miércoles, 22 de octubre de 2008

La capacidad de sorprender no se agota nunca en el matrimonio presidencial.

Aturdido por la novedad, un empinado legislador del oficialismo señaló en las últimas horas que el sistema de jubilaciones en manos del Estado servirá para impulsar las obras públicas. Pero, ¿esa decisión no era acaso para defender a los jubilados de la supuesta volatilidad de los fondos de pensión? Cristina Kirchner dijo ayer, rodeada por los amigos, benefactores y auxiliados de siempre, que esa decisión la había tomado para dar un "testimonio de coherencia". Vale la pena recordar que los argentinos la eligieron para que fuera presidenta y no para dar testimonios personales.

La confusión del mensaje oficial esconde, al fin y al cabo, los apuros y los aprietos del Gobierno para tomar una de las decisiones más importantes desde que existe el kirchnerismo.

Las jubilaciones definen el destino de millones de pesos y describen las condiciones de la vejez de millones de personas (unos cuatro millones, en este caso). La decisión no mereció, que se sepa, ni una reunión del gabinete para analizar alternativas posibles. Ya sería mucho pedir lo que es habitual en cualquier país con cierto grado de desarrollo democrático: un debate previo del Gobierno con los partidos políticos, con el Congreso, con los sectores sociales y con las propias instituciones afectadas. Nada.

La centralización del Gobierno en poquísimas manos se acentuó aún más desde que gobierna Cristina Kirchner, porque nadie sabe cómo se resuelve el poder en la residencia presidencial. Los edictos inapelables ocultan lo que no se puede o no se quiere mostrar.

Sea como fuere, una orden tajante desde Olivos fulminó un sistema de jubilaciones al que adhirió, con sus aciertos y con sus errores, la mayoría de los actuales aportantes. Esa adhesión mayoritaria se produjo aun cuando el Gobierno les abrió las puertas hace un año para que volvieran al Estado. ¿Por qué se quedaron en el sistema privado de jubilaciones? Un trabajador de nivel inferior, envuelto ayer en la furia por lo que consideraba un "manotazo", lo explicaba así: "Con la AFJP tengo por lo menos un resumen de mi cuenta cada tres meses. ¿Qué se yo qué harán ahora con mi plata? ¿Cómo puedo saber cuánto recibiré cuando me jubile?".

Una calle llena de gente desconfiada era fácilmente perceptible ayer. Los Kirchner tienen el defecto de confundir sus ideologías, o sus necesidades, con las ideas de la gente común. ¿A cuántos argentinos les importa si Aerolíneas Argentinas es estatal o privada? ¿Cuántos argentinos están dispuestos a hipotecar su futuro porque el matrimonio presidencial consideró oportuno llevarse al Estado el ahorro de 14 años de millones de personas?

La calle y la gente marcan, definitivamente, el ritmo del Congreso. La resolución 125, que intentó confiscar las ganancias de los productores agropecuarios, no habría muerto nunca en el Congreso si vastos sectores sociales no se hubieran levantado contra esa decisión arbitraria. Hace poco, la semana pasada, el artículo de los superpoderes del presupuesto estuvo a sólo 10 votos de un empate en la Cámara de Diputados. Por primera vez, además, un sector del peronismo, liderado por Felipe Solá, actuó de común acuerdo con la oposición. La sociedad necesita de emblemas; los superpoderes eran un emblema de la sinrazón. ¿Será la decisión sobre las jubilaciones un símbolo de la voracidad oficial y de cierta manera autoritaria de gobernar?

"Es la caja, es la caja", exclamó el presidente del bloque de senadores radicales, Ernesto Sanz, no bien se enteró de la decisión del Gobierno sobre las jubilaciones. Es la caja, en efecto. La caja viene preocupando a la Presidenta desde hace varios meses. Cuando la resolución 125 se trató en la Cámara de Diputados (donde el Gobierno ganó por un miserable puñado de votos), Cristina Kirchner se sinceró ante el ex gobernador santafecino y actual diputado nacional Jorge Obeid: "Tengo que pagar 30.000 millones de dólares en los próximos dos años y necesito más recursos para poder hacerlo". Esa fue la contundente respuesta presidencial ante los argumentos de Obeid de que era necesario abrir un período de diálogo y de posibles consensos.

Los futuros jubilados no estarán mejor con sus ahorros en poder de un Estado que ya, incluso cuando están aquéllos en el sistema privado de pensiones, les metió las manos en el bolsillo. Roberto Lavagna en sus tiempos de ministro ordenó que los bonos canjeados e indexados por inflación fueran sobre todo a las AFJP. Eran los bonos más requeridos en la negociación para salir del default. Pero luego llegó Guillermo Moreno y destruyó el Indec. Destruyó, por lo tanto, el termómetro de la inflación real. Esos bonos están perdiendo valor porque la inflación es más alta que la que se les reconoce a los bonos. Fue el Estado, entonces, el principal depredador de los fondos privados de jubilaciones.

Los fondos de pensión no están bien ahora en ninguna parte del mundo. La profunda crisis internacional ha vapuleado hasta lo que roza las finanzas. Sin embargo, nadie ahorra en esos fondos para cobrar sus dividendos en la próxima semana. Las pérdidas de ahora podrían recuperarse en los próximos años. Por eso, lo que han hecho los Kirchner es usar con oportunismo un momento especial para cumplir con el viejo anhelo de hacerse con toda la plata que anda suelta.

Quizás el sistema de fondos de pensión requería nuevas regulaciones a la luz de lo que está pasando en el mundo. De hecho, países como Alemania tienen viejas regulaciones para amparar los ahorros de los futuros jubilados y los salarios de los que ya están jubilados. Pero una cosa es cuidar de esos fondos y otra es meterlos en la cartera y salir corriendo.

Ayer hubo versiones de una incipiente corrida de depósitos, porque la gente común ya no les tiene confianza a las promesas oficiales. Los inversores dejarán caer, a su vez, la escasa dosis de confianza que tenían en la Argentina de los Kirchner.
Otro edicto inapelable para salir de un apuro

Por Joaquín Morales Solá

lanacion.com | Política | Mi?oles 22 de octubre de 2008

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