No es claramente los comienzos del gobierno anterior, cuando se crecía al 8, con inflación de un dígito. Tampoco los del período de reelección de 2007 y comienzos del actual gobierno, cuando el crecimiento era del 8%, con una inflación de 20%. Se trata, de ser sostenible, de algo más de la mitad de ese guarismo en actividad, y por arriba de ese 20% en inflación proyectada, veremos cuánto. Está todo esto también muy lejos del "5% crecimiento, 5% inflación" de algunos vecinos latinoamericanos estabilizados y más ordenados.
¿Por qué estamos ahora en este modelo de "reactinflación" aceptando esta inflación más alta que en años anteriores? ¿Están dadas las condiciones para encarar algo diferente a esta casi gloriosa "reactinflación" que estamos gozando? Dicho en otras palabras, ¿se puede pretender, sin contrapartida inversora, encarar una agenda, un sinceramiento de variables, un programa antinflacionario no recesivo en estas circunstancias?
La respuesta es rotundamente no, y dejo al margen lo ideológico, que no es algo menor. El "no" es producto de que no están los insumos básicos para esa pretensión: credibilidad y voluntad política, programa y contenidos. O sea, en estas condiciones, con la actual organización (¿o desorganización?) política y de política económica, la pretensión de un dígito inflacionario a la brasileña, creciendo bien simultáneamente, llevaría al gobierno a un claro fracaso, a quedarse muy probablemente sin el pan y sin la torta. Desde lo político, ¿quién le creería a esta altura el compromiso con el dígito? ¿Por qué, después de todo el agua que pasó bajo el puente, debiera creérsele a la pretensión de un dígito inflacionario? Desde lo técnico, ¿cuál es el equipo comprometido con esa idea? Desde los contenidos, ¿cuál es el programa?
Por lo tanto, en la precariedad actual respecto a los insumos necesarios no se dispone de otro instrumento antinflacionario que no sea una recesión. Esto no es dar la derecha al camino elegido. Está claro que se trata de una falencia. Pero es lo que se puede a esta altura.
¿Qué ganaría políticamente el gobierno con un sinceramiento, ineludible en el tiempo, de las variables desordenadas? Sin políticas de Estado y a lo "perro y gato" en la que se encuentra el país, ¿qué deseo de dejar algo más ordenado al que supuestamente venga? Como se ve, es casi de ciencia ficción.
Por ejemplo, de querer mantener una recuperación genuina, de 3% del PBI entre cosecha, Brasil y una menor fuga de capitales, entre otras cosas, la inflación podría haber repetido el 15% del año pasado. Pero tampoco "pagaría". Se trata de una economía que no "enamoraría". Por lo tanto, se ha tomado el riesgo del cebador con origen fiscal y monetario. Sea porque no se puede hacer otra cosa o por decisión política, la parte no genuina de la recuperación es a través de "maquinita y reservas". Empuja a la actividad, pero simultáneamente empuja la inflación. Entonces se eligió la "reactinflación". No tiene riesgo cero, pero es tirarse un lance a "enamorar" desde lo económico olvidando el resto.
El cuatro y pico de PBI, con veintipico de inflación que hay en la actualidad, tiene un riesgo adicional: el de querer o el de tentarse a meterle más gas a la demanda. Compensar la inflación en algunos rubros del gasto público por ejemplo, sería en este escenario el perro que se muerde la cola, agrandaría más el agujero. Entonces por "H" o por "B", en ambos casos la búsqueda de más crecimiento "no genuino" subiría todavía la tasa de inflación proyectada.
En "reactinflación", la suba del nivel de actividad no sólo no es contundente, sino que tampoco es pareja a lo largo del año. No necesariamente es de largo alcance, es intermitente y paso a paso. A dos o tres trimestres buenos, le puede seguir algún freno. Los motores genuinos tienen bases sólidas -cosecha, Brasil-, pero también están los motores endebles: déficit fiscal y maquinita para el financiamiento inflacionario.
La inflación, dado los componentes endebles mencionados dentro de la mejora del nivel de actividad, tendrá también un piso alto, especialmente por el financiamiento monetario.
A esta altura ni espiral ni desbande. Habrá que chequear si hay paños fríos por estacionalidad endógena en abril, mayo y junio. Para más adelante, además, habrá que chequear los amortiguadores o aceleradores: gasto público, salarios, tipo de cambio y tarifas. En la cabeza política, el dólar y las tarifas se siguen atrasando, son los "defensores", y los salarios y el gasto intentan el emparde a la inflación, son los "delanteros".
La "reactinflación" paga costo político, pero con cabeza política no hay ninguna duda que es preferible a la "estanflación". Empresarialmente, aunque con excepciones, se gana más plata pero sin un ambiente proclive a la inversión. Socialmente es al revés: en el bolsillo se nota más la inflación que la reactivación, especialmente para las clases bajas y medias. Por eso hay costo político y es una aventura electoral difícil.
Columnista invitado"Reactinflación": ¿se puede hacer otra cosa?
Carlos Melconian
lanacion.com | Economía | Domingo 2 de mayo de 2010
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