, en 1859?Estos hechos lo hacen único en la historia de la ciencia". Es cierto que cuando uno lee a Darwin parece estar dialogando con él sobre temas actuales. Notablemente, ocurre algo similar cuando se lee a Sarmiento. Sarmiento aparece como un contemporáneo que dialoga con el lector sobre temas vigentes y aún no resueltos de la condición humana. Si bien esto es fascinante, también es peligroso, porque uno se embarca en glorificarlo o demonizarlo con parámetros actuales, perdiendo de vista la perspectiva histórica.

¿Qué une a estos dos personajes de la historia? Quizá pocos lo sepan, pero Sarmiento pronunció en 1882 un discurso de homenaje a Darwin, en ocasión de su muerte, en el Círculo Médico de Buenos Aires. Sarmiento tiene una idea cabal y vibrante de la importancia del pensamiento de Darwin. Leyó sus libros y en particular el Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo , relato de los cinco años pasados a bordo del Beagle, donde el joven Darwin (entre los 23 y 28 años) recogió las evidencias que más tarde servirían de inspiración para su teoría evolutiva. La lectura del Diario ... es apasionante, en especial para los nacidos aquí, ya que casi la mitad transcurre en tierras argentinas y uruguayas.

Sarmiento es consciente de que las ideas de Darwin causan rechazo y espanto en muchos sectores de la población porque atentan contra dogmas religiosos muy arraigados. Por eso confiesa su satisfacción al pronunciar su discurso de homenaje frente a un público de médicos, donde supone que los jóvenes que lo escuchan, iniciados en las ciencias, sabrían apreciarlo sin prejuicios. Es que hoy sigue siendo cierto que lo verdaderamente revolucionario de Darwin fue que, al proponer el mecanismo de selección natural, reafirmó de manera científica la existencia de evolución de la vida sobre la Tierra. La célula viva es una forma particular de organización de la materia, está hecha de los mismos átomos y regida por las mismas leyes fundamentales de la física y de la química que la materia no viva. Las propiedades esenciales de la célula viva son su capacidad de reproducirse y de metabolizar, o sea, de intercambiar compuestos químicos y energía con el medio que la rodea. Al estar todos los seres vivos compuestos por células, nuestras capacidades de reproducción son consecuencia de las de nuestras células y de que nuestro material genético esté constituido por una molécula capaz de autoduplicarse: el ADN. El ADN está organizado en genes; la información de los genes se hereda, pero ocasionalmente puede cambiar, y ese cambio o mutación, generalmente producido al azar, también se hereda. Dicho esto, decimos hoy que hubo evolución cuando hubo un cambio, a lo largo del tiempo, en las frecuencias de las variantes de los genes en un grupo de individuos.

Ni Darwin ni Sarmiento sabían nada de genes, de ADN ni de genética. Sin embargo, Darwin no necesitó de ninguna aproximación molecular ni reduccionista para darse cuenta de la evolución. Le bastó con una inmensa curiosidad, un rigor observacional envidiable y una escéptica cautela a la hora de interpretar sus observaciones y plantear hipótesis. Sarmiento se hace eco de estas virtudes y avanza incluso más: "En las ciencias biológicas, se ha llegado a la aplicación de métodos perfeccionados de observación y experimentación, y a medidas exactas de la física experimental para las investigaciones fisiológicas".

Con oportunidad increíble y sorprendiéndonos por su cultura científica, Sarmiento cita los experimentos de su contemporáneo Luis Pasteur, que descartaron la generación espontánea de la vida y que confirmaron que las enfermedades infecciosas son causadas por organismos microscópicos. Estos dos descubrimientos de Pasteur son pilares de la microbiología y de la biología molecular modernas, cuyos desarrollos hasta nuestros días no hacen otra cosa que confirmar la evolución y la selección natural.

La erudición de Sarmiento domina el discurso. Las referencias a naturalistas prestigiosos de la época, como Lyell, Agassiz, Huxley, Humboldt, Bonpland y Ameghino, como también de los antiguos trabajos de Lineo y Buffon, son evidencia de una marcada predilección por las ciencias naturales, algo llamativo para alguien que no tenía formación médica ni científica. Con humor e ironía, Sarmiento nos dice que las explicaciones de Darwin sobre la evolución y adaptación de las especies han "simplificado el trabajo del Creador". Darwin nos permite reemplazar una explicación mágica por otra lógica, y esto fascina a Sarmiento a tal punto que se esfuerza por dar ejemplos locales de adaptaciones por selección artificial, es decir, motorizada por el hombre, como el de las variedades argentinas de ovejas, o por explicar con suma didáctica y sencillez por qué, no habiendo elefantes, rinocerontes e hipopótamos en Inglaterra, el hallazgo de huesos de estos animales en el subsuelo de Londres es testimonio latente de la evolución. Sarmiento nos apabulla con referencias a la paleontología, anatomía comparada, embriología y taxonomía. Nos explica que así como en tiempos remotos los hombres no sabían dónde se originaban las nubes y hoy (por 1882) saben que surgen de la evaporación de las aguas del mar, así Darwin nos despierta del sueño creacionista: antes no sabíamos, ahora sabemos.

Sarmiento compara la evolución de las especies con la del lenguaje, metáfora explorada aún hoy por la lingüística moderna, en un párrafo que vuelve a asombrarnos por sus conocimientos del origen indoeuropeo del griego, el latín y las lenguas romances. También hace un repaso cronológico, a vuelo de pájaro, de la historia de la humanidad, en el que aflora su leitmotiv de la lucha de opuestos entre civilización y barbarie. En este recorrido histórico, al pasar por el siglo XVI, da sentido brechtiano al epur si muove de Galileo: la ciencia basada en la evidencia sobrevive a los hombres. La retracción de Galileo ante la Inquisición ha enriquecido a la historia humana: la Tierra sigue girando alrededor del Sol.

No puede obviarse la mención de ciertos pasajes con conceptos racistas, algunos escritos en tono de broma, como queriendo ratificar el origen simio del hombre por las características simiescas de ciertas razas humanas. Hoy diríamos que estas palabras de Sarmiento son políticamente incorrectas. La pregunta, planteada más arriba, es si debemos analizar el racismo de Sarmiento con ojos actuales o en su contexto histórico.

Para justificar su adhesión a la teoría de la evolución, Sarmiento nos dice: "...Adhiero a la doctrina de la evolución... como procedimiento del espíritu, porque necesito reposar sobre un principio armonioso y bello a la vez, a fin de acallar la duda, que es el tormento del alma".

La bella prosa que fluye de su pluma traiciona su racionalismo. Sus razones se vuelven idealistas y se apartan de la evidencia científica: "Me gusta porque es armónica, me gusta porque cuaja con la belleza".

Nosotros sabemos que la belleza del mundo es sólo una ilusión de nuestra subjetividad y que la evolución no tiene por objetivo, si es que tuviera alguno, generar belleza. Sin embargo, éste es un tema de discusión aún vigente: los biólogos no nos ponemos de acuerdo sobre si existen tendencias hacia la perfección en la evolución de los seres vivos. Nuevamente, el contemporáneo Sarmiento parece participar de esta discusión. © La Nacion

El autor, biólogo molecular, es profesor universitario e investigador superior del Conicet

miércoles, 5 de mayo de 2010

Cada 17 minutos se agrega un paciente a la lista de espera; uno de ellos morirá cada 82 minutos.

De tanto en tanto, desde los medios de comunicación damos a conocer historias resonantes acerca de trasplantes de órganos, pero a pesar de sus éxitos, que se traducen en una segunda oportunidad de vida para miles de personas (que la mayoría de las veces no aparecen en los diarios o la TV), la trasplantología no logra superar un lastre "fundacional" y angustiante: la falta de donantes.

Ayer, durante una jornada dedicada a analizar las causas de esta carencia crónica en la Asociación Médica Argentina, el doctor Félix Cantarovich, fundador del Incucai y especialista internacionalmente reconocido, dio un ejemplo contundente en números de Estados Unidos, aunque la situación es similar en el resto del mundo: el año último murieron allí 2.300.000 personas; sólo fueron donantes 7000. En España, el país en que más se dona, lo hacen 34,2 personas por millón de habitantes. En la Argentina, alrededor de 13 por millón.

Para comprender la trascendencia de estas cifras cabe mencionar que un solo donante puede salvar a ocho pacientes y que, según las estimaciones, el receptor de un órgano puede tener una sobrevida de 39 años, si tiene entre 0 y 19; de 31, si está entre los 20 y los 39, y de 22, si está entre los 40 y los 59.

Esta aguda falta de órganos que, hay que decirlo, si no se trasplantan, simplemente se abandonan a los estragos del tiempo, se traduce en un aumento inusitado de donantes vivos, en los casos en que es posible. Entre 1990 y 2002, estos últimos crecieron un 300%, mientras los cadavéricos aumentaron apenas un 12%. Según Cantarovich, probablemente la renuencia se deba a un malentendido: donar no es dar vida, sino compartirla, después de la muerte.
ViceversaUna segunda oportunidad

Cada 17 minutos se agrega un paciente a la lista de espera; uno de ellos morirá cada 82 minutos

lanacion.com | Ciencia/Salud | Mi?oles 5 de mayo de 2010

lunes, 12 de abril de 2010

Los vicios de quienes nos gobiernan no deberían eximir a quienes rivalizan con ellos de constituir una alternativa aceptable

Un extendido consenso entre quienes estudian la opinión pública señala que, desde mediados de 2008, la imagen del matrimonio Kirchner acumula índices muy elevados de rechazo. Si bien en las últimas semanas ha habido variaciones en esa percepción, no llegan a modificar un fenómeno central: una franja mayoritaria de la ciudadanía manifiesta síntomas de enojo y hartazgo muy pronunciados frente a nuestros gobernantes.

Este malestar profundo no es nuevo. Se trata de un fenómeno cíclico, que recorre la historia contemporánea de nuestro país y que en distintas ocasiones, desde 1930 hasta 1983, hizo colapsar la institucionalidad con golpes de Estado. A partir de 1983 se pudo superar esa larga secuencia de inestabilidad. Uno de los rasgos saludables que presenta hoy la vida pública es que a ningún sector relevante se le ocurre resolver el conflicto agudo entre la ciudadanía y los gobiernos fuera del marco que ofrece la Constitución. Es una evidencia objetiva, más allá de las fantasías conspirativas sobre conatos destituyentes que difunden a menudo las autoridades nacionales.

Aun cuando la ilusión de la solución golpista se haya, felizmente, desvanecido, sigue estando allí uno de los factores principales que la alentaban: la sociedad acumula una masa inconveniente de fastidio con las sucesivas administraciones, que han llevado a varias de ellas a perder las riendas de la gobernabilidad. Les sucedió a las de Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y Adolfo Rodríguez Saá, que debieron abandonar el poder antes de lo previsto. Otros líderes pudieron completar el período legal, envueltos en un repudio generalizado. Es lo que le sucedió a Carlos Menem y lo que, como indican las encuestas, les está ocurriendo a los Kirchner.

