Tres pilares sostienen el desarrollo de los países: las libertades democráticas, la economía de mercado y la transparencia gubernamental. Sobre esa base, quizá la más firme y consolidada de las probadas en el mundo, Nueva Zelanda encabeza el ranking Democracia, Mercado y Transparencia, que elabora el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal). En el último lugar, entre los 153 países evaluados, se encuentra Myanmar, también conocido como Birmania y como Burma.
Casi en la mitad de la tabla, la Argentina ocupa el discreto -y mejorable- lugar número 64; entre los latinoamericanos, está por debajo de Chile, Uruguay, Costa Rica, Panamá, El Salvador, México, Brasil, Perú y la República Dominicana, y por encima de Colombia, Nicaragua, Honduras, Bolivia, Guatemala, Paraguay, Ecuador, Venezuela, Haití y Cuba.
El estudio, elaborado por Gabriel Salvia y Hernán Alberro, de Cadal, cruza los datos que surgen de las mediciones Freedom of the Word, del Freedom House; el Indice de Libertad Económica, de la Heritage Foundation y The Wall Street Journal , y el Indice de Percepción de la Corrupción, de Transparencia Internacional. De los tres indicadores surge una radiografía comparativa del estado de las libertades democráticas, la economía de mercado y la transparencia gubernamental.
Es interesante observar que entre los mejores países del ranking, después de Nueva Zelanda, están Dinamarca, Finlandia, Islandia, Suiza, Australia, Holanda, Suecia, Canadá y el Reino Unido. No parece ser una novedad, dada la reputación de todos ellos en los ítems analizados, pero habla a las claras del rumbo que los otros deberían seguir si sus gobernantes tuvieran una mirada de mediano y largo plazo, y la voluntad política necesaria para escalar posiciones.
"Al ver los diez primeros países del ranking ya se tiene una clara idea de lo que representa un país desarrollado -concluye el estudio-. Asimismo, resulta interesante que la combinación de los tres factores mencionados ubique en los primeros nueve lugares a naciones que no pueden ser consideradas grandes potencias políticas mundiales. Por su parte, en los últimos lugares aparecen inexorablemente países gobernados por dictaduras corruptas y con pobreza generalizada."
En el ranking, cada país tiene un puntaje. Nueva Zelanda, por ejemplo, alcanzó 0,916. La Argentina mereció 0,540. Y Myanmar, el último, apenas obtuvo 0,149.
Curiosamente, el primero y el último, Nueva Zelanda y Myanmar, fueron colonias británicas hasta finales de la década del cuarenta. Las diferencias entre uno y el otro, sobre todo en el capítulo de las libertades, son notorias. Basta saber que en Nueva Zelanda priman todas las libertades y que en Myanmar no existe prácticamente ninguna. Uno es el país menos corrupto del mundo; el otro está en el extremo opuesto.
Si bien ambos países comparten su calidad de ex colonias británicas, de acuerdo con el estudio de Cadal, existen abismales diferencias en sus niveles de desarrollo. Mientras Nueva Zelanda representa un caso exitoso de país con amplias garantías democráticas, respeto de los derechos individuales, estabilidad económica y confianza en las instituciones, Myanmar se destaca por ser uno de los peores países de la Tierra en los cuales vivir. Según el informe, "no existe ninguna área de la vida en sociedad o de los derechos individuales en la que Myanmar no resulte una enorme prisión".
Esto habla a las claras de la importancia que tienen los tres indicadores analizados en la percepción de los países. Sin libertades democráticas, puede haber economía de mercado, pero, como lo demostró Chile durante la dictadura de Pinochet, es muy difícil que haya transparencia gubernamental. Sin transparencia gubernamental, como sucede en otros países de América latina, las libertades democráticas y la economía de mercado corren el riesgo de descarrilar. Y, finalmente, sin economía de mercado, las libertades democráticas y la transparencia gubernamental pueden ser deglutidas por un Estado capaz de demostrar una vez más su ineficiencia, como en tiempos que hoy consideramos pretéritos.
En nuestro caso, la pregunta no debe ser por qué Chile, Uruguay (miembro del Mercosur) y Costa Rica (miembro del tratado de libre comercio de América Central con los Estados Unidos) están sobre la Argentina en el ranking, sino por qué no nos vemos mejor frente a este espejo de tres caras y por qué, ante la revelación de estos indicadores, pocas veces hay reacciones oficiales que vayan más allá del menosprecio de sus autores en lugar del razonable replanteo, como en los países desarrollados, sobre lo que habremos hecho o dejado de hacer para merecer calificaciones que pudieron ser superiores.
Fuente: La Nación.
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