Los granos argentinos, principales proveedores de caudalosos ingresos de divisas, siguen siendo motivo de persistente y esterilizante intervención oficial para estatizar actividades vinculadas con este producto del campo.
En marzo y abril de 2002 se reinstalaron las retenciones a sus exportaciones, llevándolas primero al 10 por ciento, y casi inmediatamente al 20 por ciento de su valor de exportación. Fue, según se expresó, una medida transitoria para solventar la aguda crisis económica reinante. Sin embargo, cuando comenzaron a trepar los precios mundiales, estas malsanas gabelas fueron aumentando paulatinamente hasta alcanzar los proyectados niveles del 44 por ciento, además móviles y confiscatorios, para la soja.
Hoy, luego de la recordada sesión del Senado que dio por tierra con los propósitos del Poder Ejecutivo, que pretendió convertir en ley esa enorme tributación, la economía granaria se desenvuelve en condiciones diametralmente distintas. Por las razones conocidas, el precio internacional de cereales y oleaginosas descendió todo lo anteriormente crecido, sin que ello conduzca a reducir la carga tributaria que había sido incrementada para el escenario de altas cotizaciones. Varios hechos llevan a pensar que, en lugar de preocupación, existirían signos de regocijo en algunas esferas oficiales.
En otro orden, ha tenido lugar una acentuada proliferación de medidas de intervención destinada a desacoplar los precios internos de los externos, buscando controlar aquéllos, transformando las exportaciones en un mero saldo, carente del oxígeno indispensable para continuar la expansión iniciada a mediados de los años ochenta. Se hizo pie en una ley de la década del 70, reformada para que la registración de las operaciones de exportación, cuyo propósito es garantizar el nivel de las retenciones, exigiera la previa compra o disposición de los productos. Sobre esa base se han ido agregando disposiciones burocráticas de variado cuño, concebidas sin conocimiento de la materia y de consecuencias desalentadoras. Se establecieron por resolución de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuaria (Oncca) rígidos requisitos que deberán cumplir las exportaciones de granos para ser autorizados, conocidos como el Registro de Exportaciones Verde.
A los efectos de asegurar el abastecimiento interno en las condiciones deseadas, se establecen los tonelajes requeridos por el consumo local, autorizando o cerrando las ventas al exterior. Al establecer otras condiciones que deberán cumplir las exportaciones, sean fechas de embarques, destinos, cantidades y precios, las exportaciones argentinas no disponen de la flexibilidad habitual del comercio de granos y alimentos en general. Ejemplos clásicos de este comercio son los cambios de destinos o la renegociación de precios, muy corriente en estos días de grandes fluctuaciones comerciales y situaciones varias.
Como si todo ello fuera poco y con el declarado ánimo de disponer de datos precisos sobre existencias para los objetivos indicados, o tal vez para otros fines no conocidos, otra resolución, también de la Oncca, dispone que los productores de granos deberán declarar sus existencias y todas sus variaciones, a veces diarias, que se vayan sucediendo a lo largo del año, las que deberán ser declaradas en detallados formularios en las oficinas de la repartición, que al menos por ahora son de número escaso.
Tales informaciones deberán estar firmadas por los dueños o presidentes de las sociedades o apoderados, y refrendadas ante escribanos. Se sospecha que la proporción de productores que cumplen tan extraña disposición han de ser pocos, aunque algunos productores grandes han recibido inspecciones sobre su cumplimiento. Aumentando la beligerancia antirrural y el estatismo reinante, existe el propósito de estatizar el sistema de cartas de porte que respalda el transporte automotor de granos, hoy a cargo de la Federación Agraria y de la Federación de Acopiadores de Granos.
Es fácil advertir la dimensión que ha adquirido la Oncca, una oficina de menor jerarquía de la cartera de Agricultura, transformada en un elefante blanco, de discutida transparencia. En la circunstancia actual, consistente en una gran reducción de precios internacionales de las materias primas, resulta oportuno desmontar la estructura creada para desacoplar el mercado interno del exterior. La crisis global existente exige desarrollar las neuronas productivas y competitivas a lo largo y ancho de todo el país. La Oncca, munida de una concepción intervencionista, no servirá entonces para lograr tal transformación. Miles de millones de pesos pasan por esta oficina, cuyo número de agentes en crecimiento se contará por miles.
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