lunes, 19 de noviembre de 2007

Más impuestos a la energía

A pocos días de aplicar un importante aumento de los impuestos a las exportaciones de cereales y oleaginosas, el gobierno nacional anunció otro incremento de gran magnitud en las retenciones a las ventas al exterior de petróleo y todos sus derivados. La medida, desacertada e inoportuna, apunta a contener la suba de los precios internos y a cubrir necesidades fiscales.

El petróleo representó tradicionalmente un importante rubro de las importaciones nacionales, incluso hasta mucho después de su descubrimiento en nuestro suelo en 1913. El monopolio estatal de la actividad de exploración, perforación y extracción no pudo abastecer al mercado local, hasta que prevaleció la convicción de la necesidad de incorporar a la actividad privada esas actividades, algo que cobró fuerza a partir de los años 80. Sus favorables resultados le abrieron paso al abastecimiento de los requerimientos propios, lo cual dio comienzo a las exportaciones que a principios de la década actual representaron nada menos que el 18 por ciento del total de las ventas del país al exterior.

No sólo del líquido negro se trata, sino también del gas y de productos diversos obtenidos con el concurso de las destilerías. Las importaciones continuaron, dada la necesidad de cubrir requerimientos específicos, pero el saldo neto de ambas corrientes fue extremadamente favorable.

Recientemente, a partir de la gran devaluación producida en 2002, se adoptaron dos decisiones en la materia, consistentes en la congelación de los precios internos de la energía, incluidos los combustibles, y en la aplicación de impuestos a sus exportaciones. Se lo hizo sobre la base de una escala que, con motivo del crecimiento sostenido de los precios internacionales del petróleo se situó en el 45 por ciento de su valor.

El extenso período de vigencia de este congelamiento en un contexto de crecimiento de los costos de producción, sumado a la aplicación de los mencionados impuestos a las exportaciones, tuvo como resultado una merma de las inversiones en el sector con las consecuencias conocidas. Vivimos así una crisis energética a todas luces que, aun ante la evidencia, el Gobierno se niega a reconocer.

En el sector externo viene produciéndose una disminución sistemática del valor obtenido por las exportaciones de petróleo y gas, que hoy representan no ya el 18 sino el 12 por ciento del total, hecho tanto más significativo si se tiene en cuenta que tal reducción se da en un contexto de altísimos precios internacionales del petróleo y sus derivados. Mientras ello ocurre, las importaciones registran aumentos y achican el saldo neto del comercio externo del sector.

Dadas las proyecciones decrecientes de la producción petrolífera, puede pronosticarse en un horizonte cercano el retorno a la importación de petróleo, lo cual anularía este poderoso pilar de nuestro comercio exterior. De presentarse este escenario, sería ya imposible utilizar los actuales mecanismos de contención de los precios, los cuales serían la expresión lisa y llana de las cotizaciones internacionales. Sólo con abundantes recursos fiscales, inexistentes por cierto, se podría contener el crecimiento de los referidos precios.

Con un precio de 95 dólares por barril, el Estado retendrá a partir de ahora cerca del 60 por ciento del embarque, por lo que quedará alrededor del 40 por ciento para el exportador. Adicionalmente, las retenciones a las exportaciones de los productos derivados, naftas y otros, pasarán del 5 por ciento a un mínimo del 34 por ciento.

Un dato no poco inquietante es que este abrupto cambio en las reglas del juego llega en momentos en que dos compañías petroleras internacionales, Repsol YPF y Esso, se hallan en negociaciones para vender parcial o totalmente sus activos en la Argentina. Esto ha generado lógicas especulaciones sobre la posibilidad de que, desde el gobierno nacional, se esté buscando favorecer a potenciales compradores con una baja del precio de aquellas empresas a partir de la muy probable disminución de sus ganancias.

Un abanico de opiniones sectoriales ha puesto de manifiesto que, en el corto plazo, la medida podrá ser efectiva para contener los precios en el orden doméstico. Sin embargo, resulta indispensable tener en cuenta que las grandes inversiones requeridas para revertir la grave crisis energética preferirán escenarios más amigables que el que aquí les ofrecemos. Además, la sola participación del secretario Guillermo Moreno en la instrumentación del sistema es un mensaje en sí mismo. En suma, pan para hoy y hambre para mañana.

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