miércoles, 13 de mayo de 2009

Si persiste la fuga de capitales al ritmo observado en el primer trimestre, el balance proyectado de divisas para el año en curso se muestra difícil.

La Argentina experimentó durante 2008 una fuga de capitales que rondó los 23.000 millones de dólares, en tanto que en el primer trimestre de 2009 las cifras oficiales ya dan cuenta de una salida de 5700 millones. Este fenómeno no puede atribuirse a conspiraciones, sino a algo más simple, como la caída de la confianza de los inversores en un modelo económico que ofrece fuertes signos de agotamiento y en un gobierno debilitado por sus propios abusos institucionales y debilidades morales.

El falseamiento de las estadísticas oficiales a partir de enero de 2007 puso una bisagra y aceleró un proceso de deterioro que ya se había insinuado un año antes con la aparición de una creciente inflación. La pérdida gradual de la confianza obligó al Gobierno a reconocer rendimientos cada vez más altos sobre los títulos públicos que emitía para cubrir sus faltantes financieros. Fue así que, partiendo de un nivel similar al de Brasil o de México hacia principios de 2007, hoy el riesgo país de la Argentina triplica el de esos países. Hablamos de niveles relativos, por lo que resulta claro que las diferencias se deben a nuestras propias fallas y no a la crisis internacional.

Cuando los inversores exigen rendimientos crecientes para sus colocaciones y no se instrumentan correcciones, llega el momento en que no sólo no invierten en el país, sino que comienzan a fugar capitales. Esto es lo que ha ocurrido en la Argentina.

Hasta fines de 2008 hubo un importante crecimiento de las exportaciones, lo que permitió sustentar, como contrapartida, un aumento de las importaciones y sostener un elevado superávit comercial. Como consecuencia del desplome de los precios agrícolas y de la crisis internacional, se ha producido una fuerte caída de las exportaciones. Sin embargo, la recesión local ha provocado un desplome de las importaciones, permitiendo mantener el saldo comercial externo. Esta circunstancia ha hecho posible todavía hoy compensar la fuga de divisas y evitar una mayor disminución del nivel de reservas.

Sin embargo, para sostener esa situación el Banco Central ha debido recurrir a cierta ingeniería que sólo es evidente para los observadores entendidos. En efecto, el ente monetario computa dentro de sus reservas lo obtenido en préstamo del Banco Internacional de Ajustes de Basilea, que en un plazo determinado se deberá devolver. También computa en las reservas los encajes de los depósitos en dólares del sistema bancario local. Ambos ítems suman 9330 millones de dólares. El balance de la institución expone, por otro lado, un pasivo de corto plazo por la emisión de letras Lebac y Nobac, que suma un equivalente en dólares de 14.932 millones. En definitiva, las reservas disponibles alcanzan a sólo 22.430 millones para respaldar una base monetaria de 99.849 millones de pesos. Esto supone una relación de 4,44 pesos por dólar, que es un valor 20 por ciento superior al tipo de cambio actual.

La incorporación a las reservas de 2500 millones de Derechos Especiales de Giro por efecto de la ampliación del capital del FMI reducirá esa diferencia, pero no la eliminará. Esta circunstancia está generando dudas e incertidumbre sobre la capacidad del Banco Central de sostener su actual política de administración cambiaria. Aunque el presidente de esa institución afirme, con algún fundamento, que el tipo de cambio actual refleja un nivel medio real de equilibrio histórico, mucha gente teme una mayor devaluación, y ésta es una razón que se agrega a la desconfianza general para impulsar la fuga de capitales.

La sanción de la ley de blanqueo con la intención de ingresar capitales y compensar de esa forma la fuga no ha sido hasta ahora eficaz y sus efectos han sido menos que magros. Difícilmente la reciente remoción de los obstáculos que imponía la subsistencia del régimen penal cambiario modifique este resultado. Este gobierno ha acumulado demasiadas transgresiones y ataques a la seguridad jurídica como para que quienes fugaron capitales en el pasado encuentren ahora conveniente blanquearlos, aun con los beneficios que otorga esta ley.

Si persiste la fuga de capitales al ritmo observado en el primer trimestre, el balance proyectado de divisas para el año en curso se muestra difícil. Un pronóstico pesimista se extiende al resultado fiscal del gobierno nacional. Mientras la situación internacional comienza a dar signos positivos de una posible recuperación, la economía argentina está entrando en una franca recesión. Nuestro futuro a corto y mediano plazo dependerá de cuán rápido se instrumenten correcciones a los gruesos errores cometidos, comenzando por el sinceramiento de las estadísticas oficiales y continuando por el restablecimiento del crédito internacional y el pleno respeto del Estado de Derecho y de la propiedad. Si no se modifica el rumbo de la gestión de gobierno en el sentido de la seriedad y la responsabilidad, la fuga de capitales continuará y hará inviables la estabilidad cambiaria y la solvencia fiscal.
Editorial ILa persistente fuga de capitales

Si no se modifica el rumbo de la gestión de gobierno para recrear la confianza, la solvencia fiscal será inviable

lanacion.com | Opinión | Mi?oles 13 de mayo de 2009

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