viernes, 8 de abril de 2011

El campo, impulsor de innovación

Arturo Prins
Para LA NACION
HACIA 1810, nuestro ingreso per cápita era similar al de Estados Unidos, algo menor que el de Australia e igual que el de Canadá, países que durante 130 años evolucionaron en forma muy pareja. Entre 1870 y el Centenario nuestra economía crecía al doble de la del mundo y atraía a los europeos. Pero desde 1940 retrocedimos al punto de estar muy por debajo de aquellos países, incluso de Brasil y México ( Dos siglos de economía argentina, 1810-2004 , Fundación Norte y Sur).

Nuestro gran crecimiento era protagonizado por el campo, con las técnicas de la época. Hacia 1890 producía 845.000 toneladas por año de granos y oleaginosas; y en 1905, diez veces más. Entre 1930-45 llegó a los 20 millones de toneladas, pero en la década del 50 bajó a menos de 10 millones. ¿Qué ocurrió? Las reglas habían cambiado. La revolución científico-tecnológica transformaba la economía mundial. Las industrias adoptaban conocimientos y generaban innovaciones. Pero nosotros no supimos hacerlo. Lo decía nuestro premio Nobel Bernardo Houssay (1959): "La investigación científica no es entre nosotros una actividad como en los países adelantados; los métodos de producción agrícola no son modernos y por eso los rendimientos son mediocres; en un tiempo exportábamos carne y cereales; ahora exportamos científicos y esto nos empobrece".

Un reciente estudio del BID (M. Langyel-G. Bottino, 2009) lo ratifica: "La industria manufacturera argentina ha exhibido tradicionalmente una capacidad de innovación muy baja. Hay un retraso importante en inversiones de investigación y desarrollo (I+D) no sólo en relación con los países desarrollados, sino con otros de ingresos medios".

El estudio rescata dos excepciones: la industria de la maquinaria agrícola y la de agro-biotecnología. En esta página me referí a la primera (8/2/10), que transformó Las Parejas (Santa Fe) en la ciudad más industrializada del país en relación con el número de habitantes. Aquella antigua industria, criticada por su baja competitividad, supo responder a las exigencias del campo cuando adoptó la siembra directa y la agricultura de precisión. Tras un proceso de innovación tecnológica apuntaló, desde los años 90, el salto que llevó la producción de granos a 95 millones de toneladas y la superficie cultivada, a 30 millones de hectáreas.

Con tecnología nacional, la Argentina pasó a ser líder mundial en siembra directa con el mayor rendimiento promedio de soja de primera y el menor costo para producirla. Nuestra maquinaria interesó al mundo: en 2002 sólo 20 empresas exportaban 10 millones de dólares; hoy más de 100 venden por 250 millones (+2400%) y estiman para 2015 exportar 400 millones de dólares. Somos los únicos fabricantes de maquinaria para siembra directa y producimos tolvas y embutidoras extractoras de altísima calidad.

Otro hecho innovador del campo fue cuando adoptó la primera semilla transgénica resistente al glifosato, casi simultáneamente a su lanzamiento en Estados Unidos (1995). Ello nos transformó en tercer productor mundial de soja y primer exportador de aceites y harinas de esta oleaginosa. El campo comenzó a demandar semillas para distintas condiciones (clima, plagas, etcétera) y ello impactó en nuestra industria agro-biotecnológica, como destaca el estudio del BID.

Efectivamente, empresas semilleras argentinas invirtieron en I+D hasta casi el 1% de sus ventas, más de 3 veces el valor promedio de toda la actividad industrial y el doble de la de maquinaria agrícola; su personal en I+D superaba el 14% del total empleado, frente al 2% del resto de la industria (2007). Las exportaciones de semillas para siembra casi se cuadruplicaron (2001-07). En Rosario, centro histórico de la producción agrícola, hay actores principales de la biotecnología en el agro. Visité el Instituto de Agro-biotecnología Rosario (Indear SA), de Bioceres SA, creado por 23 accionistas (2001) -en su mayoría hombres de campo- que compartían un sueño: que la Argentina participara en la revolución de las biociencias para dar competitividad al agro. Ellos veían el divorcio entre nuestra ciencia y las semilleras. Así decidieron investigar, producir y comercializar innovaciones.

El Conicet firmó un convenio por el que sus científicos se desempeñan en la empresa Indear, que les mejora sueldos y les da los medios para estudiar. El número de investigadores en empresas marca el desarrollo de un país: en la Argentina, sólo el 8,3% de sus científicos trabaja en empresas; en Brasil, el 25,3%; en Canadá, el 60,4%, y en Estados Unidos, el 70% (Ricyt 2010). El Indear tendrá pronto 60 investigadores en el moderno laboratorio que construyó en un predio del Conicet.

Por sus proyectos e hitos, cada título accionario de Bioceres, que inicialmente valía 600 dólares, se cotiza a 60.000 dólares, cien veces más. Más de 220 accionistas ya invirtieron varios millones de dólares en I+D para mejorar el rendimiento de los cultivos, obtener semillas resistentes a sequías o salinidad y luchar contra enfermedades, como el mal de Río Cuarto en el maíz. Con la canadiense Sembiosys Genetics Inc., el Indear logró una enzima -la quimosina- que coagula la leche para producir queso. El 80% de la quimosina la importamos y el mercado mundial supera los 100 millones de dólares al año.

Por las innovaciones se obtuvieron tres patentes en los Estados Unidos, una en la India, una en Australia y 21 en trámite. Los trabajos se hacen en red: el campo comunica sus necesidades a los científicos, que buscan solucionarlas con financiamiento del Indear.

Si nuestra industria despertara al conocimiento -como quería Houssay- la Argentina volvería al liderazgo perdido, cuando la sola exportación de alimentos bastaba. Hoy la inversión en I+D es razón del desarrollo: la Argentina invierte muy poco (0,52% del PBI) y sólo el 26,5% del total lo aporta la industria; Brasil lidera la región (1,09% del PBI) pues su industria invierte el 43,9%; en los Estados Unidos, líder mundial (2,77% del PBI), las industrias aportan el 69 por ciento.

© La Nacion

El autor es director ejecutivo ?de la Fundación Sales

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