La ciudadanía independiente, con preocupación no exenta de cierta dosis de asombro y de indiferencia, ve acercarse la fecha de las elecciones presidenciales presintiendo un triunfo oficialista, según los augurios de los encuestadores y de los analistas políticos, claramente influidos por los primeros. De ser ciertas esas presunciones, el domingo se habrá impuesto en las urnas el kirchnerismo, el grupo político que más audacia sin sustento ideológico ha exhibido en los últimos tiempos, por sobre un amplio abanico de opositores que responde a un puñado de figuras dotadas de un tremendo egocentrismo, sin la menor osadía para proponer los cambios que nos está reclamando la República. El presidente Néstor Kirchner ha mostrado tremenda decisión para construir poder, pero mucho más aún para transformar meros anuncios en presuntos logros. Las cosas no son como suceden, sino como Kirchner las enuncia. Lo que dijo o hizo no interesa, al lado de sus pronunciamientos. No importan sus anteriores calificaciones del duhaldismo. Lo que importa es que hoy los intendentes duhaldistas son su principal apoyo bonaerense. Tampoco su aceptación de la reelección de Carlos Menem ni su alborozo cuando se privatizó YPF. Lo que importa es haber decretado que Menem es el culpable de todo. Así las cosas, la inflación no es la que es, sino la que Kirchner dice que es. Y cuando en cualquier sistema republicano repugna que se someta al Parlamento o se manejen los jueces, el Presidente enarbola como bandera de eficiencia gobernar mediante decretos de necesidad y urgencia, manejar a su antojo los excedentes presupuestarios o iniciar expediciones punitivas contra el Poder Judicial cuando sus fallos no le son agradables. La lista de medidas autocráticas y de definiciones sin sustento es interminable. Pero no hay crisis energética ni inflación ni corrupción, aunque falten por igual gasoil, datos ciertos en el Indec o transparencia en el uso de los fondos fiduciarios. Sin embargo, estas audacias ilimitadas no reflejan intenciones apoyadas en idea alguna. Que el kirchnerismo está en el poder con chances de mantenerse en él un buen tiempo parece no estar en discusión, pero se ignora para qué. Esto no es desarrollismo ni dirigismo populista ni socialismo ni neoliberalismo ni conservadurismo ni otro "ismo" que se quiera definir. Esto es, simplemente, kirchnerismo. Hoy está Kirchner; mañana, su esposa, y pasado, tal vez pretenda estar nuevamente Kirchner. ¿Quiénes se le oponen? Personas honorables, sin duda, cada una de las cuales tiene la impresión de ser tan importantes como para merecer ser ungidas opositoras del kirchnerismo. Por qué están tan separadas unas de otras no se logra comprender bien en algunos casos. Ni en otros, por qué están de acuerdo. Por ejemplo, y desde el punto de vista ideológico, no se entiende por qué Lilita Carrió no pudo llegar a acuerdos con Ricardo López Murphy y sí con Enrique Olivera o Gustavo Gutiérrez. O por qué, siendo convencida antiabortista, ha llegado a un acuerdo con el socialismo, partido cuya mayoría considera que distintas facetas del aborto deben ser legales. No siendo por posibles antipatías personales, no se ven grandes diferencias entre las propuestas de Roberto Lavagna, de la doctora Carrió o de López Murphy, por lo menos para un posible frente programático ante una coyuntura como la actual. Mucho menos se entiende por qué no pudo acordar una alianza Jorge Sobisch con Alberto Rodríguez Saá. Quien esto escribe entiende que concertar no significa coincidir en todo, sino buscar la posibilidad de que -sobre las grandes políticas de Estado- se encuentren más coincidencias que disidencias. Propuso buscarlas mediante un gran debate nacional del cual naciera un proyecto de país y predicó en el desierto. Volvamos, entonces, a la ciudadanía independiente, a la integrada por quienes no militan ni prejuzgan. ¿Ante qué se encuentran el próximo domingo? El panorama es, como diría Jorge Luis Borges, tranquilamente desesperante... No hay debates; no hay proyecto de país; no hay una gesta federal ni un crecimiento con desarrollo ni una inserción, con socios serios y creíbles, en el mundo competitivo y globalizado. Siguen, en cambio, los problemas de inseguridad y la falta de inclusión social. Sólo la audacia oficialista sin mayores ideas. Sólo los egocentrismos opositores, sin mayores audacias... El autor fue gobernador y senador nacional por Corrientes.
Fuente: La Nación
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