La reiteración de una condena implacable de los gobiernos que se suceden, aunque esté justificada en la bajísima calidad de esos gobiernos, es la señal de un desequilibrio. Ese enfado es la otra cara de lo que, un tiempo antes, fue fascinación. La demonización actual es simétrica de un encantamiento anterior.

Esos sentimientos contrapuestos expresan una relación inmadura de la sociedad argentina con quienes ejercen el poder. Esa inmadurez se expresa, en la fase positiva del ciclo, en una transferencia de poder desmesurada hacia quienes recién se instalan en el gobierno. Sucedió con Menem y sucedió con Kirchner. Al poco tiempo de estar gobernando, buena parte de la opinión pública quiso ver en cada uno de ellos al redentor que solucionaría casi todos los males y la vendría a emancipar, por fin, de sus largos padecimientos.

Está en la lógica de ese vínculo que, cuando comienzan a aparecer las dificultades, el embeleso se transforme en frustración. Aquel a quien se podía imputar todo lo que había de bueno pasa a ser el depositario de todo lo malo. Sería hipócrita ocultarlo: el carácter mesiánico de los liderazgos que se generan a menudo en la Argentina está respaldado por esta concepción paternalista, y por lo tanto infantil, que muchísimos argentinos tienen de la representación política.

La caída tan frecuente del electorado en situaciones de irritación con quienes gobiernan tiene consecuencias lamentables. Una de ellas es que empobrece también la calidad de la oposición. Quienes aspiran a ocupar el poder se tientan con la vía rápida que les ofrece la pésima imagen de quienes ocupan la administración. Basta con exaltar, en el borde de la demagogia, la exasperación de la opinión pública, para acumular un prestigio fácil y, muchas veces, infundado. Si quien está en el gobierno despierta con facilidad la cólera de los votantes, quienes aspiran a reemplazarlo pueden sentirse eximidos de tener que argumentar, ofrecer programas, planificar estrategias. Alcanza con agitar el malhumor. Los ciudadanos pueden caer en el error de pensar que quienes se oponen al demonio son, por eso solo, ángeles.

Esta dinámica afecta de la peor manera los procesos sucesorios. Cuando las sociedades ingresan en trances de fastidio insoportable respecto de quienes vienen conduciendo los asuntos públicos, terminan convirtiendo a las elecciones en momentos catárticos. Desplazar al que está en el poder es como despertar de una pesadilla. Esta forma de escoger a los representantes no podría ser más inconveniente. Su vicio radica en que se comienza a votar con un criterio retrospectivo. Pesan más los rasgos irritantes del que se va que la calidad del que se coloca en su reemplazo.

Las comunidades que, una y otra vez, seleccionan de ese modo a sus gobiernos, están condenadas a sumergirse de nuevo en profundos estados de decepción. El pasado inmediato se convierte en una cadena que impide pensar el futuro.

La Argentina ya eligió de este modo a dos de sus gobiernos recientes. En 1999, la Alianza y Fernando de la Rúa llegaron a la Casa Rosada barrenando sobre la inmensa ola de impopularidad de Carlos Menem. En 2003, Néstor Kirchner conquistó la presidencia con un escuálido 22% de los votos gracias a que Menem mismo no se presentó para una segunda vuelta. La indignación con Menem podía estar justificada. Pero eso no debería hacer perder de vista que, por culpa de ese odio, los argentinos les entregaron el timón a dos tripulaciones a las que apenas habían examinado.

Hay muchos indicios de que el país se encamina a una tercera encrucijada electoral regida por esa misma negatividad. El enfático castigo que merecen los Kirchner por sus muchas y graves desviaciones no debería evadir a la sociedad de la responsabilidad de mejorar los criterios con los que elige a sus gobiernos.
Editorial ILa inmadurez argentina

Los vicios de quienes nos gobiernan no deberían eximir a quienes rivalizan con ellos de constituir una alternativa aceptable

lanacion.com | Opinión | Domingo 11 de abril de 2010

viernes, 12 de marzo de 2010

¿Qué nos pasa a los argentinos?

En los años de la Segunda Guerra Mundial, nuestro país era el líder económico regional. Eran los años en que se hablaba primero de la Argentina y después del resto de América latina. Y no era para menos: hacia 1950, nuestro PBI era casi el tercio de toda la región, un 40% superior al de Brasil y México.

Ese mundo de hace más de medio siglo es inimaginable para los jóvenes de hoy, que viven en un país que ha venido perdiendo gravitación y nos encuentra en la celebración del Bicentenario ocupando apenas el tercer lugar en el ranking de los PBI latinoamericanos. Hoy, nuestra economía se ha reducido a la quinta parte de la brasileña y a la tercera parte de la mexicana.

Chile tenía en 1950 un PBI que era apenas la séptima parte del nuestro, mientras que en la actualidad representa ya la mitad. Algo similar viene ocurriendo con Colombia y Perú. Si nuestra importancia económica en 1950 equivalía al tercio de toda la región, en la actualidad equivale a menos del 10% de América latina.

Pero no es positivo quedarse en la añoranza del tiempo perdido: es hora de reflexionar acerca de qué debemos hacer para cambiar este largo proceso de estancamiento. Ni pensemos que este cambio debe ser encarado para restaurar liderazgos perdidos o construir ilusorias posiciones hegemónicas: nuestra visión tiene que ser profundamente humanista.

Debemos buscar nuevos rumbos, porque la prosperidad económica es la condición necesaria para abatir la pobreza y extirpar la indigencia de nuestra gente. Y como no creemos en el "derrame automático" decimos apenas "condición necesaria", no suficiente, ya que también necesitamos políticas sociales que aseguren la igualdad de oportunidades.

La experiencia mundial nos señala que existe una triple vía hacia la prosperidad económica: expansión de las exportaciones, alto nivel de inversión y confianza de la población en su propio futuro, es decir, que no haya fuga de capitales.

Para crecer hay que invertir, pero además es necesario fortalecer un sector exportador competitivo. Nuestras exportaciones han venido creciendo en la última década, estimuladas por una onda expansiva de la demanda mundial potenciada por los asiáticos y sus demandas de alimentos, minerales y energía. Pero si se considera el comportamiento exportador del resto de los países latinoamericanos se observa que nosotros no ocupamos los primeros lugares en la tabla de posiciones del aumento de exportaciones. Delante de nosotros están Bolivia, Perú, Brasil, Nicaragua, Chile, Uruguay, Paraguay y Colombia.

Nadie se puede sorprender por esta comparación cuando se presta atención al régimen tributario de cada país de América latina. La incidencia de nuestros impuestos sobre el comercio internacional es la más alta, no sólo de los países del Mercosur, sino de toda la región: 15 veces superior a la de México y Chile, nueve veces mayor que la de Perú y siete veces superior a la de Brasil.

En los últimos años, nuestro régimen tributario ha consagrado como instrumento fundamental las retenciones a las exportaciones, no solamente las primarias -agrícolas, mineras y de hidrocarburos-, sino también las de todas las manufacturas, ya sean agropecuarias o industriales. Mientras sigamos gravando las exportaciones brutas sin prestar atención a la existencia (o a la falta de ella) de utilidades netas, en una visión muy primitiva de la política tributaria, será difícil que el sector exportador sustente un proceso de crecimiento, más allá de la coyuntura favorable en el corto plazo.

La esgrimida justificación distributivista de los impuestos a las exportaciones no tiene fundamento, ya que supone arbitrariamente que todos los productores son ricos y todos los consumidores son pobres. Como la realidad es otra, los países que implementan en serio la equidad fiscal no abruman a sus exportadores, sino que gravan a quienes tienen altas rentas, y así transfieren recursos públicos a quienes tienen bajos ingresos. Esta es la esencia del Estado de Bienestar, creado en el mundo occidental a lo largo del siglo XX.

Mientras nosotros sigamos insistiendo con esta confusión, y así sigamos perjudicando las exportaciones, no será fácil que se abran posibilidades para inversiones orientadas a nuestra inserción en los grandes mercados mundiales en expansión. Necesitamos, sin demoras, un régimen tributario que no aplaste las exportaciones y que abra posibilidades a nuevas inversiones. Así podremos incrementar nuestra producción y crear más y mejores empleos.

Nadie se puede asombrar de que China crezca al 10 por ciento anual: ha venido invirtiendo en los últimos años a más del 40 por ciento. Detrás de China viene el otro gigante asiático, India, que también crece fuertemente y que está invirtiendo, sostenidamente, 38 por ciento de su PBI.

Si miramos a América latina, vemos que la región crece menos que Asia y, simultáneamente, registra índices de inversión inferiores. Según la Cepal, el año pasado la inversión en formación de capital en la región se ubicó en el 20,3 por ciento. La inversión en nuestro país fue, en 2009, del orden de apenas el 18,3 por ciento del PBI, es decir, por debajo del promedio regional. Lo grave es que en esta década se han venido repitiendo año tras año en la Argentina cifras bajas de acumulación de capital productivo.

En 2000, esta inversión apenas llegó al 16,2 por ciento del PBI. Durante 2001, cayó al 14,3, y en el crítico 2002 tocó piso con apenas el 10,2; a partir de 2002, comienza un sendero ascendente, que culmina en 2008 con el 20,9 por ciento. A pesar de esta positiva recuperación, en todos los años de esta década nuestra inversión fue inferior al promedio de la región. El interrogante es cuál será el comportamiento futuro de nuestra inversión.

Los países que ahorran poco no pueden invertir mucho, salvo que su nivel de inversión se refuerce con inversión externa. Según la Cepal, en la ultima década, a pesar de la crisis financiera global, la inversión externa aumentó en Brasil, Colombia, Perú y Uruguay. Por el contrario, en este mismo período se redujo fuertemente en nuestro país, que había recibido hace diez años inversiones por más de 22.000 millones de dólares, reducidos a apenas 3400 millones el año pasado.

Mientras que hace una década éramos el segundo país receptor de inversiones en América latina, superados únicamente por Brasil, en la actualidad, nos ubicamos en el sexto lugar, ya que hemos sido superados no sólo por México, sino también por Chile, Colombia y Perú (países de menor tamaño económico que la Argentina).

Claro que aún superamos a Uruguay, por una cuestión de dimensión, pero mientras que antes por cada dólar externo productivamente invertido en Uruguay se invertían cien en nuestro país, la relación, el año pasado, ha caído drásticamente: apenas 2,6, a pesar de que nuestro PBI es diez veces mayor.

Hace años, Aldo Ferrer nos convocaba a "vivir con lo nuestro", con lo que enfatizaba el papel del ahorro interno en el proceso de acumulación de capital. La enseñanza positiva de este mensaje era demostrar que nunca la inversión externa puede ser un sustituto del esfuerzo de ahorro local. Su papel puede ser útil, pero es complementario a la inversión financiada por nuestro propio esfuerzo.

Pero para que nosotros vivamos con lo nuestro es crucial evitar que los otros vivan con lo nuestro. Es decir: hay que evitar las sangrías ocasionadas por las fugas de capitales al exterior.

