viernes, 10 de agosto de 2007

Ayurveda y curacíon cuantica.

A lo largo de muchos años de práctica, en una clínica en Estados Unidos, el doctor Deepak Chopra había comprobado que algunos pacientes, pese a sufrir graves enfermedades, recuperaban la salud de forma inexplicable.

Parecía que Ray estaba ya muerto cuando cayó. Doce mil voltios de electricidad lo habían arrojado violentamente del tejado; lo que debería haber sido una inofensiva toma de tierra resultó ser un cable de alta tensión. Ray lo cogió y la descarga masiva de corriente le provocó un paro cardíaco instantáneo. Los vecinos que lo descubrieron vieron, horrorizados, cómo la mitad derecha de su cuerpo estaba carbonizada, aunque el corazón, inexplicablemente, aún latía. Fue trasladado a un hospital y los cirujanos le amputaron el brazo derecho. Le operaron cinco veces y tuvieron que realizarle varios injertos. La rodilla derecha resultó tan dañada que las arterias, los huesos y los nervios estaban expuestos al aire. Sin embargo, Ray se curó de forma asombrosa. Cuando los médicos lo visitaron, cuatro semanas más tarde, casi no lo podían creer. Había empezado a formarse músculo en todos los huecos y la piel nueva lo estaba cubriendo rápidamente. A partir de ese momento no fueron necesarias más intervenciones quirúrgicas.

Según Deepak Chopra, que narra este caso en su libro Vida Incondicional, Ray había logrado entrar en el nivel de su conciencia donde se produce la curación espontáneamente. Es un proceso al que Chopra denomina "curación cuántica" y consiste, en su estadio más elevado, en establecer las condiciones apropiadas para que actúe el propio poder de recuperación del paciente. Las sanaciones espontáneas se originan en el nivel más profundo del "yo" e implican el deseo que tiene la persona en su totalidad de recuperarse completamente. Guiado por ese pensamiento inflexible, el cuerpo no tiene más alternativa que obedecer.

En el caso de Ray, éste contó posteriormente que durante su experiencia sintió un inmenso dolor pero que nunca lo convirtió en sufrimiento. "En la fracción de segundo que duró mi caída pensé que se había tomado una decisión que evitó mi muerte. Fue un regalo. Mi mente recordó muchas veces ese momento y descubrí que la memoria había producido una conciencia diferente en mí. Sólo lo puedo comparar con la meditación: estaba en un lugar en el que no podía alcanzarme el dolor". Ray había practicado la meditación desde su juventud, pero ¿de dónde procedía su poder sanador?

Lo único que queda claro es que él tenía una intensa sensación de seguridad. "Desde el principio estaba seguro de que me iba a recuperar. No existe explicación para ello, era como un secreto que yo compartía con Dios. Me fue concedida la oportunidad de rehacerme. No sabía cómo hacerlo, sólo sabía que iba a ocurrir y que nada podría impedirlo", declaró luego a sus familiares y amigos.

El salto cuántico

Las investigaciones realizadas en Estados Unidos y Japón sobre curaciones espontáneas del cáncer y otras enfermedades graves han revelado que se producen, generalmente, cuando los pacientes experimentan un cambio radical en su nivel de conciencia. El enfermo está seguro de que va a curarse y siente que la fuerza responsable viene de dentro y a la vez no se limita al interior, sino que se expande, más allá de sus fronteras personales, hacia la naturaleza. La persona está dando un salto hacia un nivel de conciencia que prohíbe la existencia de la enfermedad y ése es el momento decisivo, aunque no se produce necesariamente en un abrir y cerrar de ojos.

Según Chopra, la palabra quantum sería la más adecuada si nos remitiéramos a una terminología científica. El quantum o salto cuántico designa un impulso desde un determinado nivel de funcionamiento hasta otro superior. En los casos de curaciones espontáneas se produce ese ascenso hacia el nivel superior de la curación cuántica. Numerosos médicos, tanto los que practican la medicina oficial como los dedicados a las llamadas "medicinas alternativas", se han encontrado con pacientes que han protagonizado episodios de curaciones inexplicables. Éstas pueden ser debidas a la fuerza de voluntad, a las oraciones o al empleo de placebos. Todo ello, según Chopra, apunta a un salto cuántico. La característica que se repite en estos casos es la capacidad de percepción interior del enfermo, que parece estimular el salto cuántico en el transcurrir de su proceso de curación.

