miércoles, 5 de noviembre de 2008

el Gobierno evitó normalizar la relación con el FMI para eludir esa revisión, que de haberse realizado hubiese puesto en aprietos a las autoridades.

Distintas decisiones del matrimonio Kirchner han llevado a la Argentina a un grado de aislamiento internacional como pocas veces vivió el país en su historia.

Desde un primer momento, el gobierno de Néstor Kirchner, con el mero propósito de obtener réditos políticos en el plano estrictamente local y como parte de una política de tinte claramente populista, tomó distancia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y hoy, en tiempos de aguda iliquidez, ha perdido la posibilidad de contar con un prestamista de última instancia a tasas de interés mucho menores que las que podría conseguir actualmente un país considerado por muchos observadores internacionales al borde del default.

Es indudable que el citado organismo financiero ha cometido graves errores a lo largo de los últimos años y que algunos de sus dirigentes han distado de ser un ejemplo de rectitud. Nada de eso, sin embargo, puede justificar la decisión de la Argentina de perder una fuente importante de financiamiento a cambio de nada, a menos que se considere que las elevadas tasas a las cuales nos prestó el gobierno de Hugo Chávez son un gesto de generosidad. Ahora, ni esta última alternativa nos queda.

Hace pocos días, el FMI aprobó una línea de créditos ante la crisis financiera global a una tasa de interés inferior al 10 por ciento anual. De acuerdo con las normas de esa nueva línea crediticia, los países beneficiados no tendrán que cumplir una serie de metas ni llevar a cabo reformas estructurales. El volumen de los préstamos será como máximo de cinco veces la cuota que los países tienen asignada en el Fondo. En el caso de la Argentina, ese monto ascendería a casi 16.200 millones de dólares.

Sin embargo, y a pesar de las condiciones ventajosas disponibles en un marco global de ausencia de financiamiento, la Argentina no podrá acceder a esas facilidades por su decisión de no permitir que se revisen sus cuentas desde 2006. El director gerente del Fondo, Dominique Strauss-Kahn, expresó que el país "no sería elegible" para los préstamos que permitirían brindarles liquidez a países que hayan mantenido "políticas sólidas" en los últimos dos años.

La respuesta del gobierno argentino no se hizo esperar: desde el Ministerio de Economía se indicó que "la Argentina no ha pedido ningún crédito del FMI porque no considera que este organismo sea elegible como prestamista del país".

Tampoco la Reserva Federal de los Estados Unidos incluyó a la Argentina en sus nuevas líneas de crédito diseñadas para ayudar a mejorar las condiciones de liquidez en los mercados y para mitigar la diseminación de dificultades en la obtención de dólares para el financiamiento en economías fundamentalmente sólidas y bien administradas

Como se recordará, a fines de 2005, el Gobierno anunció que le pagaría anticipadamente al Fondo Monetario Internacional (FMI) todo lo que le debía. El objetivo principal de la decisión fue evitar futuros monitoreos de la economía argentina, como los que el FMI hace anualmente en todos sus países miembros. En aquella oportunidad, y al anunciar el pago total, el entonces presidente Kirchner dijo que la medida traería "libertad para la decisión nacional" y luego precisó que "la Argentina paga, se libera y construye su destino". Desde entonces, el Gobierno evitó normalizar la relación con el FMI para eludir esa revisión, que de haberse realizado hubiese puesto en aprietos a las autoridades nacionales, en más de una oportunidad.

A ello debe sumársele el desinterés de la Argentina en cuestiones que hacen al funcionamiento del organismo internacional. Por ejemplo, cuando se propuso la reforma del estatuto del FMI, para otorgarles mayor peso a economías emergentes como China, India, Brasil, Corea del Sur y México y reducir el de los países que más rezagados quedaron en las últimas décadas. La Argentina fue, junto con Angola y las islas Palau, la única nación que votó abiertamente en contra de esos cambios.

En otra de las iniciativas del FMI para ampliar el mandato de inversión del Fondo, la Argentina no votó en contra, sino que simplemente no votó. Al igual que en la ocasión anterior, todo era desconcierto entre los funcionarios del FMI debido a los cambios de posición adoptados por nuestro país. En efecto, la Argentina había aprobado la creación de un fondo de inversión para aumentar los ingresos del organismo, pero para poder invertirlos con más flexibilidad y obtener mayor rentabilidad era necesario modificar los estatutos del FMI. Un total de 173 países se pronunciaron a favor, mientras que entre los que no votaron, acompañando a la Argentina, figuraron Afganistán, Angola, Laos, Somalia, Turkmenistán, Uzbekistán, Zimbabwe y la Unión de Emiratos Arabes.

El aislamiento internacional de la Argentina, producto de una larga desconfianza, no podrá quedar atrás cuando no existe la convicción para hacerlo ni la humildad necesaria para reconocer errores o reconsiderar decisiones equivocadas en las autoridades nacionales.

Estar aislado en el mundo no es beneficioso para nuestro país, como para ningún otro. Pero nada distinto puede esperarse cuando quienes nos conducen tienen una acotada visión internacional y una decidida inclinación por el enfrentamiento y una nula vocación por la búsqueda de consensos.
Editorial ISembrar vientos, recoger tempestades
lanacion.com | Opinión | Mi?oles 5 de noviembre de 2008

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