Isabelle Dinoire, cuyo rostro marcado por cicatrices dio la vuelta al mundo hace casi dos años por haber sido la primera persona de la historia en recibir un trasplante de cara, ya sonríe, bebe, come... sólo le falta poder besar. Li Guoxing, que seis meses más tarde se convirtió en el segundo paciente en ser trasplantado, también puede comer y beber mejor, aunque no tuvo tanta suerte con la movilidad de sus músculos: dado que había sido atacado por un oso, su nervio facial estaba en peores condiciones y no logró recuperarse totalmente. Tres de los especialistas que realizaron estas operaciones históricas -las francesas Stéphanie Dakpé y Sophie Carton, y el chino Guo Shuzhong- confían en que, aunque todavía son experimentales, una vez que se haya reunido más experiencia y se haya evaluado la evolución a largo plazo de las intervenciones, el trasplante de cara se convertirá en un procedimiento de rutina. Dakpé, Carton y Shuzhong estuvieron en Buenos Aires invitados para disertar sobre el presente y el futuro de esta cirugía en un seminario internacional organizado por la Fundación Fortunato Benaím y el Hospital Alemán en la Academia Nacional de Medicina. "Hacer un trasplante facial es antes que nada volver a darle la posibilidad al paciente de reencontrar su dimensión estética, pero sobre todo de recuperar los aspectos funcionales de su rostro -cuenta la jovencísima Dakpé, de sólo treinta años-. En ese sentido, Isabelle progresó mucho. Al principio no podía mover la cara, pero con los meses hubo una recuperación importante. Casi total. Lo único que no puede hacer es mover los músculos que están alrededor de los labios: le cuesta hacer la «o». La terapia kinesiológica obtuvo verdaderamente muy buenos resultados." "Mi paciente no recuperó los movimientos, porque tenía muy dañado el nervio facial -agrega Guo-. Pero antes de la cirugía no podía tomar, tenía que verter el agua en su boca, y ahora puede tomar, puede comer... sólo que si sonríe, sólo lo hace con una parte del rostro." Para los especialistas, si bien se trata de una intervención compleja, que requiere un equipo de 50 médicos y dura ntre 15 y 17 horas, la técnica ya no es un problema. "En el futuro, cuando reunamos más experiencia y más pacientes, tardaremos menos -dice Guo-. Es sólo cuestión de tiempo." Pero deberán resolver otros desafíos, como el rechazo inmunológico. Dinoire tuvo dos episodios (uno en el día 18 y otro en 45) y Li otro tanto. "Pudimos controlar el rechazo de tejidos con un aumento de los corticoides y hasta hoy [Isabelle] no volvió a tener problemas", cuenta Dakpé. Otro obstáculo es la escasez de donantes, aunque el programa de investigación francés les permitió hacer cinco trasplantes de cara en los próximos cinco años a cada uno de los dos equipos que ya tienen un paciente operado.
Según los autores de las dos primeras intervenciones
Los especialistas afirman que ya se dominan los problemas técnicos de la cirugía
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