El kirchnerismo no ha comprendido que la energía en todas sus formas es un bien estratégico para cualquier país a fin de lograr un desarrollo sostenido. Para este sector político la energía ha sido un bien estratégico para acumular poder y ganar elecciones con la manipulación de los precios y la información.
Se ha carecido de una planificación estratégica, racional y objetiva en materia energética, y el pomposamente llamado en su momento Plan Energético Nacional no pasó de ser una expresión de voluntarismo populista.
La falta de reglas de juego explícitas, claras, ha minado la posibilidad de un desarrollo autosustentable del sector, impulsado por inversores que apuesten al crecimiento de la oferta energética.
La improvisación y el correr tras los hechos consumados ha sido la constante observada en la actitud del Gobierno en la materia. Cuando el gas empezó a escasear se resolvió sustituirlo por fueloil para la generación de energía eléctrica. Esto derivó en una controvertida situación, con las compras hechas a Petróleos de Venezuela (Pdvsa), que triangulaba las operaciones con terceros países, por cuanto su producto no era aceptable de acuerdo con las normas ambientales argentinas. Las relaciones con Pdvsa han estado salpicadas por el caso Antonini Wilson y las valijas con dinero que viajaron en aviones alquilados por la empresa estatal Enarsa.
Cuando el fueloil resultó insuficiente, se decidió incorporar gasoil en la generación de energía eléctrica para su uso en ciclos combinados de última generación no diseñados para funcionar con ese combustible en forma continuada. Así se puso en riesgo la vida útil del parque de generación térmica nacional. La ceguera del Gobierno implicó que también la industria debiera sustituir el gas por fueloil, en los casos técnicamente factibles, con el consiguiente incremento en los costos de producción.
Asimismo, la generación de energía eléctrica con combustibles líquidos incrementó en forma exponencial el costo para la industria de ese insumo insustituible que, a través de la tarifa y de los costos transitorios de despacho, hoy está pagando entre tres y cuatro veces más, en dólares, el precio final de la energía eléctrica comparado con la etapa de la convertibilidad.
El subsidio indiscriminado de las tarifas eléctricas, como señal de abundancia inexistente, ha producido una modificación en los hábitos de consumo de la población y mostrado un incremento sustancial de la participación de éste sobre el consumo eléctrico nacional total. Ha crecido la instalación masiva de equipos de aire acondicionado frío-calor y, como consecuencia, la demanda se ha incrementado con riesgo de que se produzca ya ocurrió en alguna provincia del noreste argentino el colapso del sistema eléctrico.
No ha habido por parte del gobierno ninguna señal seria y efectiva que estimule no ya el ahorro, sino cuando menos un consumo racional de la energía.
Los subsidios han alcanzado a quienes no los necesitan. La mayoría de los hogares subsidiados pagan por la energía mucho menos que por cualquier otro servicio público o privado.
Los montos destinados a subsidiar la energía eléctrica en forma indiscriminada e irracional han ascendido a miles de millones de dólares. Si la mitad o la tercera parte de esos montos se hubiesen destinado a instalar equipos de generación, el país tendría otra situación y otro panorama futuro en materia energética.
No es distinto lo que ocurre en materia de combustibles. Los altos precios internacionales han permitido a las empresas productoras soportar las altísimas retenciones, pero no ha existido una política que estimulase inversiones en la búsqueda de nuevos yacimientos de gas y petróleo. Por el contrario, las empresas internacionales que actúan en el país han puesto la mira en otros países del mundo para hacer sus inversiones.
La deformación o el ocultamiento de la información no es algo que haya empezado con el Indec. Desde antes de producirse el escándalo estadístico ya el Gobierno había comenzado a retacear la información que brindaba la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (Cammesa) en forma anual a través de su informe de riesgo. Este trabajo que con toda honestidad y profesionalismo elaboraba el personal de la citada empresa empezó a ser dilatado, retaceado y, últimamente, derogado o no difundido por el Gobierno.
El tema de la corrupción no ha sido una cuestión menor en el área energética. Basta señalar que dos de los mayores escándalos que han golpeado al gobierno kirchnerista se vinculan con la energía: el caso Skanska y la valija del caso Antonini.
Muchas muestras hay de esta cuestión. La inducción a empresas extranjeras con inversiones en el sector energético a vender la totalidad o parte de esas inversiones a grupos económicos sospechados de tener fuertes vínculos con el Gobierno o algunos de sus funcionarios ha sido otro dato preocupante de estos últimos años.
La utilización de Cammesa por parte del Ministerio de Planificación para la gestión de contratos varios constituye otra grave anomalía en la que se han sorteado los controles que la legislación establece en materia de licitaciones de obra pública.
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