De momento, la medicina oficial no ha dado aún ese salto y la palabra quantum continúa sin tener aplicaciones clínicas. La curación cuántica se produce en un campo al margen de los métodos exteriores y de la alta tecnología y se centra en el núcleo del sistema cuerpo-mente. En ese núcleo se inicia el proceso de curación y para alcanzarlo hay que traspasar los niveles más elementales del cuerpo, ya sean células, tejidos u órganos, hasta llegar al punto de encaje entre la materia y la mente, el lugar donde la conciencia logra impactar eficazmente.

Las aportaciones de Deepak Chopra al campo de la medicina del cuerpo y de la mente están centradas tanto en las investigaciones que ha llevado a cabo acerca de los procesos que determinan la curación cuántica como en las técnicas necesarias para entrar en contacto con ese nivel de sanación y de paz interior. Es en este último apartado donde entra en juego una antiquísima sabiduría, el Ayurveda, de origen hindú pero cuyos fundamentos se pueden encontrar entre muchos otros pueblos del planeta.

Para el Ayurveda, la felicidad del enfermo es tan importante como su supervivencia y además concede una gran importancia a permitir que la conciencia encuentre su propio camino por encima del daño sufrido por el organismo. Prescribe un programa de dietas, descanso, meditación y un régimen especial llamado Panchakarma, que consiste en masajes, baños de vapor con hierbas, paseos a la luz del sol y otros sencillos métodos naturales adaptados siempre a las peculiaridades de cada paciente.

Chopra no había sido educado en la tradición ayurvédica. Aunque esta medicina se ha practicado durante milenios en la India, allí, como ocurre en tantos otros países que se han sumergido rápidamente en un proceso de occidentalización, los antiguos conocimientos le resultan a la población menos sugerentes que los nuevos métodos de la medicina industrializada. De hecho, Chopra se empezó a interesar por el Ayurveda y por la meditación cuando ya estaba en Estados Unidos, y en ese redescubrimiento desempeñó un papel fundamental su trabajo como endocrinólogo, unido a su intento de profundizar en los poderes primordiales de la mente y del espíritu.

Un regalo de los dioses


"En mi infancia –cuenta Chopra en uno de sus libros– tenía el vago conocimiento de que había una medicina distinta a la que practicaba mi padre. Era la medicina india tradicional llamada Ayurveda, término formado con las palabras sánscritas ayus, vida, y veda, conocimiento. Pero la idea de recurrir al Ayurveda, con sus miles de hierbas de eficacia no comprobada y con su gran número de rituales carentes de sentido, era una herejía para personas como mi padre, que practicaba con orgullo la medicina occidental".

El ritmo cósmico del Ayurveda

El Ayurveda no es más que flujo. Ésa es su esencia. Contempla al hombre en un momento determinado y considera si es joven o viejo o cuál es su tipo corporal. Tiene en cuenta que sus costumbres y su alimentación son diferentes a los de otra persona que viva en un medio parecido, y que su respuesta ante el dolor o la alegría es también una característica peculiar.

El médico ayurvédico estudia incluso la época del año y la hora del día. Las hierbas que recomienda varían de un hombre a otro y de una estación del año a otra. Lo que resulta más fascinante todavía es que se detiene en las peculiaridades de cada enfermedad y nunca hay dos diagnósticos que sean exactamente iguales. El cáncer de piel de un hombre podría ser curable, mientras que el de otro quizá sea resistente al tratamiento. Si un médico tiene suficiente habilidad, sabe incluso si un paciente morirá a causa de un simple resfriado. Concede un crédito considerable a la tecnología de la medicina occidental, pero opina que está completamente fragmentada. Él se basa en que la naturaleza está formada por una inteligencia y el hombre forma parte de la naturaleza. En consecuencia, la inteligencia del hombre le pone en relación con el Universo.