Aquí también la Cepal nos suministra información preocupante, ya que ha cuantificado las transferencias netas de recursos al exterior registradas en América latina. En el último cuatrienio (2006-2009), nuestro país transfirió al exterior 42.000 millones de dólares, mientras que Brasil -por el contrario- captó recursos financieros externos por 60.000 millones. Debemos consignar que Uruguay captó 5000 millones por este mismo concepto.
Hay que generar confianza para atraer más inversionesEs hora de cambiar de rumbo
lanacion.com | Opinión | Viernes 12 de marzo de 2010

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Uruguay me parece perfecto.

-¿Por qué Colonia?

-Porque la conocí sola. Venía con el barco, pero nunca la había caminado. Todo lo de acá era nuevo y era mío: mis amigos, mi casa, mi melancolía. Fue y es como un abrazo. Me llevo bien con la gente, hice amigos. La conozco bien, la tengo recorrida en auto, en moto.

-¿Te gusta Colonia o todo Uruguay?

-Uruguay me parece perfecto. Tiene algo que se pierde, sobre todo en Buenos Aires, que es el valor del tiempo. La gente cruza por la calle segura de que no la vas a pisar.

-Recorriste bien Colonia en auto y en moto. ¿Te gusta manejar?

-Mucho. Desde chica. Aprendí sola. Y acá se disfrutan mucho los autos. Tengo un Ford A modelo 1929, con todo original, como yo (y se ríe con una carcajada)... Hace poco gané el Rally del Río de la Plata. Con un auto de estas características no es sencillo.

-Antes dijiste que tenés todo original. En una época de tanta cirugía estética...

-Pero es así. Las estéticas me parecen agresivas. Todas las caras que veo son iguales, y cada vez peor. Los ojos abiertos, la boca tensa? No puedo evitar mirarlas. Parezco un chico. Yo soy muy natural. No uso cremas ni siquiera: me hacen sentir engrasada.

-¿Te llamó algún cirujano plástico?

-Todo el tiempo. ¿Y vos te creés que lo mando a la miércoles? No, para nada. Le digo gracias, cómo te preocupás por mí. Seguramente le darían una comisión si me llevara y le sacarían una nota en el diario, y él está buscando una forma de vivir... o de promoverse. Peor sería robar o matar.

-¿Jamás una cirugía estética?

-Bueno, si los párpados se me caen mucho más y me impiden ver... Tuve que operar a un perro por esa razón. Es importante tomar la vida y aceptarla como es. Yo veo mis fotos y veo a una mujer grata. Y no me preguntes la edad: en mi familia, no se habla ni de política ni de edades (risas).

-¿Hacés dietas, gimnasia?

-No me limito mucho con la comida, pero soy prudente, aunque con los años engordé. No voy a ningún gimnasio. Detesto ir a transpirar... Pero soy deportista: natación, equitación. Siempre lo fui.

-¿Dónde naciste?

-En Palermo, en Malabia y Santa Fe, en la cocina de mi casa; atendió el parto mi abuela, la mamá de mi mamá. Mi papá era empleado en Obras Sanitarias. Bien pago. Respetado. Llegaba noviembre y nos íbamos al campo hasta que empezaban las clases. Conocí el mar a los 17 años.

-¿Qué pasaba en el campo?

-Vivía la familia de mi mamá, de origen vasco. En Arizona, un pueblo de San Luis. Yo era una salvaje: andaba entre los bichos, los peones, subía a los tractores, andaba a caballo. Me crié allí, por eso sé que en la Argentina siempre hubo bronca contra el campo, porque allí estaban los reaccionarios...

-Bueno, hay una pelea histórica que se remonta al origen de nuestro país...

-Es que siempre nos vendieron peces de colores. Si me preguntás qué odio, odio la soja. La soja ha destruido el campo en pos de la rentabilidad. El trigo, el maíz, la carne son importantísimos y le siguen devolviendo al campo, son rotativos... Pero la soja despistó a todos. Se desmontaron campos y campos, vino alguien que se llenó de plata sin importarle que esos campos después fueran estériles... y andá a mejorarlos.

Del amor, la muerte y el olvido

-Tu pareja con el Nono Pugliese... ¿Cuánto duró?

-Casi 30 años. Me enamoré de él a los 21, ya separada de mi primer marido y con una hija chiquita (ver recuadro).

-¿Te enamoraste enseguida?

-No. Tardó mucho en conquistarme. Me seguía a todas partes. Me trató de usted durante meses. El Nono me ganó por cansancio. Y yo me enamoré del amor; el amor es contagioso. Me demostraba todo el tiempo cómo me quería, con miles de cosas, sin dramatismo y con mucha libertad. Nuestros primeros 12 años fueron así, me quiso con pasión, no había nada mejor que yo.

-¿Qué pasó después?

-No sé, eso es lo raro, porque uno, cuando está muy expuesto? hay envidias, hay celos, hay mujeres que se dedican a sacarle el marido a otras, y se debe haber desgastado algo; si la puerta está cerrada no entra nadie...

-Después de Nono, ¿formaste pareja?

-No... Pero no me voy a morir sin vivir algún nuevo gran amor.

-¿Buscarías a alguien parecido a él?

-No. En su momento él fue lo mejor. Pero ahora me parecería un mamarracho total. Ahora busco a un gran abrazador.

-¿Y él no era abrazador?

-Yo no quiero ocupar más la delantera. Yo conocía a un barrendero y lo convertía en un aeronáutico... Basta, quiero conocer a un linyera y que siga siendo un linyera... Como en matemáticas, despejar la X y ver rápido el resultado, sin tanta incógnita.

-¿Te gustan los hombres atractivos?

-No, para nada. Me gustan gorditos. Los hombres tienen que ser gozones, perderse por una mujer y un plato de tallarines...

-¿Qué fue la muerte del Nono?

-Un golpe muy fuerte... El desapareció. Punto. Pero la que quedó con el cuchillo en la espalda fui yo. Cuando Nono murió ya hacía un año que nos habíamos separado. Nunca estuvimos casados legalmente. En ese momento estaba como anestesiada. Tuvieron que pasar muchos años; pero lo sueño bien; no estuve enojada; sí, con un sufrimiento muy feo que no le deseo a nadie.

-Quedaste como en un grito, como el cuadro de (Edgard) Münch...

-Sí, así. Nunca se me había ocurrido.

Los trabajos y los dias

-¿Cómo empezó tu carrera?

-A los 17 años mi hermana decidió que había que sofisticarme. Fui a trabajar con una productora de publicidad para la preselección de la cara de Pond?s, que hacía la campaña internacional en la Argentina. Venían los americanos. Al tercer día preguntaron con quién se quedaban. "Con la que está detrás del vidrio", dijo. "Pero ésa no concursó", le contestaron. Era yo.

-¿Fuiste una de las primeras en usar minifalda en la Argentina?

-Sí, entre la rodilla y la mitad de pierna, nunca más cortas. Es de mal gusto. En mi época, y con gestos simples, sin "mostrar" ni cola ni lolas los hombres se cortaban el cogote. "Llamame, te espero"; con eso bastaba.

-Te hiciste famosa por una marca de cigarrillos. ¿Fumás?

-No, hace años. El cigarrillo fue como todo: una moda. Hubo una época en que hasta los médicos fumaban y lo recomendaban.

-¿Aceptarías hacer TV?

-En un canal hecho para mí (risas)... Sí, haciendo algo de turismo, pero no muy masivo; buscando lugares, que en eso soy fuerte: mostrarle a la gente lo que quiere ver.

-¿Tomás medicación antiestrés?

-No. No sé lo que es tomar una pastilla. Nunca tuve problemas para dormir. Porque no me los hago. Si no duermo, leo: duermo cuando tengo sueño. Total, ya no tengo que mandar chicos al colegio.

-¿Propuestas de trabajo?

-Me llaman, pero no me tientan. En este momento, si no es con garantías, aunque sea de que te cuiden? No me interesa que me larguen ahí, si la cosa sale mal. ¿Para qué?, prefiero seguir con los ladrillos, hacer una piecita, otra, pintarla, venderla, alquilarla.

-¿Es el trabajo que hacés?

-De eso vivo: compro una casa, un departamento, lo reciclo, lo vendo... La arquitectura me encanta, y como no soy arquitecta puedo "delirar" más. Compré un departamento en República de la India cuando a nadie le gustaba vivir frente al Zoológico. A partir de ahí fue moda; me fui a la casa de Gorostiaga, una casa destruida que hicimos reconstruir y luego fue embajada de la India; después, a la de Rufino de Elizalde; después, a campos en puntos muy bien ubicados y di el gran salto, y luego, el gran salto me lo dio el banco, que me dejó boquiabierta.

-¿Te agarró el corralito?

-El corralazo. Y dije "me sacarán la plata pero no la sonrisa". Con un cuadro compré una casa; con otro, un departamento... Esto me permite vivir austeramente, con dignidad. Me reciclé.

-¿Siempre de pie?

-Sí. Es una frase que me identifica. Totalmente.

Cómo vivimos / EntrevistaClaudia Sánchez. siempre de pie

Fue "la" modelo de los 60 y los 70. Pero un día no se supo más de ella. En Colonia, lejos del mundanal ruido, evoca muchos momentos de su vida... un gran amor

lanacion.com | Revista | Domingo 20 de setiembre de 2009

miércoles, 16 de septiembre de 2009

El frenesí de la vida actual.

Conversamos con personas que viajan y nos cuentan los problemas que hay en todas partes. Encendemos la TV y los programas informativos nos ponen los pelos de punta. Lo mismo ocurre cuando abrimos nuestro correo electrónico. No tenemos respiro. Es un tsunami de información alarmista.

Empecemos por lo peor de todo, lo más ruin y execrable: el alerta por los remedios oncológicos adulterados, truchos. Alerta también por medicamentos que no son truchos, pero que han sido quitados del mercado por sus graves efectos secundarios. Alerta sanitario (gripe A, dengue), alerta meteorológico (desde granizo hasta tornados), alerta en los gremios, alerta en las calles por la inseguridad, alerta en el campo, alerta en las autopistas y en los puentes, alerta en los hospitales, alerta entre presidiarios, alerta por inundaciones, alerta por los virus informáticos, alerta porque algunos desodorantes en aerosol pueden producir cáncer de mama, alerta por el uso del horno microondas. Debido al colapso económico mundial, hay alerta en las embajadas, donde deben implementarse planes de austeridad. Hay alerta, atención, por meteoritos y asteroides que pueden impactar en la Tierra. La lista, como toda lista, es incompleta.

Parecería que los desastres de todo tipo fueran inminentes. Todo es perentorio, acuciante, apremiante, atosigante y simultáneo. Tenemos que darnos prisa, ponernos en marcha ya, con la máxima premura. No podemos perder tiempo. La emergencia está vibrando con títulos catástrofe por doquier y parece que no hay escapatoria.

Cómo no entrar en pánico, cómo tranquilizarse y no perder el control ni el equilibrio. Claro, muchas de estas cosas que se dicen son ciertas. Lo que sucede es que hay como una especie de aceleración de los acontecimientos que nos abruman. Se nos hace que lo que antes sucedía en un lapso razonable, ahora se concentra en pocas horas o en minutos.

