La Argentina es desde la posguerra un paradigma de economía cerrada. El porcentaje de las exportaciones respecto del total mundial y en relación con el producto fue retrocediendo desde entonces y, salvo por una modesta recuperación en la primera mitad de los 90, no se ha observado un cambio decisivo en las ventas al exterior.
Somos el 0,4% del comercio global. Este es uno de los temas que claramente debería ocupar los primeros lugares en la agenda para la mejora de la competitividad del país.
Para buena parte de los analistas económicos, mayor competitividad significa intervenir de modo activo en el juego del comercio mundial. Es un juego que se percibe como de suma cero, procurando ganar participación en el mercado. Vence quien obtiene mayor market share. La crítica famosa de [Paul] Krugman a la obsesión de los países por la competitividad va precisamente a este punto. Krugman tiene en cuenta que lo relevante es hablar de productividad y que la competitividad puede ser un término equívoco y confuso, cuando no una obsesión. Los países no pueden ser comparados, en la visión de Krugman, con empresas. Es una mala analogía. La realidad es más compleja. Por otra parte, hay que superar la visión reduccionista de analizar la competitividad vía precio (tipo de cambio) para ir hacia un concepto más profundo que incluya determinantes más sustantivos como son los de innovación, adaptación al mercado, calidad y dinámica de clusters de tal modo que se complemente y enriquezca el concepto de competitividad con el aporte de factores institucionales.
El papel del Estado es decisivo en la experiencia comparada de promoción de exportaciones y de apoyo a la competitividad sistémica. Cuando se analiza la relación cooperativa entre gobierno y sector privado de otros países surgen hechos estilizados interesantes para comparar con el caso argentino. Quizá de los más estimulantes sean el coreano, el irlandés y el chileno. Cada uno con sus particularidades, pero en general con el patrón común de la intervención del Estado en la promoción de exportaciones.
Conductores
La Argentina está bien lejos todavía de ser un país cuyo crecimiento esté liderado por sus exportaciones. Si lo que se pretende es profundizar la inserción externa es relevante indagar cuáles son los principales drivers de la competitividad exterior. Los estudios de naturaleza más institucional que se vinculan con la competitividad en definitiva se relacionan con políticas de promoción de instituciones fiscales, regulatorias y educativas, entre otras.
En los últimos años se está consolidando en dos casos específicos: uno de ellos, el complejo de exportación vacuna, que tenía un retraso considerable entre otras cuestiones por los problemas institucionales asociados a no haber superado en forma definitiva la aftosa. Es de esperar que el último incidente no afecte la continuidad de este proceso donde el país tiene claramente mucho potencial.
El otro sector es el del complejo oleaginoso, cada vez más afirmado y con la creciente participación de China. Junto con lo que alcance a producir Brasil, se constituye un área que puede representar un cuasi oligopolio en la producción futura de soja. En el plano no tradicional se han consolidado ventas industriales asociadas en gran medida más directamente con Brasil.
La gran pregunta es a partir de qué sectores se va a producir el salto exportador de la Argentina hacia otro nivel de exportaciones, más cerca de los 70.000 millones de dólares hacia 2010, desde la base de los actuales 40.000 millones. La lógica indica que será a través del aumento de los 15 complejos existentes y que no habrá un nuevo sector estrella del estilo de la soja.
Es de esperar que algún par de complejos emerjan y se vayan también consolidando. Se espera una maduración más lenta que la observada en Brasil, donde las exportaciones crecieron de modo sustantivo en los últimos tres años. Lo que está claro es que este salto es un requisito imprescindible para mejorar la competitividad del país. Sostener este nivel de exportaciones requiere de una infraestructura física e institucional de mayor alcance y es un desafío para fortalecer las inversiones. La competitividad, según vimos, es un concepto sistémico. Se debe entender la coordinación entre el mercado y el Estado y se deben promover las exportaciones para que alcancen un dinamismo que es crucial para el aumento del bienestar de los argentinos en el largo plazo.
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