domingo, 28 de octubre de 2007

Oportunidad inmejorable

Durante los cuatro años de gobierno de Néstor Kirchner, la Argentina se convirtió en el reino de la simplificación. Lo que no fue blanco fue negro, sin matices intermedios. Toda la comunicación oficial apuntó en ese mismo sentido, especialmente en materia económica, en la que abundaron las falsas opciones: hipercrecimiento o recesión; inflación o inmovilidad social; Estado o privados; campo o industria; soberanía o inserción internacional. La campaña electoral siguió una estrategia similar: el espectacular crecimiento económico, la reducción del desempleo y la pobreza, o la sobreestimulación del consumo interno fueron tema excluyente del oficialismo, como si no existiera ningún problema. Este silencio oficial hizo que la atomizada oposición tomara el camino inverso: la inseguridad, la inflación, la desigualdad social, las debilidades institucionales o el déficit energético se convirtieron en sus banderas. En medio de estos dos mundos reales y cercanos, el electorado se ha dividido y fragmentado, sin advertir algo esencial. La Argentina todavía está en condiciones de aprovechar una oportunidad histórica, de esas que muy de tanto en tanto se presentan, para recuperar terreno perdido. Y también corre el riesgo de desperdiciarla, si persiste en sus manías de privilegiar sólo el corto plazo y de recurrir a recetas viejas para afrontar desafíos nuevos, como si el mundo que la rodea fuera siempre el mismo. La oportunidad que el mundo le brinda desde hace algunos años a la economía argentina -y que muy probablemente se mantenga en el futuro próximo- es la posibilidad de vender caro lo que exporta y comprar barato lo que importa (eso que los economistas denominan "mejora" en los términos del intercambio). Así, el fuerte aumento en los precios de las materias primas exportables (entre 50 y 100%) provocado por la irrupción de China e India en los mercados de consumo, actuó como si la Argentina hubiera descubierto repentinamente un mar de petróleo, sólo que traducido en una revalorización de la soja, maíz, trigo, girasol, carnes, combustibles, minería o insumos básicos industriales. Es tan cierto que este cambio de tendencia permitió recuperar fuertemente la actividad, como que el Gobierno ayudó en su momento a reforzarla y extenderla a todos los sectores productivos con la política de tipo de cambio alto (que se sumó a la depreciación del dólar frente al resto de las monedas), compensada con retenciones a la exportación como instrumento redistributivo. Ni todo el crecimiento vino exclusivamente del exterior ni tampoco fue sólo mérito propio. Ahí estuvo la génesis de los superávits gemelos (fiscal y externo), que fueron pilares del modelo económico, pero ahora se están deteriorando progresivamente debido a los irresponsables desbordes de gasto público y de demanda interna impulsados al amparo del año electoral.
LANACION.com Economía Domingo 28 de octubre de 2007

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