viernes, 10 de agosto de 2007
Nunca es tarde
Tarde o temprano tenía que revelar el secreto a su familia: acaba de obtener su sexto título universitario. Quizá lo meditaba cuando se trepaba a los aviones ultralivianos del Aeroclub de Ezpeleta. Todas las mañanas, a las ocho, partía hacia la oficina cerca de su casa y se encerraba a subrayar libros y hacer resúmenes.
Adolfo Pasqualini tiene 82 años y se recibió de abogado el 16 de septiembre en la Universidad Católica de Salta, a través del programa de educación a distancia. Como tenía miedo de fracasar, estudió en secreto. Sin embargo, Pasqualini no tiene pensado recorrer juzgados; dice que volvió a las aulas para saldar una deuda vocacional pendiente.
Los fines de semana se viste con ropa cómoda y planea sobre el sur del conurbano bonaerense, ya que también es piloto civil. Cuando a los 62 años decidió convertirse en piloto -interés que le venía de la juventud- el primer avión propio que tuvo fue un ultraliviano marca Quicksilver, al que pocas personas se subirían en su sano juicio. "Era un caño con dos alas", describe risueño. "Ahora ni loco volaría uno de esos", asegura.
"Cuando me inscribí en la Facultad de Derecho pensé: «Voy a fracasar. No tengo edad para hacerlo» [por entonces tenía 74 años]. No le conté nada a mi familia y estudié reservadamente", cuenta Pasqualini a LA NACION, en el living de su casa del barrio de Villa del Parque.
Más allá de todo, el secreto de este hombre parece radicar en que nunca se aleja de una rutina diaria. "Me despierto a las 5 y me acuesto a las 11, aunque me quedo leyendo hasta las 12", detalla.
Cuando Dora González se casó con Pasqualini, en los 70, él se había recibido de contador público en la UBA. Más tarde fue acumulando otros títulos: doctor en ciencias económicas, licenciado en economía y en administración de empresas, y doctor en sociología. Dora es una profunda admiradora de la epopeya académica de su esposo. "Cumplió con todo lo que se propuso en la vida. Por eso siento una gran admiración por él", dice ella, que es ama de casa y cosmetóloga.
El mismo hecho de contraer matrimonio fue una verdadera proeza: estuvieron 13 años de novios y, cuando estaban a punto de comprometerse, él se hizo una escapada a Europa para explorar la tierra de sus abuelos italianos. "Siempre fue muy veleta", sorprende Dora, una mujer de habla pausada, mirada cálida y que se nota que tiene mucha paciencia.
Llevando la modestia a sus extremos, Pasqualini asegura que cualquiera puede conseguir lo que se proponga, mientras tenga la tenacidad para sostener su búsqueda. Su hermano Armando, ya fallecido, había estudiado cuatro carreras.
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