El poder económico de los grandes empresarios del juego y sus alianzas con los poderes políticos son enormes. La compra de voluntades y de apoyos no reconoce límites, advirtió el obispo de San Isidro, monseñor Jorge Casaretto, ante una consulta de LA NACION sobre una posible habilitación de nuevas salas de juego en el territorio de su diócesis y otros distritos bonaerenses. Así lo propone un proyecto de ley que circula entre diputados y senadores de la provincia de Buenos Aires.
La iniciativa, según fuentes empresariales, sindicales y legislativas, es impulsada, aunque no abiertamente, por el Poder Ejecutivo provincial. Habilita ocho nuevas salas de juego y sus respectivas máquinas tragamonedas, y elimina las restricciones actuales para el crecimiento de este tipo de emprendimientos en el territorio que gobierna Daniel Scioli.
En los últimos años, la Iglesia ha fortalecido su prédica en contra de la instalación de casas de juegos, bingos y tragamonedas, al definirlos como destructores de vida y fuentes de la ruina de muchas familias.
El tema es especialmente delicado para el kirchnerismo y la Iglesia cuya relación ha sido siempre difícil porque uno de los empresarios más cercanos al matrimonio gobernante, Cristóbal López, se ha expandido fuertemente dentro del negocio del juego (es dueño, entre otros, del casino flotante de Puerto Madero), pero aún no ha podido ingresar en el apetecible mercado bonaerenses.
Casaretto es presidente de la Comisión de Pastoral Social y una de las voces más enérgicas de la Iglesia en la acción dirigida a frenar la difusión excesiva de la industria del juego. El mes pasado difundió una carta pastoral en la que transmitió su preocupación por la proliferación de las casas de juego, que han favorecido en la sociedad conductas adictivas, con consecuencias fatales para muchas familias.
El obispo señaló que se confunde a la sociedad aumentando la facilitación del vicio y la difusión del exceso. En su carta pastoral, dirigida al millón de fieles católicos que habitan en su diócesis, Casaretto explica que los bingos surgieron en principio como inocentes salones de encuentro familiar, pero que unidos al fabuloso negocio de las tragamonedas, al alcance de todos los estratos sociales, se han ido convirtiendo en importantes centros de juego y, como tales, en destructores de vidas y ruina de una enorme cantidad de familias.
Casaretto identifica la difusión excesiva de las casas de juego con la adicción y el consumo masivo cada vez más precoz de drogas y alcohol. Denunció, además, que el fenómeno de la exclusión está alimentado en el conurbano bonaerense por el juego, la cultura de la dádiva, el alcoholismo y el reparto ?de bienes y favores del narcotráfico. Dijo que ese escenario se está convirtiendo en la mayor hipoteca social del país y que al tomar una dimensión estructural es de muy difícil erradicación. La diócesis de San Isidro comprende los partidos de San Fernando, San Isidro, Tigre y Vicente López, además de las islas del Delta bonaerense.
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