Por primera vez, la Argentina tendrá dentro de tres semanas un ministro de Ciencia y Tecnología. Lógicamente, la noticia imprime una sonrisa de aprobación en la cara de los investigadores. De hecho, Brasil (cuyo presidente acaba de anunciar que en los próximos tres años invertirá nada menos que 28.000 millones de dólares en ciencia), hace mucho que tiene un ministerio dedicado al tema.
Pero tal vez lo más importante y a la vez infrecuente es que el designado para estrenar el cargo resulte una de las personalidades más respetadas de la comunidad científica local. Biólogo molecular y bioquímico, Lino Barañao estaba investigando en las fronteras de la ciencia (es uno de los "padres" de la generación de vaquitas transgénicas de Biosidus) cuando fue convocado para dirigir la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica, encargada de financiar la ciencia local.
Organizar un ministerio en tres semanas es todo un desafío, pero al menos el doctor Barañao tiene ideas claras sobre la dirección que debería tomar la ciencia local.
Qué propone:
"La ciencia argentina tiene que «pasteurizarse». [Es decir que, tal como Pasteur sentó las bases de la microbiología y la bioquímica modernas, y al mismo tiempo realizó enormes aportes a la industria y la medicina, como desarrollar la técnica para atenuar la virulencia de microorganismos patógenos, u obtener las vacunas contra la rabia, el cólera de los pollos y la erisipela del cerdo], hay que hacer «ciencia básica inspirada en el uso»."
"En definitiva, la ciencia más útil será la mejor ciencia. Para bien o para mal, el investigador ya no puede deslindar su responsabilidad ni ignorar para qué van a ser utilizados sus hallazgos."
"Si nos falta el eslabón entre ciencia y empresa, el conocimiento y la creatividad científica terminan fructificando en otro lado, donde está la capacidad para aprovecharlas. Es como producir petróleo y regalarlo..."
"El sistema científico todavía no está preparado para gestionar la propiedad intelectual. Necesitamos desde gente entrenada para buscar en bases de datos, redactar patentes y establecer redes con investigadores en el exterior para determinar quién es el potencial adquirente de una determinada tecnología y cuánto puede valer."
"No tenemos que transformar al científico en empresario, porque la lógica de la creación científica es distinta de la de la innovación tecnológica. En la ciencia, el valor está en la originalidad y en la creación continua, pero desde el punto de vista de la producción eso sería inconducente: uno no puede estar mejorando constantemente un producto."
"Hay que lograr un cambio cultural en varios niveles: no sólo en las facultades de ciencia o de ingeniería, sino también entre los especialistas en ciencias económicas, que todavía no hacen suyo el concepto de generación de riqueza a través del conocimiento."
Sin duda, un plan ambicioso. La historia recién empieza...
Fuente: La Nación.
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