El yacimiento que desató en Brasil un carnaval a deshoras se extiende a lo largo de 800 kilómetros y se llama Tupí, en homenaje a una etnia guaranítica. Una vez que comience a operar llevará, como todos los reservorios submarinos de Brasil, el nombre de un pez. Son cábalas. Aunque todavía no se conozca con exactitud el volumen de hidrocarburos que encierra, hay cifras tentativas. Un consultor argentino que acababa de hablar con un colega en San Pablo calculó: "A 6000 metros de profundidad habría petróleo como para llenar 7000 millones de barriles. Esto equivale a unos 100.000 barriles diarios. Quiere decir que Brasil incrementaría sus reservas en casi 50% y se convertiría en un exportador neto de petróleo equivalente a Venezuela".
¿Modificaría esta novedad la ecuación energética de la región? Nadie se animó en Mar del Plata a ser categórico porque la puesta en funcionamiento del yacimiento llevará, por lo menos, seis años. La operación, además, será muy costosa: "4 o 5 veces más cara que operar un pozo a 3000 metros de profundidad", aventuró el ejecutivo de una gasífera. Hay un cambio que ya se puede aventurar. El presidente de Dow Química, Rolando Meninato, se mortifica por la falta de gas. Por eso le resulta alentador el hallazgo: "Con el tiempo, Brasil podría prescindir de parte del gas boliviano, que quedaría disponible para la Argentina. El gas boliviano debería bajar de precio al aparecer una fuente alternativa".
43er Coloquio de IDEA
Las inocultables presiones que ejerció el Gobierno para que se evitara hablar del tema y el fuerte contraste por el anuncio del hallazgo petrolero en Brasil hicieron que la crisis energética se convirtiera nuevamente en un gran miedo
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