domingo, 1 de junio de 2008

Claves de un fenómeno que une el placer del buen beber con los viajes, la gastronomía y el arte.

MENDOZA.– La sinergia entre vino, arte y gastronomía está dándole una nueva fisonomía a Mendoza. De la mano del llamado enoturismo, o turismo del vino, crece la inversión en restaurantes, hoteles y posadas de un nivel superlativo y destinados a un público de altísimo nivel adquisitivo. Paralelamente, crece la tendencia de incorporar arte en las bodegas, algunas de las cuales, como es el caso de Killka, de Bodegas Salentein, bien podrían llamarse museos, por la cantidad y calidad de obras que albergan.

En el porqué de este fenómeno convergen varios factores: primero, sin duda, el aumento notable de inversiones extranjeras, en este sofisticado segmento, que significaron un cambio cultural para los mendocinos, y la incorporación de una mirada más cosmopolita, pero manteniendo ciertas características que marcan la diferencia con destinos similares en otros países del mundo.

Además, Mendoza fue incorporada recientemente a la Red Global de Capitales del Vino, junto con Burdeos, en Francia; San Francisco, en California; Ciudad del Cabo, en Sudáfrica; Porto, en Portugal; Florencia, en Italia; Rioja y Bilbao, en España, y Melbourne, en Australia. Esto la convierte en un destino fundamental para quienes se sienten atraídos por las rutas del vino.

Es cierto que el factor cambiario es, actualmente, un fuerte argumento para elegir este destino. Pero hay características propias que hacen de Mendoza un destino especialmente atractivo para el enoturismo. Más allá de la belleza de los viñedos enmarcados por la Cordillera, atrapa el hecho de que las bodegas estén cada vez más preparadas para recibir a los visitantes, mostrarles todo el proceso de elaboración del vino, degustar, comer y hasta alojarse con un confort hasta hace poco tiempo inimaginable.

Son cada vez más las que ofrecen habitaciones cálidamente acondicionadas, con cuidados detalles y exclusivísimos servicios. Muchas tienen restaurantes de nivel internacional, lo que ha estimulado la creación de escuelas de chefs y de sommeliers que les están dando una nueva salida laboral a los jóvenes mendocinos.

La movida del vino impacta favorablemente en las cuentas provinciales, no sólo por las exportaciones vitivinícolas, que el año último fueron de 500 millones de dólares, sino por los ingresos en concepto de turismo y de generación de empleo.

También influye en el llamado turismo rural, al propiciar el flujo de turistas hacia fincas mendocinas abiertas al visitante, como algunas emblemáticas de Chacras de Coria, o las estancias típicamente cordilleranas; entre otras, El Puesto, en Los Arboles, Alto Valle de Uco, a 1500 metros de altura, un lugar de calidad y belleza excepcionales, muy frecuentado por norteamericanos y europeos.

Una ruta de alta categoría

Como dice Cecilia Díaz Chuit, “el vino atrae sofisticación”. Al frente de Cavas Wine Lodge, el primer hotel temático de vinos que se convirtió, en muy poco tiempo, en el paraíso de los amantes del relax y la buena vida, Cecilia sabe que los viajeros buscan, cada vez más, experiencias únicas, diferentes. “El nuestro es un emprendimiento tan innovador que no existe otro de estas características en toda América del Sur”, dice esta porteña con gran experiencia internacional en hotelería, que un día se enamoró de Mendoza y de este proyecto, y lo hizo suyo para siempre.

Inspirado en los mejores lodges de Sudáfrica, el hotel cuenta con 14 habitaciones de 70 m² ubicadas en medio de la viña y totalmente independientes unas de otras. Todas tienen, además, su propio plunge pool –piscina al aire libre– y una terraza desde donde se puede disfrutar de una vista impactante de los Andes. Todos y cada uno de los espacios están ligados a una experiencia única en una zona vinícola: la de ser protagonistas de la poda, el envero, el raleo, la selección de racimos y la cosecha.