Esto sucede no sólo con las amenazas y los hechos negativos, sino también con las cosas buenas (la rapidez con que obtenemos hoy casi todo, desde las comunicaciones hasta calentar en 40 segundos un plato de comida). ¿A qué se debe esta precipitación de nuestra vida, en la que reina la inmediatez, con su consecuente ansiedad y, cuando no, desesperación? ¿Cuáles son las causas? Quizás estemos cosechando algo de lo que sembramos en este suelo. Seguramente, algo de responsabilidad tenemos, ya que las acciones suelen tener efecto bumerán.

Pero, y más allá de lo propio, hay como una aceleración del tiempo. La sentimos, la palpamos, la experimentamos en el día tras día. En este sentido, el cine es muy elocuente y resulta paradigmático ver hoy una película vieja. Comparado con el actual, el tempo suele parecer tan lento que nos impacienta y nos resulta intolerable.

Hay quienes dicen que, en los próximos años, la Tierra girará sobre un nuevo eje y que se está produciendo un "cambio de los polos". Según New Scientist , el eje de la Tierra cambió su inclinación, lo cual se vería motivado por distintas razones. Entre ellas, estarían el calentamiento global y los movimientos en la corteza del planeta. Es una teoría polémica. Para Richard Gross y otros científicos de la NASA, el maremoto que hubo en el sudeste asiático, en 2004, contribuyó a modificar el eje de la Tierra, al acelerar su rotación y hacer que ésta girara tres microsegundos más rápido .Es decir, acortó la duración del día en tres microsegundos.

Hace tiempo que la física moderna está discutiendo si el universo se está expandiendo. La ESO (European Organization for Astronomical Research in the Southern Hemisphere) está proyectando un supertelescopio con un "peine-láser" que puede medir la aceleración del universo. Ese instrumento estaría basado en la idea que les valió el Premio Nobel 2005 a John Hall y a Theodor Hänsch (revista Science ).

Otros estudiosos hablan de una "energía oscura" en el cosmos, que permanece aún en el misterio. Pero el físico italiano Antonio Riotto dijo: "Ya no hace falta la teoría de la energía oscura para explicar la expansión y aceleración universales, dado que son los pliegues los que evolucionan en el tiempo y provocan esa aceleración".

Los pliegues serían ondas de espacio-tiempo que se propagarían a partir de la gran explosión del Big Bang y que llevarían a la aceleración cósmica.

Para el científico sueco Carl Johan Calleman, el tiempo se va acelerando en ciclos repetitivos, como una espiral que se va moviendo en círculos cada vez más pequeños hacia un punto central y último.

No tenemos los conocimientos necesarios como para saber a qué es atribuible el cambio de ritmo. Lo que sí notamos es que nuestra vida se ve bastante trastrocada por todas las cosas que ocurren -y nos ocurren- a una velocidad cada vez mayor.
Urgencias y emergencias

Alina Diaconu

lanacion.com | Opinión | Mi?oles 16 de setiembre de 2009

lunes, 14 de septiembre de 2009

Lo que está ausente en los adolecentes es la motivación para estudiar, trabajar y progresar en un proyecto de vida.

Diversos informes de entidades privadas conocidos en las últimas semanas confirman la severidad de los problemas que afectan a un sector amplio de la juventud, que ha dejado sus estudios secundarios inconclusos y luego no encuentra trabajo por carecer de las competencias básicas. Lamentablemente, para ese sector de la sociedad no hay trabajo decente -según la denominación de la OIT y uno de los Objetivos del Milenio (ODM)-, y estos jóvenes ven transcurrir sus mejores años desocupados o accediendo a tareas informales, inestables y mal remuneradas. Esa dura realidad sólo promete los males de una pobreza que se continuará en el futuro, dentro de un cuadro de marginación social.

De acuerdo con datos reunidos por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), el 66 por ciento de quienes desertaron del sistema educativo oficial y están entre los 18 y 19 años no posee las habilidades requeridas por el mercado laboral. Por su parte, empresas dedicadas a la selección de personal, como Manpower y Adecco, llegan a una conclusión semejante y agregan que esa insuficiencia es cada vez más notoria y les impide ingresar en el campo laboral formal, de manera que el 80 por ciento de esos jóvenes se tiene que contentar con trabajos provisorios.

Las fuentes citadas coinciden, a su vez, con un informe de la Comisión Económica para la América latina (Cepal, organismo de la ONU) que, en 2007, señalaba el alto porcentaje de desertores del sistema educativo, a los que se suman los repetidores atrasados o muy retrasados, todo lo cual permite afirmar que los aprendizajes de casi el 60 por ciento de los jóvenes están por debajo de las exigencias laborales. Entre esas insuficiencias, llaman la atención las que se refieren a la lectura y escritura, evidenciadas en tareas comunes como armar un currículum o cargar un sistema.

Esta descripción de carencias no agota el cuadro, porque las limitaciones podrían superarse si hubiera afán de hacerlo. Pero no es así, y los que desertaron o abandonaron las aulas se hallan estancados en sus incapacidades, sin iniciativa para salir de ellas y prosperar, a pesar de que existen accesibles ofertas educativas para esos jóvenes tanto en el orden oficial como en el privado, a fin de que puedan concluir su escolaridad media y lograr las habilidades que hacen falta para incorporarse en el trabajo decente.
Editorial IISin educación no hay trabajo decente

Los jóvenes que desertaron o abandonaron las aulas se hallan estancados y sin iniciativa para lograr superarse y prosperar

lanacion.com | Opinión | Lunes 14 de setiembre de 2009

sábado, 12 de septiembre de 2009

La erosión de las libertades se enfrenta al peligro de la falta de reacción ciudadana debido a su adaptación a un proceso gradual.

El llamado modelo al que el ex presidente Néstor Kirchner convocó a profundizar se ha caracterizado, entre otros aspectos objetables, por una erosión gradual de las libertades políticas y económicas. El proyecto de ley de medios audiovisuales es un eslabón más en la cadena de hechos que marcan una senda cada vez más autoritaria.

El operativo del que participaron unos 200 inspectores de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) en la sede del diario Clarín , aparentemente motivado por la necesidad del poder político de exhibir su capacidad de coacción, es un indicador más del camino autoritario elegido por el Poder Ejecutivo, basado en la intimidación y la prepotencia, como de su nulo interés por la libertad de prensa.

El chavismo que colorea este gobierno no sólo deviene de su alineamiento internacional sino de un estilo y de acciones contrarias a los principios de la república y de las libertades y derechos establecidos en nuestra Constitución.

La sujeción de las mayorías parlamentarias al poder central ha expuesto con crudeza el uso de formas compulsivas e inhibitorias, cuando no la compra crematística de la voluntad de legisladores o de los gobernadores que los lideran.

La manipulación de la Justicia es otro ejemplo de este camino que roza el totalitarismo. En nuestro caso, quienes no se consideran hoy libres de dictar sus sentencias son los jueces cuando la cuestión toca personas o intereses del poder o a su particular visión parcial y sesgada sobre los derechos humanos. La compulsión del kirchnerismo ha contado con un arma eficaz: el Consejo de la Magistratura, manejado por personeros del poder con capacidad de imponer decisiones por su poder implícito de veto. Tanto la remoción de jueces como su designación han mostrado cuál es la orientación del castigo, así como la del premio en el momento de la selección.

Las restricciones a la libertad de opinar se impusieron con singular empeño a los propios funcionarios del Poder Ejecutivo. El primero en aprenderlo, en 2003, fue el propio vicepresidente Daniel Scioli, de quien deben lamentarse luego sus muestras acabadas de sometimiento. Otros funcionarios también conocieron el rigor. Algunos fueron despedidos, otros eligieron renunciar voluntariamente y muchos otros optaron por alinearse obedientemente. El escaso respeto presidencial por la opinión de los miembros del Gobierno se evidencia en la total supresión de las reuniones de gabinete.

En más de seis años, las conferencias de prensa presidenciales se han podido contar con los dedos de una mano. Además, en las escasas oportunidades en que ocurrieron, se prohibieron las repreguntas y en aquellas conducidas por Néstor Kirchner se trató burlona y agresivamente a periodistas con el aplauso y eco risueño de una corte de adulones. Fue la misma técnica y estilo de los ataques personales en sus frecuentes peroratas desde el atril de la Casa de Gobierno.

La erosión de las libertades se observa claramente en la creciente intervención estatal en las relaciones económicas y contractuales. La acción intimidatoria del secretario de Comercio Guillermo Moreno registra hechos patéticos que merecieron ser relatados en un libro escrito por dos periodistas de este diario. No sólo se limitó severamente la capacidad de fijar precios, sino que se sometió a las empresas a obligaciones y restricciones totalmente ajenas a la libertad de comerciar que asegura nuestra Constitución.

Hay amplios sectores de la producción que hoy necesitan permisos para importar o exportar bienes, aunque ello esté relacionado con el funcionamiento o la detención de sus máquinas. Las regulaciones se han multiplicado y, junto con estas intervenciones, ha proliferado la corrupción y el enriquecimiento ilícito de los funcionarios. Es la experiencia que muestra la historia del mundo cuando los gobiernos avanzan sobre las libertades, aun cuando ello ocurra bajo argumentos ideológicos de pretendido idealismo. Lo notable en el caso argentino de los últimos seis años es que esta tendencia se ha producido en el marco de continuos alegatos sobre la democracia, la defensa de los derechos humanos y la protección de los más pobres. Paradójicamente también se apeló al concepto de libertad pero para reducirla. La primera contrarreforma previsional, llevada a efecto en marzo de 2007, para derivar aportes al necesitado sistema estatal de reparto se fundamentó hipócritamente en la libertad de elegir. Un año y medio después, la supresión manu militari del sistema de capitalización y el traspaso compulsivo de sus afiliados al régimen estatal implicó el desconocimiento más palmario de aquella alegada libertad.

La erosión de las libertades se enfrenta al peligro de la falta de reacción ciudadana debido a su adaptación a un proceso gradual. Es como el experimento de la rana que, colocada en un recipiente con agua caliente, salta y escapa inmediatamente de él, pero si se la echa en agua tibia y se la calienta de a poco, no reacciona y muere hervida.
Editorial IRestricción gradual de libertades

El proyecto sobre medios y la intimidación a Clarín son eslabones de una cadena de hechos marcada por el autoritarismo

lanacion.com | Opinión | S?do 12 de setiembre de 2009

lunes, 7 de septiembre de 2009

Estar juntos o estar pegados

Me pregunto, y no he encontrado una respuesta etimológica, si la palabra desapego alude a la posibilidad de separarse del ego, entendido éste como nuestra personalidad aparente, aquella que mostramos al mundo. El ego se construye dejando afuera todo lo que no "queremos" o no "debemos" ser si aspiramos a que se nos quiera y reconozca. Así, el ego da una imagen parcial y pobre de nosotros mismos. Apegarse sería, entonces, aferrarse a esa imagen para ser registrado y valorado sólo por ella. Amar con apego es amar para que nos amen. "Mirá cómo te amo, lo que hago por vos, espero que, a cambio, me quieras, no me olvides, estés conmigo, no me dejes solo. Espero que, a cambio, me digas que existo y que soy valioso." Las relaciones que se establecen sobre la base de este tipo de intercambio son vínculos de dependencia, de apego. No hay en ellas libertad.

