domingo, 18 de noviembre de 2007

La madurez de un gigante

Varios factores contribuyen a la reciente proyección del Brasil en el escenario global. Entre otros se destaca el de la solidez institucional. Ha logrado desarrollar instituciones políticas y económicas, tanto públicas como privadas, que generan contrapesos en el ejercicio del poder social, limitando tentaciones a caprichos individuales. No son perfectas, pero tienen capacidad para autodepurarse y renovarse. Permiten canalizar y articular intereses divergentes. La síntesis predomina sobre la ruptura. Los comportamientos sociales se vuelven previsibles.

Otro factor es el optimismo de una sociedad movilizada por líderes con visiones de largo plazo. Quizás fue el Plan Real el punto de inflexión que marca la entrada del Brasil a su proclamado –y demorado– futuro. Desde entonces, dos presidentes que supieron lograr prestigio internacional han contribuido a la percepción externa de un gigante que finalmente madura.

La tendencia parece clara. Es al reconocimiento de que Brasil presenta signos evidentes de poder aspirar al protagonismo global. Esto es, un país al que gobiernos e inversores de distintas regiones perciben con capacidad para incidir en cuestiones significativas de la política y la economía internacional. Y que tiene mucho que decir e influenciar en el espacio geográfico sudamericano al cual pertenece.

Agroindustrias, biocombustibles, aviones –a ellos se sumaría ahora el petróleo– son sólo algunos de los campos en los cuales el Brasil se proyecta al mundo. Un indicador de tal proyección es el número de sus empresas que se están internacionalizando.

Que se consolide el salto que está dando el Brasil sería excelente noticia para la Argentina. Somos vecinos y socios. Compartimos una responsabilidad en la estabilidad democrática del barrio en el que vivimos. Tenemos suficientes vasos comunicantes como para que potenciemos recíprocamente nuestros logros políticos y económicos. Nuestra sociedad puede ser de ganancias mutuas.

Fuente: La Nación

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