"¡Aguante, Excursio..! ", dio la voz de marcha otro de los forzudos. Y el micro arrancó, raudo y alegre, con el orgullo de la tarea cumplida.
Claro que no hace falta ser de "Excursio", ni barrabrava, para experimentar esos sentimientos. Sin pasar al acto, muchos integrantes de la clase media urbana, la clase media recuperada y también algunos de la clase media alta compartirían esa deducción sobre el tipo de las zapatillas caras.
¿Está mal tener plata y mostrarla en Argentina, aunque se trate dinero legítimo? ¿Por qué la cultura argentina del dinero se conecta con la culpa, el ocultamiento y la sombra de lo que fue obtenido con malas artes o a costa de otros? ¿Por qué muchas veces leemos, casi en términos lineales, la pobreza como bondad y la riqueza como perversión? ¿Por qué hay un ranking público de ricos en Estados Unidos y aquí es un secreto de Estado?
La sociedad argentina es aluvional, como dice la socióloga Ana Wortman, y la riqueza no depende de un título nobiliario o del nivel educativo. Es decir: potencialmente, cualquiera puede hacerse rico en Argentina, con un cambio de modelo económico, en una sola generación, ¿No es esa sensación de ganancia rápida, pero no democrática, la que más sombra arroja sobre nuestros prejuicios con el dinero? Y esos prejuicios, ¿qué lugar ocupan para que siempre nos vaya mal como país?
El aumento de la inseguridad en los últimos años, la falta de distancia social entre pobres y ricos -entendida como carencia de respeto hacia el poderoso, tal como apunta el politólogo Guillermo O Donnell en su estudio comparado entre las culturas brasileña, más elitista en este punto, y la argentina-, la influencia del catolicismo y la herencia cultural europea, antes que norteamericana, son elementos que fueron configurando, a lo largo del tiempo, esta relación difícil entre los argentinos y el dinero. Además, por supuesto, de una lamentablemente larga lista de anécdotas sobre riquezas mal habidas que tienden a reforzar la desconfianza y los prejuicios.
Hay también algo muy argentino, pero que se engarza, a la vez, con la cultura del capitalismo global: la posibilidad (y la ilusión) de hacerse rico en poco tiempo. El boom inmobiliario de los últimos años K ofrece muchos ejemplos de riqueza súbita. Pero eso de hacerse rico en poco tiempo despierta también sospechas: "Son las ganancias rápidas asociadas al tráfico de influencias, un procedimiento que no es democrático porque tiene que ver con la posición estratégica que ocupan esas personas", reflexiona el sociólogo Eduardo Fidanza, director de la consultora Poliarquía.
Es que la Argentina fue y sigue siendo una sociedad móvil, completa Wortman, aunque obviamente que de una manera diferente de la movilidad que fluía hasta los años setenta, cuando se quebró el modelo productivo. Pero lo cierto es que es posible hacerse rico en pocos años, lo cual alimenta la idea de que cualquiera puede lograrlo. "Por eso, la gente acepta bien que un famoso o un futbolista aparezcan súbitamente en el escenario de los ricos, porque son excepcionales, pero no alguien como uno. Y es allí donde se desconfía", agrega.
Hay algo que es obvio: la riqueza -y sobre todo su exhibición ante la mirada de los otros- dispara sentimientos intensos en el imaginario argentino, sobre todo después de la crisis de 2001, que no sólo nos dejó un país más desigual sino que además -en esto coinciden Eduardo Fidanza y el doctor en Ciencia Política Marcelo Cavarozzi- inauguró una nueva cultura que estigmatiza la riqueza ostentosa, en clara oposición con la cultura de los noventa. De ahí que mostrar lujo o, simplemente, querer ganar dinero resulta un lugar incómodo y puede disparar toda una gama de emociones tóxicas, como resentimiento, culpa, vergüenza, inadecuación, odio, envidia, inseguridad y la sospecha.
"El 2001 hizo caer la matriz", alerta el CEO de la consultora de mercado CCR, Guillermo Oliveto, que suma su punto de observación, desde el marketing .
