Una vez hecho este ejercicio, veríamos aparecer otros temas que, aunque no estén todos los días en la tapa de los diarios, igual existen. Por ejemplo, las crecientes expectativas inflacionarias; la ausencia de un clima de negocios que frena todo proceso de inversiones y que se vio agravado por el comportamiento del Gobierno; la caída del salario real, con la consiguiente disminución del consumo; el aumento de la pobreza; el tema energético; los abultados vencimientos de la deuda pública; la caída del tipo de cambio real y el deterioro de las cuentas fiscales. En definitiva, aun resolviendo el problema del campo, la economía ha sido metida en una dificultad muy seria, con fuertes distorsiones de precios relativos que, guste o no, requerirá que en algún momento alguien tenga que hacer el trabajo sucio de recomponerlos, un trabajo para el cual hay que tener un fuerte respaldo político. Digámoslo con todas las letras: el Gobierno ha quedado aislado políticamente, con una fuerte caída en la imagen presidencial y de la gestión, y en ese contexto tendrá que arreglar un problema económico mayúsculo. Casi una misión imposible, si desde el oficialismo siguen, gratuitamente, coleccionando adversarios.
Las crisis no ocurren porque sí, sino que son el resultado de una acumulación de errores que, por el camino menos sospechado, terminan estallando en algún momento. Podrá decirse que el conflicto con el campo acelera la crisis, pero, insisto, si no hubiese sido el tema retenciones, cualquier otro factor hubiera disparado la crisis por la inconsistencia económica e institucional de todos estos años.
¿Por qué le tocó al campo? No fue porque se pretenda terminar con la sojización. Inicialmente, el argumento del Gobierno para sostener las retenciones móviles era que la soja debía dar paso a la producción de lácteos, carne y trigo, cuando en realidad fue el mismo gobierno con sus medidas el que destruyó esas actividades. Ahora se esgrime el argumento de una mejor distribución del ingreso. Que el campo gana mucho y cosas por el estilo. ¿Cuál es el fondo del problema? Que el Estado necesita más plata porque disparó el gasto público hasta niveles récord. En el gráfico puede verse la evolución del gasto público consolidado. Medido en dólares, el gasto público supera el gasto público consolidado de los 90, cuando regía el 1 a 1. Es más: con todo el peso de la deuda pública que estaba mayormente en dólares, el gasto público de 2001 fue inferior al de 2007.
Al comienzo del actual denominado modelo, lo que se hizo fue: a) con la devaluación y el salto inflacionario, licuar el gasto público, b) dolarizar parte de los ingresos del sector público al establecer las retenciones y c) defaultear la deuda para disminuir el peso de los intereses de ésta sobre el gasto.
Luego de 6 años y medio de haber declarado el default, hoy la política de desendeudamiento ha llevado la deuda pública total a US$ 145.700 millones vs. los US$ 145.000 millones que había en diciembre de 2001. Es decir, hoy la deuda pública es tan pesada como en 2001, sin acceso a los mercados de capitales, a pesar de la tan declamada política de desendeudamiento y luego de haber hecho una de las quitas más grandes de la historia, haberle pagado todo al FMI por anticipado y dejando de lado los US$ 28.000 millones de los hold outs . Es decir, un verdadero desastre financiero.
Por otro lado, los gastos se han disparado, entre otros motivos, por el clientelismo político y por el despilfarro en subsidios para mantener artificialmente bajas las tarifas de los servicios públicos y de los combustibles. Es que el Gobierno pretende solucionar todos los problemas de precios con subsidios. Por ejemplo, en 2007, los subsidios al sistema energético duplicaron subsidios que se le habían dado en 2006. Y en el primer trimestre de este año aumentaron el 218%, respecto del primer trimestre de 2007.
Como la ineficiente política energética del Gobierno ha desestimulado la producción nacional, cada vez hay que importar más combustibles a un costo creciente en dólares. Y eso significa más plata.
Por el lado de los ingresos, el dato a tener en cuenta es que el tipo de cambio real se ha deteriorado significativamente desde 2003, a tal punto que ni siquiera ya puede usarse el eufemismo de tipo de cambio competitivo (las importaciones suben en forma acelerada). ¿Qué es lo que está ocurriendo? Que la ventaja de tener dolarizada parte de los ingresos mediante las retenciones se fue diluyendo en la medida en que el tipo de cambio nominal se mantenía estable y la inflación se aceleraba. El Gobierno perdió ingresos reales con la depreciación del tipo de cambio.
En definitiva, el incremento de las retenciones al campo tiene que ver con un serio problema fiscal y de vencimiento de deuda pública y no con un objetivo de redistribución del ingreso. Para ser más preciso, si la caja de diluye, se diluye la construcción política del Gobierno; por lo tanto, lo que aquí está en juego no es ni más trigo, carne, lácteos o mejor distribución del ingreso. Está en juego la caja para disciplinar gobernadores, intendentes, sindicalistas y piqueteros.
El columnista invitado
Celestino Rodrigo se busca
LANACION.com | Economía | Domingo 1 de junio de 2008
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