lunes, 30 de enero de 2012

“La lucha contra la piratería y el avance sobre las libertades individuales

Hace solo quince años atrás en la Argentina existía un único proveedor monopólico de conexiones de banda ancha a internet. En 1996 Startel/Telintar vendía un “caño” con una capacidad de 64K a un precio superior a los 15.000 dólares. Y menos de 1% de la población accedía a la red.

Apretemos “fast forward” apenas tres lustros e internet ha transformado de manera profunda nuestras vidas. Hoy casi la mitad de los hogares argentinos tiene conexiones cien veces más rápidas a un costo 400 veces menor (!). Buena parte de las personas lleva consigo en todo momento dispositivos móviles con acceso a la red. Y esta universalización trajo varios cambios muy profundos.

Una de las transformaciones más importantes que generó internet fue la aparición y difusión de “bienes digitales”. Hasta ese momento, con bienes físicos, la música venía en CDs y las películas se veían en el cine o se alquilaban en el video club. Hacer una copia era un proceso complicado con gran pérdida de calidad. Si alguien quería compartir algo con otro, era necesario dárselo y dejar de tenerlo uno.

Con la digitalización, una canción pasó a ser un archivo en una computadora. Duplicar ese archivo resulta fácil, la calidad de la copia es perfecta y pudimos compartir nuestros bienes sin que cederlos a otro implique ningún renunciamiento.

El desafío que este cambio planteaba era repensar desde lo más profundo la idea misma de “propiedad” sobre nuestros bienes. ¿Qué significaba bajo estas nuevas reglas ser “dueño” de algo digital? ¿Quién tenía derecho a venderlo o a transferirlo? Compartir tus cosas era posible… pero ¿era hacer piratería?

Industrias enteras quedaron en “offside”, desafiadas radicalmente por este cambio tecnológico. En música, por ejemplo, las empresas discográficas vieron desplomarse sus ingresos. Las cadenas de venta minorista del rubro quedaron al borde de la quiebra. Y a los artistas, autores del contenido digital, se les dificultó cobrar de manera directa por sus creaciones.

Aparecieron también impresionantes fenómenos nuevos, como Wikipedia, la más extensa enciclopedia del mundo, construida de manera colaborativa y gratuita por millones de usuarios. O las licencias “Creative Commons” que permite dar encuadre legal a la posibilidad de compartir gratuitamente el fruto de nuestra creación (Nota: Esa es la manera en que yo licencio el uso de lo que comparto en este blog y a la vez uso las fotos tomadas por otros que ilustran cada post).

Foto: Kalexanderson
Como reacción, las grandes discográficas demandaron a las empresas que facilitaban el intercambio musical. Muchísimas empresas, líderes en diferentes rubros, fallaron en adaptarse y sufrieron enormes pérdidas o directamente desaparecieron, como es el caso de Kodak, de reciente bancarrota. Apple, en cambio, sin el apoyo de la industria creó iTunes, un modelo nuevo de distribución mejor adaptado a la nueva realidad y se quedó de manera insospechada con una buena parte de ese negocio. Donde todos vieron una amenaza, Apple vio una oportunidad.

Las diferentes leyes que están siendo discutidas en el mundo en este momento (la ley Sinde en España, la SOPA en Estados Unidos, la ley Pinedo en Argentina, la nueva ley ACTA) son el último intento de las viejas empresas por restaurar un orden anterior. En general fueron presentadas por legisladores que entienden poco y nada de internet y sus potenciales. Y actúan, de manera ingenua o malintencionada, como operadores de grandes lobbies empresarios que quieren volver el mundo atrás y vivir como si internet no existiera.

Pero éste no era el único cambio que generó la red. Internet, como espacio poco regulado, amplió el alcance de las libertades individuales. Posibilitó a las personas conectarse, intercambiar información y generar participación, de modos impensados hasta ese momento. Si antes armar un movimiento requería de diez “conspiradores” reunidos secretamente en un sótano, internet permitió que miles de personas de lugares opuestos del mundo se coordinen y pasen a la acción. La red dio lugar a fenómenos variados como la “Primavera Árabe”, Wikileaks o incluso la red de hackers Anonymous. Eso condicionó notablemente el poder para manipular y controlar a los ciudadanos y muchos gobiernos entraron en pánico.

Así, las empresas encontraron socios inesperados. En la lucha antipiratería los gobiernos ven la oportunidad de tomar control de la red y subvertirla por completo: transformar un espacio de libertad sin supervisión en la mayor herramienta de control social de la historia.

En esencia, SOPA permite cerrar cualquier página de internet donde pueda estarse violando un derecho de autor sin mediar una orden de un juez, incluyendo cualquier sitio que “facilite la difusión de ese contenido”. Responsabiliza así a Google por el contenido de los sitios que muestra, a Facebook por las cosas que comparten los usuarios, a cada pequeño blog por los sitios a los que linkea, etc. Con la excusa de combatir la piratería, este poder de censura de facto a una autoridad administrativa puede ser fácilmente abusado para silenciar cualquier voz que importune.

De este modo, empresas y gobiernos se alían en SOPA para intentar la restauración del viejo orden y restringir drásticamente nuestras libertades. Buscan criminalizar a los ciudadanos y obligarlos a velar por los intereses y por la propiedad intelectual de las empresas, permitiendo, a la vez, a las autoridades espiar cada cosa que hacemos para ejercer su poder de policía.

La violación de los derechos de autor de quienes generan contenido original en cualquiera de sus formas es un problema de estos tiempos. Pero el desafío es encontrar una solución al problema que aproveche las virtudes de internet, proyectándonos al futuro, no una que intente volver al pasado.

La lucha para evitar el atropello de las libertades será difícil y desigual. Pero hay una buena noticia: no hay ley que pueda de manera efectiva y sostenida detener el avance de la tecnología. Y será nuestro ingenio, aprovechando justamente las posibilidades que internet misma ofrece, la que nos brinde las herramientas ideales para resistir.
Santiago Bilinsky

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