El médico ayurvédico no se inmiscuye en la vida del paciente. Sus dedos se limitan a tomar el pulso de esa vida y perciben sus ritmos, extraen el conocimiento de la disonancia, las vibraciones interrumpidas que podrían causar las enfermedades. Es suficiente. Para él no hay más que un ritmo saludable: el ritmo cósmico. La esencia de la salud consiste en prestar atención al marcador del ritmo. Cuando se hace así, la enfermedad desaparece.


Después de este reencuentro con la antigua sabiduría curativa ayurvédica, Chopra siguió ejerciendo la medicina occidental hasta que entró en contacto con Maharishi Mahesh Yogui, el fundador de la meditación trascendental. Hasta entonces, la meditación que practicaba Chopra era muy personal: no hacía falta purificarse o encender una vela, ni tan siquiera rezar para seguir la práctica. La idea que le guiaba era completamente nueva: la integración de la mente y el cuerpo. Y eso debía tener lugar aquí y ahora.

Chopra asegura que "es imposible proceder de la India y no tener una serie de fuertes impresiones sobre la meditación. Ésta significaba para mí controlar la mente, por lo que estaba indicada para los ermitaños y la gente de inclinaciones religiosas. Conducía a la paz interior, pero sobre todo a quienes renunciaban al mundo. Si uno había progresado lo suficiente y estaba dispuesto a abandonarlo todo, la meditación le procuraba una recompensa preciosa, pues rompía las ataduras de la ignorancia. Yo estaba de acuerdo con todo eso, pero no podía esperar".

La meditación trascendental fue para Chopra una novedad, pues en su país no le habían enseñado nada al respecto. Era algo que no se ceñía a las antiguas costumbres. Por ejemplo, en vez de hablar de ignorancia y servidumbre, se refería al estrés que se acumula en el organismo. Eliminaba todo lo relativo a los extenuantes esfuerzos por alcanzar la iluminación. La meditación correcta debía ser un proceso sin esfuerzo que condujera a una relajación más profunda y liberara del estrés. La realización espiritual seguía siendo el gran objetivo que había sido durante innumerables siglos, pero no tenía sentido insistir en ella mientras el cuerpo y la mente no estuvieran preparados.

En todos estos principios se encuentra el germen de la curación cuántica. Según las teorías ayurvédicas, la naturaleza razona igual que nosotros. Ésa es la clave. Si la naturaleza lo piensa todo de la misma manera, entonces ha previsto todos los remedios. Todo está ordenado porque todo es inteligencia. Los alimentos y las plantas son inteligencia. Lo que tomamos para nutrirnos, lo convertimos en nuestra propia inteligencia. Cuando conocemos la forma de traer de nuevo al orden la inteligencia, no hace falta saber nada más. La enfermedad es inteligencia interrumpida, pero podemos hacer que vuelva al orden.

El primer paso para que se produzca la curación cuántica es darle al organismo las técnicas para que encuentre la salud por sí mismo, ayudándose de esta inteligencia de la naturaleza. Las hierbas, minerales y metales que usa el médico ayurvédico "piensan" como nosotros. Para cada parte del cuerpo, la naturaleza proporciona una sustancia que la complementa.

La medicina consiste, pues, en permitir que lo similar hable a lo similar y el remedio íntegro, tal como lo aporta la naturaleza, podrá restaurar la salud gracias a su similitud con nosotros mismos El Ayurveda funciona porque corrige una distorsión en la conciencia; un movimiento erróneo vuelve al orden y el individuo encuentra el camino que le lleva al nivel de conciencia donde se encuentra la auténtica curación.

Las técnicas curativas de Chopra
Cada paciente aprende a reconocer el tipo físico o dosha al que pertenece, según los principios de la medicina ayurvédica: fuego (pitta), que controla el metabolismo; aire (vatha), que controla el movimiento; y tierra (kapha), que controla la estructura.

El pitta es de contextura mediana, emprendedor, irritable, tiene tendencia al estrés y siente aversión por el sol y el calor. El vatha es delgado, activo, aunque se cansa con facilidad, imprevisible, de apetito irregular y de sueño leve e interrumpido. Por último, el kapha goza de gran fortaleza física, resulta afectuoso y tolerante, es lento para captar nueva información, aunque la retiene luego con facilidad, su sueño es pesado y prolongado y tiende a la obesidad. Si no hay un tipo dominante, la persona posee dos doshas, es decir, que exhibe cualidades de sus dos doshas principales.