¿Quién se atrevería hoy a hacer público desembozadamente que le encanta ganar plata o a mostrar libremente consumos caros cuando las sombras demoníacas podrían caer sobre él?
Claro que esta "matriz" no siempre fue igual a lo largo de la historia y ya había conflicto con el tema mucho antes de 2001. Cavarozzi, decano de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad de San Martín, recuerda: "La admiración que sentían los argentinos en las primeras décadas del siglo XX por el progreso social no incluía, por cierto, un juicio negativo sobre la riqueza. Era el tiempo en que, en París, se decía ´rico como un argentino . Lo que es cierto es que esa clase próspera, vinculada al modelo agroexportador, nunca fue considerada un ejemplo o heroica, como sí podía serlo el self made man para los americanos".
Precisamente, la caída del modelo agroexportador, la crisis del 30, la irrupción del peronismo y, más tarde, el rodrigazo, Martínez de Hoz, el auge del capital financiero y el menemismo fueron sacudones que marcaron quiebres y cambios en esta relación difícil entre los argentinos y el dinero.
Claro que los argentinos de esta década no ocultan lo que tienen cuando viajan a Punta del Este o a Miami, por ejemplo. Bien lejos de las miradas argentinas, el turismo criollo vip no se priva de mostrar sus Hummer, sus Audi, sus Mercedes Benz Smart For-Two, ni tampoco de contar abiertamente, en una heladería, que sus vacaciones familiares costaron 10 mil dólares, tal como relata Oliveto que escuchó, al pasar, este verano en el Este.
"Sólo se habla de dinero en círculos blindados -explica Oliveto-, entre pares. También aquí, en Buenos Aires, la clase alta y media alta tiene un circuito, al que yo llamo ´escalectric (cerrado y circular), de circulación del dinero: se mueve en tubos de seguridad, pero con valores distintos a los de los noventa. Hay mayor sensibilidad hacia el afuera", señala.
Pero, ¿por qué sólo hablar libremente de dinero en tubos de seguridad, entre iguales? ¿Hablar de plata o de cuánto uno gana puede ser más tabú que el sexo? El doctor en psicología Sergio Rodríguez, integrante de la institución Psyche Anudamientos, lo mira desde su paradigma lacaniano: "Entres pares, se está más pendiente de la competencia, pero hay menos temor a la envidia, que es un sentimiento mucho más destructivo, tanto para el que la siente como para el destinatario. Con la envidia, pueden dañarte. La competencia, en cambio, tiende más a buscar mejorar la performance propia".
Los head hunter (cazadores de altos ejecutivos) la tienen clara en este punto. "Aquí hay cosas de las que directamente nadie habla jamás; a veces, ni siquiera con la propia esposa, sobre todo cuando se gana mucho dinero. Las compañias, por supuesto, blindan las remuneraciones más altas. Es que, a ver ...si vos ganaras tres millones de pesos en Argentina, ¿lo dirías abiertamente?", desafió a esta cronista un prestigioso head hunter de una de las consultoras multinacionales más importantes del mundo, con base en Buenos Aires.
En Estados Unidos, es cierto, se sabe todo, y en Europa se sabe bastante más que en nuestras tierras. Las compañías norteamericanas que cotizan en la bolsa están obligadas a publicar cuánto ganan sus ejecutivos y transparentar qué beneficios reciben: si tienen o no derecho a un jet; si ganan un millón de dólares como base o más.
El ranking de los más ricos no es un secreto de Estado en el país del dólar.
Sociedad
Los argentinos y el dinero: ¿Está mal ser rico en nuestro país?
Mientras en otras sociedades el bienestar económico no está mal visto, porque se entiende que es fruto del esfuerzo y no necesariamente del ventajismo o de los favores del poder, en nuestro país la riqueza sólo se muestra abiertamente en ámbitos VIP, como los countries o Punta del Este, y no siempre para escapar de la AFIP o de los robos, sino también de los prejuicios, la envidia y la culpa. Razones y sinrazones de un fenómeno típicamente argentino, que tan bien pinta al ser nacional
LANACION.com | Enfoques | Domingo 24 de febrero de 2008
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