viernes, 24 de octubre de 2008

Quizás, otra vez, la que hable sea la gente.

Alguien tiene que hablar con ellos. Alguien tiene que plantarse frente a los Kirchner y recordarles que esto es una república. No es Santa Cruz, no es un sultanato, no es (no debería ser) tierra de mandamases sabiondos y pendencieros. Alguien tiene que decirles a los Kirchner que las necesidades de caja no se resuelven a fuerza de saqueo, revestido, para peor, con ropaje ideológico de ocasión.

Da miedo: lo de las AFJP se va pareciendo cada vez más al conflicto con el campo. La secuencia es igual. A la urgencia del Gobierno para hacerse de dinero de mucho dinero, de dinero rápido, fácil le sigue una confiscación brutal, apresurada e inconsulta, resuelta, probablemente, en la mitad de la alcoba de Olivos. La otra mitad lo justificará después con un florido relato.

La lógica recaudatoria también es la misma: ¿dónde hay mucha plata? ¿Dónde se puede hurgar sin que protesten? Antes el blanco fue la "oligarquía terrateniente". Ahora, empresas capitalistas salvajes que hambrean a los jubilados. Antes, el objetivo era hacer escuelas, hospitales y caminos. Hoy, poner comida en la mesa de los viejitos. No se puede más que aplaudir?

El problema es que cada vez hay menos aplausos, y también en eso la cosa va tomando color de Resolución 125. No hay aplausos en la propia comarca de los Kirchner, donde algunos de los más altos funcionarios, incluidísimos los que tienen que ver directamente con el tema, se enteraron de la medida tarde y mal. Y muchos de ellos corrieron detrás de periodistas para aclarar que no tenían nada que ver "con eso".

La cohorte kirchnerista no pasará a la posteridad como una generación rutilante, pero seguramente allí debe de haber gente que tenga algo para decir. El proceso de toma de decisiones de esta Casa Rosada está tan concentrado que convierte a los que deberían ser primeras espadas en soldaditos de juguete, presenciadores de actos, extras de un espectáculo en el que nunca serán protagonistas.

Entre esa cohorte hay personas convencidas de que Kirchner es un genio. Otras están convencidas de algo muy distinto. Unos y otros asisten a una trama trepidante, en la que no saben con qué los sorprenderá el jefe cada día. Los que lo idolatran esperan esos pases de magia "siempre tiene una nueva carta", dicen, esa capacidad para desafiar corporaciones, sectores, mercados, leyes, países. A los otros, la prestidigitación los hace temblar.

Por estas horas, el jefe y la jefa han vuelto a apostar fuerte. Se llevaron una monstruosidad de dinero privado para las arcas públicas, y la primera reacción general (todo se mide en votos en estos tiempos) pareció demostrar que la magia había funcionado: la indignación inicial de las AFJP y de sus afiliados fue un juego de niños en la piel acerada del matrimonio. Todo estaba saliendo según lo pensado: finalmente, ¿en qué lugar del mundo hay una protesta de futuros jubilados?

Después, las cosas empezaron a complicarse. Tronaron de terror los mercados, se despabilaron las empresas, se conmovió España, reaccionó el ciudadano común y se asustaron los legisladores oficialistas, a los que otra vez se les ordena que voten a libro cerrado.
El escenarioAlguien debería hablar con los Kirchner

Por Carlos Reymundo Roberts

lanacion.com | Política | Viernes 24 de octubre de 2008

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