El coloquio anterior había dejado una disconformidad manifiesta entre muchos de los concurrentes por las limitaciones para debatir de manera suficiente cuestiones que incomodan al Gobierno. Ha de ser siempre un motivo de curiosidad que los condicionamientos de esa naturaleza puedan prosperar en un régimen democrático. Sobre todo, mientras se cortan a diario calles y puentes sin que haya mayor interés por los derechos ciudadanos que suelen quebrantarse ante el silencio e impasibilidad de los poderes públicos.
A poco que se afine el examen de los obstáculos que interfieren en el desarrollo pleno de debates libres en el país, se observará que la raíz de males como ése finca en un punto que, sin haber figurado de forma explícita en el coloquio, estuvo igualmente presente en las tres jornadas de su realización: la baja calidad institucional que afecta a la Argentina. Lo ha hecho notar con todas las letras un parlamentario chileno, sin que ninguna voz se alzara para contradecirlo.
Editorial I
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