Eligió mal el camino, parece. Al cabo de esos esfuerzos, Cristina Kirchner se ha convertido en la presidenta de la democracia que más rápido ha perdido el favor de la sociedad. Una encuesta en poder del Gobierno señala que sólo un 12 por ciento de los porteños avala su gestión. Su esposo está peor en la Capital: su imagen positiva se ha derrumbado hasta tocar el 9 por ciento. Esa tragedia política se agrava con la sensación colectiva de una presidenta ensombrecida por su esposo.
Quizá la sociedad esperaba de Cristina otra presidencia. Es cierto. Esperaba una gestión que administrara la normalidad con un equipo distinto de funcionarios. Punto. No era necesario desplumar a los campesinos ni contrariar la voluntad de los aportantes a los fondos de pensión, que eligieron hace poco quedarse en el sector privado y no en el estatal. El Estado de Kirchner necesita, en cambio, de esos fondos y no tan sólo para asegurar el pago de los vencimientos de la deuda.
Kirchner bascula entre las acciones heroicas y las obras públicas. El ex presidente y actual hombre fuerte supone que el crecimiento de la economía podría desplomarse en el año próximo. Tiene razón. La solución que imaginó (y no tiene otra desde que fue intendente de Río Gallegos) consiste en lanzar un plan masivo de obras públicas para frenar la caída del empleo. Pero no hay plata para financiar deuda y obras públicas al mismo tiempo. Las elecciones están más cerca de lo que se supone. Ahí aparecen, entonces, las razones prácticas de aquel proyecto político de parir una presidencia.
Gobierno y empresarios brasileños idearon una solución más racional para su país. Asumieron que en 2009 habrá una "pausa" en el crecimiento de Brasil por la crisis internacional; decidieron mantener bajas las tasas de interés para no desalentar el consumo popular, y resolvieron no hacer nada que pudiera perjudicar el mercado de capitales (es decir, la financiación de la economía). Kirchner está haciendo las cosas exactamente al revés: destruyó el único mercado de capitales que existía, el que provenía de los fondos de las AFJP, y las tasas de interés andan por las nubes para que el peso no se vaya al dólar, aunque ahí se va de todos modos.
El parto es caro: desde que Cristina es presidenta, el Banco Central dejó ir ya unos 4500 millones de dólares de las reservas para sostener el valor del peso.
Ni la oposición ni la disidencia peronista que lidera Felipe Solá estarían en condiciones de frenar el proyecto oficial de estatización en la Cámara de Diputados. Felipe Solá está a punto de romper el bloque oficialista. Hay entre los peronistas de distinto pelaje (compartido también por muchos radicales) una vieja idea proclive al estatismo. No saben por qué, pero saben eso. Las cosas son como son. Las AFJP deberían hacerse también una autocrítica porque nadie tuvo nunca argumentos sólidos para defenderlas. Las propias sociedades de la Capital y el Gran Buenos Aires, mayoritariamente contrarias a la decisión de los Kirchner, según las encuestas, objetan el método y el propósito de la medida oficial. Nada más.
Esa mezcla de ideas estatistas en gran parte de la comunidad política y la carencia de comunicación de los fondos de pensión le abrieron, en principio, un camino más fácil al gobierno entre los diputados. Eso sí: estamos legislando contra lo que piensa y quiere la calle. Tengámoslo en cuenta, por lo menos , se sinceró un diputado peronista. La calle piensa que se llevan la plata para la campaña electoral. Como se ve, no está equivocada.
Los resultados del Senado dependen de muchas cosas. Ahí estarán votando dentro de un mes. ¿Cómo prever lo que pasará dentro de treinta días cuando ningún argentino sabe cómo terminará el día que acaba de amanecer? ¿Cómo, cuando la devaluación del peso no se rindió ni ante una oferta de 1000 millones de dólares hecha por el Banco Central? ¿Cómo, cuando el dólar siguió su escalada aun después de que Guillermo Moreno les prohibiera a entidades financieras vender dólares a grandes compradores aunque fuera plata legítima y declarada?
A la Argentina le han borrado el futuro y navega en un mar de incertidumbres. Un fondo de inversión que había decido invertir 450 millones de dólares en el país deambulaba en los últimos días haciendo una sola pregunta: ¿Cómo se puede confiar en un gobierno que toma decisiones trascendentales sin conocimiento de sus principales ministros? Elemental pregunta, sin respuesta. Esa ausencia de futuro existe aun cuando el futuro es mañana. Nadie habla de futuro.
Tampoco hay certidumbres fuera del país. La calificación internacional de la economía del país acaba de descender por debajo de la de Bolivia y Ecuador. El juez norteamericano Thomas Griesa dio otra voz de alarma: cansado de comprender y esperar a los argentinos, el magistrado comenzó a congelar depósitos bancarios que podrían ser estatales (los de las AFJP) por las causas de los bonistas que están en default. ¿Les pasará lo mismo a los aviones de Aerolíneas Argentinas cuando está compañía esté formalmente en manos del Estado argentino? Por ahora, la expropiación es sólo de hecho.
La operación más cara de los Kirchner
Por Joaquín Morales Solá
lanacion.com | Opinión | Domingo 2 de noviembre de 2008
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