El mismo cálculo es aplicable, con variaciones menores, al aumento de las retenciones al trigo, el maíz y el girasol; se extiende además a los aceites y las harinas, esto es, a la porción más industrializada de las exportaciones agrarias. El año pasado, el fisco ingresó 4150 millones de dólares de retenciones. El próximo año, según lo estima LA NACION del último jueves, la cifra podría subir a 7400 millones, alrededor de un 78 por ciento. Cuando votó el 28 de octubre, la gente de campo preveía que le aplicarían una nueva exacción inmediatamente después de los comicios. Lo que quizá no previó fue su alcance virtualmente confiscatorio.
La Argentina es el único de los países exportadores de alimentos cuyo gobierno castiga en forma reiterada y creciente su producción agropecuaria en vez de alentarla. ¿Cuáles son las razones detrás de esta extraordinaria discriminación?
Historia, política
Las principales razones que explican la discriminación contra el campo son tres. La primera de ellas es histórica . A poco de llegar al poder en 1946, Perón le atribuyó al campo una nueva misión. Comprendía, como el propio Pellegrini al terminar el siglo XIX, que la Argentina debería sumar un nuevo potencial industrial a su tradicional potencial agropecuario. Según todos los grandes países emergentes, comenzando por los Estados Unidos, ya lo estaban haciendo, la nueva política industrial debería comenzar por una dosis importante de proteccionismo. Pero en la idea de Pellegrini, ese proteccionismo inicial debería ser suavemente descendente hasta que cada sector industrial se volviera competitivo en el nivel internacional. Fue por este camino que los grandes países agropecuarios emergentes llegaron a ser también, con el paso del tiempo, grandes países industriales.
Perón, en cambio, optó por un modelo de industrialización "instantáneo" en lugar de "evolutivo". Protegió a la industria de inmediato, sin excepciones ni gradualismo. Pero ni la industria ni el enorme sector público al que también alimentó sin límites podían pagar los sueldos que pagaban los países industrialmente maduros. ¿Cómo podría resolverse este dilema? Sencillamente, llamando al campo a una nueva función: no ya la de promover el crecimiento general a través de las exportaciones, sino la de generar alimentos baratos que suplieran la insuficiencia salarial. A partir de Perón, la prioridad del campo ya no fue exportar, sino proveer de alimentos al alcance de los obreros y empleados públicos urbanos para disimular la falta de competitividad de la industria y, naturalmente, del inmenso Estado burocrático que se estaba creando. Lo notable aquí es que, gracias a un avance tecnológico sin paralelo, el propio campo se encargó de engordar la generosa vaca que le estaban ordeñando.
A sesenta años del primer Perón, Kirchner sigue insistiendo en la discriminación contra el campo porque, en términos generales, las fallas de 1945 permanecen aún entre nosotros. Mantener baratos los alimentos en lugar de pagar salarios altos al personal de las ciudades es por ello la primera razón de la permanencia y el agravamiento de las retenciones a la exportación agropecuaria que estamos experimentando.
La segunda razón detrás del nuevo aumento de las retenciones es política. Hay que reconocerle a Kirchner que fue el primer mandatario de la democracia en advertir que las cuentas públicas no sólo deben ser equilibradas, sino que deben rendir, además, un importante superávit. Pero en lugar de aplicar el superávit al desarrollo general de la Nación, lo que ha hecho Kirchner es concentrarlo en sus propias manos. Por eso estas retenciones, como las anteriores, no irán a aliviar los precarios presupuestos provinciales, sino a alimentar aún más la desproporción entre las provincias que no las percibirán y el Estado nacional, del cual, como consecuencia de esta flagrante desigualdad, ellas dependen cada día más. Y es así, mediante este financiamiento de la Nación con los recursos que a ellas les corresponden, como las provincias giran cada vez más en torno de la galaxia K.
En el curso de 2007, Kirchner aumentó sin medida el gasto público para asegurar la victoria electoral de su esposa mediante el empleo de la "Caja Rosada". Pero el superávit, como consecuencia, se estaba esfumando. ¿Qué hizo entonces? Aumentó las retenciones, no por una razón económica o social, sino por una razón política, para restablecer la caja en la cual se asienta su poder.
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