Por Oscar R. Puiggrós
jueves, 25 de octubre de 2007
Los debates y propuestas deben surgir de partidos fuertes y representativos
¿Estamos viviendo hoy aquí una democracia? ¿No hay, acaso, signos de dictadura? Ser elegido por la mayoría ciudadana no da patente democrática a la condición presidencial. Hitler fue elegido cinco veces por más del 80% de sus electores. La mayoría no da impunidad. ¿No es dictador quien maneja los dineros públicos al margen de la Constitución “excepcionalmente” diferida con la complicidad de legisladores que olvidaron su juramento original? ¿Fue elegida la candidata oficial por el sistema de la democracia? ¿Qué papel jugó el partido (repartido), que sostiene el poder para esa candidatura? Muy cerca estamos, sin duda, de los Pinochet, Somoza, Stroessner y el coronel Chávez “legalizando” su monarquía republicana. El análisis psicológico de estos personajes tragicómicos nos recuerda a los hermanos Karamazov, que vale la pena releer para advertir que el apego al poder sin freno difícilmente se corrige. Su autor, Dostoievski, lo complementa en Crimen y castigo con su sobresaliente descripción de los que explotan las necesidades extremas con falaces promesas de ilusorios paraísos y de auténtica justicia.
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