Esto explica por qué Perón pudo volver de su exilio dieciocho años más tarde, señalando con su habitual ironía que "no es que nosotros no hayamos sido malos, sino que los que nos sucedieron fueron peores". ¿Por qué, en cambio, Rosas no pudo volver? Porque lo había reemplazado un proyecto. En su furia muchas veces comprensible contra Perón, sus opositores no tuvieron tiempo ni visión para no ser sólo antiperonistas, sino, además, "posperonistas".
Pero Perón, en su largo exilio, había aprendido. A su vuelta, por eso, ya no dijo que "para un peronista no hay nada mejor que otro peronista", sino que "para un argentino no hay nada mejor que otro argentino". Viejo y sabio, Perón se abrazó con otro sabio surgido del antiperonismo, Ricardo Balbín. Pero en el país ya se había levantado otra vez, como en el tiempo de unitarios y federales, el huracán del odio entre los argentinos. La nueva Mazorca fueron entonces los Montoneros y los militares, los nuevos unitarios. En 2001, el país volvió a conocer la anarquía que había disipado cruelmente Rosas, esta vez a costa del infortunado De la Rúa. Había llegado la hora de Néstor Kirchner.
La segunda tarea
Los historiadores del futuro determinarán si, después de la anarquía de De la Rúa, nos hacía falta un segundo Rosas. Al principio, el pueblo apreció que aterrizara entre nosotros un nuevo mandón. Hoy, cuando Kirchner ya está cayendo en excesos, como la venganza contra el campo, que osó contradecirlo, y como el proyecto de apoderarse de los fondos jubilatorios contra la voluntad del 80 por ciento que prefirió hace un año el sistema privado, esos excesos pesan cada día más.
En estos momentos en que Kirchner se encamina hacia la suma del poder, su evidente estrategia y su estilo destemplado enardecen todavía más a muchos argentinos. Que quiere quedarse con todo resulta evidente porque su poder no reconoce plazos y porque, si lograra despojar ahora a las AFJP, dejaría sin la única fuente de financiamiento que aún les queda a las empresas que operan en el país. También ellas tendrían que doblar su cabeza ante el autoritarismo oficial. Pero la pregunta que hay que hacerse no tiene tanto que ver con las intenciones y el estilo de Kirchner, sino con la estrategia de la oposición. Como en 1853, como en 1955, lo que hay que preguntarse es si la oposición se contentará con ser únicamente antikirchnerista o si se atreverá además a pensar en un nuevo país: el país del poskirchnerismo.
Hoy, según las encuestas, Kirchner conserva solamente el 30 por ciento de los votos. El 70 por ciento restante es opositor. Lo que se hace notar entonces es que la oposición debería reunirse para vencerlo. Pero ¿podrá hacerlo acaso si no concibe un proyecto común en dirección del poskirchnerismo?
La irritación que produce Kirchner induce a los opositores a concentrarse en el antikirchnerismo. Esta sería la estrategia preferible para el Gobierno porque, irritando de continuo a sus opositores, conservaría de este modo la iniciativa. Aun en el caso de que el desgaste que está experimentando el kirchnerismo se acentuara, su eventual derrota, si fuera rápida, no le daría a la oposición el tiempo necesario para pensar en el nuevo país, haciéndola caer otra vez en la trampa en la que cayó el antiperonismo.
Lo que hay que hacer por lo visto es pensar seriamente en el país que queremos tener una vez que pase el vendaval kirchnerista. No sabemos, por cierto, cuánto tiempo le queda al poder absoluto de Kirchner en una Argentina que, cada día más, quiere ser republicana. La oposición es la encargada de pensar en profundidad cómo debería ser esa Argentina. Tiene que dialogar en esa dirección. Del diálogo sobre la nueva Argentina deberían participar no sólo los opositores, sino también los propios kirchneristas que estén dispuestos, como ya se demostró en el debate sobre el campo, a abandonar las filas de los incondicionales. Para lograr esto hará falta grandeza de alma e imaginación. Ante nosotros se bifurcan los caminos de una Argentina expuesta tanto a la bendición del posrosismo como a la frustración del antiperonismo. Si encontramos el camino correcto, entre todos podremos construir un nuevo Alberdi.
Una introducción básica al poskirchnerismo
Por Mariano Grondona
lanacion.com | Opinión | Domingo 2 de noviembre de 2008
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