lunes, 10 de noviembre de 2008

Dos conflictos provocados por el propio Gobierno sacaron del sistema cerca de 12.000 millones de dólares en apenas siete meses.

Resulta que una cosa es la apariencia y otra cosa es la realidad. Un gobierno socialmente débil, y hostigado por muy graves problemas económicos, logró, sin embargo, arrastrar a una imponente mayoría parlamentaria para sancionar una ley que desconoce el derecho a la propiedad privada. El Senado se prepara para consumar esa profanación de viejos principios. Un vasto temor comienza a percibirse en sectores políticos y económicos sobre las consecuencias políticas de esas votaciones. ¿Un Kirchner sempiterno en el poder por obra de los abundantes fondos que proveerán los aportantes al sistema jubilatorio? Ese pavor es casi palpable, pero la política es más complicada que la sola influencia del dinero estatal en las elecciones.

El país de las falsas apariencias no concluye ahí. Nunca rigió una norma de control de precios, pero existe un control de precios ejecutado por Guillermo Moreno, el gendarme todoterreno de Néstor Kirchner. No hay ninguna resolución que establezca un control de cambios en el país, pero el control de cambios se aplica de hecho por la acción del mismo Moreno. Los actos antigubernamentales no son reprimidos por las fuerzas de seguridad, pero las fuerzas de choque adictas al Gobierno se ocupan de amedrentar a los manifestantes críticos del oficialismo.

Nadie eliminó los organismos de control de la administración. Veamos la otra cara. La Sigen, la auditoría interna del Gobierno, fue "cooptada" por el kirchnerismo no bien llegó al poder. La Auditoría General de la Nación, el control externo del Gobierno, soporta un asedio permanente con las periódicas desestabilizaciones a las que se somete a su titular, Leonardo Despouy. Ahora, el jefe de los fiscales, Esteban Righi, le ordenó al titular de la Fiscalía de Investigaciones Administrativas, Manuel Garrido, que no interviniera más ante la Justicia. Fue la infracción institucional más grave de los últimos tiempos.

La nación de dos caras superpuestas ha terminado por volatilizar cualquier confianza en el país. Hubo una fuga de capitales del orden de los 3500 millones de dólares desde que se anunció la estatización de los fondos privados de pensión. Ya se habían ido 8000 millones de dólares durante la crisis con el campo. Dos conflictos provocados por el propio Gobierno sacaron del sistema cerca de 12.000 millones de dólares en apenas siete meses.

El penúltimo viernes, el Banco Central debió jugar 500 millones de dólares en un día para sostener el valor del peso. En esa faena para sofocar la intensa desconfianza social que se refugia en el dólar, la autoridad financiera ya usó 2000 millones de dólares de las reservas desde que se anunció el fin de las AFJP. No fue suficiente. Moreno se ocupó de llamar a importantes empresas nacionales y extranjeras para que devolvieran los dólares que habían cambiado. A una empresa extranjera, que factura cientos de millones de dólares anuales, la maltrató porque había cambiado sólo tres millones de dólares.

El Gobierno dejó trascender que pediría a los bancos la lista de los que usan las cajas de seguridad. Versiones, quizá ciertas, quizá falsas, nunca formales. Resultado: gran parte de la sociedad ha comenzado a desconfiar de la suerte de sus depósitos bancarios y hasta de los ahorros que atesora en las cajas de seguridad. El Banco Central debió salir esta vez en auxilio de los bancos, víctimas de la consecuente fuga de depósitos.

Inspectores de la AFIP circulan por el microcentro porteño a la pesca de compradores de dólares para reclamarles un informe (o una investigación) sobre esos recursos. ¿Acaso la Argentina no era un país libre, donde las transacciones financieras se podían hacer a la luz del día? La libertad es a veces una conquista que se va perdiendo de a poco.

La libertad no consiste sólo en ir a votar. Dos poderes del Estado, el Ejecutivo y el Legislativo, han ignorado la opinión del 80 por ciento de los aportantes al sistema de jubilaciones, que hace un año decidieron quedarse en las entidades privadas. Quizá no lo hicieron porque las hayan considerado mucho mejores, sino sólo el mal menor. Pero fue así y no de otro modo. No obstante, para la política importó más la ideología que la voluntad de los propietarios de los ahorros.

El oficialismo se dejó llevar por los Kirchner. El verticalismo es posible cuando no existe un movimiento contrario y debidamente organizado, como sucedió con la crisis con el campo. La oposición, a su vez, mostró sus grietas y sus impotencias. En rigor, debe reconocerse en Elisa Carrió a la única dirigente que tuvo los reflejos rápidos y precisos: no quiso discutir nada sobre los fondos de pensión y pidió en el acto el rechazo limpio del proyecto oficial. El resto de la oposición demoró en constatar que el gobierno sólo quiere la plata de los jubilados y no un mejor sistema de jubilaciones.

Algo está sucediendo en la oposición más allá de lo visible. Las críticas han perforado algunos oídos. Hay intensas conversaciones entre sectores de la clásica oposición al kirchnerismo y peronistas no kirchneristas. Carrió está tratando de seducir a la estructura del radicalismo, pero algunos dirigentes de este partido han empezado a soñar con una boleta única no kirchnerista en la provincia de Buenos Aires en las elecciones del año próximo. No habrá 2011 sin una derrota del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires en 2009 , presagian, con razón.

El dirigente que más trajina en ese sentido es el presidente del bloque de senadores radicales, Ernesto Sanz. ¿Por qué no una lista que agrupe desde Felipe Solá hasta Margarita Stolbizer, pasando por Francisco de Narváez y hasta Jorge Macri, el primo bonaerense de Mauricio?, dicen. ¿Por qué no una elección interna abierta entre todos ellos para establecer el lugar de cada uno en la lista? El proyecto está mucho más avanzado de lo que se cree , subrayan sus promotores. Felipe Solá dará un primer paso y abandonará el bloque oficialista en las próximas horas.

¿Kirchner será realmente imbatible con los nuevos recursos que controlará? La economía de Kirchner marcha alegre hacia una recesión. Una mezcla letal entre la crisis internacional, la caída de los precios de las materias primas y la desconfianza local, que ahuyenta ya cualquier proyecto de inversión, podría llevar a la economía de un crecimiento del 8 por ciento anual a cifras más cercanas al cero. Un ruidoso porrazo sucederá en la percepción colectiva sobre la retracción económica. La inflación y el freno en seco de la economía impactan en todos, pero afectan primero a los sectores más desposeídos. Nada está dicho de antemano cuando se habla de elecciones, mucho menos cuando es perceptible una radicalización de las posiciones y las prácticas del ex presidente en funciones.
Un país donde nada es como parece ser

Por Joaquín Morales Solá

lanacion.com | Opinión | Domingo 9 de noviembre de 2008

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