miércoles, 26 de diciembre de 2007

Estados Unidos y la Argentina tienen demasiadas cosas en juego.

Es hora de tomarse un profundo respiro. Las relaciones entre la Argentina y Estados Unidos son demasiado importantes para permitir que lo que se ha dado en llamar "el escándalo de la valija" continúe deteriorándolas hasta provocar una crisis grave. Sobre todo cuando hay tantos interrogantes sin respuesta. Es cierto que el escándalo huele mal, pero ambas partes tienen en juego intereses nacionales fundamentales que, de persistir las recriminaciones, resultarán afectados.

El rencor y la amargura son particularmente lamentables, en vista de las altas expectativas puestas en la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Los expertos de uno y otro lado esperaban que la transición del 10 de diciembre ofreciera una oportunidad de mejorar las relaciones bilaterales y, como dijo la misma Presidenta, la calidad de las instituciones democráticas. No es un secreto para nadie que en estos últimos años la relación bilateral ha sido tensa, en especial desde aquella cumbre de Mar del Plata, tan discordante, que reunió a los jefes de Estado del hemisferio. Por cierto, no era posible ni deseable volver a las "relaciones carnales" que caracterizaron los años de Carlos Menem, pero la reacción respecto de ese período se había ido casi al otro extremo.

El hecho de que Buenos Aires haya atribuido de inmediato motivos políticos al procesamiento reciente de cuatro venezolanos (uno sigue prófugo) y un uruguayo es un síntoma del empeoramiento de las relaciones y las sospechas desenfrenadas.
Opinión
Por Michael Shifter
LANACION.com | Política | Miércoles 26 de diciembre de 2007

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