Cavas Wine Lodge figura en las revistas más sofisticadas en materia de turismo 5 estrellas. Conde Nast Traveler la incluyó entre los 60 mejores lugares del mundo y Travel & Leisure, entre los 50 lugares más románticos del mundo.

En Vista Flores, Tunuyán, entre viñedos apadrinados por el destacado enólogo francés Michel Rolland, se inauguró hace pocos meses Casa Antucura nombre que significa piedra del sol en mapudungu, la lengua de los pehuenches, los primeros pobladores de la región. También apunta a un público superexclusivo, capaz de pagar los 500 dólares diarios que cuesta cada una de sus siete habitaciones con miradores vidriados sobre el valle de Uco, los viñedos y los picos nevados, con exquisitos detalles de decoración y la más moderna tecnología al servicio de los huéspedes.

La posada, creada por la francesa Anne-Caroline Biancheri y su marido, Gerardo Cartellone, tiene la impronta arquitectónica del estudio Bórmida-Yanzón, sello de calidad en arquitectura del vino.

La biblioteca, de más de 8000 volúmenes, es uno de los grandes atractivos de este hotel con balcones vidriados, alfombras turcas sobre pisos de madera, orden impecable, un spa que ofrece una amplia variedad de tratamientos relajantes y terapéuticos, y una cocina que utiliza ingredientes de la propia huerta y de pequeños productores de la zona, y que acompaña con elegante sencillez los vinos de alta gama de Mendoza, ya que –como dice Alejandra Miguens, hotel planner & manager de Casa Antucura–, “los Cartellone son embajadores de la producción vitivinícola en su propia tierra”.

Con el auge del turismo enológico, la bodega Terrazas de los Andes abrió su Casa Terrazas para aquellos visitantes deseosos de disfrutar del vino y del relax en el corazón mismo de sus viñedos, a pasos de la bodega, ubicada en Perdriel, Luján de Cuyo. Tiene seis habitaciones dobles en la vieja casa de huéspedes de la finca, que fue remodelada y ampliada con un gusto exquisito. Y para ser consecuentes con la esencia del lugar, cada cuarto lleva el nombre de una uva: Syrah, Chardonnay, Cabernet Sauvignon, Merlot, Petit Manseng y Malbec.

De todo el mundo

La fiebre de las inversiones extranjeras en materia vitivinícola atrajo hacia La Consulta, también en el afamado valle de Uco, a otro inversor dispuesto a competir en el segmento de vinos de alta gama, el español José Manuel Ortega Gil-Fournier, quien adquirió 400 hectáreas de viñedos.

“Desde sus comienzos, el Grupo O. Fournier le ha dado una gran importancia al arte en el mundo del vino, sin olvidar que la elaboración de vino es ya un arte en sí mismo”, dice José Manuel Ortega.

Esa pasión se vio reflejada en la originalidad del proyecto arquitectónico, que combina funcionalidad para la elaboración de los vinos, espectacularidad estética y magnificencia en la cava de barricas, que tiene 14 metros de profundidad y 4000 m2 de superficie. El lugar se ha convertido en un espacio excepcional para la exposición pictórica, y fue inaugurado con una muestra del artista mendocino Eduardo Hoffman, seguida de otras exitosas exposiciones, que se renuevan cada tres meses.

Coincidiendo con esta pasión por el arte, el restaurante, con una lindísima vista a la Cordillera, abre todos los días, mañana y noche, con reservas, y tiene un menú que recupera platos casi perdidos de España y de la Argentina (salmorejo, humita, sopa de zapallo, torrijas) que se acompañan con vinos galardonados de la bodega, como el Acrux, elegido entre los 86 mejores vinos del mundo por la prestigiosa revista americana Wine Spectator.

Las propuestas florecen por todos los caminos y es difícil decidir qué itinerario seguir. Allí donde uno vaya habrá una atrapante oferta, no sólo en materia de arquitectura de bodegas, sino también de jardines y paisajes, y todo perfectamente armonizado con el core bussines de las bodegas: la producción de vinos.

