sábado, 27 de septiembre de 2008

La unión hace la fuerza.

"Juntos podemos más", dice Andrés Miquelarena, mientras abre la tranquera de su campo a LA NACION, y alrededor de él piensan lo mismo. No parece haber oportunismo detrás de esas palabras, pero sí una estrategia sobre cómo llevar adelante el negocio de la producción. Es que, en un contexto caracterizado por la competencia por la tierra, el avance de la agricultura sobre la ganadería, los mayores costos en insumos y arrendamientos, pero también marcado por la necesidad de potenciar las empresas, aprovechar oportunidades y buscar por todas partes la eficiencia, Miquelarena parece haber encontrado en el asociativismo una vía para afrontar todos esos desafíos y crecer: él y quienes lo acompañan en el proyecto de siembras compartidas que armó individualmente con otros productores desde una zona tradicionalmente ganadera. "Hoy es muy difícil para un productor encarar solo una importante cantidad de hectáreas. Por eso,

armamos sociedades para sembrar que nos permiten compartir las ganancias o las pérdidas y disminuir los riesgos y costos. Pero así también podemos competir mejor con los grandes pools y negociar con otra escala los insumos", comentó el productor, que maneja el Establecimiento y Cabaña San Manuel con su padre, Carlos, y su hermano, Adrián.

Con una tradición agrícola-ganadera a cuestas en su familia, Miquelarena se lanzó hace cinco años a buscar oportunidades de crecimiento para la empresa, y ahí surgió la iniciativa de potenciar la producción agrícola, pero sin quitarle protagonismo a la actividad pecuaria, comandada por su hermano, Adrián. Igualmente, hoy, de cada cuatro hectáreas que están con agricultura en la empresa, hay una que está ocupando la ganadería. En ese momento, la incipiente suba los alquileres lo convenció de que alguna estrategia había que poner en marcha para poder seguir siendo competitivo en el negocio.

Habló con productores de la zona; los entusiasmó con la idea de las siembras compartidas y entabló con cada uno de ellos diferentes sociedades. Llamativamente, sumó desde pequeños ganaderos que nunca habían hecho una sola hectárea de soja hasta un contratista y algún que otro vendedor de insumos. Mal no le fue con el proyecto: de 150 hectáreas pasó a unas 2000. De paso, abrió una empresa para prestar servicios agropecuarios. Tiene dos cosechadoras equipadas con tecnología de agricultura de precisión y este año va a incursionar en la fertilización variable en la siembra. También ofrece embolsado y transporte. "Buscamos eficientizar todo el sistema", resume.

La empresa siembra en total unas 7000 hectáreas en Rauch, Azul y Tandil, distribuidas en un 30 por ciento por cuenta propia, otro 30 por ciento vía sociedades con dueños de campo y otros productores con diferentes aportes de inversión (desde la tierra hasta los laboreos o insumos). El 40 por ciento restante se hace por administración, es decir, prestándoles el servicio de producción a otros establecimientos.

Miquelarena trabaja con un par de administraciones y con productores de la zona. Algunos de ellos aportan la tierra; otros, los insumos o algún servicio. "No es que entre todos formamos un paquete; hay sociedades parciales con uno u otro productor", aclara. Llegada la cosecha, cada uno se lleva una renta personal en función del porcentaje invertido. De todos modos, hay una reinversión constante, ya sea en arrendamientos o insumos. El 70 por ciento del financiamiento es propio.

Entre los productores relacionados con él aparece Fernando Dumón, un ganadero "enamorado de las vacas" que ante el difícil panorama para la cría vio en la agricultura en sociedad una opción para mantenerse en el negocio. Fue su bautismo con la soja. "Yo soy veterinario, estudié por los animales y venía feliz por la vida con mis vacas (unos 380 vientres), pero se me fueron cerrando los caminos y me comió la realidad con campos que pasaron de 50 a 100 kilos (de carne por hectárea de alquiler). Lamentablemente, he tenido que dejar campos y achicarme", comentó Dumón. "Ante esa situación, comencé a levantar la vista y armé una sociedad con Andrés, trabajando unas 200 hectáreas. Hoy, solo, es más difícil afrontar los diferentes costos", agregó.

Actualmente, la participación de Dumón en la sociedad es a través del aporte de hectáreas, insumos; también se encarga de conversar con los dueños de los campos. Hace la parte de relaciones públicas. "Esta es una salida para un criador al que se le cerraron los caminos. Soy un tipo joven que quiere prosperar y veo que la única forma de hacerlo es con la agricultura, pero como solo no puedo, formé esta sociedad que se basa en la confianza y en el respeto", señaló.

El panorama que describió Dumón sobre la ganadería de la zona es crítico. Hoy un criador de 100 hectáreas (en Rauch, el 70% de los ganaderos son productores de menos de 300 hectáreas) maneja entre el campo y las vacas un capital de unos 240.000 dólares, pero tiene una renta prácticamente nula que limita cualquier inversión. De hecho, sólo por la suba de los fertilizantes si quiere hacer una hectárea de pastura necesita dos terneros, contra uno que requería el año pasado. Igualmente, Dumón sigue con las vacas.
ProducciónSocios para enfrentar los desafíos

Ante la suba de los alquileres, mayores costos y la necesidad de crecer, en plena zona ganadera Andrés Miquelarena armó una red de sociedades con otros productores para crecer en la agricultura

lanacion.com | Campo | S?do 27 de setiembre de 2008

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