Benkler dijo haber considerado el proyecto como "un simple experimento sobre cómo podrían llegar a ser los libros en el futuro."Este es uno de los debates más acalorados de la actualidad en el mundo editorial, toda vez que editores y escritores deben lidiar con la capacidad de la red para conectar de manera más rápida e íntima a lectores y autores, con las nuevas tecnologías que facilitan la búsqueda electrónica de libros, y con el advenimiento de dispositivos digitales que prometen hacer con el libro lo que el iPod ha hecho con la música: volverlo fácilmente descargable y completamente portátil.
Sobrevolando la discusión de todas estas tecnologías está el miedo a que la industria editorial se vea expuesta a la misma convulsión que ha plagado la industria de la música, en donde la digitalización ha comenzado a desplazar el modelo artístico y económico tradicional del disco mediante las descargas de canciones a 99 centavos y listas de reproducción personalizadas.
El total de venta de álbumes descendió un 19 por ciento desde 2001, en tanto que las ventas de discos compactos cayeron un 16 por ciento en el mismo período, según Nielsen BookScan. Las ventas de "singles" digitales treparon más de un 1.700 por ciento en tan sólo dos años. Lo que los escritores piensan sobre los desarrollos tecnológicos en el ámbito literario está íntimamente relacionado con el lugar en el que se encuentran en este momento.
En su carácter de investigadora y becaria, Anne Fadiman, autora de "The Spirit Catches You and You Fall Down" (Los Espíritus te atrapan y te caes") y de "Ex Libris: Confessions of a Common Reader" (Ex Libris: confesiones de un lector corriente), estima que una biblioteca digital que contuviera todos los libros sería un regalo del cielo para la investigación, ya que le permitiría "husmear todos los párrafos" que existen sobre un tema determinado. Pero aclara: "Eso no es lectura. Para leer, hay que leer el libro entero, y pienso que no hay nada que reemplace la apariencia, la sensación táctil y el olor del libro real, la magia del papel, cosido y pegado."
Otros tienen un concepto mucho menos rígido sobre los libros. Lisa Scottoline , con 13 obras de suspenso en su haber (la más reciente de las cuales, "Dirty Blonde" (Sucia rubia), y que además integró la lista de mejor vendidos de ficción de The New York Times durante cuatro semanas, a comienzos de esta primavera, ofrece el primer capítulo o dos capítulos de cada libro en su sitio Web; y su casa editora, HarperCollins, distribuye muestras de algunos capítulos de sus obras en las librerías. Para la autora, cualquiera de estos formatos está bien. Se trate de "papel, pasta de papel, canto dorado o edición digital, no creo que uno pueda sustraerse de las mejores historias", sostuvo.
"Una vez que el texto se encuentra en formato digital, los libros quedan liberados de sus ataduras y se entremezclan", escribió Kelly en un artículo ridiculizado por Updike en su polémica sobre la BookExpo. "La inteligencia colectiva de una biblioteca nos permite ver cosas imposibles de ver en un único libro aislado."
"¿Esto implica que ‘Anna Karenina’ pase de mano en mano junto con el blog de mi sobrina sobre su viaje a Las Vegas?", preguntó Jane Hamilton, autora de "The Book of Ruth" (El libro de Ruth) y de "When Madeline Was Young" (Cuando Madelina era joven), una novela de próxima aparición. "Suena tremendamente aburrido." Leer libros como obras aisladas es precisamente lo que ella desea, señaló. "Cuando leo a alguien como Willa Cather, siento como si estuviera en presencia de lo divino", dijo Hamilton. "No la quiero mezclada con nadie más. Y por cierto, no deseo ir a su sitio Web".
Sin embargo, para aquellos autores ignotos que luchan por captar la atención de los atareados lectores, la red ofrece un camino sin precedentes para sacarlos del anonimato. Glenn Greenwald, un abogado que fundó un blog político denominado " Unclaimed Territory " (Territorio sin dueño) hace exactamente ocho meses, fue reclutado por una fundación financiada por Working Assets, una empresa de telecomunicaciones y emisora de tarjetas de crédito, para que escribiera un libro esta primavera. Greenwald publicó la obra titulada "How Would a Patriot Act? Defending American Values from a President Run Amok" (¿Cómo actuaría un patriota? Defendiendo los valores estadounidenses frente a un presidente que está fuera de sus cabales) en su propio blog y su editor envió, por medio del correo electrónico, gacetillas a otros siete bloggers influyentes, quienes ayudaron a que trepara al puesto número 1 en Amazon.com, antes de que fuera siquiera publicado. "Creo que la gente que se encuentra de algún modo fuera de los canales institucionales y las nuevas voces que se incorporen estarán muchísimo más entusiasmadas con esta tecnología", señala Greenwald. "Éste es uno de los efectos que causa siempre la tecnología. Democratiza las cosas e incorpora nuevos lectores y nuevos autores."
El impacto de la tecnología.
Para muchos escritores, el interrogante acerca de cómo la tecnología afectará la actividad editorial inevitablemente conduce a la pregunta de cómo se remunerará a los escritores. En la actualidad, las editoriales pagan a los autores un anticipo a cuenta de derechos de autor, que por norma se devengan a razón del 15 por ciento del precio de tapa de cada ejemplar vendido.
Pero Internet torna mucho más fácil la difusión gratuita de las obras. "He tenido obras publicadas legalmente en sitios Web y aparte de eso he logrado muchos éxitos. Créanme, me siento y pienso: ‘Bueno, si gano un dólar cada vez que alguien publica una opinión que escribí, sería un escritor muy feliz’," dijo Daniel Mendelsohn , autor del libro de próxima aparición "The Lost: A Search for Six of Six Million" (Los perdidos: la búsqueda de seis entre seis millones), donde relata las memorias de su búsqueda en pos de descubrir lo ocurrido con sus familiares asesinados en el Holocausto.
Mendelsohn dice haber entendido que los sacudones tecnológicos tardan en agotarse, y que no puede lamentarse por cada centavo perdido. "Pero como autor que crea textos que la gente consume, quiero que mi autoría sea reconocida y que mi labor sea compensada", alega.
Benkler, el docente de Yale y también autor, sostiene que la gente seguirá pagando los libros si son lo suficientemente económicos. "Inclusive en el ámbito musical, el precio puede competir con lo que es gratuito", dice Benkler. "El servicio debe ser bastante superior, y se requiere una cultura moral en la cual, como un acto de respeto, si el precio es razonable, se pague. No está claro para mí por qué, si la gente está dispuesta a pagar 99 centavos por una canción, no estaría dispuesta a abonar 3 dólares por un libro."
Sin los costos del papel y de la fabricación de los libros tradicionales, los editores podrían pagar a los autores una mejor tajada sobre el precio de venta en concepto de derechos de autor.
Además, Benkler considera que, sin los costos del papel y de la fabricación de los libros tradicionales, los editores podrían pagar a los autores una mejor tajada sobre el precio de venta en concepto de derechos de autor.
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