Según Chopra, para que el cuerpo y el alma se mantengan en un estado de armonía y se reinstaure, caso de producirse una enfermedad, la salud total del individuo, es necesario que exista un equilibrio constante entre los tres tipos de doshas. Para ello, en su clínica se practica la meditación diaria y se efectúan masajes con aceite de sésamo antes de proceder al baño con hierbas purificadoras. La dieta, sencilla y desintoxicante, se basa en la cocina ayurvédica, que recomienda incluir en cada comida los seis gustos fundamentales: astringente, amargo, dulce, picante, salado y ácido. Sopas, infusiones, yogur, miel, limones, lentejas, arroz y frutas se ingieren a diario en un ambiente relajado que favorece la comunicación entre los pacientes. Paseos, contacto con la naturaleza, luz solar y aire puro son los próximos pasos a seguir.

El enfermo encuentra poco a poco el bienestar y la paz perdidos. Cuando estos dones se derraman sobre el individuo se está preparado para conectar con el espacio interior en el que se produce la curación cuántica.

La intención y el deseo
Cuando una flor, un arco iris, un árbol, una hoja de hierba, un cuerpo humano se descomponen en sus partes esenciales, vemos que éstas son energía e información. Todo el universo, en su naturaleza esencial, es el movimiento de la energía y la información. La única diferencia entre nosotros y los árboles es el contenido de información y de energía de nuestros respectivos cuerpos.

En el plano material, tanto nosotros como el árbol estamos hechos de los mismos elementos reciclados: principalmente carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y otros elementos en cantidades minúsculas. Estos elementos se podrían comprar en un laboratorio. Por tanto, la diferencia entre nosotros y el árbol no reside en el carbono, o en el hidrógeno o en el oxígeno. De hecho, nosotros y el árbol intercambiamos constantemente nuestro carbono y nuestro oxígeno. La verdadera diferencia entre los dos está en la energía y en la información.

En el orden general de la naturaleza, nosotros, los seres humanos, pertenecemos a una especie privilegiada. Tenemos un sistema nervioso capaz de tomar conciencia del contenido de energía e información de ese campo particular que da origen a nuestro cuerpo físico. Experimentamos ese campo subjetivamente en forma de pensamientos, sentimientos, emociones, deseos, recuerdos, instintos, impulsos y creencias. Este mismo campo es percibido objetivamente como el cuerpo físico –y por medio del cuerpo, percibimos ese campo como el mundo. Pero todo está hecho de lo mismo. Por eso los antiguos videntes exclamaban: "Yo soy eso, usted es eso, todo esto es eso, y eso es todo lo que existe".

Nuestro cuerpo no es independiente del cuerpo del Universo, porque al nivel de la mecánica cuántica no existen fronteras bien definidas. Somos como una onda, una ola, una fluctuación, una circunvolución, un remolino, una perturbación localizada en un campo cuántico más grande. Ese campo cuántico más grande –el Universo– es nuestro cuerpo ampliado.

El sistema nervioso humano no solamente es capaz de tomar conciencia de la información y de la energía de su propio campo cuántico, sino que, como la conciencia humana es infinitamente flexible a través de ese maravilloso sistema nervioso, podemos cambiar conscientemente el contenido de información que da origen a nuestro cuerpo físico. Podemos cambiar conscientemente el contenido de energía y de información de nuestro propio cuerpo de mecánica cuántica y, por tanto, influir en el contenido de energía y de información de nuestro cuerpo ampliado –nuestro entorno, el mundo– y hacer que sucedan cosas en él.

Este cambio consciente se logra a través de las dos cualidades inherentes a la conciencia: la atención y la intención. La atención da energía, y la intención transforma. Cualquier cosa a la cual prestemos atención, crecerá con más fuerza en nuestra vida. Cualquier cosa a la cual dejemos de prestar atención, se marchitará, se desintegrará y desaparecerá. Por otro lado, la intención estimula la transformación de la energía y de la información. La intención organiza su propia realización.

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