El profundo y trascendente pensador y orador indio Jiddu Krishnamurti (que vivió entre 1895 y 1986 y se negaba a ser considerado maestro espiritual) decía que "el miedo a la incertidumbre y al no ser es el que contribuye al apego y a la posesión". Esto puede leerse en El libro de la vida y, con variaciones, también en la vasta obra que recoge sus valiosos diálogos, charlas y conferencias. Mientras no investiguemos y exploremos nuestra soledad (es decir, nuestra singularidad, nuestra individualidad intransferible), para conocernos y aceptarnos en todos los aspectos que nos integran, tanto deseables como no, "la dependencia es inevitable y uno no puede ser libre y conocer lo verdadero", señala Krishnamurti.

El desapego, desde esta perspectiva, no debe ser confundido con indiferencia, desinterés o abandono, sino con una concepción liberadora del amor. En su hermoso libro Amame para que me pueda ir, Jaume Soler y Mercé Conangla, padres de la ecología emocional, recuerdan que "vivir es vincularnos, pero vincularnos no significa mantener relaciones de poder, sumisión o dependencia". Afirman que los vínculos emocionalmente ecológicos se basan en el respeto, en la libertad responsable; "no hieren, no atan, no necesitan ser cortados". Uno puede construir su vida en libertad y estar vinculado, subrayan. ¿Se puede estar desapegado y comprometido al mismo tiempo?, preguntan nuestras amigas Estela y Diana. "Suéltame para que sepa adónde regresar/ Impúlsate para que me enseñes el gozo de explorar/ Suéltate para que encuentres en la libertad tus raíces/ ¡Amate para que me pueda ir!" Con estas estrofas termina el libro de Soler y Conangla. Es la mejor respuesta.

Cuando no ocurre así, construimos lazos de dependencia, tejidos con sufrimiento, vigilancia, reproche, demanda. Compromiso no es encadenamiento. "Los lazos que más nos unen son los que no se ven", decía Federico Nietzsche. Y los lazos del apego se ven mucho, demasiado. Es cierto que el desapego nos permite levantar la vista y mirar al futuro. Y es cierto que el compromiso nos enraíza en el presente. Sin embargo, no se excluyen el uno al otro, sino que se complementan. Para no ser indiferencia o desinterés (por una persona, por una causa, por una idea, por un proyecto), el desapego necesita del compromiso con ciertos valores, necesita de la responsabilidad por los efectos de los propios actos. En los vínculos, el desapego permite que las personas puedan elevarse como tales. El verdadero desapego aparece cuando entendemos que el otro no es un medio, sino un fin. "Cuando usted usa a otro para sus propias necesidades físicas o psicológicas, no hay relación en absoluto -dice Krishnamurti-. Usted no tiene verdadero contacto, una comunión verdadera con la otra persona." Las relaciones de apego son de mutuo uso. Y aunque se invoque el amor, éste está ausente. Hay dos egos pegados.

Al despegarse, le hacen un espacio al amor.
Diálogos del almaEstar juntos o estar pegados

Por Sergio Sinay

lanacion.com | Revista | Domingo 6 de setiembre de 2009

Exclavitud contemporanea.

Además de los innumerables encantos que atraen a miles de turistas nacionales y extranjeros -ahora, y por distintas razones, menos que un año atrás-, la ciudad de Buenos Aires presenta un lado oscuro que se ha desarrollado vertiginosamente en los últimos tiempos. Nos referimos al turismo sexual infantil, un flagelo que crece a pasos agigantados y que tiene al territorio porteño como una de las nuevas mecas mundiales de este aberrante delito.

Según un informe de fuentes reservadas de la Policía Federal, son utilizados unos 5000 menores de entre 8 y 17 años, varones y mujeres, con fines de explotación sexual. Se trata del tercer negocio ilícito más lucrativo del planeta, y un problema que afecta gravemente a los niños y niñas de América latina, inocentes víctimas de traficantes y explotadores, con el turismo sexual como una amenaza creciente en la región.

Aunque no existen cifras que indiquen cuántos menores son víctimas de explotación sexual en la región, la Organización Mundial de la Salud estima que, en el mundo, cerca de 150 millones de niñas y 73 millones de niños han padecido alguna forma de violencia sexual. Este delito, que también se relaciona con el turismo, comienza a preocupar a las autoridades nacionales. Y razones no faltan. Según datos de la Organización Internacional para la Migraciones, la Argentina se ha convertido en país de origen, tránsito y destino de esta actividad delictiva, y habría más de 600 mujeres y niñas desaparecidas y secuestradas por las redes de trata para la prostitución. Según el informe, en Buenos Aires, así como en el resto del país, las edades de las chicas, y en menor medida de los chicos traficados, oscilan entre los 12 y 17 años.

Para consumar este aberrante delito existe una prolija red criminal organizada en la que hay buscadores y captadores que eligen a sus víctimas, hacen contacto con ellas, tratan de ganar su confianza y la de su familia, ponen avisos, frecuentan zonas donde hay muchas jovencitas, prometen buenos trabajos, buenos sueldos, estudios, salir de la miseria a toda la familia y en poco tiempo. De ese modo, captan a las víctimas a las que prometen cuidados, amparo y una vida mejor.

La Asociación Civil Casa Encuentro alertó sobre el crecimiento del turismo sexual en la Capital y en la provincia de Buenos Aires en un informe donde señala que la trata de personas en el mundo recauda aproximadamente 32.000 millones de dólares anuales, lo cual la ubica en los primeros lugares del ranking de negocios ilegales, detrás del narcotráfico y el tráfico de armas.

Además, esa institución señaló que las principales provincias de reclutamiento serían Misiones, Jujuy, Salta, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero y Tucumán, además de las mujeres que son ingresadas desde Bolivia, Paraguay y República Dominicana. Por otra parte, un estudio de la ONG Save the Children detalla que en la triple frontera de la Argentina, Brasil y Paraguay, 3500 niños son explotados con fines comerciales en burdeles y clubes.

La explotación sexual y comercial de estos menores es lisa y llanamente una violación a sus derechos fundamentales y constituye una de las formas de esclavitud contemporánea. Y si bien no es fácil actuar contra quienes cometen estos delitos, muchas veces porque los niños no se atreven a denunciarlos y otras porque existe corrupción en algunos estamentos de las autoridades locales, se deben seguir haciendo los mayores esfuerzos a fin de crear conciencia en la población para prevenir y denunciar estos hechos. Sólo así se impedirá que haya impunidad para sus autores y para sus cómplices que facilitan información y logística para que estos depravados sexuales puedan llevar a cabo sus inconfesables fantasías.
Editorial IICrece el turismo sexual infantil

La Argentina no escapa a un delito especialmente aberrante que, además, recurre al secuestro y explotación de menores

lanacion.com | Opinión | Domingo 6 de setiembre de 2009

lunes, 31 de agosto de 2009

Se necesitan razones para la existencia, para descubrir su belleza.

En ámbitos de la Iglesia preocupa lo que pueda facilitar el consumo de drogas, y en tal sentido se recibió el último fallo de la Corte Suprema de Justicia.

Con conocimiento de causa, porque tocan esa realidad de cerca, los sacerdotes de villas de emergencia se preguntaron: "¿Cómo decodifican los chicos de nuestros barrios la afirmación de que son legales la tenencia y el uso personal?"

"Tengo muchísimas reservas", dijo sobre ese fallo el arzobispo de Mercedes-Luján y presidente de la Comisión de Comunicación Social, monseñor Agustín Radrizzani. Lo hizo en la cena de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), en la que, ante otra pregunta, estimó que sería oportuno que la ley de radiodifusión fuera debatida en las cámaras después del 11 de diciembre. "Si yo puedo consumir, ¿de dónde saco la droga? Busco comprarla", dijo. Y apuntó: "A un chico le saco la tijera de la mano".

Pero más que poner límites a los jóvenes, a la Iglesia le importa que ellos formen su conciencia para obrar tendiendo a la verdad, el bien y la belleza. Hace días, Radrizzani vio a un cura muy triste: un muchacho se había tirado abajo de un tren. Observó que algunos no tienen carencias económicas, pero sí graves carencias afectivas y emocionales, falta de sentido de la vida (hay suicidios en las clases altas).
Actualidad religiosaAnte la droga, darle sentido a la vida

Por Jorge Rouillon

lanacion.com | Cultura | Lunes 31 de agosto de 2009

domingo, 9 de agosto de 2009

Prohibimos el uso de animales en el circo para diversión de los niños, pero no se controla y condena el uso de los niños para divertir a los adultos.

Daniela tiene 13 años y está en 6º grado en una escuela del norte argentino. Cuando forman en el patio de tierra colorada para izar la Bandera de la Patria, ella es la más alta. Se atrasó dos años porque ayuda en casa cuidando a sus hermanitos y a algunos hijos de los vecinos. Es una tarea que desarrolla muy bien y le gusta. De grande dice que va a ser maestra jardinera.

Una vecina le contó a su mamá de una sobrina que trabaja en Buenos Aires cuidando los hijos de una familia de plata: "A Verónica le va muy bien. Gana unos pesos y le hacen estudiar el secundario. Si sigue así, dicen que va a ir a la facultad".

La oferta era buena. A la Rusita -así le dicen a Daniela por sus cabellos rubios y ojos claros- le gustó la idea. Además, también en esos meses se habían sumado para probar suertes parecidas Maribel, Celeste y Guanda, que eran de familias conocidas de unos pueblos cercanos.

La despedida fue sencilla y sin mucha emoción. Daniela llevaba puesto un vestido rosado con puntillas blancas y los zapatos de la comunión, que le apretaban un poco, pero eran los únicos que tenía. Como estaba lloviendo mucho fue inevitable salpicarse con barro colorado. Las habían ido a buscar dos matrimonios en dos autos. Antes de partir se sacaron varias fotos con toda la familia y algún vecino.

Daniela llevaba un bolso pequeño y un osito "aviador" de peluche. Desde chiquita soñaba con poder mirar cómo serían las casas y los árboles desde el cielo.

Después de andar unas 5 horas pararon en una estación de servicio. Mientras compraban unas galletitas, sonó el celular de uno de los matrimonios. Con cara de preocupación uno de los hombres les dijo que las familias de Buenos Aires habían tenido que viajar de urgencia por unos días, y que esperarían en una casa por ahí cerca hasta que regresaran. Ya estaba entrando la noche. Hicieron dos horas más de viaje y algunas se durmieron. Llegaron a una casa rara y oscura cerca de una ruta, y allí las dejaron. Nunca más vieron a esos matrimonios.

Dos hombres y una mujer grandes llevaron a las cuatro chicas a una pieza con dos camas. Allí iban a dormir. Les dijeron que para pagar la comida de "esos días" y mandar plata a casa iban a tener que acostarse con algunos hombres y hacer lo que ellos les pidieran. Cuando Maribel dijo que no con un grito, la mujer le dio un sopapo que le hizo salir sangre de la boca, y uno de los hombres le pegó con el cinturón. Después se la llevaron, dijeron que a otra casa.

