-Claro, creo que ninguna Iglesia ni ningún Estado debería decirle a uno cómo disfrutar la vida, pero sí debería ayudarlo a uno a disfrutarla como mejor le parezca. Y ayudarlo en todo caso a no dañarse a sí mismo. A comprender que el alcohol es malo y el tabaco, si se puede decir, es peor; que la cocaína es mala, que matar es malo, que el egoísmo es malo, etcétera.
-Las sociedades consideran un crimen quitarse la vida.
-Eso es otra cosa. Creo que el suicidio es criminal si perjudica a otras personas, por ejemplo, si alguien al suicidarse deja a una familia desamparada. Pero una persona que no puede seguir gozando de la vida ni puede ayudar a nadie, que sufre de una enfermedad horrorosa o que se siente ya inútil, triste y deprimida, tiene el derecho de matarse. Hay derechos y obligaciones en la vida. Eso es lo malo de la Declaración de los Derechos del Hombre. Tendría que ser Derechos y Obligaciones del Hombre. Hace muy poco me enteré de que la máxima que yo creí haber inventado ("No hay derechos sin obligaciones y no hay obligaciones sin derechos") era un lema de la primera Asociación Internacional de Trabajadores.
-¿Cuáles son las obligaciones humanas?
-Pagar los impuestos, no jorobar al prójimo, tratar de ayudar cuando lo necesite, hacer contribuciones a organizaciones no gubernamentales, participar en política. Para mí, participar en política es un derecho y una obligación. Usted tiene el derecho de votar y la obligación de informarse para hacerlo. No tiene por qué afiliarse a un partido, aunque es aconsejable, pero el ciudadano tiene que participar de alguna manera en la vida política. Precisamente lo malo de nuestras democracias es que son muy restrictivas en cuanto a la participación.
-Hay un movimiento de intelectuales que reclama que sólo voten los que quieren. Que haya libertad de no votar, como en Estados Unidos.
-Ah, no, no. Todos tenemos la libertad de votar en blanco, pero todos tenemos la obligación de considerar, de estudiar la situación y tomar alguna decisión. Aunque sea la decisión de decirles a todos los partidos: "Ninguno de ustedes me gusta", que es votar en blanco. Si el voto no es obligatorio, el resultado es que los más emprendedores, los más pillos toman la delantera y ocupan el espacio político. Como usted sabe, en los países europeos, como aquí, la votación es obligatoria. En Estados Unidos, el presidente es elegido por una cuarta parte del electorado. Sólo vota la mitad, y la mitad de ellos elige al presidente. Bush representa, en el mejor de los casos, el 25% del electorado. Eso no es democracia.
-Usted ha sido a lo largo de su vida un adalid del progreso, un abanderado de las ciencias. ¿Se sostiene todavía eso en un mundo donde la ciencia está imbricada con la tecnología y puede resultar negativa para la sociedad?
-Por supuesto que sigo siendo un abanderado de las ciencias. Pero el progreso tiene que ser en todos los órdenes: hace falta no sólo progreso cultural y técnico sino también social, político, económico.
-¿Pero la ciencia y la técnica van, per se, hacia un progreso benefactor? ¿Habría que ponerles algún límite?
-A la técnica, sí, porque hay técnicas benignas y malignas, como la del asesinato en masa, la tortura. Pero el conocimiento no hace bien ni daño por sí mismo. Algunos pocos conocimientos pueden utilizarse para el mal, pero la mayoría no. Por ejemplo, la matemática pura, la astrofísica, la historia no sirven para dañar a nadie.
-Para usted, se sigue sosteniendo la diferencia tajante entre ciencia y técnica. Le pregunto, entonces: ¿la política y los intereses económicos influyen en la ciencia o ella es neutra completamente?
-Seguro que influyen, pero la política puede favorecer la investigación o coartarla. Por ejemplo, en la Argentina jamás gobierno alguno ha favorecido el desarrollo científico en la medida en que ha debido hacerlo. Los argentinos son tacaños con la ciencia, invierten solamente el 0,3% del producto bruto interno. Brasil invierte el 1%, por eso nos ha ganado la carrera y produce mucho más ciencia que la Argentina. Ni hablemos de países como Corea del Sur, la China, Inglaterra.
-Tal vez algo pueda cambiar ahora que se creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en la Argentina. ¿Qué le parece?
-Depende del poder que se le dé. Sadosky [designado en su momento por Raúl Alfonsín] no tenía poder, tenía un presupuesto mínimo y heredó una infraestructura que no pudo cambiar. Los ministros de Ciencia y Técnica de otros países tienen poder porque tienen presupuesto. Por otra parte, la ciencia no les interesa a los partidos políticos ni acá ni en Estados Unidos, donde los candidatos no han dicho una palabra sobre la ciencia, porque no saben, no están enterados.
Pemsamiento | Mario Bunge
El físico y filósofo argentino evoca su infancia, habla de sus preferencias literarias y reflexiona sobre los riesgos que entrañan las religiones. También señala la importancia de que los ciudadanos se involucren en la vida política del país y de que el Estado invierta recursos en investigación científica y tecnológica
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