jueves, 10 de enero de 2008

Prohibido exportar

El 19 de noviembre último, en esta misma página editorial, al comentar la decisión adoptada por el gobierno nacional de incrementar el impuesto a las exportaciones de petróleo y sus derivados, se señaló que la medida era, en suma, pan para hoy y hambre para mañana. Frente a la reciente determinación oficial de prohibir las exportaciones de nafta y gasoil, cabe subrayar que no estábamos equivocados, como también cabe pronosticar más de lo mismo.

La decisión del gobierno nacional de prohibir la venta al exterior de combustibles líquidos y su orden de retrotraer los precios en el mercado interno a los que regían al 31 de octubre constituyen, además de una renovada muestra de intervencionismo, otro ejemplo de la errática y contradictoria política oficial que se está llevando a cabo en la materia.

Corresponde recordar que, a mediados de noviembre, cuando fueron aumentadas las retenciones a las exportaciones de combustibles, el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, consideró que la nueva escala impositiva permitiría una disminución de los precios al público a los vigentes en junio último. Sin embargo, no sólo no ocurrió eso, sino que los valores en las estaciones de servicio continuaron en ascenso.

Cuesta entender, por una simple cuestión de coherencia, que tome estas medidas de restricción o prohibición de exportaciones un gobierno que tradicionalmente alentó la existencia de un tipo de cambio elevado con el fin, precisamente, de impulsar las exportaciones argentinas, como piedra basal de su modelo económico.

Es cierto que, en los últimos días, en coincidencia con el comienzo de las vacaciones de verano, empezó a advertirse la falta de naftas en ciertas provincias.

Parece evidente que el nerviosismo se apoderó de algunos funcionarios, quienes advirtieron que el cóctel de cortes de luz y de agua en buena parte del país, sumado a problemas de abastecimiento de combustibles, podría minar su poder político. Optaron, así, por una suerte de manotazo de ahogado, que difícilmente resuelva el problema y probablemente termine agravándolo.

Lo cierto es que no puede decirse que el faltante de combustibles en algunos centros de abastecimiento deba atribuirse a las exportaciones. No falta en el mercado doméstico combustible porque éste se exporte; de hecho, el gasoil no se vende al exterior.

Como bien han señalado algunos representantes del sector, los casos de desabastecimiento obedecen en buena medida a que las estaciones de servicio han dejado de ser un negocio sufucientemente rentable, por lo que muchas están incapacitadas para acumular stock frente a épocas del año en que sube la demanda de naftas.

Particularmente grave resulta que la medida de prohibir las exportaciones de combustibles, como se hizo tiempo atrás con las ventas al exterior de carne, se adoptó tomando como base la vieja ley de abastecimiento de 1974, que ha perdido vigencia, aunque las autoridades de la Secretaría de Comercio Interior sostienen lo contrario.

Aun cuando en el cortísimo plazo la decisión oficial pueda ser efectiva para contener los precios en el mercado local, es indispensable reiterar que los problemas de abastecimiento sólo se solucionarán con incentivos a la producción y a la exploración. Este objetivo definitivamente no se alcanzará con controles férreos de precios y, mucho menos, con prohibiciones de exportar que implicarán una disminución en las ganancias proyectadas por las empresas del sector petrolero, además de un cambio más en las reglas de juego, contrario a la seguridad jurídica y a la previsibilidad que requiere cualquier inversión de riesgo.

Fuente: La Nación

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