A las tres les sacaron la ropa que tenían puesta y les dieron ropa de "mujeres grandes", que ellas no conocían. Ellas sabían que dejar que los hombres les hicieran cualquier cosa estaba mal. Una vez la mamá de Guanda le contó que un vecino había violado a su sobrina y cómo le había arruinado la vida a la pobrecita. Ellas también habían escuchado que alguna compañera de la escuela o alguna vecina era sometida sexualmente por el papá o el padrastro o por alguno de los hermanos, y nadie las protegía.

Esa noche, ya muy tarde, las sacaron a patadas de la pieza y las hicieron "trabajar" por primera vez en otros sucuchos. Había mucho olor a vino, a cigarrillo, a humo. Se veía muy poco y la música estaba muy fuerte. Fue horrible.

"Sus leves huesos en cruz /meciéndose en suave luz/ el tipo que la acaricia / y ella novicia llorándose", tomado del tema Novicia, de Víctor Heredia, parece escrito para ellas.

A las dos semanas las separaron a las tres, y ya no volverían a verse. Permanecían unidas por el horror y el espanto.

Les retuvieron los documentos. Cada tanto las atormentaban mostrando la foto de la familia y amenazando con hacer mucho daño a alguno de sus seres queridos ya tan lejanos. Noche tras noche les hacían sentir la humillación.

A Daniela la llevaron a otro lugar y a los 3 meses, a otro; así, cada tanto la cambiaban. Varias cosas ella recuerda como "una vez". Y es así que "una vez" una de sus compañeras logró escaparse. A los tres días la encontraron y "la pagó cara". Le pegaron un buen rato delante de algunas, y otras cosas que la Rusita prefiere no contar. Era castigo para la fugitiva y advertencia para las otras.

En otra ocasión "una vez" escuchó en la radio una propaganda por el Día del Niño y se puso a llorar. Cada tanto le pasaba. Para el Día de la Madre, Día del Padre, Navidad... ¡Cuántos recuerdos arrancados y robados!

Como a los dos años la hicieron quedar embarazada. Así nació Lautaro. Una mujer grande se encargaba de cuidarlo mientras ella trabajaba. Si alguna vez se quejaba, ahora la amenaza era con "la luz de sus ojos".

Dos o tres veces al año caía la policía. Ella nunca supo cómo en esos lugares se enteraban antes y a las que eran más chicas las sacaban rápido en un auto que siempre estaba listo para escapar.

También la obligaron a drogarse y la hicieron adicta para tener un modo más de retenerla y obligarla a "portarse bien" con los clientes. Se acordaba de que cuando "era chica" portarse bien era otra cosa.

Una noche "falló" el aviso o no arrancó el auto, y llegó la policía.

La Rusita tenía 17 años. Algunos de los clientes se fueron. A los "dueños" del local los llevaron presos. No se sabe si por mucho tiempo.

Daniela no se acuerda en qué "casa de tolerancia" quedó su oso "aviador" de peluche. No se acordaba de sus sueños de maestra jardinera o de mirar las casas o los árboles desde el cielo. Había estado viendo la vida y los hombres desde el infierno.

La vergüenza y el miedo son sus compañeros permanentes. La primera le impide volver a casa y encontrarse con su gente. El segundo es por si la vuelven a secuestrar. Le cuesta mucho vencer la adicción. Y como una ventana hacia la esperanza, la mirada y la sonrisa de Lautaro le dan fuerza cada día.

Conoció días y días, horas y horas de pasillos y salas de espera: comisarías, hospitales, juzgados, oficinas, psicólogos, trabajadores sociales... En un par de ocasiones reconoció a dos de sus "clientes". No sabe si ellos la reconocieron.

A los 3 meses el prostíbulo volvió a abrir sus puertas con el nombre "Tus sueños hoy". Y aquí no ha pasado nada. ¿No ha pasado nada? ¿Podemos decir que aquí termina la historia de la Rusita?

Daniela, Maribel, Celeste, Guanda y cientos por año -también varones- son secuestrados con engaño o con violencia, y dedicados a la explotación sexual en las rutas o ciudades para la diversión (?) y el placer (?) de enfermos o sanos cómplices del secuestro, la tortura y la humillación de niños, niñas y adolescentes. Dinero, poder manchado con sangre que brota de los cuerpos frágiles y las ilusiones vulneradas.
Testimonios / Extra Día del niñoUn peluche en el prostíbulo

Niñas y púberes son arrancadas con falsas promesas de sus humildes hogares y obligadas a ejercer la prostitución. La denuncia del obispo de Gualeguaychú, autor de esta nota, es un grito contra el silencio y la complicidad

lanacion.com | Revista | Domingo 9 de agosto de 2009

martes, 21 de julio de 2009

El régimen presidencial es lo más parecido a una autocracia que puede darse en una democracia política.

Es sabido que hay dos regímenes de gobierno democrático: el parlamentario, de origen británico, y el presidencial, de estilo norteamericano. También es sabido que casi todas las repúblicas del Tercer Mundo son presidencialistas.

En el régimen parlamentario, el primer ministro y sus colegas del gabinete son diputados elegidos por la ciudadanía. Sus poderes están estrictamente limitados y sus actos son juzgados constantemente, ya que sus opositores les exigen cuentas y los interpelan todas las semanas en el recinto parlamentario, en sesiones televisadas.

Los gobiernos parlamentarios tienen la gran virtud de ser vulnerables, por lo cual deben andarse con cuidado: pueden caer de la noche a la mañana por haber perdido un voto de confianza.

Este peligro o, mejor dicho, esta oportunidad, se da cada vez que el gobierno se vuelve minoritario. Esto ocurre cuando ha subido en virtud de una alianza de partidos y luego perdió el respaldo de las agrupaciones que lo han ayudado a llegar al poder.

En este caso, el primer ministro puede cambiar de ocupación, pero conservará su banca hasta las siguientes elecciones.

Semejante cambio transcurre sin que se dispare un solo tiro, sin que se mande a nadie al destierro y sin que ni siquiera se gaste dinero en una campaña electoral. La única erogación que ocasiona la operación de cambio de gobierno puede ser la redecoración de la residencia del primer ministro.

(Esto ocurrió en Canadá dos veces en el curso de ocho meses: cuando Pierre Elliott Trudeau, liberal y hombre de mundo, fue derrotado en el Parlamento por Joe Clark, conservador y provincial, quien a su vez fue sucedido por su predecesor. Al volver, Trudeau se sintió asqueado por el mal gusto de su rival. Repintar una residencia oficial cuesta mucho menos que derribar o enjuiciar a un presidente.)

En el régimen presidencial, el primer mandatario nombra los ministros que se le antoja, y ellos obran to his pleasure , a su gusto, a espaldas de la opinión pública y sin inquietarse por su futuro político. El presidente puede vetar cualquier proyecto de ley, y el parlamento no puede exigirles a él ni a sus ministros que comparezcan en cualquier momento ante los representantes del pueblo para dar cuenta de sus actos. Y si se lo permite un parlamento amigo o cobarde, el mandalluvias puede gobernar por decreto. Incluso puede derogar centenares de leyes, como lo hizo en un solo día el anterior presidente norteamericano.

Si comparece y queda en evidencia, al ministro-lacayo nada le pasa. Podrá ser acusado de crímenes de guerra, como ocurrió con John McNamara, Henry Kissinger y Donald Rumsfeld. Pero gozará de la impunidad que le confiere la complicidad con un mandatario casi todopoderoso.

En resumen, el régimen presidencial es lo más parecido a una autocracia que puede darse en una democracia política. No debiera de extrañar, entonces, que la mayoría de los gobiernos presidencialistas sean dictaduras o, por lo menos, dictablandas.

Tampoco debería extrañar que tantos de esos presidentes y sus ministros saqueen impunemente el tesoro público, incluso en naciones pobrísimas. Este saqueo no siempre implica meter la mano en la caja fuerte. Puede consistir en asignar inmensos trabajos a empresas amigas, a costos fabulosos y sin licitación pública. (Recuérdese los casos de las legendarias empresas Halliburton, Bechtel y Kroll, amigas de George W. Bush y de su vice, Dick Cheney.)

Si el presidente cuasiomnipotente es carismático, o si dispone de una buena agencia de imagen pública o de una eficiente maquinaria de movilización popular, puede generar el personalismo. Este, a su vez, le permite abusar del poder, como pasó con tantos personajes sin más visión ni competencia que la necesaria para seguir aferrados al poder.

El presidente cuasiomnipotente tiende a ser tomado como modelo. Los jóvenes que quieren triunfar lo copian hasta en sus tics. Si es propenso a la violencia, alienta a los matones. Si es corrupto, propicia el robo. Si es mitómano, justifica a los mentirosos. Si es inculto, pone de moda la incultura. En resumen, el mandalluvias torcido imprime su carácter deforme en toda una generación.

El presidencialismo disminuye todas las instituciones democráticas, empezando por el parlamento. Hace medio siglo, en pleno auge del PRI, un equipo de politicólogos mexicanos hizo una encuesta reveladora entre chicos de la escuela primaria. Una de las preguntas era: "¿Cuál es la función de los diputados?". La respuesta mayoritaria fue: "Los diputados son los ayudantes del señor presidente". ¡Sobresaliente!

Pocos años después, uno de mis hijos, que cursaba el tercer grado en una buena escuela mexicana, hizo una monografía sobre la historia del país. Allí escribió: "Las personas más importantes de la historia mexicana son Hernán Cortés y el presidente Echeverría". Su trabajo mereció una buena nota.

En aquella época, los mexicanos típicos que tenían alguna queja o pedido se dirigían al señor presidente, no al parlamentario de su distrito electoral. Y si les fallaba el presidente, no les quedaba sino la Virgen de Guadalupe.

Entre el Estado y el individuo no había organizaciones no gubernamentales que defendieran sus derechos.

El presidencialismo no sólo disminuye la democracia y favorece la corrupción, sino que también da un mal ejemplo que cunde: los dirigentes de todas las organizaciones tienden a adoptar el estilo presidencialista.

O sea: dan órdenes sin consultar a sus subordinados y menos aún los invitan a que participen en la toma de decisiones. El jefe de oficina actúa como un tirano, lo que es particularmente dañino cuando es incompetente.

El resultado del ejercicio de semejante liderazgo antidemocrático es la apatía de los de abajo: trabajan lo menos posible y no se atreven a sugerir cambios para resolver problemas. Muchísimo menos todavía piensan en modificaciones para mejorar el rendimiento de la organización, ya que no la sienten como cosa suya.

La democracia auténtica es participativa, porque no es otra cosa que autogobierno. La participación libre (voluntaria) no se puede falsear.

En cambio, la representación puede desvirtuarse de varias maneras: mediante el fraude, la compraventa de votos, la compra de espacios televisivos, la votación del tipo "quien saca más votos se queda con todo" (a diferencia de la proporcional), etcétera.

En una organización grande, la participación no puede ser directa: ha de ser representativa. Pero siempre es posible y deseable subdividir un sistema social grande en unidades menores. De esta manera, puede asegurarse la participación intensa en las unidades básica, junto con la representativa en las de orden superior.

