Al Gore lo ha explicado claramente y el comité Nobel de Suecia ha reconocido y premiado, en 2007, su labor, así como al trabajo científico realizado por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés) que reunió los esfuerzos de 2500 investigadores de varios países (incluyendo el nuestro).
Ahora bien, frente a esta realidad indiscutible, los argentinos nos podríamos preguntar: “¿y a nosotros, nos debe importar elcalentamiento global?”. La respuesta inmediata es “sí, claro”; sin embargo....
Digámoslo claramente: la Argentina muy poco ha contribuido y contribuye a la emisión de gases que producirían el calentamiento global. Esto se ha debido al fracaso histórico del desarrollo industrial del país, profundizado por las políticas monetarias de los años 90.
Poco contribuimos al problema y, desafortunadamente, también es poco lo que podemos contribuir a la solución.
En nuestro país es inexistente el desarrollo de soluciones tecnológicas (con poquísimas excepciones), y esto se ha debido a años de desinversión en el área de ciencia y tecnología.
Entonces, si poco aportamos y poco podemos aportar en lo que respecta al importante problema del cambio climático, ¿quiere esto decir que los problemas ambientales no son importantes para nuestro país, que aún necesita desarrollarse industrialmente?
Las problemáticas ambientales son hoy más importantes que nunca, tanto por motivos locales como por el contexto internacional. La degradación del medio ambiente es un problema central, ya que está en vías de convertirse en un nuevo problema de pobreza y segregación, especialmente en países como el nuestro.
Si bien es cierto que la degradación ambiental siempre ha existido, también es verdad que la crisis ambiental global está directamente vinculada a los efectos del crecimiento económico irracional e irresponsable, basado en la aplicación de patrones tecnológicos de producción y hábitos de consumo que se sustentan en un sistema de apropiación inequitativa y destructiva de la naturaleza.
Aunque este mecanismo se ha desarrollado desde los comienzos de la civilización, sólo recientemente parecemos vislumbrar los límites del sistema imperante. Esto está teniendo, como consecuencia, que la degradación ambiental ha comenzado a funcionar como una poderosa fuerza de segregación socioeconómica, tanto a escala internacional como a escala local.
Debido a la globalización económica, estos mecanismos de segregación comienzan a actuar, a escala planetaria, entre países ricos y pobres. En ese marco, las industrias que producen impactos ambientales no despreciables, migran por todo el globo buscando territorios (léase sociedades) menos alertas y más vulnerables donde poder operar sin presiones.
Más de uno reconocerá aquí el fenómeno Botnia, pero también el de otras industrias, como la (des)forestal, la (explotación) minera, la química y la nuclear, sólo por citar algunas.
Incluso, ocurre en la actividad turística; aquellos que han pasado sus vacaciones en Punta del Este, se habrán espantado al observar las enormes columnas de humo negro que emanaban los cruceros de pasajeros que este año han comenzado a visitar el idílico centro turístico oriental. Esas embarcaciones, ya no aptas para navegar por las costas del primer mundo, están emigrando hacia las playas de sociedades más complacientes.
Entre los ejemplos más graves de este fenómeno, está el que describe el excelente film documental La pesadilla de Darwin, de H. Sauper (2004), que ilustra el escandaloso desastre ambiental producido a partir de un “inocente experimento científico” en el lago Victoria (situado en la zona centrooriental de Africa) en los años 60, donde se introdujo una especie exótica de pez, la percha del Nilo.
El resultado fue que las perchas exterminaron toda la milenaria variedad de peces del lago y, actualmente, la proliferación descontrolada de perchas es aprovechada por multinacionales pesqueras, que proveen pescado “barato” a Europa.
Sin embargo, un altísimo precio encubierto lo paga la poblaciónque habita en las costas del lago, que sobrevive en condiciones de inimaginable miseria en el marco de una verdadera zona de catástrofe ambiental.
La inequidad social y económica entre países centrales y periféricos debe entenderse como un aspecto crucial de la manera de comprender, actuar y delinear estrategias frente a la crisis ambiental mundial. Esto se debe tanto a niveles de responsabilidad diferentes, como, sobre todo, a capacidades de respuesta disímiles.
Globalidad y medio ambiente
Por Florencia Roitstein
LANACION.com | Opinión | Jueves 21 de febrero de 2008
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