Muy cerca de la ciudad, en la prodigiosa zona vitivinícola de Maipú, la Casa del Visitante, de Bodega Zuccardi, ofrece almuerzo en la finca, sin reserva previa, y visita a la sala de arte, junto a la bodega, que renueva permanentemente sus exposiciones temporarias.

En la misma región, Club Tapiz tiene siete habitaciones lujosamente equipadas en una casona de 1890 que ha sido restaurada conservando sus características de época. El restaurante El Terruño prepara una exquisita comida regional.

Pero hay otro eje estratégico para hacer turismo del vino: el de Chacras de Coria, Drummond y Vistalba, donde se ubican bodegas emblemáticas, como Altavista, Cavas de Weinert, Lagarde, Nieto Senetiner, Pulenta, Fabre Montmayou, y museos de arte tradicionales, como el Fader o el más reciente Mucha (Museo de Chacras de Coria).

En este itinerario excepcional, y si de restaurantes se trata, imposible no detenerse en La Bourgogne, donde brilla el renombrado chef Jean-Paul Bondoux, premio al mejor restaurante-bodega del mundo en el concurso Best of The Great Wine Capitals.

Ubicado dentro de la bodega Vistalba, creación de Carlos Pulenta, La Bourgogne balconea sobre 53 prolijas hectáreas de malbec y ofrece una carta de cocina francesa fusionada con platos de impronta regional.

Vistalba tiene una posada con dos habitaciones de 70 m2 cada una, donde reina el espacio destinado al relax absoluto, ambientadas con gran refinamiento.

La combinación entre bodega, gastronomía y arte –Navarro Coreas, en Godoy Cruz, con su sala de exposiciones y sus exclusivas etiquetas con el sello de grandes artistas argentinos es un buen ejemplo– está llevando a Mendoza por una senda de creatividad y crecimiento.

Síntesis perfecta

El eje de estas actividades turístico-culturales y enológicas es la zona de Chacras de Coria. En materia hotelera, conviene detenerse en Lares de Chacras, una casona rural de ocho habitaciones, síntesis perfecta de tradición y confort moderno. La calidez del hogar a leña y de los ambientes con vista a la galería y a los jardines, transmiten la impronta de la familia Day, mendocina y cultora del buen gusto. La cava subterránea, revestida con piedra y durmientes, guarda los secretos de los buenos vinos producidos en la provincia.

Finca Adalgisa propone una experiencia única y placentera. La idea al hacer el hotel fue mantener la viña para que no fuera a loteo. La finca ocupa dos hectáreas y está a 15 km de la capital mendocina. “La decisión fue mantener la viña y la tradición a través del turismo”, dice Gabriela Furlotti, su propietaria.

Los huéspedes, en un 90 por ciento extranjeros, disfrutan del entorno de viñedo, los árboles frutales, el riego por acequias y una deliciosa bodega donde se puede probar vinos de elaboración propia.

Claro que el nuevo furor del vino no convoca sólo a turistas 5 estrellas, sino también a bodegueros en potencia. Cerca de 300 pequeños inversores extranjeros hacen vino actualmente en Mendoza. El suizo Peter Meuli lleva adelante, con Mendoza Vineyard Village, uno de los proyectos más atractivos: un country de viñedos en Las Barrancas, Luján de Cuyo.

Dueño de la Finca Los Amigos, 274 hectáreas de viñedos de gran calidad, Meuli vende fracciones de lotes de viña de 4 hectáreas. De un proyecto inicial de 12 lotes ya vendió 6, todos a norteamericanos.

“Cuatro hectáreas pueden dar 20 mil botellas por año de alta calidad”, se entusiasma Meuli, que también se da el lujo de producir su propio vino premium de exportación. Su idea fue pionera de una modalidad que comienza a extenderse entre todos aquellos que alientan el sueño de la bodega propia.

Extra / Cocina y Vinos / Estilo
Mendoza cinco estrellas

LNR recorrió los mejores hoteles, posadas y restaurantes, que crecen a la par de las bodegas y son la expresión del auge del enoturismo. Claves de un fenómeno que une el placer del buen beber con los viajes, la gastronomía y el arte


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