Algunos no consiguieron comprar ayer un seguro de vida. Las víctimas son varios secretarios de Estado de Kirchner. El más polémico de ellos es el de Comercio Interior, Guillermo Moreno, cuya injerencia en la economía provocó la salida anticipada de Miguel Peirano. “Se ha decidido sobre los ministros, no sobre los secretarios”, dijo anoche una alta fuente del Gobierno. Lousteau le deberá a Peirano, de todos modos, la exposición pública que éste hizo de Moreno como un elemento distorsivo en la conducción económica.
Lousteau es un alumno de Alfonso Prat-Gay, quien lo llevó por primera vez al gobierno como asesor suyo en la presidencia del Banco Central. Tiene, por lo tanto, la misma mirada de la economía que su maestro inicial: un ojo puesto en la producción y el otro, en las finanzas. La virtud de Peirano, según la opinión de Cristina Kirchner, era, precisamente, que su formación económica privilegiaba la producción. La actual senadora está convencida de que gran parte de los problemas argentinos se deben a que los ministros de Economía venían siempre influidos por las escuelas que ponen el acento en las finanzas más que en la producción. Ella y su esposo siempre hicieron la excepción justa de Roberto Lavagna.
En la conformación del gabinete hay también más "albertismo" que "devidismo". El ministro de Planificación ha conservado lo que tenía y la eventual salida de Moreno podría achicar su espacio de influencia.
Más allá de las corrientes internas, lo cierto es que la permanencia de Moreno en el organigrama del Ministerio de Economía (o en cualquier organigrama) dificultará singularmente la gestión económica del gobierno por venir. Ya maltrató y ofendió demasiado a los actores económicos y a las instituciones de la economía.
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Sea como fuere, Lousteau, Ocaña y Randazzo son personas que llegaron a Cristina Kirchner de la mano de Alberto Fernández.
Randazzo es un caso especial de buena cintura política: pudo hacer de interlocutor confiable y simultáneo de Kirchner y del gobernador de Buenos Aires, Felipe Solá, de quien es ministro de Gobierno. Kirchner y Solá profesan la fanática religión de la desconfianza constante. Cuando soplaban las habituales ráfagas de furia de Kirchner hacia Solá, el Presidente hablaba directamente con Randazzo en la crucial provincia de Buenos Aires. Randazzo se pasaba el tiempo conformando a uno y serenando al otro sin perder la confianza de ninguno. No cualquier político logra semejante hazaña en ese mundo de persecuciones y de monomanías.
¿De qué se ocupará Randazzo? La pregunta es válida porque el área de seguridad se la llevó Aníbal Fernández al Ministerio de Justicia, como en los tiempos de Juan José Alvarez. Pareciera que a la policía y a la inseguridad sólo las pueden domar los barones del conurbano; no lo han demostrado hasta ahora.
Un cierto malestar había ayer entre algunos jueces por esa fusión: "Los jueces y los policías no somos lo mismo", dijo un magistrado. La política, habitual tarea de los ministros del Interior, seguirá en manos de Alberto Fernández y, quizá, del propio Néstor Kirchner.
"Randazzo se ocupará de las provincias y de los municipios, de las tareas propias de un ministro de Gobierno en las provincias", precisaron inmejorables fuentes oficiales. La política, entonces, no escapará de la Jefatura de Gabinete mientras Alberto Fernández esté sentado allí.
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