miércoles, 20 de febrero de 2008

Lavagna quiere ser progresista, aunque sea al lado de los Kirchner.

El revuelo provocado por las explosivas declaraciones de Eduardo Duhalde demuestra que, a fin de cuentas, el peronismo encuentra sus límites siempre en el propio peronismo. ¿Un remedo argentino del viejo PRI mexicano? Se trataría de un PRI módico, con apenas el 45 por ciento de los votos. El auténtico PRI, el que gobernó México durante 70 años, perdió el gobierno cuando sacó ese porcentaje de votos. Sin embargo, aquí el peronismo encontró la manera, allanada por las fragilidades y las deserciones de sus opositores, de bailar un tango eterno en esa escasa baldosa electoral.

Duhalde no ha inventado nada. Su único mérito fue poner sobre la mesa una advertencia a Néstor Kirchner, viejo ahijado y luego acérrimo enemigo suyo. Si Kirchner continuara su gesta mediática, vino a decir Duhalde, la opinión pública terminará por darle un crédito muy bajo al gobierno de Cristina Kirchner. O, lo que es peor, entenderá que el ex presidente se hizo cargo de algunas cosas de la administración pública porque descubrió que su esposa no estaba preparada. Eso no es cierto, pero Duhalde reclamó a su manera la primicia de haber descubierto que "Cristina no tiene experiencia en la administración". Eso lo dijo en la campaña, y supone que el propio Néstor Kirchner ha coincidido ahora con él.

En la lógica del antecesor de Kirchner, ésa es la única explicación para una situación que no tiene explicación fácil para los observadores de la política: ¿por qué Néstor Kirchner incumplió tan rápidamente la promesa de perderse en el ostracismo durante ocho meses? ¿Por qué, cuando lo había anunciado aquí y allá como una contribución voluntaria a la consolidación del poder de su esposa? Duhalde encontró ese argumento, quizás incierto, pero que pega donde más les duele a los Kirchner, como suele pegar él cuando lo encuentra distraído a su adversario.

Adversario. Kirchner es su adversario. Las divagaciones políticas sobre el retorno de Duhalde al justicialismo de la mano de Kirchner quedaron en palabras muertas. ¿Significa eso que el ex presidente se presentará en las elecciones internas del justicialismo para competir con su sucesor por la conducción partidaria? Duhalde sabe que el peronismo se postra sólo ante el poder y los recursos, y que él no tiene ninguna de las dos cosas. No competirá con Kirchner, pero tampoco imitará el costoso salto al vacío del ex ministro Roberto Lavagna. Duhalde siempre ha dicho que él es el único político argentino en condiciones de ponerle límites a Kirchner. Su proyecto consiste, entonces, en erigirse en un referente capaz de levantar esos límites desde el propio peronismo. "A Kirchner hay que mostrarle los límites, porque tiene dificultad para verlos", suele ironizar.

No es tampoco una consecuencia del brinco de Lavagna, aunque ese brinco dejó a la política con menos alternativas entre las muy pocas que ya tenía. Duhalde dejó de creer en Lavagna mucho antes de las elecciones de octubre. En verdad, lo considera un hombre capaz, un funcionario apto y un político confundido, sin olfato. Mil veces le recomendó durante la campaña que dejara el progresismo en manos de los Kirchner ("Esa corriente tiene su expresión, nos guste o no", le repitió) y que se volcara más al centrismo, que estaba vacante. Inútil. Lavagna quiere ser progresista, aunque sea al lado de los Kirchner.
El análisis de la noticia
Por Joaquín Morales Solá
LANACION.com | Política | Miércoles 20 de febrero de 2008

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