domingo, 13 de enero de 2008

La Argentina enfrenta importantes restricciones para hacer sostenible el alto crecimiento que exhibe actualmente.

La experiencia internacional muestra que los cambios hacia regímenes superiores de crecimiento están asociados a saltos sustanciales en la tasa de inversión y a transformaciones estructurales hacia actividades más productivas, lideradas por grandes aumentos en la apertura comercial, y que la aceleración del crecimiento es explicada mayormente por una mayor productividad.

La Argentina no ha alcanzado aún este cambio de régimen. El crecimiento desde 2003 ha sido explicado sólo en un 11 por ciento por la inversión y un 16 por ciento por el crecimiento de la productividad, y el 73% restante por mayor empleo y uso de capacidad.

A esto se agrega que el comercio sólo creció un 5% en relación con el producto bruto interno (PBI). La Argentina enfrenta actualmente dos alternativas. La primera es conformarse con mantener los niveles de inversión y de crecimiento de la productividad actuales, en cuyo caso el crecimiento convergería en un par de años a una tasa de entre un 4 y un 4,5% anual, aunque vulnerable a fluctuaciones que se presenten en los precios internacionales.

La segunda alternativa, por cierto más ambiciosa, es aspirar a un crecimiento sostenido de alrededor de un seis por ciento, reforzando la inversión y promoviendo la innovación tecnológica y exportadora. En cualquiera de los dos casos hay importantes restricciones que remover.

Concentrarse sólo en la inversión no alcanza para la alternativa virtuosa. Si no se acelera la productividad, se precisa que la inversión suba del 22,5% del producto bruto interno actual (a precios de 1993) a alrededor de un 30%, y que el ahorro doméstico se eleve a un 33% del PBI desde el 24% actual, lo que es muy difícil de financiar. Recordemos que el ahorro saltó desde el 16% del producto bruto interno en 2001 a su nivel actual, gracias al efecto combinado de la devaluación, la introducción de nuevos impuestos no coparticipables, la reestructuración de la deuda y la mejora en los términos del intercambio.

Replicar esta mejora de ahorro doméstico no parece factible. Tampoco parece factible conseguir ahorro externo de alrededor del 9% del producto bruto interno, teniendo en cuenta que en el momento de mayor integración financiera con el mundo en la década pasada el ahorro externo no superó el 5% del PBI.

Es más promisorio, en cambio, apuntar a sostener o mejorar marginalmente la inversión, combinando esto con más actividades que contribuyan a que la productividad crezca al 2,5% anual en vez del 1,5% promedio que se viene observando desde 2003.

La inversión enfrenta las siguientes restricciones activas que le están poniendo un techo cercano al actual:



Por un lado, existen insuficiencias en materia de infraestructura. El ratio inversión/amortización de numerosas empresas de energía, transporte y telecomunicaciones es hoy menor que 100 por ciento.



También hay una baja apropiación privada de los retornos a la inversión, por intervenciones discrecionales de política.


Los ratios price-earning de numerosos sectores son muy superiores a los que muestran sus contrapartes, por ejemplo, en Brasil. Una empresa argentina tiene que ganar el doble para valer lo mismo, reflejando esta baja apropiación.

También enfrenta restricciones latentes, que operarían si se remueven las activas, o que incluso pueden sumarse a éstas en un futuro próximo:


Los límites del ahorro doméstico y la falta de acceso al ahorro externo.



La muy baja disponibilidad de financiamiento institucional. Hoy las inversiones son mayormente autofinanciadas con las ganancias empresarias, sobre todo en el caso de las pequeñas y medianas empresas, pero ya aparece una importante declinación en la rentabilidad empresaria que sugiere que puede activar la restricción financiera.


Otra meta complementaria debería ser la de elevar el gasto en investigación y desarrollo (I+D) en relación con el producto bruto interno, del 0,49% que exhibe actualmente a un 0,97%, lo que resultaría fácilmente financiable.

Este esfuerzo viene mostrando crecimiento, pero para consolidarlo hay que aumentar la tasa de retorno social de la innovación (impacto sobre la productividad) del hoy ínfimo 0,1% a su nivel potencial de 80-100 por ciento.

Para lograr esto es preciso mejorar sustancialmente nuestra frontera tecnológica, recuperando los países tecnológicamente avanzados como fuentes principales de importaciones de bienes de capital y de flujos de inversión extranjera directa globales.

También influye el perfil de especialización exportadora, hoy sesgado hacia bienes que en promedio tienen un potencial de mejora tecnológica de apenas un 20 por ciento.
El columnista invitado
Por Gabriel Sánchez
LANACION.com | Economía | Domingo 13 de enero de 2008

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