domingo, 23 de octubre de 2011

El velo comienza a descorrerse

Por Néstor O. Scibona | LA NACION
A partir de esta noche, con los resultados electorales a la vista, la presidenta Cristina Kirchner tendrá todo el derecho de tomarse tiempo hasta el 10 de diciembre próximo para delinear y anunciar la política económica que aplicará durante su segundo mandato , así como quiénes se encargarán de llevarla adelante. El interrogante es si abrir ese compás de espera sería lo más aconsejable.

La economía -a través del boom de consumo de bienes durables y el robusto crecimiento del PBI- ha sido uno de los principales activos electorales de CFK. Pero también tiene otra cara que, al igual que la alta inflación, fue deliberadamente eclipsada en los discursos de campaña: desde hace dos meses, casi en coincidencia con el contundente triunfo oficialista en las primarias, se ha intensificado la fuga de capitales como una hemorragia que resta cada vez más recursos al circuito económico. Esto explica la alta demanda de dólares en el mercado cambiario y la progresiva reducción de reservas del Banco Central, que en la última semana perforaron el piso de 48.000 millones de dólares. Aunque resulte difícil saber si muchos de quienes tienen ahorros y apoyan el "modelo" también compran dólares por las dudas, en todo caso hay una doble votación; una política y otra económica.

Los especialistas atribuyen este fenómeno a la combinación de la incertidumbre externa (desaceleración económica mundial, riesgo de crisis financiera en Europa) e interna (las dudas sobre la política económica poselectoral), en proporciones similares. Y esta tendencia a refugiarse en el dólar ya provocó que, en lo que va de este año, más de 18.000 millones de dólares fueran desviados por empresas y particulares hacia cuentas en el exterior, colchones y cajas de seguridad. Así, la Argentina corre el riesgo de superar el récord de 2008, cuando se produjo una fuga de 23.000 millones tras el conflicto con el campo , la crisis financiera global gatillada por la quiebra de Lehman Brothers y la intempestiva estatización de los fondos de las AFJP. Esta situación trae otras consecuencias. Como ahora el superávit comercial es inferior al de entonces, hay menos excedentes de dólares en el mercado cambiario. Y como el BCRA debe, desde 2010, destinar divisas para cubrir los pagos externos del Tesoro, el resultado es un mayor drenaje de reservas, que cuesta recuperar.

Un cálculo realizado por el Estudio Broda estima que, hasta la primera semana de octubre, la pérdida "genuina" de reservas ascendió a 7269 millones de dólares, aunque el BCRA reflejó oficialmente una cifra de 3910 millones. El informe atribuye la diferencia a préstamos de corto plazo contra garantías ( swaps ) con bancos internacionales por un monto similar (3360 millones), al sólo efecto de disimular ese impacto. También revela que tanto la Anses como el Banco Nación se desprendieron de depósitos en dólares para aumentar transitoriamente la oferta en el mercado cambiario y aliviar las ventas del BCRA. Aún así, éstas se intensificaron en vísperas de las elecciones, a pesar de que en septiembre el BCRA frenó abruptamente la expansión monetaria y convalidó una fuerte suba de tasas de interés, que luego trató de atenuar. Otra vez se reeditó la clásica pulseada dólar-tasas, luego de que el BCRA ensayara con escaso éxito la venta de divisas a futuro para descomprimir el mercado spot, pero a riesgo de estimular la demanda en los próximos meses si no logra disminuir la salida de capitales. El problema es que el ingreso de los salvadores "soja-dólares" de la próxima cosecha aún está muy lejos en el tiempo.

Esta virtual corrida cambiaria en etapas sucesivas no puede atribuirse a la incertidumbre por el resultado electoral, descontado ya desde la noche del 14 de agosto. Más bien a una demanda de definiciones sobre el futuro de la política económica, ocultas durante la campaña detrás del velo de los diagnósticos oficiales triunfalistas. Sin ir más lejos, el viceministro Roberto Feletti trazó una semana atrás en esta misma página, una perspectiva excelente para el crecimiento de la actividad en 2012, al señalar que cualquier desaceleración de la demanda externa debido a la crisis internacional sería compensada con un mayor estímulo a la demanda interna. Pero su análisis no incluyó ninguna referencia a la inflación ni a la fuga de capitales. Ni a que ahora los depósitos bancarios crecen al 15% anual y el crédito a un ritmo superior a 50% no sostenible con mayores tasas de interés, que tenderían a enfriar la economía. En este contexto, tampoco hay demasiado margen para aumentar el gasto público -que como en todo año electoral crece a un ritmo cercano a 40% anual- sin generar nuevas presiones inflacionarias. Ni contenerlas con tarifas congeladas a costa de subsidios crecientes. O con un tipo de cambio que sube a un tercio de la inflación anual y sugiere que el dólar sigue "barato" para comprar, aunque una devaluación aislada del peso la realimentaría.

En la demanda de pasar en limpio la futura política económica subyace la incógnita de que, en sus discursos de campaña, la presidenta Kirchner alternó promesas de profundizar el modelo con la necesidad de corregir distorsiones no precisadas. A simple vista parecerían conceptos incompatibles, ya que profundizar la actual política implicaría acentuar sus distorsiones acumuladas (inflación, pobreza, pérdida de superávits gemelos, subsidios insostenibles, deterioro de competitividad, déficit energético, alto empleo en negro) y por lo tanto se desconoce si se atacarán sus causas o sus efectos. Tampoco ayuda que en el entorno presidencial coexistan figuras de sesgo ideológico setentista con otras más aggiornadas , moderadas y pragmáticas sobre cómo encarar la nueva etapa económica y preservar el crecimiento. Pero nada es blanco o negro, sobre todo cuando aún no está claro el alcance de la crisis externa y su impacto sobre la Argentina.

Para empezar a descorrer el velo que hoy fomenta la fuga de capitales por desconfianza interna, un primer test estará en lo que se haga o no con el Indec y sus inverosímiles indicadores. Otro, si CFK aprovechará su robustecido poder político para inclinar gradualmente la tasa de inflación hacia abajo, con el soporte de un acuerdo social que complemente -y no sustituya- una política más previsible, moderada y menos discrecional en materia de gastos, subsidios y comercio exterior. Esto permitiría reducir la "nominalidad" de la economía, mejorar el tipo de cambio real y estimular más inversiones en sectores clave. Los dólares que se fugaron siempre pueden volver al circuito. A menos que la alternativa sea insistir con más controles, medidas caso por caso, intervencionismo estilo Moreno, seguir barriendo los problemas debajo de la alfombra y apostar a que la soja aporte divisas y recursos fiscales para no cambiar demasiado el esquema, aunque se pierdan un par de puntos de crecimiento. El kirchnerismo siempre fue refractario a diseñar un programa económico articulado y prefirió los planes sectoriales, por lo general bien recibidos por sus beneficiarios pero desvinculados de un contexto general. De ahora en más, cada gesto o palabra de Cristina Kirchner será examinado en una u otra dirección.

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