
Constanza Larguía y Eugenia Troncoso se sentaron hace dos años a tomar un café para discutir una idea que rondaba en la cabeza de ambas: la posibilidad de armar una compañía de decoración que trabajara el estampado como cualquier diseñador de modas y rompiera con los patrones tradicionales de la ambientación.
"Ese día dejamos de hablar y empezamos a hacer. No sabíamos muy bien cómo íbamos a avanzar, me acuerdo de que lo único que tenía en claro era que quería que el proyecto se llamara Picnic", recuerda Larguía, sentada a la derecha de su socia, en el showroom que abrieron en Palermo.
El espacio está ambientado como un departamento para que las creaciones de Picnic, que este año facturará 200.000 pesos, puedan lucirse libremente. Una de las paredes está cubierta con almohadones y basta ver dos o tres para reconocer que el color y el estampado son premisas fundamentales en la propuesta de la empresa.
"Nuestros diseños podrían trasladarse a una colección de moda sin problemas, y eso los distingue del resto. Además, trabajamos como las firmas de ropa: en invierno armamos cosas en terciopelo y lanas y en verano cambiamos los materiales por otros más livianos", cuenta Troncoso, que estudió diseño textil y administración de empresas.
Su socia es escenógrafa y vestuarista, y reconoce que poner en marcha el proyecto fue duro, "porque todo se fue aprendiendo sobre la marcha". Entre las dos invirtieron 12.000 pesos para fundar una empresa "que pusiera en las vidrieras diseños con estampas y carácter, cosas que no se veían hasta ese momento".
Proveedores
Primero fueron en busca de proveedores. "En las fábricas nos ofrecían todo liso, y cuando decíamos que lo queríamos estampar nos miraban como si les pidiéramos un imposible", recuerdan. Después de un largo proceso de selección, consiguieron fabricantes "jugados", que les facilitaran colores y la posibilidad de "crear con las telas".
"Nos quedábamos al lado de los proveedores y a dedo íbamos señalando los colores para mezclar. Lo primero que hicimos fueron almohadones, porque era lo más fácil, y salimos a venderlos en septiembre del año pasado, después de estar meses haciendo pruebas de estampados y teñidos", relata Larguía.
El catálogo de Picnic empezó a circular entre conocidos y llegó al Malba, que resultó ser su primer punto de venta. Luego se abrieron oportunidades en otros centros del ambiente, como la feria Puro Diseño.
"Los productos se fueron posicionando por el boca en boca, que fue lo mejor que nos pudo pasar. Ibamos con una camioneta de un lado al otro con la mercadería, hasta que pudimos abrir el showroom", recuerda Troncoso.
"A medida que fuimos creciendo, empezamos a trabajar otros productos, como cubrecamas, empapelados, lámparas y vajillas. Todas las líneas pueden agruparse bajo diferentes conceptos como se ve en la cama: el empapelado se combina con el cubre cama", agrega, mientras señala los diseños.
Reposeras y otros soportes
Picnic también vende telas por metro. "Había un gran faltante de diseños en este campo, todo era muy tradicional y a la gente hoy le gusta variar y combinar. Hay un regreso a la decoración de los setenta que llegó para quedarse", destaca Larguía.
En mayo, las emprendedoras fueron contactadas por la cadena Easy, para la cual diseñaron una serie exclusiva de reposeras. "Nos gusta hacer colecciones para terceros en soportes que no trabajamos, como una reposera, y queremos seguir con cosas así", afirman las socias y amigas, que tienen dos proyectos de exportación a Francia y Estados Unidos.
También tienen previsto abrir puntos de venta en el interior del país y avanzar con nuevos productos, como las fundas para laptops. "Hay mucho por hacer, pero vamos de a poco. Siempre trabajamos así y hasta ahora nos dio resultado."
Fuente: La Nación.

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