Esta democracia, que llamo escalonada, se practica en todo el mundo. Pero, de hecho, rara vez se consulta a los de abajo sobre cuestiones importantes. Y rara vez se asciende de petiso de los mandados a director de empresa. Donde domina la mentalidad presidencialista, los ascensos están al arbitrio del mandamás. Y éste favorece al leal, o incluso al servil, por sobre el competente.

Son excepcionales las organizaciones en las que rige la meritocracia. En las más, dominan la autocracia y su fiel compañera, la mediocracia.

Las organizaciones meritocráticas son tan excepcionales que se las puede enumerar: entre ellas están el ejército ateniense de la época de Pericles, el ejército napoleónico, en el que "todo soldado lleva el bastón de mariscal en su mochila"; las cooperativas, las organizaciones no gubernamentales de bien público, tales como las asociaciones vecinales, la buena universidad, y pará de contar.

Raúl Alfonsín intentó, en la reforma constitucional de 1994, avanzar hacia un régimen parlamentario, pero su empeño no tuvo resultados en la práctica. Se explica: un régimen parlamentario no da cabida a un mandatario omnímodo, sea populista como Perón o plutocrático como los Bush.

Se objetará que el parlamentarismo no es garantía de buen gobierno. Es verdad. La perfección es prerrogativa de la matemática y del arte. Hay por lo menos dos maneras de desvirtuar el régimen parlamentario. Una es combinarlo con el presidencial, como ocurre en Francia. Si ambas ramas pertenecen al mismo partido, pueden funcionar. De lo contrario, los parlamentarios gastan más tiempo peleando entre sí que legislando. (Esto sucedió durante la última fase del "gobierno de cohabitación" del presidente socialista François Mitterrand con el jefe de gabinete conservador, Jacques Chirac.)

Otra manera de desvirtuar el parlamentarismo es elegir un parlamento sumiso, que se limite a aprobar todos los proyectos que le proponga el presidente. En este caso, el parlamentarismo apenas se distingue del presidencialismo, porque, de hecho, el parlamento no cumple su papel específico.

En todo caso, es más fácil corregir errores y evitar delitos políticos cuando el poder se distribuye que cuando se concentra. Esto se debe, en parte, a que el poder se debilita al diluirse (democratizarse). Y también a que el poder compartido incluye el debate y la transparencia.
OpiniónEl presidencialismo, un verdadero cáncer

Mario Bunge

lanacion.com | Opinión | Martes 21 de julio de 2009

domingo, 12 de julio de 2009

¿A quién le sirve este mundo "a mil"?

Tal vez la velocidad y eficacia de nuevas tecnologías nos acostumbraron a conseguir resultados óptimos en apenas segundos. Y con ello nuestro desafío dejó de ser cada modesto problema para concentrarnos en el único gran objetivo de lograrlo todo. No es que antes no se tuviera el anhelo o la ambición de alcanzar la cima, pero sí había más espacio para deleitarse con el ascenso de cada paso. Como si en otros tiempos la lógica del éxito, tanto personal como profesional, se hubiese movido por escaleras y hoy lo hiciera a la velocidad de un ascensor ultrainteligente. Ya no hay escalones, sólo un piso al final.

Y se logran cosas increíbles -como empresarios exitosos a los 18, la casa soñada a los 30, el mundo entero recorrido a los 40-; pero la aceleración en el modo de vivir la vida tiene un costo altísimo que hoy se patentiza en cientos de rostros tristes que deambulan abrumados por un fenómeno al que nombran con el eufemismo de prisa cotidiana .

Tantos logros y ¿nadie está contento? Desde ya, no se trata de la realidad de todos, pero sí de una tendencia notable en la clase profesional urbana. Muchas de esas caras tristes tienen problemas para dormir. Son las mismas que acumulan pilas de diplomas que ya no enmarcan -para qué si total hoy todos los tienen-, que viven en casas con jardines a los que apenas asoman porque no hay tiempo para descansar y tienen hijos que apenas conocen de tanto invertir en pos de un futuro que no da tiempo para hoy.

Sin embargo quien mira no ve más que un brillo envidiable... carrera, auto, casa, familia, juventud, belleza. Lo tienen todo y tan rápido, ¿de qué podrían quejarse?

Pero sus cajones atiborrados de ansiolíticos delatan apenas una parte de la grieta. Carcome la sensación de que nada alcanza, nada llena, siempre falta más. Lo mucho que se tiene no cuenta, es muy poco comparado con todo lo de los demás. Obsesiona conseguir eso que no se tiene y que, increíblemente, ni se sabe qué es pero hay que tenerlo ya. Entonces predomina una frustración constante que convierte la vida en un correr permanente en busca de ese no sé qué; un correr como de un chico desesperado que huye y tiene ganas de llorar. ¡Pero eso nunca! En cambio, se frunce el ceño, se pone distancia, se ahoga en la incomunicación y ya casi ni se levanta la mirada de la pantalla por temor a que otro pueda descubrir la tan vergonzante vulnerabilidad.

Se ha perdido la capacidad de recorrer alegremente caminos y de disfrutar en su tránsito los olores, las vistas, las sorpresas e incluso la satisfacción de remover piedras para poder liberar el paso. Hoy la llegada desvela, oprime y en el medio no hay riqueza alguna capaz de detener la marcha. La mirada se orienta sólo a resultados, el mandato es no dejar de producir. El camino hay que pasarlo rápido y con anestesia para evitar cualquier sufrimiento. Pero cuando se alcanza la meta ni siquiera hay destellos de felicidad, sólo una mueca exterior de autoestima que convive con el eco interior de innumerables risas perdidas en el viaje.

Muchos hoy tienen la suerte -o la desgracia- de obtener lo que quieren en forma casi inmediata. Los chicos ya no esperan a Papá Noel para conseguir el regalo soñado porque basta un suspiro o un puchero para conmover a una generación de padres culposos. Padres que al mismo tiempo que dan ese regalo, les quitan a sus hijos la posibilidad del sueño. Y ya desde chicos la capacidad de espera con todas sus virtudes pierde terreno en un mundo "a mil". Tampoco hay lugar para la oración y el escepticismo ya no alcanza únicamente a Dios sino al propio hombre; la fe moderna parece reducirse a una caja de pastillas mágicas. El talento brota como nunca, pero la ansiedad devora el placer de estar vivos y el único sueño posible es químico. ¡Es hora de levantarse! Y de entregarse a los afectos para celebrar la vida y compartir el sano sufrimiento del mundo real.
ReflexionesVivir a mil

Por Teresa Batallanez

lanacion.com | Revista | Domingo 12 de julio de 2009

viernes, 10 de julio de 2009

Los Kirchner son solo un síntoma del problema.

La merma en la acumulación de recursos del país es muy considerable, especialmente si se computan la destrucción del mercado de capitales debida a la confiscación de los fondos de pensión, la depredación del caladero de pesca y el agotamiento de los recursos no renovables: se perdió más de la mitad de las reservas de hidrocarburos. Esto explica que estemos en presencia de un fenómeno de degradación de la capacidad productiva de la Argentina que llevará muchos años revertir.

La enorme crisis vivida en el último trimestre del año pasado y el primero del presente -vinculada, sin duda, con las malas expectativas por las dificultades internacionales y con los conflictos internos- generó un enorme pesimismo sobre el funcionamiento de la economía y de la sociedad argentina, que llevó, en las instancias críticas, a medidas y declaraciones que fueron de gran costo institucional.

Entre esas declaraciones cabe señalar la famosa expresión de la presidenta de la República, cuando dijo que las elecciones eran un escollo que había que superar. En consecuencia, decidió impulsar una ley para adelantarlas.

Ahora, la evolución de las circunstancias internacionales permite a varios observadores avizorar que el fin de las dificultades podría estar más cerca de lo que se pensó originalmente. Muchos miran con gran optimismo, sobre todo, el desempeño del este de Asia, Chile, Perú, Brasil y Uruguay, convencidos de que la disciplina que han tenido, la previsibilidad que ofrecen y la recuperación de la confianza van a contribuir a que se revalúen fuertemente sus monedas.

También fundamentan su optimismo en la posibilidad de que se registre un mayor precio de las commodities , como producto de la recuperación económica internacional y de la escasez de los últimos tiempos, resultado de las bajas cosechas y de los reducidos stocks.

Hay, sin embargo, un concepto al que se le prestó poca atención, que es el colapso de la inversión en general y, en particular, en sectores muy dinámicos para la economía argentina. En esa categoría se encuentran toda la cadena agroindustrial, el sector energético y gran parte de los sectores regulados de las áreas de salud y educación.

En muchos casos, no se previó -hay que tener presente que las equivocaciones ya llevan muchos años- el efecto de las políticas distorsionantes que se siguieron, y sobre todo, la desconfianza que se iba a generar en los mercados en que estas actividades se expresaban.

Por otro lado, en este momento hay una percepción de derrumbe en la venta de las maquinarias agrícolas y de las actividades relacionadas. Se trata, prácticamente, de una pesadilla. Por ejemplo, caídas del 70% en tractores y del 90% en cosechadoras. Esa descapitalización de la economía argentina se ve agravada por la dificultad para estimar de dónde va a provenir el capital de trabajo. Sólo para afrontar la siembra de la próxima cosecha, si se quieren alcanzar los cien millones de toneladas se necesitarán 14.000 millones de dólares, que no van a ser fáciles de conseguir en las circunstancias en las que nos encontramos.

No es sólo un problema de esta cadena productiva, sino de toda la economía. A ello se agrega una creciente burocracia, que produce enormes sobrecostos. Ellos generan daños en todas las actividades, pero en el caso de las pequeñas y medianas empresas industriales del interior el efecto es, casi, de aniquilación.

Así, hay compañías que tienen aproximadamente tres meses de ventas congeladas en devoluciones no realizadas, reembolsos por inversión en bienes de capital, por devolución del IVA y por reintegro de exportaciones. Esa descapitalización no está registrada en ningún lado, pero desempeña el mismo papel que cumplen en el sector agropecuario y en el energético, las actitudes que se han tenido sobre la producción.

Otro aspecto que también obliga a desinvertir es la manifiesta arbitrariedad con la que se pueden tomar medidas en la Argentina. Por ejemplo, cualquier funcionario menor puede establecer la prohibición de ventas al exterior. Esto es como un derecho de exportación del cien por ciento, lo que causa un enorme desaliento y el agravamiento de todos los desencuentros señalados en los sectores implicados. Estas medidas pueden tomarse prácticamente sin ningún fundamento, y dejan en estado de quebranto a toda la cadena de valor productivo del sector afectado.

A eso se suma una presión impositiva que alcanza valores extravagantes cuando computa los impuestos a las exportaciones, los impuestos a las transacciones financieras, los impuestos a la mano de obra, los impuestos a las amortizaciones, los sobreimpuestos laborales y la brutal suba de impuestos locales y provinciales.

Ese deterioro es tremendamente más complejo cuanto más utilizadora de mano de obra es la estructura productiva o cuanto más valor agregado se genera. Esto es muy notorio en las actividades de la cadena agroindustrial y en las provenientes del comercio y de actividades de alta regulación.

