lunes, 14 de julio de 2008

El tránsito automotor porteño se encuentra en franco estado de caos.

Basta y sobra un mínimo de sentido común para admitir que desde hace ya bastante tiempo el tránsito automotor porteño se encuentra en franco estado de caos. Y que son necesarias iniciativas urgentes destinadas a ponerle remedio a esa gravísima situación que, diríase por milagro, aún no ha provocado una emergencia grave, pero es factor esencial de molestas demoras y, lo peor, de reiterados accidentes viales y contaminación ambiental.

Así las cosas, parecería ser endémica la actitud renuente y contestataria con que muchísimos conductores se resisten a admitir y acatar cuanta medida es anunciada para tratar de llevar a cabo el imprescindible reordenamiento del tránsito. Es el caso, por ejemplo, de los conductores de taxis, quienes apenas las autoridades locales anunciaron un proyecto en ese sentido, con la intención de ponerlo en vigencia en septiembre próximo, les respondieron con una sospechosa manifestación de alrededor de cinco mil autos de alquiler que confluyeron frente al palacio de gobierno local y provocaron un monumental desorden. Conducta demostrativa de absoluto desprecio por los inconvenientes que, con ese motivo, padecieron quienes eran ajenos a la protesta.

El plan resistido en forma tan inadmisible consistiría, primordialmente, en la duplicación de los carriles instalados, en época de la intendencia de Jorge Domínguez, sobre la mano derecha de tramos de las avenidas Entre Ríos-Callao, Córdoba y Pueyrredón, por el cual deberían circular, con exclusividad, los colectivos, ómnibus y taxis con pasajeros. Ese ensanche sería complementado por otro carril sobre la mano izquierda, también exclusivo, destinado a taxis desocupados. Hoy en día, la intención inicial es desobedecida a troche y moche por la habitual indisciplina del tránsito: por las sendas existentes marchan a paso de hombre los taxímetros desocupados y en procura de captar un viaje, en franca competencia con la invasión de los autos particulares; los colectivos y ómnibus, en cambio, se salen de ellas cuando tienen prisa o mejor les conviene.

Los carriles de esa clase son frecuentes en otras partes del mundo, aunque con una sutil diferencia: en casi todos esos lugares, el acatamiento a las disposiciones que los rigen es riguroso. Aquí se prevé la aplicación de una de las tantas variantes que admite esa modalidad. No obstante, las protestas, que hasta involucraron a legisladores porteños opositores, estallaron antes de que se hiciese efectiva la modificación anunciada, sin siquiera dar tiempo a que fuese probada mediante la práctica intensiva.
Editorial IIOrdenar el tránsito es imprescindible
lanacion.com | Opinión | Lunes 14 de julio de 2008

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