Los productores no han sido beneficiados por la mano visible del Gobierno, sino por la del mercado internacional, que mejoró y mucho los precios de los bienes que la Argentina produce y exporta con mayor eficiencia.
Claro que de poco valen el dólar artificialmente alto y los excelentes precios internacionales si se prohíbe exportar, como sucedió con la carne, o se aplican fuertes restricciones, como pasa con el trigo.
Vale la pena reparar en el ejemplo de Brasil, donde la moneda local se apreció más del 50% en los últimos tres años. Sin embargo, el mayor socio del Mercosur se transformó en uno de los mayores exportadores de soja y en el mayor exportador de carne. Claro que en Brasil no hay retenciones.
En los casos del maíz, del aceite de girasol y del trigo, el Gobierno puede decir que las retenciones se utilizan para moderar el precio interno y evitar un aumento de la pobreza. Pero cuando se trata de soja no hay más que un mero afán recaudatorio. La soja prácticamente no se consume localmente.
La retención hace además que el precio interno final sea menor que el internacional y beneficia no sólo a las familias que compran el producto o sus derivados, sino también a todos aquellos que lo usan como insumos.
Si el precio del trigo es menor que el internacional, pero el de la harina y el pan siguen subiendo, puede significar que la retención es un beneficio o subsidio para los molineros o panaderos.
En el caso de los productores de aceite de soja no hay demasiado beneficio. Podrán comprar los porotos 35% más baratos que si tuvieran que importarlos, pero luego pagarán 32% de retención cuando vendan al extranjero.
Un trabajo reciente de la Bolsa de Cereales de Rosario muestra que antes de este último incremento de las retenciones el tipo de cambio efectivo para el complejo sojero resultaba el peor desde 1989. Los mejores años de la serie resultaron precisamente 1989 y 2002, cuando se registraron enormes devaluaciones.
Pero el tipo de cambio real era sensiblemente superior al actual en 1996, en plena convertibilidad. Baste recordar que entonces un litro de gasoil costaba unos 30 centavos de dólar, mientras que hoy no se lo consigue por menos de 50 centavos. El trabajo hizo la actualización de los valores tomando la evolución del índice de precios al por mayor.
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