Es cierto que algunos sectores logran sobrevivir a través de la evasión impositiva o través de no reportar el nivel de empleados privados que tienen. Por eso, prácticamente la mitad del empleo privado es informal. Lo que hace esa respuesta es bajar la productividad global, porque así cada vez el desarrollo de la activad económica contiene más informalidad. La informalidad requiere menor inversión, y con menos inversión per cápita lo único que tenemos asegurado es un retroceso en los niveles de tecnología que usamos. Si hiciéramos las cosas como Hugo Chávez, que prohibió la pesca comercial para ir a la pesca artesanal, probablemente hasta generáramos empleo, aunque de una clase que nos provocaría una involución y nos llevaría a formas de vida muy atrasadas.

Sarmiento decía en uno de sus textos: "¡Cercad, no seáis bárbaros!". Nosotros hoy deberíamos decir: respeten el Estado de Derecho, vuelvan a gobernar con la ley y creen el horizonte de trabajo necesario. Si no volvemos al sentido común y a las leyes que organizan a las sociedades avanzadas, el proceso de descapitalización producirá una degradación productiva que nos llevará a un derrumbe difícil de explicar, con el correr del tiempo, incluso para nosotros mismos.

En realidad, en el fondo, una sociedad que padece este tipo de cosas no puede sintetizar el problema exclusivamente en la pareja gobernante.
La economía se descapitaliza

Ricardo López Murphy

lanacion.com | Opinión | Viernes 10 de julio de 2009

lunes, 6 de julio de 2009

Un debate mal informado.

De niña muchas veces escuché a mi madre decir que el día más feliz de su vida había sido el día en que yo nací. Siempre me pareció una exageración. Recién le creí el día que yo misma fui madre. Cuando conocí a mi hijo y vi su carita redondeada por primera vez, supe que ésa era la felicidad. A pesar de todas las dudas que había tenido durante el embarazo y de los años que tardé en tomar la decisión de tener un hijo, en cuanto vi a mi niño sentí que a partir de entonces él sería mi razón de ser en el mundo.

Nunca pensé que algún día podría sentir una felicidad mayor que ésa. Como suele ocurrir, la vida me tenía guardado algo inesperado. A los nueve meses llevé a mi bebe a su cita de rutina con el pediatra y salí de ahí sabiendo que algo andaba mal. Siguieron semanas de exámenes de sangre cada vez más inusuales, de idas y venidas a laboratorios, de pinchazos, ecografías y resonancias al cabo de las cuales, una tarde, el pediatra dijo que aunque todavía no podía dar un diagnóstico definitivo, era muy probable que mi hijo no llegara a cumplir tres años.

-¿Va a poder caminar?

Dada la gravedad de lo que él acababa de decir, mi pregunta era bastante estúpida. Pero fue la primera que se me ocurrió.

-No creo -dijo el doctor.

Diez días después, en otro hospital, supe que aquel pediatra se había equivocado. Mi hijo viviría. Podría caminar, correr e ir a la escuela como todos los otros niños. La única diferencia entre él y ellos sería que tendría que tomar un remedio y no comer lactosa, fructosa ni sacarosa. Mi hijo había vuelto a nacer. ¿A quién podía importarle que no pudiera comer helados o que tuviera que tomar un remedio cada cuatro horas, día y noche, todos los días de su vida, si iba a poder correr?

Todo esto ocurrió hace trece años. Una cosa es lo que los médicos les dicen a sus pacientes sobre las enfermedades y, otra, convivir con ellas. Convivir supone el manejo de un montón de problemas cotidianos que -sobre todo en el caso de enfermedades infrecuentes- muchas veces los médicos desconocen. Por suerte, hace trece años ya existía Internet. Poco después del diagnóstico, me suscribí a una red de gente afectada por la misma enfermedad que mi hijo. Muchos eran padres de niños como el mío, otros eran ya jóvenes y adultos con la enfermedad. Esos primeros años, la red fue una ayuda enorme. Hice cientos de preguntas y recibí un montón de consejos. Ahora soy yo quien los da a otros padres que están aprendiendo a convivir con la enfermedad. El clima de la red suele ser cálido y cordial. Es un grupo de personas de distintas edades y culturas, de diversas condiciones sociales y profesiones, pero que al haber sido tocadas por una enfermedad, tienden a ser compasivas hacia el prójimo y tolerantes de las diferencias.

Ese aire pacífico fue alterado hace poco cuando uno de los miembros envió un mensaje esperanzado celebrando la decisión de Barack Obama de levantar el veto a la financiación estatal para la investigación con células madre embrionarias.

"Que usen células de embriones me da náuseas", respondió otro miembro. "Prefiero usar muletas, silla de ruedas y una muerte temprana antes de caer tan bajo sólo para curarme."

La persona que escribió este mensaje es un hombre afectado por una variante de la enfermedad que hace que, en la adultez, los músculos del cuerpo vayan doliendo y haciéndose cada vez más rígidos.

Alguien le contestó: "Lo que hagas con tu cuerpo es asunto tuyo"; otro dijo que le parecía mal que sus impuestos fueran "usados para matar a otros seres humanos"; y uno más se animó a preguntar si acaso alguno había protestado "porque sus impuestos fueran usados para torturar a los prisioneros de Guantánamo".

Leí la discusión con sorpresa y con dolor. Una vez más constataba de qué manera pueden separarnos nuestras creencias y opiniones, y la facilidad con que quedamos atrapados en el calor del debate sin que nuestros prejuicios nos permitan ver lo que hay detrás. Tanto en la discusión de la que estoy hablando como en la que surgió en los medios a raíz de la decisión de Obama, se habla acerca de si el embrión es un ser humano o no, si tiene derechos, si está bien sacrificar a unos por otros, pero pocos se preguntan de dónde vienen los embriones de los que se obtienen células madre, por qué fueron producidos, cuál suele ser su destino y quién está autorizado para decidir su suerte.

Las células madre embrionarias usadas para investigación provienen de embriones sobrantes en las clínicas de fertilidad asistida. Desde hace décadas muchas personas crean embriones a través de la fertilización in vitro con la intención de transferirlos al útero y lograr un embarazo exitoso. El proceso de recolección de óvulos es costoso y no está exento de riesgos para la salud de la mujer, de modo que los médicos recomiendan que sus pacientes produzcan varios óvulos en un mismo ciclo menstrual. Y puesto que los óvulos no pueden ser congelados y los embriones sí, las personas que hacen tratamientos de fecundidad suelen crear alrededor de cinco embriones para luego intentar implantarlos en el útero hasta lograr el embarazo deseado.

Es frecuente que al final del proceso sobren embriones. En ese caso, los padres tienen que decidir qué hacer con ellos: dejarlos congelados; descongelarlos y arrojarlos a la basura; donarlos a otras parejas con problemas de fertilidad; descongelarlos y donarlos para la investigación científica o para que sus células sean usadas en terapias de enfermedades que necesitan reposición celular. En relación con estas alternativas, alguna gente está convencida de que cualquier uso de embriones humanos con fines distintos al logro de un embarazo es inmoral. Alegan que el embrión es un ser humano íntegro desde el momento de la concepción. Más allá de la controversia que suele despertar este tema y de la posición que cada quien tome al respecto, creo que para pensarlo con objetividad tal vez convenga dejar de lado el "deber ser" y prestar atención a varios hechos.

En primer lugar, dejar a los embriones congelados no significa dejarlos vivir para siempre. Envejecen aunque estén congelados y, a medida que pasa el tiempo, cada vez es más difícil que sean viables y estén en condiciones de desarrollar un adulto sano. Por ende, dejarlos congelados no es sinónimo de vida eterna, sino más bien de una muerte lenta.

En segundo lugar, aunque la posibilidad de donarlos a otras madres es la que menos reservas genera, dada la enorme cantidad de embriones congelados existentes, esto sería tremendamente difícil de lograr en la práctica pues supondría, entre otras cosas, que las clínicas de fertilidad se convirtieran en sofisticadas agencias de adopción, con el agravante de que estarían ofreciendo embarazos no siempre viables e hijos con altas posibilidades de nacer con problemas de salud.

En tercer lugar, nos guste o no, cada año miles de embriones son destruidos en centros de fertilidad en los lugares más diversos del planeta. Hay países como Gran Bretaña -donde ya existe legislación al respecto- que establecen entre uno y cinco años la duración máxima de la crioconservación. Sólo en ese país, en 1996, se descartaron tres mil embriones. En otros países, como la Argentina, el tema de la congelación de embriones todavía no está regulado. En todo caso, se estima que a nivel mundial la cantidad de embriones humanos congelados ronda los cien mil. El número seguirá aumentando mientras la gente siga usando técnicas de fertilidad asistida. ¿Qué hacer con todos esos embriones? Para algunos, usarlos para extraer las células madre equivale a asesinarlos. Pero ¿acaso dejarlos congelados o arrojarlos a la basura significa darles la vida?

Desde un punto de vista estrictamente lógico, creo que quienes están en contra de la investigación con células madre embrionarias por razones éticas también deberían estar en contra de la fertilidad asistida. Si se piensa al embrión como un ser humano, congelarlo va en contra de sus derechos más básicos. Es a la fertilidad asistida, entonces, hacia donde deberían dirigir sus diatribas quienes critican el uso de células madre embrionarias. Mientras ese tipo de fecundación esté permitida, no veo de qué manera se puede no aceptar que la investigación con células embrionarias es, cuando menos, una manera de sacar algo verdaderamente positivo de una situación que, de otra manera, sólo puede ser traducida como pérdida.

Algunos tópicos frecuentes en la red de la que hablé al principio son: ¿cómo hacer para que los chicos coman si cada cuatro horas el remedio los deja sin hambre? ¿Qué torta de cumpleaños hacer sin azúcar, manteca o frutas? ¿Cómo saber que toman el remedio cuando van a casas de amigos? Se trata de temas nada dramáticos, sobre todo si los comparamos con los que tratan en otras redes dedicadas a muchas de las alrededor de mil enfermedades raras y sin cura que afectan a niños en todas partes del mundo. Niños que, a diferencia del mío, tal vez sólo puedan llegar a caminar y a llevar una vida normal si se descubre una forma de curar sus enfermedades.

Los laboratorios no invierten dinero en investigar posibles terapias para enfermedades como éstas, pues las padecen tan pocas personas que la inversión no se justifica. Por eso, el apoyo estatal a la investigación con células madre es una enorme esperanza para todos esos niños y sus padres. Acabo de decir "padres" y es la palabra que he usado a lo largo de todo el artículo. Pero en honor a la verdad, quiero hacer una aclaración: todos los correos de ese grupo son escritos por madres. Cuando algún varón escribe es porque está afectado por la enfermedad. El resto son madres que buscan conversar con otras para cuidar mejor a sus hijos. En la larga discusión sobre células embrionarias, ni una sola madre se mostró en contra. Quienes se oponían eran personas adultas -hombres y mujeres- que padecen una de las modalidades leves de la enfermedad.
Un debate mal informadoMadres y células

Mori Ponsowy

lanacion.com | Opinión | Lunes 6 de julio de 2009